45. Por Nosotros
—¿Se puede saber dónde vamos, Kimi?— me reía, mientras el chico tiraba de mi mano con cuidado a través de aquel parque que quedaba al lado del circuito.
—Vamos a donde nos lleven los huesos— él sonreía como nunca lo había visto hacerlo.
—¿Esto es por la qualy de esta mañana?— me reí, arrugando la nariz.
—Esto es por ti y por mí Mai, por el nosotros.
Mi ceño se frunció sin poder evitarlo, estaba tan confusa como estaría cualquiera en mi situación.
—¿Quién eres y qué has hecho con Kimi Raikkonen?— reí levantando una ceja.
Él respiró hondo mirándome a los ojos —Kimi Raikkonen está más vivo que nunca—.
—¿Y es poeta?
—¡No te rías de mí!— dijo sonriendo mientras tiraba de mi mano para abrazarme.
—Nunca te había visto así— lo miré —Tan... Tan poco Iceman— reí.
—¿No lo ves Mai? ¡Estamos atrapados!
Seguía sin entender qué estaba sucediendo, o por qué Kimi se comportaba de aquella forma, pero me gustaba tanto verlo sonriendo de aquella manera que lo escuchaba totalmente encandilada.
—¡Hagamos las maletas! ¡Escapemos de aquí!— decía mientras se separaba de mí y daba vueltas sobre sí mismo, señalando a su alrededor.
—¿Y cómo se supone que vamos a hacer eso, señor Raikkonen?— me reí.
—Por carretera, en caravana tal vez, o quizá por mar, puedo hacer que mi yate esté aquí para el amanecer.
Posé mis manos en sus hombros intentando traerlo de nuevo a la realidad.
—¡Nos están matando!— dijo.
—Estás tonto, Kimi— no podía parar de sonreír con cada una de sus ocurrencias.
—Yo no puedo vivir así, te juro que lo he intentado, ¡esto es una cárcel!
—¿De qué hablas?— todo era tan surreal que me sentía más en una película que en la realidad.
—¡Vámonos! ¡Estamos perdiendo el tiempo aquí, Mai!
—¿Y dónde se supone que vamos a ir?— pregunté, echando a correr detrás de él, quien se reía al permitirse sentir por primera vez en mucho tiempo.
—Donde nos dejen querernos como merecemos, donde no maten nuestros besos, Mai.
Me mordía el labio para evitar que temblara. Aunque no podía evitar que el resto de mi cuerpo se moviera como una hoja sacudida por el viento.
—¿Te has vuelto loco?— reía.
—Loco por ti, que me has hecho quitarme la armadura que arrastraba desde que era un crío— sus brazos habían vuelto a posarse en mi cintura, y bailábamos con el leve retumbar del altavoz que algunos jóvenes tendrían encendido en algún recoveco de aquel parque.
—¿Por qué ahora Kimi? ¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?
—En mi mente te perdí Mai, te perdí para siempre cuando creí que tenías algo con Seb.
—¿Y si hubiera sido así?
—Probablemente él te mereciera más que yo.
—¿Qué?
—Soy todo problemas, ¿no lo ves? Él es perfecto.
—Eres imbécil Raikkonen, la persona más estúpida que he visto jamás— me reí, apoyando mis brazos en sus hombros, y cruzando las manos en su nuca.
—Lo siento mucho cariño, siento el daño que seguro que te he hecho.
—No me hables de eso ahora— pedí sonriendo de lado, mientras una lagrimilla amenazaba con escaparse resbalando mi mejilla.
—Te debo una historia de amor Mai.
—Sabes perfectamente que eso no está exactamente en nuestras manos— sonreí con el gesto algo torcido.
—Por una vez te equivocas ingeniera, y no sabes cuánto.
—No te hagas de rogar Kimi.
—Tengo literalmente la solución en las manos.
Ni siquiera sabría decir de dónde sacó una carpeta azul que efectivamente ahora estaba en sus manos, en realidad era probable que la hubiera tenido todo el rato, y yo no me hubiera dado cuenta.
Señaló su mejilla con el dedo y yo poniéndome de puntillas dejé un beso en el punto exacto que él marcaba. Justo después, la carpeta estaba entre mis temblorosas manos, que se veían incapaces de retirar las gomas elásticas que la cerraban. Los ojos del chico brillaban mirándome, y cuando al fin pude extraer el documento de la carpeta, me temblaba tanto la vista que no me veía capaz de leer el título que rezaba aquella hoja en letra negrita.
—¿Que es esto?— se me entrecortaba la voz.
—Sabes lo que es.
—Kimi...
—La última hoja, mira la última hoja— pidió ilusionado.
Lo miré a los ojos, no queriendo hacerme una idea equivocada.
Ojeé el documento hasta llegar a la última página, y efectivamente, al pie de la misma había tres firmas en tinta azul.
Tragué saliva, o al menos lo intenté, porque tenía la boca más seca que el Sáhara en verano.
Mis dedos se posaron primero sobre el garabato que ya había visto antes; la firma de Kimi parecía un símbolo tribal.
En medio de la hoja firmaba un notario, que pese a la ostentosa que era su rúbrica parecía tenerla tan ensayada como para trazarla en un mísero abrir y cerrar de ojos.
A la derecha figuraba una firma elegante, minimalista y sofisticada.
Kimi me miraba expectante, y yo no sabía cómo reaccionar.
Mis ojos se posaron bajo las finas líneas azules del autógrafo y leyeron con cuidado "Minttu Virtanen".
Se me olvidó por completo cómo se respiraba, cerré la carpeta a duras penas y dejé que se me escurriera de entre los dedos hasta caer en el mullido césped de aquel parque.
No pestañeaba, realmente no pensaba en nada, cualquier resquicio de idea se había escabullido de mi mente con velocidad.
—¿Es real...?— me tembló la voz casi tanto como lo hacían los ojos.
—Es real.
Mis brazos lo rodearon con fuerza; no quería volver a soltarlo jamás. Podía oír sus fuertes latidos, su corazón dándole botes en el pecho. Las lágrimas me desbordaban, y en ese mismo momento me di cuenta de la paz que vibraba dentro de mí pese a los nervios propios de la situación; era como si me hubiera quitado un peso enorme de encima, como si él hubiera encajado de pronto todas las piezas que me conformaban.
Se separó de mí sonriendo, con los ojos brillantes y las manos entrelazadas con las mías.
—Estás guapísimo con esa carita de ilusionado— mi mano se desplazó para rozar su mejilla con cuidado, como si temiera que fuera a romperse en cualquier momento.
—Te he echado tanto de menos Mai.
—¡Pero si no me he ido de aquí! ¡Nos pasamos la vida juntos Kimi!— me reí.
—Eso es lo que quiero— sonrió —que pasemos la vida juntos—.
—No sabía que eras tan romanticón— dije sacándole la lengua y arrugando la nariz.
—No te voy a mentir— sonrió pasándose la mano por la nuca —Vettel me ha estado entrenando—.
Me reí mirándolo, y en ese momento nuestros ojos se encontraron después de lo que parecía una eternidad.
Llevaba tanto tiempo imaginando cómo sería aquel momento, que era impensable para mí estarlo viviendo, me sentía como una princesa de cuento de hadas. El chico me atrajo hacia él con cuidado, y por fin y después de tantos problemas y malentendidos, el tiempo consiguió detenerse en el momento en el que riendo, caímos sobre la hierba verde de verano y al fin, pudimos besarnos; felices, libres, juntos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro