41. Born In The USA
Me estaba poniendo la chaqueta del equipo cuando llamaron a la puerta de la habitación. Bostecé y me froté los ojos con fuerza.
-¿Qué le han hecho a mi coche?- preguntó Kimi entrando en la habitación, visiblemente nervioso.
-No lo sé Raikkonen.
Se rascaba la nuca con fuerza, pasándose después las manos por el pelo.
-A mí tampoco me gusta que nos oculten cosas, y menos si pueden penalizarnos- le dije suspirando.
-Pero, hoy correremos ¿no? la FIA no ha dicho nada- le temblaba la voz casi tanto como los ojos.
-En principio sí, parece que la goma fue suficiente...
-¿Cómo se te ocurren esas cosas? ¿Cómo tienes la cabeza tan fría para ponerte a pensar en un momento así?
-¿Y me lo preguntas tú, Iceman?
Estaba más hablador que de costumbre, probablemente serían los nervios, que lo sacudían por dentro forzando a todos sus pensamientos a salir.
Hundió la cara en las manos respirando hondo, para cuando volvió a mirarme, su rostro había vuelto a ser tan inexpresivo como siempre.
-¿Mejor?- preguntó.
-¿En qué momento te ha dado por pensar que es mejor que no muestres tus sentimientos?- le pregunté, levantando una ceja mientras buscaba mi mochila.
Se encogió de hombros.
Metí el ordenador en la mochila, además de un par de libretas y de las impresiones de telemetría de los días anteriores.
-¿Vienes al circuito?- le pregunté.
-Aún es pronto.
-Yo tengo muchas cosas que hacer- suspiré -Si solo tuviera que subirme al coche...- me reí.
-No es tan fácil como parece.
-No seas tonto Kimi, ya lo sé- sonreí colgándome la mochila a la espalda -¿Vienes entonces?-.
-Te llevo.
-¿Me llevas?
-Sí.
-¿Te has traído el coche?
El chico negó con la cabeza.
-¿Entonces? ¿Le pedimos el patinete a Hamilton?
Kimi se rio, y a mí me inundó un hormigueo de satisfacción; no me gustaba verlo mal.
-El equipo me ha dejado un coche para probar.
Como el finlandés había dicho, en el garaje del hotel esperaba lo más parecido a un coche de empresa que puede tener un piloto de la Categoría Reina; un Alfa Romeo 4C Spider en un tono granate vibrante.
Miré al chico quien sonrió orgulloso.
-¿Qué te parece?
-Espectacular.
-Es de hace unos años pero...
-¿De hace unos años? ¡Es una pasada!
Él sonreía, metiéndose en el asiento del conductor, y señalándome el del copiloto. Fui a abrir la puerta, pero un segundo antes, oí como Kimi ponía el seguro.
Lo miré, con las cejas alzadas.
-¿Me vas a abrir?- pregunté.
Él negó con la cabeza, sonriendo de lado.
-Vale- dije, lancé la mochila al interior del 4C, y aupándome en la puerta salté por encima de la misma -Olvidabas que llevas un descapotable- me reí, acomodándome en el asiento del copiloto.
Kimi introdujo la llave en el contacto. Al girarla, todo el panel interior del coche se iluminó, y un potente rugido resonó en el parking. Se me erizó toda la piel del cuerpo, salimos del subterráneo, y de golpe, acelerón, brutal, de cero a cien en un instante.
Sonaba prácticamente como un coche de carreras, se sentía como un coche de carreras.
El aire nos golpeaba la cara. Kimi sonreía, casi como si pisar el acelerador le aliviara, casi como si se le acabaran de cerrar todas las heridas y acabara de olvidar todos sus problemas.
Retiró la vista de la carretera un momento y me miró, para justo después mirar a la zona de los altavoces del coche.
—Puedes poner música, si quieres— dijo.
Sonreí y saqué mi móvil del bolsillo, entrando en Spotify para aprovechar la oferta que me había hecho el piloto finlandés.
Elegí rock de los ochenta, de cuando la música aún era buena. Conecté el móvil por Bluetooth, y "Born in the USA" retumbó en los altavoces del Spider.
La mano de Kimi empezó a dar pequeños toques sobre el volante, siguiendo el ritmo de la canción. Los acordes se perdían en el viento y yo cantaba el estribillo.
Paramos en un semáforo en rojo, los ojos del chico se posaron en ese instante sobre mí, y al notarlos, me giré hacia él para seguir cantando. Me reía, porque contenerme en aquel momento hubiera sido imposible. Kimi intentaba mantener su fiel rictus, casi retándome, mientras yo había añadido una pequeña coreografía a la canción, dentro del espacio que me permitía el deportivo.
Born in the USA.
Mis ojos lo obligaban a cantar, y lo que en un principio era una forzada mueca, se convirtió en una amplia sonrisa que entonaba conmigo la letra de Bruce Springsteen.
El rojo volvió al verde, aunque nos dimos cuenta por el pitido de la fila de coches que llevábamos detrás, y no por la brillante luz del semáforo.
El Spider salió disparado, y desde donde estábamos, se empezó a atisbar el Gilles Villeneuve.
El 4C vibraba bajo las expertas manos del piloto finlandés, que se deslizaban sobre el volante con extrema delicadeza. Se le veía disfrutar, sonreía con un gesto evidente de tranquilidad, mientras su pelo rubio se despeinaba con el viento.
Cerré los ojos por un momento, buscando sentir la mezcla entre los tibios rayos de sol y la velocidad punta del Spider.
Era prácticamente mágico.
Apenas me di cuenta del tiempo que había pasado, cuando Kimi sacó la llave del contacto al llegar al circuito.
Me apoyé en el reposacabezas sonriendo, y abrí los ojos con cuidado. El chico me miraba sonriendo de lado.
Suspiré, volviendo a cerrar los ojos por un momento y arrugando la nariz —¿Volvemos al hotel y venimos otra vez?— me reí.
—¿No tenías tanto trabajo?— me miró, dejando entreoír una leve carcajada.
Gruñí riendo, mientras abría la puerta del 4C y prácticamente me dejaba caer fuera del coche.
Caminando hacia la entrada del paddock, Kimi me pasó el brazo por la cintura, y yo me permití apoyar mi cabeza en su hombro por un segundo, aunque me separé de él en cuanto divisé al primer fotógrafo del circuito. El chico se quejó en un susurro, más para sí mismo que para mí, aunque siguió caminando mientras me miraba.
En ese momento, yendo hacia nuestro box, me sentí preparada para hablarle a Kimi de Mercedes, y del trato que habíamos hecho para el fin de semana. Debía darme prisa para contárselo, pues eran pocos los metros que nos separaban del garaje, y no sería capaz de abrir la boca allí dentro, donde hasta las paredes tenían oídos.
Respiré hondo —Tengo que contarte algo—.
Él me miró, asintiendo.
—Si ayer estaba tan nerviosa, es porque...
No terminé la frase, me detuve al verlo empalidecer de repente.
Su voz se volvió fría mientras dirigía su mirada al frente —¿Qué coño haces tú aquí?—.
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