37. Rompes Todo Lo Que Tocas
Cuando vi quién había llamado a mi puerta, mi primer impulso fue cerrarla, pero él coló el pie en el hueco que quedaba con el marco y me lo impidió.
-Son las cuatro de la mañana, ¿qué coño haces aquí?
-Tenemos una conversación pendiente.
-Ah no, ni hablar Raikkonen, tú ya lo has dicho todo este fin de semana, y después de tus numeritos, yo no tengo nada que decir, así que lárgate.
-Por favor Mai...
-He dicho que no, cierra la puerta cuando salgas.
-Necesito que me escuches, enana.
-¿En qué idioma te lo tengo que decir? ¡No quiero hablar contigo!
-Puedo explicarlo.
-Es tu mujer, Kimi, no tienes nada que explicar, aquí la única equivocada era yo.
-¿Equivocada?
-Me ilusioné como una niña contigo, y nunca debí hacerlo, debí suponer que todo esto para ti era un juego.
-No es un juego, Mai.
-¿Entonces?¿Qué mierda es esta?¿Qué quieres que piense?
Él cerró la puerta a sus espaldas y volvió a la conversación.
-Me gustas mucho, Mai.
-No lo parece.
-¿Por qué dices eso?
-Porque llevo todo el fin de semana viendo cómo Minttu te mete mano en el garaje.
-Mai eso no...
-¿Eso no qué? ¡Eres un hipócrita! ¿Acaso no lo haces por gusto? Atrévete a decirme que no sientes nada cuando la besas.
-No siento nada.
-Estoy harta de que mientas.
-Estoy diciendo la verdad, no pienso en Minttu cuando estoy con ella- dijo -pienso en ti-.
-Claro, por eso sigues felizmente casado.
-No es tan fácil.
-Haz lo que te dé la gana, es lo que haces siempre, tal vez algún día empieces a mirar por los demás.
-¿A qué te refieres?
-¿No te has dado cuenta? En el garaje huyen de ti; mecánicos e ingenieros.
Su gesto se torció.
-¿Te has parado a pensar en Seb? Él dice que sí, pero yo no creo que hayas estado ni la mitad de las veces que te ha necesitado- continué.
Bajó los ojos al suelo y se mordió el labio inferior.
-A mí me dices que te gusto, me das ilusiones, ¿y ahora qué? ¿Pretendes que me siente bien, cuando te vea con tu mujer en plan pareja feliz?- dije, controlando lo que me temblaba la voz.
Él arrugó la nariz, casi como si estuviera conteniendo un ejército de lágrimas que luchaban por salir.
-Rompes todo lo que tocas, Kimi.
Tragó saliva y se pasó las manos con fuerza por el pelo, como si reaccionara de golpe.
-No vuelvas a intentar nada conmigo, Raikkonen, sé que esto ni siquiera había empezado, pero acaba aquí.
-Mai...
Intenté evitarlo, pero él sujetó mi muñeca con fuerza. Su mano estaba tan fría como siempre, tanto que un escalofrío me recorrió el cuerpo.
Lo miré a los ojos, intentando por una vez descifrar lo que ocultaban, pretendía entender qué pasaba por su cabeza, por qué hacía lo que hacía, y actuaba como actuaba, pero el azul pálido de su mirada era un muro impenetrable.
De todas formas, ¿cómo iba a entenderlo a él, si ni siquiera me entendía a mí misma?
-Te doy una oportunidad para que te expliques- dije zafándome de su agarre.
Su rostro se relajó -Gracias-.
-Deberías darte prisa, si no quieres que tu mujer te eche de menos- insistí, con cierto tono mordaz.
Hizo una mueca dolido -Sí, eh... A ver... Tenemos... Tengo un problema-
-¿Qué problema?
-¿Recuerdas en el hospital? Cuando te mandé con los niños a por helado.
-Sí- suspiré.
-Le pedí a Minttu el divorcio.
-¿Cómo?- me quedé de piedra.
-Ella no estuvo, Mai, solo fue para aparentar, ni me preguntó cómo estaba.
-Bueno...
-¿Y quién estuvo Mai? ¿Quién estuvo?
No contesté.
-Tú- dijo -Tú fuiste la única que estuvo conmigo-.
Era como si por fin se estuviera abriendo, la voz le temblaba, era una de las pocas veces que lo había visto tan vulnerable.
-¿Y qué pasó?- le pregunté, refiriéndome a Minttu.
-Me dijo que no Mai, se negó, y no sé qué puedo hacer...
La roca en la que se había convertido mi corazón aquel fin de semana se quebró, y entre las grietas dejó ver un resquicio de luz, de confianza, de amor tal vez.
Fui a contestar, pero no me salieron las palabras.
Abrí la puerta corredera que daba a la terraza y salí intentando acaparar todo el aire fresco que pudiera. Kimi salió detrás de mí, y ambos nos sentamos en el suelo, de espaldas a la pared y con las luces de Baku reflejando en nuestros aguados ojos.
Miraba al suelo porque temía que se me saliera el corazón del pecho si lo miraba a los ojos de nuevo.
Unos ojos preciosos que suplicantes, buscaban los míos.
Su mano, helada como siempre, se posó sobre la mía, entrecruzando nuestros dedos.
Yo trataba de controlar mi respiración, en realidad, de controlarme a mí misma, y era prácticamente imposible. Apoyé mi cabeza sobre su hombro, incapaz de mantenerme alejada de él mucho tiempo más.
Tenerlo cerca me saciaba lo justo como para no caer en el error que llevaba días rondándome la cabeza.
-¿Qué estamos haciendo Kimi?
-No lo sé, enana- suspiró -Pero me estoy rompiendo-
Una lágrima resbaló por mi mejilla hasta el hombro del chico.
-Mai... No llores por favor- se le entrecortó la voz.
-Dueles, dueles muchísimo ¿sabes? Y yo siempre me quedo aquí, como una estúpida...
-Vete si es lo que necesitas- susurró, refiriéndose más a la situación que al sitio -No quiero encadenarte a mí, Mai, no tienes porqué lidiar con mi situación-
-¿No lo entiendes? No quiero irme, Raikkonen, y no me digas que parezco Vettel llamándote así...
Él rio, aunque tal vez fue solo un sollozo encubierto.
-No puedo prometerte una historia de amor, no ahora Mai...
-Lo sé.
-Lo siento mucho, enana.
-Más lo siento yo, créeme.
La mano que no estaba cogiendo la mía se posó en mi mejilla con suavidad.
-Estás helado- sonreí de lado.
-Y tú muy guapa.
-Es la primera vez que me lo dices.
-Que sepas que lo he pensado mil veces.
Aún con la mano en mi mejilla, pasó su pulgar por la comisura de mis labios, con cuidado, casi como si me fuera a romper.
Nos acercamos despacio, tal vez incluso con miedo. La punta de mi nariz rozaba la suya y nuestras respiraciones se mezclaban. Era lo más cerca que íbamos a estar, y no había nada que nos rompiera más.
Kimi besó mi mejilla con cuidado, retirando ántes una lágrima que se deslizaba por ella.
-No tienes que pasar por esto Mai.
-No te voy a dejar solo.
Nos quedamos en silencio, y por lo visto, debí quedarme dormida, pues lo siguiente que recuerdo es despertarme, metida en la cama y tapada hasta debajo de la nariz, pero eso sí, sola.
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