12. El Ninja
Aquella noche los chupitos entraban solos; Alfa Romeo había decidido dar una fiesta de bienvenida entre los grandes premios de Australia y Bahréin.
Pero ojo, no una fiesta cualquiera, una fiesta de disfraces; y yo feliz, porque me encantaban aquellas cosas.
Como os iba diciendo, estaba sentada, aprovechando la barra libre gratis para entrar un poco en situación.
Iba disfrazada de Supergirl, con mi capa roja y todo, pero la verdad es que mi disfraz comparado con el de Ryan, no era nada.
Él iba de Jennifer Lopez, con un montón de bronceador, y suficiente iluminador como para alumbrar toda la ciudad. Un vestido ajustadísimo con pechos falsos y unos taconazos de infarto, además de una peluca súper brillante, y tan realista que daba algo de grima.
El chico había desaparecido no hace mucho, siguiendo los pasos de un mecánico del equipo, que a decir verdad, estaba más cuadrado que un Sugus.
En la fiesta solo había gente de Alfa Romeo, por lo que las posibilidades de ligar de Ryan se habían reducido mucho, y se había lanzado a matar desde el primer momento. Yo por mi parte me había enamorado de una preciosa y esbeltísima botella de ron, que por desgracia, estaba a punto de terminarse...
Me hubiera gustado que Kevin estuviese allí, al menos hubiera estado entretenida, pero claro, Frederic decía que invitar a los rivales no estaba bien...
Sonaba "Party Rock Anthem", cuando un tipo vestido de ninja, se acercó a la barra a pedir, justo al lado de donde estaba yo. Iba entero vestido de negro, con cintas rojas alrededor de las piernas, en los brazos y en la cintura.
Llevaba la cara cubierta, por lo que no pude ver quien era, pero en cuanto se fue, el camarero me sirvió un chupito, diciendo que me lo había pedido el ninja.
¿Quién coño sería?
La idea se borró rápido de mi mente cuando Ryan apareció entre la gente, corriendo hacia mí y con toda la máscara de pestañas corrida por los lagrimones que le resbalaban por la cara.
-¡Mai! ¡Mai!
-¿Qué ha pasado?- pregunté preocupada (y también un poco desubicada).
-¡Ay de mí! ¡Qué desdichadito soy! ¡Qué desdichadito Mai!
-Cálmate Ryan, respira- dije sujetándolo por los hombros.
-¿Estás borracha?
-No... Bueno... Tal vez...
-¡BUAAA! ¡YO TAMBIÉN QUIERO!- lloraba el chico sin consuelo.
Abrí mucho los ojos, y le pedí al camarero una copa de lo más fuerte que tuviera.
-Abre la boca- le dije a mi amigo.
-¿Qué?
-Que abras la boca.
El chico me hizo caso, y sin previo aviso vacié la mitad del vaso que nos acababan de servir en su boca.
-¿ACASO PRETENDES AHOGARME? ¡PÉCORA!- gritaba mientras tosía.
-En cinco minutos me lo agradecerás.
-Beber para olvidar Mai, beber para olvidar- decía, frotándose los ojos.
-¿Vas a contarme qué ha pasado?
-Yeraycito no me ha hecho caso- intentó contener las lágrimas -ME HA MANDADO A LA MIERDA ¡BUAAAAAAA!- gritó, para coger la capa de mi disfraz y sonarse los mocos con ella.
-Ryan- lo llamé, quitándome la capa con cuidado, y apartándola a un lado.
-¿Sí?
-¿Quién coño es Yeraycito?
-Tía joder... Pues Yeray.
-¿Yeray? ¿El que viene de Bombay?- mi humor era peor a cada rato que pasaba.
-¡Yeray el mecánico! ¡El musculitos!
-¡Ah coño! El que no sabía como funcionaba la pistola de las tuercas.
-Sí, ese mismito.
-Pues la verdad es que es un poco imbécil, solo está aquí porque es sobrino de Frederic.
-¡Ay! ¿Cómo? ¿De la bolita 8 del billar? Nada, nada, con razón es tan estupidito.
-Estúpido es por haberte dejado pasar, Ryan, hazme caso, que yo ahora mismo tengo la solución a todos los problemas- dije, pasando mi brazo por encima de sus hombros.
-¡Pues tienes toda la razón cariñito! Además, si Angelina Jolie pudo superar a Brad Pitt, yo también puedo con esto- dijo respirando hondo -¡Guapito! ¡Ponme un Whiskey!- le pidió al camarero.
-Me alegro de que estés mejor, amigo- dije abrazándolo.
-Oye Mai.
-¿Sí?
-¿Tú te acuerdas del Dojo de Club Penguin?
-¿Cómo? Claro.
-Creo que uno de sus ninjas te está observando.
-¿A qué te refieres?
-Pues a que ahí hay un tipo con muy buen culo que no te quita ojo.
Me giré como si de la niña del exorcista se tratara, con el poco disimulo que me caracterizaba, y efectivamente, el ninja de antes estaba parado en medio de la pista de baile, estático, mirando hacia donde estábamos nosotros.
-Es raro- dije yo.
-Da miedito.
-No da miedo, es raro.
-Lo que tú quieras nena, pero karate kid se está acercando.
-Karate kid no era un ninja- reí.
-Me la suda, yo no voy a quedarme aquí, que me están dando escalofriítos.
-¿Me vas a dejar sola?
-Solita no, mujer, con el asesino en serie ese, y contigo mismita, que eres una mujercita muy independiente, cielín.
Fulminé con la mirada a mi amigo.
-¡Uy! ¡Mira que Armani tan bien llevadito! Creo que ese chico me está llamando- dijo para escabullirse.
-No te está llamando nadie.
-¡Mírate los oiditos cielo, creo que los tienes taponados!
Mierda.
Sola otra vez.
Bueno, sola no, con el ninja...
-Hola Mai- dijo cuando llegó a mi altura.
¿Qué coño? ¿Por qué sabía mi nombre?
No tardé en darme cuenta de lo estúpida que había sido al no fijarme; los profundos ojos azules que tanto me imponían se asomaban por el pasamontañas.
-¿Kimi?
-¿Quién si no?- su voz sonaba tan fría como siempre -Esta fiesta es un asco-
-Vete a casa- le sugerí.
-Allí no iba a estar mejor.
El chico me retiró la mirada, como si no hubiera debido decir aquello, se giró hacia la barra y pidió una copa.
Le hubiera preguntado si quería hablar, pero Kimi no era de esos, no le gustaba exponerse a los demás, y expresarse... Le costaba mucho.
-¿Dónde está tu capa, Supergirl?- su voz sonaba irónica.
-Ryan ha tenido un problema- sonreí al recordarlo.
-Yeray no le va a hacer caso.
-¿Cómo lo sabes?
-Demasiado hetero, dile que pruebe con Edgar, el ingeniero.
Alcé una ceja -¿Por qué me cuentas esto?-
Él se encogió de hombros, dándole un sorbo a su vaso -No sé de qué hablar-
-No te gusta hablar, Kimi.
-Cuando bebo sí.
-¿Estás borracho?
-Sí.
-Yo también.
A ambos nos entró una risilla súper estúpida, me dolía el estómago de tanto reír, y apenas podía respirar.
-Mi mujer se ha cansado de mí- cortó él la risa de pronto, poniéndose muy serio.
-Oh...
-Dice que solo me preocupa el trabajo.
-¿Y es verdad?
-No.
Lo miré a los ojos, esperando que dijera algo más.
-Conducir no me llena como antes- dijo.
-Entonces habla con tu mujer, y soluciónalo.
-No.
Levanté una ceja.
-Ella tampoco me llena como antes- suspiró.
-¿Y qué te llena?
-Mis hijos.
Noté una sonrisa sincera en su rostro, nunca la había visto antes.
-El niño se llama Robin, la niña Rianna- sus ojos brillaban.
-¿Son pequeños?- pregunté, al darme cuenta de que hablando de sus niños se encontraba cómodo.
-5 y casi 3. Robin empezó a los 4 con los Karts- sonreía, moviendo el hielo de su copa.
Me alegraba ver que estaba consiguiendo que se encontrara cómodo conmigo, era un logro que nos vendría muy bien en pista.
-¿Tú tienes hijos? ¿Marido? ¿Algo?- preguntó, de nuevo con su voz fría e inerte.
-No, qué va, demasiado joven- sonreí de lado, con algo de vergüenza.
-¿Joven? ¿Cuantos años tienes?
-27.
-Bwoah, no eres tan joven.
-¿Me estás llamando vieja?- reí.
-Eres demasiado joven para alguien como yo, no tanto para alguien como Vettel.
-¿Qué insinúas?
-¿Yo? Nada, nada- sonrió de lado, acabando su copa de un sorbo.
-No me gusta tu amigo.
-Ya sé que tienes algo con Magnussen.
No supe qué decir.
-¿Te has fijado en cómo te mira?- sonrió él, acercándose algo más a mí.
-No- contesté intentando sonar tan fría como Kimi, desde luego y por supuesto no lo conseguí.
-Si pudiera, Kevin se te follaría en mitad del Paddock, Mai.
Noté como mis mejillas se ponían rojas de repente, y el finlandés, al verme, rió.
-Tengo más experiencia que tú- se burló.
Yo hacía un puchero, como una niña pequeña, sin saber qué decir.
-Venga, no te pongas así... - dijo él, clavándome sus ojos, mientras ponía su mano en mi hombro.
No sabía si estaba cogiendo más confianza con él, si a cada rato me daba más miedo, o si qué...
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