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11. ¿La Izquierda?

-¿Me oyes, Raikkonen?- le pregunté a mi piloto por radio.
-Sí, Vettel- su tono era sarcástico.
-Lo siento, Kimi... Si necesitas algo ya sabes.
La comunicación se cortó, y tras la vuelta de formación, los 20 monoplazas se colocaron en la parrilla de salida.
Kimi salía el último por el problemilla que hubo en la qualy, pero por suerte, en el arranque de la carrera ganó unas cuantas posiciones, pasando a los Williams y los Racing Point, que iban últimos; no habían tenido un buen comienzo de temporada.
El finlandés se alejaba de la cola de la carrera acercándose a media tabla con velocidades vertiginosas, vuelta rápida con un Alfa Romeo, seguro que desde Ferrari nos miraban con lupa...
Yo comprobaba la telemetría cuando Frederic se me acercó, pidiendo que le diera a Kimi unos datos relativos a su distancia con el coche que llevaba delante y con el que llevaba detrás.
La intención de la bola de billar era clara, quería presionar a Kimi, pero... ¿Eso acaso era posible?
Le sugerí no darle los datos al piloto, él sabía perfectamente la situación en la que se encontraba, y no iba a relajarse.
Por supuesto, mi jefe no me hizo ningún tipo de caso, y tomándose el asunto a su manera, cogió el micrófono de la radio y pulsó el botón que lo contactaba con Kimi.
-Raikkonen, 2.34 con Ricciardo que va delante, 1.023 con Kvyat por detrás, ya puedes darte vida.
Frederic volvió a su puesto, escondiendo la mano, después de haber tirado una piedra que había roto todos los esquemas que tenía pensados.
-Kimi, soy Mai, ¿estás bien?
El chico no contestó, cosa que hizo temblar toda la telemetría que tenía sobre la mesa; ya nos podíamos preparar...
Un rato después, y todavía sin tener novedades del piloto, me di cuenta de que el DRS no se estaba abriendo tanto como debería, los valores que indicaban los sensores eran mucho menores de lo que deberían ser.
-Rai... Kimi- me corregí -¿hay algún problema con el DRS?
-No lo sé, dímelo tú.
Suspiré, se le notaba molesto.
-Sí, sí lo hay- lo informé.
-¿Entonces por qué preguntas?
Conté hasta 10 en mi cabeza, y tras investigar un poco, y una parada en boxes que aprovechamos para observar como estaba el sistema del DRS, volví a abrir la radio.
-A ver, se ha desconfigurado.
-Vale.
-Tienes que volver a ponerlo bien.
-¿Yo?
-Sí Raikkonen, tú- mi voz empezaba a tener un deje molesto -En el volante tienes un botón verde, si lo mantienes pulsado, la configuración volverá a su sitio-
-Voy.
Desde el muro esperábamos que llegara otra respuesta, pero ni Kimi hablaba ni los datos mejoraban.
-¿Tienes algún problema?- pregunté.
-Hay dos botones verdes.
Era cierto.
-Es el de la izquierda.
-¿El otro para qué sirve?- preguntó Kimi, todavía sin estar familiarizado con su nuevo volante.
-Suelta los pasadores que sujetan el alerón delantero.
-¿¡Por qué coño tiene el volante un botón que hace eso!?
Estaba tan concentrada esperando que la telemetría mejorara, que no pensé en lo que había dicho el chico.
Los datos no variaban, seguían tan mal como antes, incluso empeorando.
-¿Kimi? ¿Lo has intentado?
El finlandés no contestaba.
-¿Kimi?
Si seguíamos así, íbamos a perder todos los puestos que habíamos ganado en la salida.
-No sé qué botón es- terminó medio susurrando el chico por la radio.
-El de la izquierda Kimi, la izquierda.
-Mai...- sonaba aturdido.
Raikkonen no decía nada más, y de nuevo el problema no se había solucionado.
De repente, una idea pasó fugazmente por mi cabeza.
-La mano en la que llevas el anillo es la izquierda Kimi, el anillo en la izquierda.
No me había dado apenas tiempo a cortar la comunicación por radio cuando los valores del DRS se equilibraron y volvieron a la normalidad.
-Bien hecho, campeón.
Como ya era costumbre, Kimi no contestó.
La carrera terminó, y el Alfa Romeo con el número 7 consiguió encajarse en una novena posición, marcando los primeros puntos del equipo aquella temporada.
El chico llegó al motorhome tras el pesaje, sin decir nada a nadie, subió las escaleras y se metió en su habitación.
Aquella vez no hizo falta que nadie me dijera nada; me levanté y fui a hablar con él.
-¿Va a ser costumbre que entres sin llamar?
Estaba de espaldas, ¿cómo coño sabía que era yo?
-¿Estás bien, Kimi?
-Sí.
-Bien- me disponía a salir de la habitación, cuando una mano helada sujetó mi muñeca deteniéndome.
-Mai- susurró.
-¿Sí?
Él tragó saliva -Lo siento-
-¿Por qué?
-Por... Bueno... Eso que ha pasado.
-No ha pasado nada, Kimi- dije restándole importancia.
Sonaba serio, seco, mecánico, no era una conversación fluida.
-Lo siento- dije yo, intentando romper el hielo.
-¿Tú? ¿Por qué?- parecía extrañado.
-Por dejar que la bola de billar te hablara por radio.
Intuí una pequeña mueca en su rostro.
-¿Frederic?
-Ahá.
-No ha sido nada.
-Sé que te ha puesto nervioso.
-No.
-No mientes bien.
-No sé mentir, solo sé... Ocultar alguna parte de la verdad.
Lo miré a los ojos, intentando descifrar en ellos algo más que el habitual cubito de hielo.
-¿Por qué mierda he dicho eso... ?- susurró, dándose una palmada en la frente.
-No te preocupes, ya te dejo solo.
Él asintió, pero volvió a detenerme antes de que pudiera salir.
-Soy disléxico- sus palabras cortaban.
-Aprenderé a trabajar con ello- dije sonriendo de lado; intentaba que se sintiera cómodo.
-Gracias.
Salí de su cuarto, en la puerta, Vettel esperaba apoyado en la pared.
-No quería interrumpir- me dijo.
-¿Interrumpir el qué?
-Tiene que coger confianza contigo.
-Pues me da a mí que va a ser difícil- suspiré.
-Te ha pedido perdón, te ha contado un secreto, y te ha dado las gracias, te aseguro que vas por buen camino- sonrió.
Hice un gesto como si acabara de hacer un gran esfuerzo y él rió.
-Mai- llamó mi atención.
-¿Sí?
-Magnussen te espera abajo- dijo guiñándome un ojo.
Algo dentro de mí se removió con aquella noticia, bajé las escaleras con cierta ilusión y sonreí al danés de Haas, que esperaba bajo la atenta mirada de decenas de empleados de Alfa Romeo.
-Hola, nena- sonrió.
-Buenas noches, Kev- dije, haciéndome con el cigarro que llevaba en su mano y dando una larga calada -¿Qué tal la carrera?- suspiré mientras soltaba el humo.
Nos alejábamos del paddock del Albert's Park, apoyados el uno en el otro, acercándonos a los resquicios de sol del ocaso. Había sido un fin de semana largo, diferente, tal vez no como lo hubiera esperado, pero increíble a la vez; sentía que apenas llevaba tiempo allí, y ya estaba totalmente enganchada...

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