
Capítulo 89
Narra Kimi Raikkonen:
Estaba tan nervioso que no había podido dormir en toda la noche, así que allí estaba, sentado en la cocina ahogándome en café bien cargado y vodka barato.
Era la misma historia de siempre, me pasaba desde niño; tenía un torbellino de emociones por dentro, y no sabía qué hacer con él, nunca había entendido qué se supone que debo sentir, o cuando.
Con mi taza de café en una mano, y la botella de vodka en la otra, me dirigí al salón. Allí, sobre la mesita de al lado del sofá descansaba la cajita de los anillos.
Eran las cuatro de la mañana, en unas ocho horas estaría pasando por el altar, para empezar una nueva historia con la mujer de mi vida, y yo aún no lo tenía asumido.
Barajé cuál de mis manos liberar para coger los anillos, y decidí que frente al vodka, el café era totalmente prescindible.
Sentado en el sillón de al lado de la ventana, giraba entre mis dedos el pequeño estuche de las alianzas, pensando en lo que aquello implicaba. La imagen de Alex apareció inmediatamente en mi mente, tan bonita... La amaba con todo mi ser, hasta dolían las ganas que tenía de estrecharla entre mis brazos, y poder llamarla "mi mujer".
Dios mío, bendita locura. ¿Qué sería de mí sin ella? Estaba claro, sería el tío rancio y amargado de siempre, y ahora, después de todo, había logrado ser el hombre más feliz del planeta.
El sonido de un coche aparcando en mi entrada me distrajo.
Aquel motor era inconfundible...
Cuando abrí la puerta de la calle los vi, a los dos, dados de la mano y riendo, juntos. Y no pude evitar sonreír, casi como un padre orgulloso. Que sí, es cierto, tampoco me llevo tantos años con Vettel, dejémoslo en que sonreí como un hermano mayor orgulloso. Me alegraba un mundo volver a ver bien a aquellos dos, el día empezaba de la mejor forma posible.
-A ver si te cambias de coche, Vettel- dije abrazándolo con fuerza cuando llegaron a mi altura.
-¿Y eso?- rió Chloe mientras me saludaba con dos besos.
-¿No es evidente? ¡Si suena fatal!- me salía la risa sola. ¿Qué me pasaba?
-A mi chica le encanta, así que el Infiniti se queda.
-Eres un cabezón, Vettel- dije mientras me apartaba de la puerta y los dejaba pasar.
-Encima que venimos a haceros compañía...- me recriminó el alemán con una sonrisa.
-Sí que me ha extrañado, son las cuatro de la mañana...
-Los he llamado yo- la angelical voz de Alex se oyó desde el piso de arriba, comenzando a descender las escaleras.
-Cariño, ¿estás despierta?
-¿Qué pasa?¿Solo el señor Raikkonen puede no dormir?- sonrió ella antes de besarme.
-La futura señora Raikkonen puede hacer lo que quiera- dije mirándola a los ojos.
Aquella chica me hacía sentir como nadie lo había hecho nunca...
-He pensado que a mí me hacía falta mi dama de honor, y tal vez tú necesitaras a tu best man- dijo Alex.
Ella estaba en todo, pensaba por los dos, pero Dios mío, ¿podía quererla más?
Las horas fueron pasando, todo iba muy rápido, los invitados habían llegado, y guiados por Vettel se iban sentando en los bancos que había preparados en el jardín, llenos de flores y tul.
Alex y Chloe estaban arriba, vistiendo a la novia. A mí no me dejaban subir, por lo que Novoa tuvo que bajarme toda mi ropa. Creo que jamás me había vestido tan rápido, estaba más nervioso que nunca, correteando de un lado a otro, y hablando nerviosamente con los invitados.
Supe que la hora estaba cerca cuando el coche del cura apareció por el camino de casa.
El momento se acercaba...
Todo estaba preparado; los invitados estaban todos sentados, mirándome con atención, a mí, a un Iceman enfundado en un traje negro, que tuvo que aguantarse las lágrimas cuando vio aparecer a la mujer de su vida, por fin vestida de blanco, caminando entre los bancos y sonriendo como solo ella sabía.
-Estás preciosa- le susurré cuando llegó a mi altura.
Y ella sonrió, solo sonrió, y a mí no me hizo falta nada más, porque en aquel momento me podía la emoción, no hubiera habido ni lugar, ni compañía mejor que la que tenía en aquel momento.
Nos sentamos, y la ceremonia comenzó.
Mira que yo no era muy creyente, nunca me habían llamado la atención aquellas cosas; ni las misas, ni las bodas... Pero joder, ¿qué coño importaba todo aquello ahora? Si tenía a la mujer más preciosa del mundo sentada a mi lado, sonriéndome como el ángel que era.
De nuevo, todo pasó muy rápido, siempre me lo habían dicho; cuando te casas con la persona que amas de verdad, la ceremonia y el día entero van a pasar en un suspiro, y joder si era cierto...
Estaba yo mirando a Alex, cuando el cura que estaba oficiando la ceremonia carraspeó mirándome.
-¿Qué pasa?- pregunté asustado.
-¿No me has oído?- me preguntó el sacerdote.
-No... Lo siento, estaba mirándola y...- Noté como me sonrojé ¿sonrojarme yo? oh Dios mío...
Todos rieron levemente ante la situación, Alex me miró, y juro que nunca le habían brillado tanto los ojos, joder, estaba preciosa...
-Kimi Raikkonen, quieres a Alexand...
-Alex, Alex- lo cortó ella nerviosa.
El hombre sonrió y volvió a comenzar por tercera vez -Kimi, ¿quieres a Alex para amarla y respetarla en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte os separe?-
Sentí decenas de miradas clavadas sobre mí, que estaba otra vez en la parra, despistado perdido.
-La amo con toda mi alma- contesté.
Pude ver como Alex se limpiaba una lágrima con discreción, y me dolió tanto que la abracé con cuidado, besándole la mejilla, por la que segundos antes se había derramado aquella pequeña y traicionera gota de agua.
-Me parece muy bien que la ames, hijo, pero tienes que decir "sí"- dijo el sacerdote mirándome y sonriendo.
-Ah, sí, sí, sí quiero.
Todos volvieron a reír, y con aquel cachondeo me contagiaron, no pude evitar reír con todos, y a mi chica le pasó algo parecido.
-Alex, ¿quieres a Kimi para amarlo y respetarlo en la salud y en la enfermedad hasta que la muerte os separe?
La chica se echó a reír -¿La muerte? No te me vas a quitar de encima ni con agua caliente, precioso- dijo mirándome, para después mirar al cura -Sí, quiero-
-En ese caso, y visto que nadie tiene nada que objetar, puede besar a la novia.
Alex y yo nos miramos a los ojos sonriendo, ella colocó sus manos en mi nuca, mientras yo la levantaba del suelo sujetándola por la cintura, y juro, que fue el beso más bonito que he vivido nunca.
-Te amo, señor Raikkonen.
-Te amo señora Raikkonen.
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