
Capítulo 88
Narra Seb:
—He preguntado que qué quieres— repetí.
—He venido a hablar contigo— su voz sonaba débil.
Me froté la cara con las manos mientras suspiraba profundamente.
—Pues habla.
Era consciente de que sonaba borde, pero no me salía ser agradable.
—Todo esto ha sido un malentendido— dijo ella.
—Te doy una oportunidad para que te expliques.
—Fernando me chantajeó, me dijo que si no cenaba con él tendrías problemas en Ferrari.
—¿Qué? ¿Y no podrías haberme dicho nada?
—Bueno, sí pero...
—¿Pero qué?
—Que no me hubieras arriesgado.
Se me escapó una risa sarcástica.
—No necesito tu ayuda, Chloe, puedo apañármelas solo contra Alonso.
—Pero Seb...
—No me vengas con mierdas, Chloe, si me hubieras contado algo hubiéramos podido solucionarlo juntos.
—Seb...
—No Chloe, no. Además, ¿por qué debería creerte? ¿Acaso te puso una pistola en la cabeza cada vez que te lo follaste? Desde el otro lado de la pared no parecía eso...
Ella empalideció de repente, cerró los ojos con fuerza y a tientas se sentó en el morro del coche; se había mareado.
Sentí el impulso de ayudarla, y aunque salté fuera del monoplaza con velocidad, conseguí mantenerme a un par de metros de la chica.
—Me equivoqué Seb, pensé que tú...
—¿Que me había ido con otra? No Chloe, no soy como tú.
Aquello le estaba doliendo mucho, lo veía en sus ojos, pero es que yo también estaba realmente dolido.
Ella no sabía la tortura que había sido estar en mi habitación, y escuchar TODAS LAS NOCHES, las risas, los golpes del cabecero de la cama en mi pared, los gemidos...
Me había vuelto completamente loco, ella aquello no lo entendía.
No entendía el ridículo que me había hecho pasar con la dichosa fotito, todo se había plagado de titulares; "La novia del tetracampeón de cena romántica con Alonso" "¿Se habrá cansado Novoa de Vettel?" "¡PILLADOS! Novoa y Alonso de cita romántica".
Menos mal que yo no tenía redes sociales, porque seguro que echaban humo...
—No llores Chloe— le pedí, intentando sonar íntegro.
—¿Cómo mierda eres capaz de pedirme eso después de lo que has dicho?
No dije nada, llevaba razón.
—Mira Seb, yo he venido aquí a contarte la verdad y a pedirte perdón, si no quieres escucharme yo no puedo hacer más.
—¿La verdad? ¿Esperas que me lo crea? ¿De verdad? ¿Qué será lo siguiente? ¿Que Alonso es el protegido de Binotto? ¿Que Ferrari es una especie de mafia?
—Bueno... — ella hizo intención de hablar pero paró en seco, su voz sonaba pequeñita, como cohibida, ¿eso qué quería decir?
—Será mejor que te vayas Chloe.
Efectivamente ella se fue, corriendo, huyendo tal vez, eso era, ¿me tenía miedo?
Joder, joder, joder... Aquello iba de mal en peor.
No sabía qué hacer, me sentía la mayor mierda de este mundo, pero joder, también me sentía mal por mí, tenía que tener algo de orgullo...
Me iba a explotar la cabeza, estaba tan confundido que me dolía hasta pensar. Joder, ¿no podía ser la vida algo más fácil?
Yo seguía dándole vueltas al asunto, ¿Y si era verdad la historia que contaba? ¿Y si lo había hecho por mí? Es cierto que si me lo hubiera contado yo hubiera sacrificado mi plaza en Ferrari por ella, Chloe era mi prioridad.
Y bueno, lo otro... Si ella pensó que yo estaba con otra...
¡Coño qué difícil!
¿Por qué iba ella a mentirme?
Me revolví el pelo con fuerza, sentado en una esquina del garaje, y allí me quedé dormido.
Los primeros rayos de sol me despertaron, menos mal que nadie me había visto allí.
Me levanté con velocidad y me dirigí al motorhome; allí podría darme una ducha y cambiarme el mono a uno limpio.
Eres un puto desastre, Vettel.
Cuando entré al hospitality, Charles estaba desayunando.
—Hey Seb, ¿de dónde vienes?
—¿Yo? De... De correr.
—Oh, ¿con el mono?
—Ehm... Sí, voy a ducharme Charlie.
El monegasco se despidió con la mano mientras se metía en la boca una cucharada de cereales.
Llegué a mi habitación y me di una ducha rápida, para después enfundarme en el mono limpio que había colgado en el armario.
Ojalá oliera al suavizante que utilizaba mi madre.
De hecho, ojalá mi madre estuviera allí para aconsejarme, o para darme un abrazo de los suyos...
La echaba de menos.
Hice unos estiramientos para rehabilitarme un poco, el sueño en el suelo del garaje no me había sentado nada bien, estaba claro.
No sabía ni cómo me había podido dormir, si mi cabeza tenía más velocidad punta en aquel momento que mi propio Ferrari.
Mi Ferrari... Repasé el escudo de la Scuderia con mi dedo índice ¿sería verdad que por culpa de Alonso yo tenía un pie ya fuera de la escudería?
Respiré hondo y salí al pasillo, dispuesto a bajar a desayunar con Leclerc. Mi rumbo cambió cuando oí voces en el despacho de Binotto.
—Pero vamos a ver chaval ¿te vas a aclarar o no?— decía la indudable voz del jefe de Ferrari.
—Te lo estoy diciendo, ya me he decidido, no quiero el sitio de Vettel— ese era Alonso, seguro, su acento del norte de España era inconfundible.
¿Qué coño hacían hablando de mí?
—No lo entiendo Fernando, no lo entiendo...
Unos pasos relativamente ligeros daban vueltas alrededor de la habitación.
—Vettel está haciendo bien su trabajo, no puedes echarlo porque yo tenga el capricho de volver.
—Claro que puedo, ¿me subestimas?
Yo sí que no entendía nada de lo que estaba pasando ¿Por qué me ayudaba Alonso? ¡Me había odiado siempre! ¿Sería verdad lo que decía Chloe?
—Mira chaval, haz lo que te dé la gana, es lo que has hecho siempre— dijo Binotto, mientras sus pasos se dirigían a la puerta.
Yo sabía que tenía que moverme, pero las piernas no me respondían, me iban a pillar.
De verdad Vettel, eres un puto desastre...
Efectivamente la puerta se abrió, mi jefe se me quedó mirando, y sin decirme nada ni prestarme mucha atención, se fue escaleras abajo.
—Vettel— me llamó Alonso —Pasa, por favor—
Entré al despacho cerrando la puerta, sin estar muy seguro de qué estaba pasando.
—Quiero pedirte perdón— dijo él.
—¿Qué?
—Que perdón Vettel, ¿estás sordo acaso?
Estaba claro que pese a lo raro de la situación, Alonso era el mismo de siempre.
—¿Perdón por qué?
—Por chantajear a tu novia para intentar robártela.
Casi me atraganté cuando lo oí.
—¿Lo has hecho?— le pregunté.
—Claro que sí, no me gustas nada, Vettel, tu novia sí.
Se me escapó un resoplido.
—Que sepas que esto lo hago por ella, que la dejaste destrozada ayer. Y no, no me mires así, no estuvimos juntos, solo la vi llegar.
—Gracias Alonso.
—Dáselas a ella, que se arriesgó completamente para que mantuvieras tu culo en Ferrari.
Mis ingenieros habían venido a buscarme, no había podido ni desayunar, hicimos una reunión de última hora, y como si me tratara de un muñequito, me metieron al coche sin apenas esfuerzo.
Me imagino que lo que más os interesa ahora no es la carrera, así que voy a pasar directamente al podio, al salseo.
En el tercer escalón estaba yo, con mucho orgullo, si tenía en cuenta que había dormido en el garaje, en el segundo escalón estaba Verstappen, y en el primero, rozando el cielo una vez más, una Chloe que ni me miraba.
El himno de España retumbó en el estadio, justo después el himno en honor de Red Bull que tantas veces había sonado en mi nombre.
La entrega de trofeos, y por último, la ópera de Carmen de Bizet mientras descorchábamos el champán.
Chloe nos había ignorado completamente, y levantaba su trofeo hacia el público, dedicándolo.
Mientras Max ponía perdido de champán al ingeniero de Red Bull que había subido con ellos, yo me acerqué a Chloe por detrás, vaciando toda mi botella sobre ella.
La chica se giró hacia mí con mal gesto, si las miradas mataran...
Pero yo sabía lo que tenía que hacer.
—Lo siento— susurré en su oído.
Y sujetándola por la cintura, allí, delante de todos, subidos en el podio, la besé casi con más ganas que nunca.
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