Capítulo 5
— ¡Capi! —saludó Alejandro como si no acabara de burlarse de nosotros— Que casualidad vernos aquí.
— Una verdadera sorpresa —dijo con su sonrisa socarrona— ¿No me digas que es una cita?
— ¿Algún problema? —respondí al instante.
— O no, es problema de ustedes —luego de responder se encogió mas hacia Alejandro para susurrar algo que todos escuchamos—; yo no perdería mi tiempo, ya sabes lo que dicen.
Alejandro cambio su gesto inmediatamente, pero no espere para repicar con enojo.
— El que esta perdiendo tiempo es otro, porque no te vas con tu chica a otro lado y dejas de perder tu tiempo con nosotros, seguramente la debes tener aburrida.
Mateo se irguió satisfecho con su objetivo, que claramente era sacarme de mis casillas.
— Tienes razón, vamos Claudia.
Para mi desgracia apenas y se sentaron en la mesa que estaba detrás mi. Y por alguna razón aun podía sentir su odiosa mirada detrás de mi nuca.
— Lamento eso —dijo cuando volvimos a quedarnos solos.
— No tienes que disculparte, fue Mateo quien vino a molestar.
Alejandro sonrió aunque no parecía del todo satisfecho, pero pronto el mal aura se fue cuando seguimos hablando y bromeando sobre mis días de jugadora de rugby.
Pedimos algo de comida he hicimos una competencia por quien terminaba primero la hamburguesa, la cual debo admitir que perdí.
Alejandro se reía mientras aun masticaba lo ultimo de comida en su boca, mientras yo intentaba empujar algo de pan dentro de mi boca.
— T gue gasisa.
— ¿Ahks?
— T gue gasisa.
Tuvimos que parar de reírnos para poder terminar de tragar bien y poder hablar con normalidad.
— Nunca había salido con una chica tan competitiva como yo.
— Y yo no había salido con un chico que no le diera pena con competir con una mujer.
— Ganar es ganar.
— Estoy de acuerdo —dijimos chocando nuestros vasos.
La verdad la cita estaba siendo de las mejores que había tenido, y debo admitir que tenia mis prejuicios acerca de Alejandro, pensaba que era el típico arquetipo de chico popular, jugador de futbol, casanova, pero resulto ser bastante caballero y dulce.
De repente ambos nos quedamos en silencio sumergidos en nuestros pensamientos, y un aura algo sombría se instalo.
— Debo admitir —comenzó él—, que tenia otra perspectiva de ti.
— ¿Así? —asintió con cierta culpa.
— Antes pensaba que eras una amargada y presuntuosa, de esas que creen que nadie es suficiente para ellas; pero me di cuenta que solo tratas de dar lo mejor de ti siempre, y eso la verdad me gusta mucho, que nunca te quedas con nada y te gusta estar con personas que también dan todo de si.
— ¿Cómo tú? —dije en cierto tono de broma.
— Como yo —dijo con una sonrisa picara.
— Creo que no eres la primera persona que piensa eso de mi, pero gracias por ver mas allá; la verdad yo también pensé que eras solo de esos chicos que hacen ejercicio para verse musculosos, pero veo que también te gusta sentirte fuerte y ser una pieza importante, sobre todo en tu equipo.
— No hay nada de malo en ser ambicioso ¿No?
— Para nada —dijimos volviendo a tocar nuestros vasos.
— Justo antes del entrenamiento —continuo hablando—, había escuchado decir tantas tontearías de ti, que cuando te vi en el entrenamiento, solo podía pensar en que debía conocerte.
Sentí un nudo en mi estomago cuando escuche decir eso.
— ¿Qué exactamente te dijeron de mi?
— La verdad es que las mujeres son unas envidiosas entre si —dijo tratando de desviar un poco el tema—, por eso los hombres tenemos mas amigos.
— No me has respondido.
— Solo escuche un poco... decían que eras una creída, que querías hacerte la santa, y que querías engatusar a los hombres diciendo que aun...
— Ya me puedo imaginar el resto —interrumpí molesta.
Guarde silencio tratando de controlar mi rabia, pero Alejandro lo notó.
— Solo son envidiosas, como dije.
— ¿Y tu quisiste invitarme a salir después de escuchar eso?
— Tampoco les creí mucho.
— Tal vez dicen la verdad —dije mirándolo fijamente—, tal vez soy una santurrona amargada.
Alejandro me analizo unos segundos en silencio entendiendo que los rumores tenían algo de cierto.
— Tal vez no has encontrado al hombre correcto —dijo con una sonrisa dulce.
Sonreí ante la idea y recordando que las mismas palabras le había dicho a la psicólogo.
— Hay un lugar que me gustaría llevarte, si tu quieres.
Asentí y nos marchamos del lugar. Antes de salir sentí el impulso de mirar a la mesa de Mateo, y creí que ver que por unos segundos que nos miraba con odio.
Llegamos a una especie de cabaña al lado de un hermoso lago, la cabaña era pequeña pero estaba bien cuidada, al entrar nos rodeaba una decoración rústica pero al mismo tiempo se veía lujosa y costosa.
— ¿Es de tu familia? —pregunte mirando los alrededores.
— De hecho un amigo me lo presto —dijo con algo de vergüenza—, su familia no la usa mucho, una lástima con lo hermoso que es.
— Si, una lástima.
La sala, cocina y comedor estaban en la misma habitación en un concepto abierto, todo en la cabaña era iluminado por tenues luces amarillas que daban un habiente mas acogedor y romántico. Alejandro se acercó a la nevera y saco una botella de vino, luego en los gabinetes saco dos copas de vino.
— ¿Y ese vino también viene con la casa?
— Algo así, no te preocupes, nadie notará que falta.
Alejandro abrió la botella y sirvió las dos copas, me acerco con incertidumbre y acepte una de ellas; aún no tenía muy claro en qué tipo de escena estaba, si era una escena romántico, o una pre-sexo.
— Gracias, es muy romántico que te tomarás tantos detalles —comencé para dejar las cosas en claro—, sobre todo cuando lo único que puedo ofrecerte son las gracias.
Alejandro soltó una risa muy sincera, me gustaría saber qué pasaba por su mente, y si de verdad era tan diferente a los otros chicos.
— Lo mejor que puedes darme es tu compañía —dijo tomándome de la mano guiándome al sofá—, nunca había tenido una conversación tan amena con una chica.
Sonreí complacida y chocamos nuestras copas de vino.
Ambos nos pusimos cómodos en el sofá de cuero; Alejandro comenzó a preguntarme cuando había comenzado mi gusto por el Voleibol y yo estuve fascinaba de contar con lujos de detalle desde la primera vez que golpeé una pelota hasta mi primer partido de voleibol.
— Me encanta que no tengas miedo de mostrar tu independencia, que eres fuerte y que no necesitas a nadie. Me encanta por que muchas chicas hablan de la igualdad pero esperan a que los hombres le resolvamos la vida.
Me sorprendió la frescura de su comentario, pero al mismo tiempo me gusto sus halagos; la mayoría de las personas decían que una mujer debería ser mas delicada, pero el lo veía como una virtud. Sonreí mientras tomaba otro sorbo de vino.
— Bueno, no te confundas —agregue—, yo se que puedo con todo sola, pero aun así espero a un príncipe azul.
Me sentía muy confiada, pero debía admitir que no pude evitar que eso ultimo sonara con un tono de timidez.
— Si me das la oportunidad podría ser tu príncipe azul —dijo cortando un poco la distancia entre nosotros.
Sus pupilas dilatadas pasaban de mis ojos a mis labios en un claro mensaje; termine de cerrar el especio entre nosotros en apenas un roce de labios. Normalmente no me sentía cómoda besando tan rápido a un chico, pero siendo sincera había sido una cita perfecta. Alejandro iba por el camino correcto, y por lo poco que se de él, se que un rechazo hubiera arruinado el momento. Después de todo solo era un beso.
Alejandro sonrió al separar nuestros labios.
— Pensé que me rechazarías.
— Es un regalo por una cita tan bonita.
El chico ensancho aun mas la sonrisa y volvió a juntar nuestros labios en un beso mas sensual.
Luego de varios minutos besándonos, el beso paso a de ser pequeños roces de labios, a besos mas profundos y húmedos.
Siendo sincera después de pasar varios minutos besando a alguien, llegaba un punto que me parecía aburrido, algo así como empalagarse después de comer mucho chocolate; y al parecer Alejandro también comenzaba a aburrirse pues había comenzado a incluir sus manos en nuestros besos.
— Además de inteligente y fuerte, eres hermosa —dijo al deslizar sus manos desde mi cintura hacia las caderas.
Cuando sus manos bajaron por mis muslos sentí un escalofrío, pero no del bueno. El momento había comenzado muy romántico, pero había comenzado a tomar un tono que no me estaba gustando. Alejandro cada vez parecía mas acelerado, su respiración entre cortada y algunos gemidos casi inaudibles cuando besaba mi cuello me hacían sospechar de que estaba excitado; eso y cierta presencia dura en la entrepierna.
Inmediatamente mi mente se lleno de todo tipos de pensamientos, ¿Debía detenerlo? ¿Debería dejarme llevar? ¿Tal vez solo estoy exagerando la situación? ¿Me estaba gustando o me sentía incomoda?
Cuando su mano desabotono mi pantalón la alarma contra incendios se encendió inmediatamente en mi cabeza haciéndome reaccionar.
— Ale... Creo que nos estamos apresurando...
Como si la cosa no fuera con él, Alejandro siguió besando el cuello mientras sus hábiles manos intentaban bajar mis pantalones como si no lo estuviera notando.
— No se que estas pensando, pero si es en sexo, será mejor que recuperes la compostura.
— No tengas miedo —dijo susurrando sin dejar de besarme—, los nervios son normales, pero veras que dentro de unos segundos se pasan.
— No estoy nerviosa —dije en un tono mas duro—, simplemente no es el momento, ni el lugar, ni la situación.
Intente empujarlo, pero su cuerpo era bastante pesado y el estaba completamente encima de mi; trate de deslizarme por el sofá cayendo al piso, pero inmediatamente Alejandro se arrojo al piso nuevamente arriba de mi impidiéndome moverme a ningún lado.
— En el piso me parece aun mas excitante.
— Te estoy hablando en serio, aléjate —dije manteniendo lo ultimo de cordura que me quedaba.
Haciendo caso omiso, él seguía besándome cada parte del cuerpo mientras intentaba desnudarme. Hacia lo posible por detener sus manos mientras intentaba zafarme de su peso, pero todo en vano.
— ¡Ya detente! —ok, ahora si estaba nerviosa.
— No te hagas la difícil —respondió aun manteniendo su maliciosa sonrisa.
— Te dije que no quiero, ¡Suéltame!
— Veras que te gustara, dejaras de ser la amargada chica virgen.
Las palabras, el tono de su voz, el movimiento de su cuerpo encima del mío, todo en su conjunto produjo una reacción de ira, impotencia y miedo que jamás había sentido. Podía sentir mi cuerpo temblar como reacción a todas esas emociones, y al mismo tiempo me sentía débil e impotente ante la situación. Comencé a sentir un ardor en la garganta y lagrimas que exigían salir de mis ojos.
Alejandro casi había logrado bajar lo suficiente mi pantalón y ya solo me quedaba suplicar.
— Por favor, no quiero —dije casi llorando.
Él se detuvo y me miro como si no entendiera, vi en sus ojos confusión, él de verdad pensaba que yo solo quería hacerme la dura, o simplemente eran los nervios de la primera vez.
— De verdad, no quiero —dije aprovechando que se había detenido.
— ¿Por que no querrías? Si no lo pruebas, jamás sabrás si te gusta.
Comenzó nuevamente a besarme y ya desesperada comencé a llorar mientras hacia lo posible por empujarlo.
— ¡Ya déjame!
El volvió a detenerse, pero antes de que pudiera decir algo, una fuerza ajena lo jalo por la espalda tumbándolo al suelo al otro lado de la habitación.
***
Mateo
— ¡Mateo!
— ¿Uh?
Al escuchar mi nombre regrese al presente. Me di cuenta que tenía varios minutos intentando tomar la pajilla de la malteada con mi boca sin lograrlo. La hermosa chica de que tenia enfrente me miraba con enfado, inclinada hacia la izquierda tratando de estorbar mi vista para que no mirara a la otra mesa.
— ¿Me estas prestando atención?
— Por supuesto —dije recomponiéndome en la mesa
— ¿Seguro? Porque parece que estás más interesado en la conversación de la mesa de al lado que lo que yo estoy diciendo.
Carraspeé la garganta pensando una escusa.
— Algunos compañeros del equipo me han dicho que Alejandro se queja de mi a mis espaldas, admito que estaba interesado en saber si estaban hablando de mí.
— No será más bien que quieres saber si esa chica está hablando de ti.
— ¿Lucía? Pss, no es para nada mi tipo.
— Ujum.
En ningún momento dejo de mirarme con reproche y ya me estaba comenzando a sentir incómodo.
Deslice mi mano sobre la mesa y acaricie sus dedos.
— No te pongas celosa —dije en tono juguetón—. ¿Qué tal si pasamos directamente al postre?
Ella me respondió con la misma sonrisa maliciosa.
— Creí que nunca lo pedirías.
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