Capítulo 10
Sorprendentemente el tema de que hubiéramos ganado el primer partido de voleibol se había hecho muy popular en la escuela, incluso la directora me llamó para felicitarme presencialmente y ponerse a la orden con cualquier cosa que necesitara el equipo.
"Ja, a buena hora."
De todas formas nuestro pico de popularidad duró muy poco, ya que hoy era el primer juego del equipo en el campeonato de fútbol. Y en todo el día la escuela no dejo de hablar de eso, y cada vez que pasaba alguien del equipo cerca, los alumnos los vitoreaban y le daban palabras de ánimo para la noche.
— No recuerdo que nunca me hayan dado tanto apoyo antes de un juego —me queje con Mirando cuando salíamos del salón.
Ya había terminado el día, algunos irían a sus casas y regresarían a la noche para ver el juego, otros como yo se quedarían todo el día aquí, ya fuera por deber o porque no podían aguantar la espera de ver el juego.
— No seas envidiosa, cuando ganes todos tus partidos también te... —Miranda se calló al ver venir a John, un chico del equipo fútbol que le encantaba— ¡Vamos John! ¡Tu puedes!
— Ignorada por un chico —susurre—, y del equipo de fútbol que es peor.
Mientras Miranda aun observaba embelesada como John se alejaba agradeciendo a todos los que le deseaban suerte, Julio apareció detrás rodeándome con su brazo por el hombro.
— Oye, no quiero presionarte, ¿Pero cuando nos reuniremos para hacer el experimento de ciencia?
— Lo siento, he estado tan ocupada que aun no me he puesto en eso.
— Tranquila —dijo con su habitual sonrisa— ya tengo todos los materiales necesarios, solo falta que tengas algún día libre, si es que es eso posible.
— Eres lo máximo —dije dándole un abrazo.
Mirando regreso a tierra cuando John se había escapado de su vista.
— ¿Otra vez tú? —le dijo a Julio— Últimamente estas encima de Lucía todo el tiempo, dime la verdad ¿Estás saliendo con este tipo? —dijo como si él no estuviera ahí escuchando todo.
— Primero, no estamos saliendo, y segundo, ¿Por que eres tan odiosa con él?
— No lo se, es raro, quiero alguien mejor para tu vida.
— Lo dice la chica que sale con los peores prospectos del colegio —se defendió Julio.
— Si bueno, yo tampoco soy una santa, pero mi Lucía se merece lo mejor —dijo abrazándome con demasiada fuerza.
— Uju, como digas —dije tratando de empujarla—, tengo cosas que hacer como presidente antes del juego, así que los dejo.
— ¿Si sabes que el equipo de fútbol igual no va a votar por ti, no?
— Si, bueno, no me importa, mientras sea la presidente tengo funciones que cumplir.
— Bueno, te ayudo —se ofreció Julio.
— Yo me ofrecería, pero tengo una cita en la peluquería antes del juego.
— No te preocupes, gracias.
— ¡Nos vemos mas tarde!
Mirando se fue sin ningún remordimiento, pero Julio se quedó conmigo para ayudarme a terminar con los preparativos para recibir al colegio visitante.
Terminamos en los vestidores dejando las toallas y el uniforme de cada jugador en su respectivo casillero.
— Falta una hora para el juego y tienes todo listo, ¿No quieres irte a tu casa a darte un baño y cambiarte? —preguntó Julio.
— Aunque quisiera no me daría tiempo.
— ¿Y vas a estar en el juego en esas fachas?
—¿Tiene algo de malo mis jeans y mi camiseta? Además me puse la camiseta del equipo pensando precisamente en el juego.
— Lo digo porque estas algo sudada y... despelucada —dijo pasándome las manos por el cabeza tratando de aplastar mis rebeldes cabellos—. Digo, la mayoría de las chicas vienen super arregladas para estos eventos.
— Esas chicas solo vienen a ver si logran conseguir una cita con algún chico del equipo.
— ¿Y tu no quieres? —inquirió con una ceja levantada.
— Por supuesto que no, ya tuve una cita con uno, y fue pésimo.
— Uhm no lo sé —dijo encogiéndose de hombros—, como vi a Mateo en el partido de Voleibol se me ocurrió que tal vez...
Lo golpee con la toalla que llevaba en la mano.
— Ni se te ocurra ni siquiera pensar eso.
El soltó una risa, pero no dijo más nada.
Los primeros jugadores del equipo llegaron entrando en los vestidores, entre ellos estaba Mateo.
Carraspeé la garganta acomodando la toalla que había usado para golpear a Julio, y la deje en su sitio.
— Bueno, vámonos, ya está todo listo.
Mateo dejó su bolso en una de las bancas mientras intercambiaba miradas entre Julio y yo, luego se me acercó.
— Espero que no hayas puesto polvo picapica en mi uniforme.
"No hubiera sido una mala idea."
— No me hace falta recurrir a juegos tan sucios como tú —dije dándole unas palmaditas en el pecho y seguí de largo.
Cuando quise salir de los vestuarios un grupo de la otra escuela también iba llegando, pasando por el pasillo hacia el otro vestuario.
— ¿Lucía?
Gire curiosa hacia la voz que me nombraba.
— ¿Santi? ¡Que sorpresa!
Ambos nos abrazamos como viejos amigos, aunque antes había sido algo más que eso.
Fuimos a la primaria juntos cuando vivía en mi anterior casa y había sido ese amor platónico de niños. La última vez que nos vimos tendría once años, y no parecía para nada el niño que recordaba, estaba mucho más maduro y atlético.
— Cuanto tiempo —dijo él con una sonrisa encantadora.
— ¡Si! No sabia que estudiabas en la IEN y mucho menos que jugabas futbol ahora.
— Si, bueno, este año me convertí en el capitán —dijo mostrándome su brazalete de capitán.
— Guao, felicidades —dije dándole otro abrazo.
Nos quedamos así unos segundos hasta que una voz hizo que nos separáramos.
— Lucía —me giré al escuchar la voz de Mateo salir del vestuario—, no deberías de estar socializando con el enemigo.
— Mateo —dijo Santiago—, cuanto tiempo, que gusto volver a verte.
— No puedo decir lo mismo —respondió tajante— ¿Ahora eres capitán? Que bajo ha caído el IEN.
— Oye que te pasa —intervine—, son nuestros visitantes, no tienes que tratarlos así.
— Yo trato como quiera a los tramposos farsantes.
— ¡Mateo! —le reclamé asombrada por su actitud.
— Déjalo —dijo Santiago tomándome del brazo—, no importa, se ve que aún está dolido por una pequeña confusión del año pasado.
— Pequeña confusión —murmuró Mateo en voz baja con evidente resentimiento—. Cada vez te buscas amigos peores.
— No es tu problema quienes son mis amigos, ademas...
— Lucía —intervino Julio—, aun tenemos cosas que hacer, ¿Recuerdas?
No había nada que hacer, pero Julio evidentemente quería sacarme de la situación incomoda antes de que fuera mejor.
Asentí y al pasar cerca de Mateo le susurre que se comportara, él rubio solo soltó una risa irónica y volvió a entrar al vestuario.
— Después dices que no hay nada entre tu y Mateo —dijo Julio una vez estuvimos lejos.
— ¿De que estas hablando? —respondí acalorada aun.
— De que el estaba muerto de celos, era obvio.
— ¿Y tu que sabes? Ni siquiera has tenido novia.
— Mi madre siempre dice que el amor se nota.
Lo bueno de ser presidente y formar parte de la planificación es que podia escoger los mejores puestos para mi. Eran esos los momentos en los que Miranda repetía con insistencia que era su mejor amiga.
Sentadas en la primera fila, junto con Julio, esperábamos que los jugadores salieran a la cancha y empezara el partido.
— Extraño cuando solo éramos nosotras dos —dijo quejándose al ver a Julio.
— No seas antipática, Julio ha sido muy bueno conmigo todos estos días —respondí murmurando.
— ¿Por que no solo te invita a una cita y ya?
— Julio no me ve de esa manera, ya te lo dije.
— Siempre dicen eso.
Nos callamos pues el partido ya iba a comenzar y el ruido de las gradas ensordecía a cualquiera. En los partidos de fútbol las gradas siempre estaban a estallar, con cantos, pitos, y hasta pancartas y banderas del equipo.
— ¡Vamos chicos! —gritamos, pues si estas en las gradas es imposible no contagiarte del entusiasmo.
Mateo era centrocampista, así que eran pocas las veces que el balón no pasaba por sus pies. Y descubrí que Santiago era delantero, por lo que se enfrentaba regularmente contra Mateo.
Estuve tentada a gritar gol cuando Santiago logro anotar.
— G-g... —me calle rápido.
Julio me miró de arriba abajo entendiendo todo.
— Parece que hay un nuevo flechazo.
— Cállate, solo es un amigo.
— ¿Y quién quieres que gane?
— Por supuesto que nosotros.
La verdad es que si la escuela perdiera, me convenía, porque eso descalificaría por completo a Mateo, pero algo en mi quería que ganara, tal vez solo era un sentimiento patriótico por la escuela.
Desde ese ultimo gol se podia ver claramente que Mateo estaba enfurecido, cada vez que Santiago le pasaba cerca se podia notar que era muy brusco en sus movimientos, hasta que el arbitro pito falta por un supuesto empuje contra Santiago.
Obviamente Mateo comenzó a defenderse molesto, y ambos aguantaban lo posible por no comenzar una pelea ahí mismo.
Por suerte el primer tiempo termino, regresando todos a los vestuarios. Cuando regresaron Mateo se veía mucho mas calmado y fresco, listo para la revancha.
El segundo tiempo comenzó y Mateo metió un gol al primer minuto.
— ¡GOL! —se escucho el bullicio por todas las gradas.
Incluso participe al momento de hacer una ola.
El equipo contrincante no había terminado de recuperarse cuando Alejandro también anoto.
— ¡GOL!
No me importaba que fuera Alejandro, incluso así, celebre.
Era evidente que el otro equipo se estaba comenzando a molestar, y comenzaron a jugar mucho mas brusco.
Mateo con agilidad esquivaba a todos los jugadores que venían con malas intenciones hacia él. Debía admitir que se movía con gracia y sutileza entre la cancha. Se acercó a la portería contraria, pero al patear la pelota fue fuera, siendo un saque de meta.
Los jugadores se acomodaron en sus posiciones mientras el portero del otro equipo se preparaba para sacar. Cuando el guardameta pateo, Mateo se preparaba para recibir la pelota, salto para dar un cabezazo y en ese momento choco contra Santiago quien también había saltado.
Ambos chicos cayeron al suelo adoloridos, pero al parecer Mateo había caído mal ya que también se quejaba de la rodilla. El arbitro sonó el pito y los paramédicos entraron para chequear; luego de unas rápidos masajes Mateo continuo con el juego recibiendo aplausos de todos.
— ¿Estas bien? —me preguntó Julio con una mirada picara.
No me había dado cuenta que estaba de pie con la mano en el pecho con una clara angustia.
— S-si todo bien, que suerte que no perdimos al mejor jugador.
— Uju, seguro te preocupa mucho que el equipo pierda a su mejor jugador.
— Por supuesto —respondí sin dar muchos explicaciones.
El juego continuo sin que el equipo contrario tuviera muchos éxitos en sus jugadas, a este paso, íbamos a ganar el primer partido.
Mateo llevaba la pelota, un defensa intentaba quitársela, y en un movimiento que a todos nos pareció bastante obvio, o al menos a mi, el defensa pateo "accidentalmente" justo la rodilla que estaba sentida.
Mateo cayó al suelo llorando del dolor sin poder levantarse, los paramédicos entraron con una camilla y lo llevaron fuera de la cancha. Baje las gradas con rapidez, acercándome a la banca del equipo en donde todos rodeaban a Mateo mientras lo atendían.
— ¿Esta bien? —pregunté al aire.
— Lucía, ¿Qué haces aquí? —me preguntó Alejandro.
Me di cuenta lo estúpida que debía parecer al haberme acercado de esa manera.
— Y-Yo, bueno, como representante de la escuela quería saber como estaba el capitán.
Alejandro evidentemente no muy convencido de mi respuesta asintió.
— No te preocupes, seguro no es nada, de todas formas el juego esta apunto de terminar, así que ya el partido es nuestro.
— Por supuesto —dije también asintiendo.
Me comencé a retirar lentamente sin quitar la vista de Mateo que aun seguía en la camilla mientras los paramédicos le ponían una rodillera.
Tal vez por la presión de mi mirada constante Mateo giro hacia mí, encontrándose con mi mirada, nos miramos por unos segundos que me parecieron eternos, hasta que él se levanto y decidió que regresaría al partido.
Todos volvieron a vitorear y a gritar con energía, yo solo me quede en el sitio tragando grueso.
Mateo ya solo trotaba, pero aun así era una pieza importante, sobre todo anímicamente para su equipo.
Alejandro tenia razón, no paso mucho tiempo cuando el arbitro sonó el pito avisando el final del partido y todos gritaron con alegría levantándose de las gradas y corriendo hacia la cancha.
Yo me quede en mi sitio sonriendo, mientras un brazo rodeaba mi hombro.
— Pero cuanta preocupación por el capitán del equipo —se burló Julio.
Me quite su brazo de mi hombro.
— No fastidies.
Pero eso no fue suficiente para detenerlo.
— Deberías aprovechar e irlo a felicitar —siguió bromeando.
Y como si Mateo pudiera escucharnos, en ese momento miro hacia nuestra dirección, mientras Julio con un leve empujón casi imperceptible me obligo avanzar hacia él.
Camine con paso indeciso, pero Mateo se acerco muy seguro con su sonrisa arrogante que me estaba comenzando a gustar.
— Felicidades —dije tragando grueso.
— Gracias, aunque era obvio que ganaríamos.
Puse los ojos en blanco y sonreí, ya me esperaba una respuesta parecida.
— ¿Y como te sientes? —dije señalando su rodilla.
— No es nada, un pequeño golpe no iba a pararme, sobre todo cuando te vi —de repente sentí un revoltijo en el estomago—. Recordé que aun hay una beca por ganarte.
No me había dado cuenta de la estúpida sonrisa que tenia, hasta que sentí como se desvanecía.
— La beca —repetí seca.
— Por supuesto, ahora que milagrosamente tu equipo comienza a jugar mejor, no iba a permitir que mi equipo perdiera este juego.
Para colocar la cereza en el pastel una chica bonita apareció de la nada saltando a los hombros de Mateo abrazándolo y dándole una cantidad exagerada de besos, felicitándolo.
Di algunos pasos hacia atrás alejándome lentamente, Mateo ya solo tenia ojos para la chica que lo apretujaba.
Me gire con prisa regresándome decidida. Julio me esperaba con una mirada de pesar.
— Perdón —dijo simplemente.
— ¿De que te disculpas? Aquí no ha pasado nada —respondí tajante.
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