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- Estas completamente loco- dijo Remus Lupin a su amigo Black, antes de cerrar de un golpe el libro de texto. Sirius logró apartar la mano justo a tiempo, si no, hubiera quedado aplastada entre las páginas de "Otros monstruos del pantano".

- No estoy loco. Soy práctico. Hace tiempo que James pasa los días lloriqueando por culpa de la pelirroja innombrable y yo no quiero seguir así. Los merodeadores vamos a terminar en el olvido si nuestro amigo sigue ignorándonos por pensar en ella- dijo Sirius con dramatismo. -Préstame un pergamino.

Tomó uno de los pergaminos que Remus guardaba celosamente en su mochila y comenzó a escribir con un marcador sin saber cómo iba a terminar ese cartel. Pero sabía dos cosas: primero, James Potter era su mejor amigo de toda la vida; segundo, si seguía pensando en Lily Evans, ese pobre chico iba a fallecer soltero. Era hora de meterse en el asunto, aunque Remus le dijera que no. Él sabía bien lo que su amigo necesitaba: una novia. No Lily, cualquier otra.

Busco una chica entre quince y dieciocho años, para ser novia de un gryffindor de dieciséis veranos. Soy todo lo que sueñas y lo que no te atreves a soñar. Puedes encontrarme cada mañana en la mesa gryffindor.

                                          James Potter.

-Nadie va a responder a ese anuncio- dijo el pesimista de Remus, mirando lo que Sirius había escrito.  - Es más probable que lleguen chicas que a él no le gusten nada.

Sirius resopló, contemplando su obra, preguntándose si un solo cartel sería suficiente. Debía tapizar el colegio; eso, si Filch no quitaba los carteles antes de que apareciera la chica perfecta.

Peter apareció de improviso en la biblioteca, con una bolsa de dulces y las mejillas rojas por el esfuerzo de correr hasta ellos. Se dejó caer en la silla más próxima, lanzando la bolsa en medio de los libros de Remus y chillando:

-¡Es la última vez que hago esto!

Sirius no respondió: Peter ya lo había dicho millones de veces.

- Entonces, nos quedamos sin caramelos para el estudio- comentó, tomando las barras de chocolate y guardándolas en su mochila. Remus no dijo nada. Peter resopló, frustrado.

- Filch casi me golpea con una escoba- declaró, quejándose.

- Casi es la palabra más importante. - Sirius guardó los caramelos ácidos que el celador les había confiscado hace dos días: si Peter no los hubiera recuperado, ya habrían visto a Filch con la boca llena de dulces. - No importa. Lee mi cartel. ¿Qué opinas?

Peter tardó en responder, viendo que Remus le hacía señas de negación con la cabeza.

- Pues... la letra está bonita- comentó. - Y...

Sirius frunció el entrecejo.

- Y creo que es una buena idea- dijo Peter con rapidez.

- James se enfadará mucho- Remus suspiró, decepcionado. - Si llega alguna chica, que no creo, James la rechazará.

Sirius apretó los labios, pensativo.

- No, si es la chica perfecta para él- dijo, convencido- Sólo tenemos que asegurarnos de ello.

Peter se rascó la cabeza.

- No hay chicas perfectas- dijo, pensativo.

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