Primer Beso. 645 palabras.

Manigoldo sonreía como si se hubiese ganado la lotería mientras veía a Shion mirar el tablero perplejo, repasando por décima vez los últimos movimientos, sin poder creer que haya perdido contra el santo de Cáncer en una partida de ajedrez.

—¿Ya te convenciste? —preguntó pacientemente.

Aunque se moría por cobrar su recompensa, le daría a Shion el tiempo suficiente para asimilarlo. Conocía bien al de Aries y no se echaría atrás a su palabra. Así que lo miraba tranquilo con su brazo apoyado en la mesa y la cabeza en su mano.

—Quisiera poder decir que hiciste trampa, que no dudo haya sido así, pero no puedo comprobarlo, así que no me queda más que aceptar la derrota.

—¡Excelente! —Manigoldo golpeó la mesa con ambas manos y se puso de pie—. Significa que ya puedo tener mi recompensa —la emoción se reflejaba en su rostro y no lo desanimó ni el gesto de derrota de Shion.

Sin dejar de sonreír se acercó a su compañero y le tendió la mano para ayudarlo a ponerse de pie. Aceptó de mala gana con un violento sonrojo adornando sus mejillas. Se colocaron frente a frente. Shion lucía como un sentenciado a muerte mientras que Manigoldo parecía como si hubiese acabado de ganar la guerra santa.

—Deja de sonreír ¿quieres? —se quejó Shion un tanto incómodo.

Manigoldo soltó una risa franca poniendo más nervioso a Shion, pero lo que el de Aries no sabía es que él había esperado por esa oportunidad por meses. Shion siempre había tomado a mal o a broma sus intentos de acercamiento y no lo culpaba, se comportaba como un imbécil, especialmente con él, así que entendía todas las reservas qué Aries tenía y, aunque no hubiese dudado en robarle su primer beso, realmente quería hacer las cosas bien con él, así que había buscado la forma de obtenerlo con pleno consentimiento, por eso había accedido a jugar una partida de ajedrez, un juego en el que sabía Shion era muy bueno y él pésimo.

Sage le había enseñado. Había pasado meses con su maestro aprendiendo el dichoso juego porque no podía darse el lujo de perder, ya que la condición era de que si perdía, no volvería a molestarlo más que para lo indispensable y si ganaba, no solo podía seguir rondandolo, si no que a parte, obtendría un beso. Solo eran ventajas, así que sacrificó sus excursiones al pueblo con Kardia para tener esa pequeña oportunidad y la había aprovechado muy bien.

—No, ahora que el pequeño Shion a crecido y recibirá su primer beso y tengo el honor de ser yo quién se lo de, creo que es motivo suficiente para estar feliz.

—¿Quién dijo qué es mi primer beso? —se defendió.

—¿No lo es? —retó Manigoldo con suficiencia.

—Idiota —masculló con un suspiro resignado—. Acabemos con esto.

—Esa es la actitud —asintió viéndolo acercarse a él.

Juntaron sus labios en un suave beso que no dejó feliz a Manigoldo, así que antes de que Shion pudiera separarse, lo tomó de la nuca profundizando el beso que para su deleite, no fue rechazado.

—¿Feliz? —preguntó Shion separándose de él y cruzándose de brazos.

—Contento —se encogió de hombros–, feliz seré cuando me aceptes en tu cama, pero puedo esperar.

—Pues espera sentado, porque no va a pasar —Shion lo miró con enojo.

—Eso ya lo veremos pequeño borreguito, por ahora me retiro, ya tenté lo suficiente mi suerte hoy. Te veo mañana para almorzar —se despidió sin esperar respuesta.

Sonrió a la noche cuando comenzó su ascenso hacía su templo. No había escuchado ningún insulto antes de salir completamente de Aries, lo que significaba qué tenía que ver que había en su despensa para hacer un almuerzo decente o revisar sus finanzas y ver para qué le alcanzaba en el pueblo. Sea como sea, mañana tendría su primera cita con Shion.