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AMOR DE 4 PATAS

— ¡Ahí!, un poco más arriba, ahh que rico — era lo que decía, en idioma humano era hacer una cara de relajación, cerrando los ojos.

— Quién es lindo, quien es un copito de algodón — decía mi ama Miranda al consentirme después de aquel masaje. Obviamente mi respuesta era, — Sin duda alguna yo; en su lenguaje era acostarme boca arriba para que me rascara la panza. Después de eso ella busco unas cosas, las guardo en una maleta y se despidió de sus padres.

Algo no estaba bien en el ambiente, su despedida hacia que me doliera el pecho y la cabeza, tuve que sacudirme para despejar eso; acción que no sirvió mucho porque caí de lado. En esas Miranda me toma en sus brazos. — Motas, pórtate bien, nada de estragos en casa y no corras cuando abran la puerta.

— Sí, ya entendí — respondí dándole un beso en la cara y tomando una de sus manos con mis patas delanteras. — Mejor no te vayas — volví a decirle agarrándola más duro y mordiéndola un poco.

— Vaya, sí que estas ansioso hoy — comentó ella acariciado mi cabeza.

— No es ansiedad, es que me preocupa que te vayas, siento una mala energía cerca de ti; para los humanos es mirar a los ojos, levantar orejas y ¡wof wof wof!

Ella no me entendió, a veces pasa eso, ni modos, ¿qué hago para que no se vaya?, ya sé, esconderé su maleta; fui hasta esa cosa rectangular, trate de jalarla, pero pesaba; así que decidí acostarme sobre esta.

— Motas, bájate, no puedes ir conmigo — explicó ella alzándome y dejándome a un lado.

No me quedo de otra que gritarle — ¡No te vayas, algo malo va a pasar!; eso se escuchaba en humano como wof, wof, wof mas saltos en forma descontrolado y sin dejar de mirarla.

— Motas, tranquilízate, te traeré un juguete — confirmó ella.

— ¡No quiero eso, prefiero que te quedes conmigo! — expresé pegándome a sus piernas.

Es duro cuando no logras comunicar tus sentimientos, solo vi como partió, en una oportunidad intente salir corriendo y cogerle el pantalón pero Enrique me alzo. — Motas, hoy sí que estas desobediente — comentó él sosteniéndome en sus brazos.

Termine ese día viendo televisión con Clara y con Enrique, el programa no estaba interesante; pero por respeto a ellos vi una parte hasta hacerme dormir; di la tres vueltas que acostumbro dar para alistar el sofá y relajarme.

El olor a comida me despertó y fui a ver si necesitaban de mi ayuda; como siempre, esta no era necesaria, así que esperé a que colocaran mi plato. Termine de comer, fui a tomar agua, daba mi vuelta debajo del comedor para ayudar con el aseo y verificar que no quedara rastro de comida, volví a mi plato para dejarlo limpio. En esas suena el teléfono, quedo atento a lo que dicen.

— Sofi como estas, Miranda debe estar por llegar, estaba entusiasmada en pasar un rato con ustedes; pero la próxima vez vienen.

— Si, lo prometo, precisamente te llamaba para informarte que anunciaron que hay desvíos por el mal tiempo y demoras; Mario y yo iremos de una vez a la terminal de transportes, de paso la invitamos a comer afuera, estamos en ferias y están esos postres que a ella le encantan.

— Espero que no se demore, ya veo porque que insistió en ir, acá en casa tu sabes muy bien que somos pocos dulceros.

— Si eso ella lo sabe, por eso somos unos tíos alcahuetas.

Aquella conversación se fue por otro lado, no me interesaba escuchar, solo me alarmé con eso de las demoras y el desvió, me elevé un poco, y no me percate a qué horas Enrique me había puesto mi collar. Aquel paseo nocturno era bueno, tenía más libertad y privacidad para hacer mi digestión. Estaba buscando el lugar indicado; cuando percibí la esencia de Miranda, de una empecé a buscarla, me aleje un poco de Enrique. Cerca del puente la podía ver, corrió hacia mí y yo hacia ella; quería lanzarme en sus brazos y decirle que la amaba, que no me gustaba estar sin ella. Cuando salte atravesé una especie de nube, nuevamente trate de pegarme a sus piernas y otra vez volvía a traspasarla. Ella se voltio hacia mí, tocó mi cabeza y susurró. — Lo siento Motas. Después de ese frio helado sobre vi cabeza, vi como desaparecía.

— ¡Espera, no te vayas; regresa Miranda! — exclamé lo más que pude, corrí hasta donde su cuerpo había aparecido, quede sin aliento. Enrique se sorprendió al notar mi comportamiento, yo ladraba como un loco, no dejaba de mirar hacia un mismo sitio, saltaba. Por más que me cargó yo solo quería volver a ese lugar, quería seguir viendo a Miranda.

De regreso a la casa, todo ese mal ambiente que había percibido se desató, Clara estaba horrorizada, tenía en sus manos el teléfono y no dejaba de temblar; Enrique me dejo en el suelo y fue hasta ella, la hizo reaccionar para escuchar la peor noticia que se podía esperar.

— Miranda no logró llegar, el bus en el que iba tuvo un accidente, fue llevada al hospital de la Colina — anunció clara sin aliento. Solo repitió lo que su hermana le había dicho, ya estaba en shock. Enrique la llevó hacia al carro, luego vino por mí; regreso a la casa por unas cosas y partimos hacia el hospital.

Me dejaron en el carro, aquella tristeza provocaba un frio intenso, tuve que acurrucarme para poder calentarme. Las horas pasaban y no tenía noticias de ellos; poco a poco me fui durmiendo. Entre dormido y despierto la vi, estaba a mi lado, ella me decía — Mi copito hermoso, te amé demasiado, pórtate bien de aquí en adelante, ayuda a mamá y a papá a superar mi perdida, también a Allan, dale tu apoyo para que él siga adelante.

— Miranda, también te amé, me alegra que nos hayamos podido conocer, me diste de tu calidez; y por eso quiero estar a tu lado. Lo expresaba con una mirada triste, que se volvía pequeña, no tenía ganas de despertar, solo jadeaba y suspiraba.

— Motas, yo siempre estaré a tu lado, no quiero que vengas ahora conmigo, tal vez más adelante; pero ahora tienes que ayudarme.

Desperté y levante mis orejas; — ¡Claro que sí, siempre te ayudare!

— Buen chico, eso siempre me gusto de ti. Ahora me tengo que ir, alguien necesita de mí en este momento, te veo luego.

Antes de que se marchara, ladre fuerte; — ¡Miranda, te amo!, estaré esperándote.

Logre dormir tranquilamente, el solo verla me hacía feliz, seguiría amándola de esa forma; y haría lo que fuera por ella hasta el momento en que yo vaya y nos reunamos nuevamente. Desperté al sentir el ruido de la puerta, Enrique cargaba a Clara, lentamente la coloco en la parte de atrás, justo a mi lado; el subió y regresamos a casa.

Durante el trayecto noté como él se esforzaba por no sucumbir con la situación, en cada parada él apoyaba su cabeza sobre el volante; se decía así mismo. — Esto no puede estar pasando, desearía que todo fuera una pesadilla.

Esa noche tanto Clara como Enrique durmieron en la alcoba de Miranda, su dolor inundó toda la habitación; por mi parte solo podía acompañarlos y ayudarlos a cargar con la tristeza. Como a eso de las 3 de la mañana salí a tomar agua, ella apareció frente a su habitación. Desde allí no dejaba de ver a sus padres, cerró los ojos y logre ver una sonrisa, fui hasta su lado y me quede allí.

— Motas, será duro para ellos, les tomara mucho tiempo superar esto.

— Si, ellos son fuertes; pero decirte adiós fue lo peor; te prometo que los ayudare — comenté con un suspiro fuerte. — Por cierto ¿a quién ayudaste?

— Lo más fuerte de mí quedo en una persona que necesitaba una segunda oportunidad; él es el que me ayudará a que todos sigan adelante con su vida, no me iré hasta lograr que ellos sanen; —aclaró ella.

— Lo más fuerte de ti es tu corazón Miranda, siempre actuabas y hablabas con él, por eso fuiste mi persona favorita — expresé sentándome y levantando una pata.

— Así es mi Motas; por eso es que en un mes sentirás esa parte de mí, ayuda a que se sanen mutuamente, mi corazón guardo muchos recuerdos; y él puede verlos.

— ¿Incluso el amor? — pregunté ladeando mi cabeza.

— Si, ese nunca muere; Motas debo irme, por ahora debo ayudar a esa persona. Muy pronto nos volveremos a ver.

***Un mes después***

Esa mañana Allan llamó; tan pronto terminaron, Clara y Enrique junto a mí salimos. Por lo que había escuchado él había decidido retomar la universidad, cosa que me alegró bastante; cada vez que venía terminaba en depresión. Muchas veces tuve que ir con él y quedarme en su casa para que no hiciera alguna bobada, solo una vez lo intentó y logré detenerlo. Ese día estaba borracho caminando sin rumbo, cayéndose una y otra vez; tuve que salir y ayudarlo a que recuperara la consciencia, lamia cada rato su rostro; cuando se logró parar fue hacia un carro, me vi obligado a morderle una pierna. Dure tres días bravo con él; lo perdone porque me daba de mis bocadillos favoritos.

Al llegar a la Universidad vi a un Allan mucho mejor, se veía que su hermano Teo lo ayudó bastante junto a dos chicos iguales. Me acuerdo que una vez salimos todos juntos; uno de ellos hablaba sobre sentirse estúpido con eso del amor, al principio no entendía de qué hablaban; pero cuando llego otro chico ya supe a lo que se refería. Los humanos cuando se enamoran son torpes y no escuchan sus sentimientos por miedo; por eso nosotros les ayudamos a que sientan el amor; ese mismo que Miranda me dio y yo correspondí. Y hablando de Miranda, allí estaba; justo en el balcón de su habitación, mi corazón se alegró y corrí hasta ella.

— Hola Motas, estas un poco gordiflón.

Hice una cara de inocente que significa; — No es mi culpa, Allan me da muchos bocadillos.

— Motas, ya es hora, en unos pocos días habrá un evento; él estará ahí, ayuda a que mis padres lo conozcan.

— Estoy más que listo Miranda, no te fallaré — asentí con mi cabeza

— Lo sé, nunca lo hiciste, siempre estabas ahí a mi lado, escuchándome.

— Por supuesto, cuando llegas amar alguien, haces hasta lo más mínimo para demostrar que le importas —confirmé dando una de mis patas.

— Te quiero Motas; y te extraño mucho.

— Yo igual Miranda — comenté con un ¡Wof! más un saltito.


https://youtu.be/GydHCYJWeww

Capitilo dedicado  todas esas mascotas que nos han acompañado. Ellos tambien aman a su forma. Nos dejan sus vidas en nuestras manos siendo cachorros y entregan todo de si para compañarnos. No miran cargos, ni titulos, ni apellidos, solo miran el corazon.


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