Capítulo 5
Los meses pasaron, el entrenamiento avanzaba. Sin embargo un suceso interrumpió la rutina que se había establecido entre ambos. Ese día en particular las personas de limpieza habían escoltado al señor Milos hacia un auto que lo esperaba fuera de la casa. Johan también estaba presente y el hombre de inclinó ante él para acomodar el cuello de su camisa.
—Volveré pronto, sólo es una visita y Sonia y Fabián se encargarán de cuidarte —le dijo. Él esperaba un escándalo se parte del niño ya que se había apegado mucho a su persona. Sin embargo Johan asintió sin más—. Pórtate bien mientras no estoy y no causes problemas —agregó sonriendo, mientras le daba un firme apretón de manos que el niño correspondió.
El señor Morínigo se había marchado en el auto mientras que Johan regresaba dentro de la casa junto a Sonia y Fabián, ambos empleados de la casa que habían trabajado allí por unos años.
Ellos tenían una lista con los quehaceres que debían hacer con el niño. Primero que nada estaba estudiar, cosa de la que se encargó Fabián.
Junto al hombre repasaron un poco de matemáticas, lectura y biología, enseñándole lo básico. Aunque Fabián se dio cuenta que el señor Morínigo le había enseñado cosas mucho más complejas para un niño de su edad. Supuso que se había aprovechado que los niños tenían una memoria esponja la cual absorbía información.
Con la lección terminada seguía el resto de actividades; ejercitarse. Sonia se encargó de eso, preparando un circuito de obstáculos para que Johan lo cruzara con un tiempo límite. Era lo mismo que hacía con Milos, pero su padre lo alentaba, al contrario que esa mujer, quién sólo se limitaba a controlar el cronómetro.
Aunque los problemas comenzaron cuando debió darse un baño antes de cenar. Johan insistía que podía hacerlo solo, pero los sirvientes no estaban de acuerdo.
—Voy a bañarme solo.
—Fabián te ayudará si tienes vergüenza —le dijo Sonia mientras sostenía las toallas. Su compañero estaba a su lado, impidiendo que Johan pudiera escapar del cuarto de baño.
—No tengo vergüenza, puedo bañarme solo —habló frunciendo en ceño.
—No podemos dejarte solo en la bañera, es peligroso —le explicó Fabián, mostrando una postura firme.
—Papá me deja bañarme solo y no uso la bañera, sino la regadera —Johan estaba alterado, pero no llegó al extremo de gritar. Sabía que debía mantener su secreto a cualquier costo, pero si decidían desvestirlo iban a descubrirla.
—Ya está cena y se enfría, vamos —Sonia se acercó y lo sujetó del brazo para quitarle la camisa que usaba. Allí empezó un forcejeo y Johan por un momento pensó en usar sus poderes para que lo dejaran en paz. Sin embargo recordó la promesa que le hizo a su padre de que no causaría problemas, así que sólo trató de morder la mano de la mujer en su defensa.
Sonia logró quitarle la camisa y librarse de las mordidas, sin embargo ambos adultos se quedaron paralizados al ver las marcas de su cuerpo. Johan sólo retrocedió y terminó en una esquina, temblando mientras abrazaba sus piernas. Se había asustado ya que sus intentos por resistirse habían sido en vano y sólo tenía sus pantalones cubriéndolo.
—Sonia espera, es mejor que lo dejemos —le dijo Fabián en un tono bajo.
—¿Piensas que el señor le hizo eso? —cuestionó ella con la misma discreción.
—Eso es imposible. Tal vez... fue la madre, por eso el señor fue a buscar a su hijo —supuso él, ambos conocían muy bien el carácter de Milos y no sería capaz de lastimar así a un niño, mucho menos a su propio hijo.
—Lo siento Johan, dejaremos que lo hagas solo —le dijo Sonia mientras dejaba los toallones y su cambio de ropa sobre el mueble junto a la puerta. El niño solo se limitó a asentir y vio como ambos dejaron el cuarto de baño.
Fabián y Sonia permanecieron en el pasillo, atentos a cualquier accidente que podría pasar. Estaban conscientes de que dejar a un niño solo sin supervisión era peligroso, podría resbalarse y caer o ahogarse accidentalmente. Los minutos pasaron y Fabián golpeó suavemente la puerta, cosa que alertó a Johan.
—¿Está todo bien? —preguntó mientras oía el sonido de la regadera.
—¡Si! —respondió el niño inmediatamente y se apresuró en lavar su cuerpo antes de que ellos entraran. Usó gran cantidad de jabón líquido y creó mucha espuma, luego sólo se colocó bajo la ducha y el agua tibia se llevó todo a su paso.
Al terminar se envolvió con las toallas y se dispuso a vestirse. Trataba de hacerlo rápido pero asegurándose de haberse limpiado correctamente. Antes de que volvieran a golpear la puerta ya se encontraba saliendo del baño, vestido y teniendo su cabello húmedo.
—Estoy listo —les dijo a los adultos. Ellos le sonrieron y Fabián terminó de sacarle el cabello con una toalla.
Luego de aquello no hubieron más problemas, Sonia y Fabián supusieron que el niño no quería que vieran su cicatrices de ninguna manera. Comprendieron mejor su comportamiento y, para las 22, Johan ya se encontraba dormido en su habitación. Milos había llegado a la casa hasta hace sólo unos minutos y lo primero que hizo fue ver cómo estaba el niño. Él lo vio profundamente dormido, hecho bolita en su cama mientras abrazaba a aquel oso de peluche del parque.
—No hubo problemas señor, Johan obedeció, hasta disfruta darse baños. Eso es muy raro en niños —comentó Sonia sonriendo.
—¿Es cierto? —cuestionó el hombre volteando hacia ellos. Ese simple gesto intimidó a ambos y Fabián intervino de manera nerviosa.
—Bueno, no quiso ayuda para bañarse o vestirse. Vimos sus marcas y estamos seguros que usted nunca-
—Preferiría no hablar de esto, quiero que Johan pueda olvidar. Pasó por mucho y apenas es un niño —lo interrumpió Milos ya que parecía que Fabián estaba al borde de una crisis nerviosa al igual que Sonia.
—Claro, entendemos —asintió la mujer—. Nosotros nos retiramos señor —ella empujó a su compañero y rápidamente se alejaron por el pasillo.
Por su parte Milos entró al cuarto de Johan. Recorrió el lugar en silencio, teniendo cuidado de no molestar el sueño del pequeño. Miró los juguetes, cuidadosamente guardados y colocados en su sitio. A diferencia del primer día Johan ya había comenzado a jugar con ellos, pero al terminar siempre los dejaba en su lugar. La habitación silenciosa sólo transmitía paz, había una luz tenue iluminando para no dejar el lugar a oscuras. Una vez más su vista se enfocó en el niño, Milos soltó un suspiro y caminó hacia la cama hasta sentarse en el borde de la misma.
—No somos familia de sangre pero te pareces demasiado a mí —le dijo por medio de un susurro. Con cuidado de no despertarlo, acarició el cabello del pequeño para luego levantarse y salir de la habitación sin más.
~~~~~~
El tiempo fue pasando y Johan comenzó a notar un patrón, una vez al mes su padre se iba de la casa y quedaba nuevamente al cuidado de Sonia y Fabián.
Un día se llenó de valor para preguntarle lo que estaba haciendo, incluso consideró pedirle permiso para acompañarlo debido a su curiosidad. Estaban cenando, sin embargo un estruendo en la cocina interrumpió la charla. Los primeros en reaccionar fueron los hombres de seguridad, quienes habían acorralado al responsable en la cocina. Milos se abrió paso y se topó con una escena muy inusual, sobre la mesada se encontraba un niño, pero este tenía la piel completamente azul. Él actuaba de forma agresiva, incluso le gruñía a todo aquel que se acercara.
—Está asustado —les dijo los demás presentes. Quienes se alejaron un poco para no alterar más al pequeño hevenziano—. ¿Puedes entenderme? Nadie va a lastimarte —Milos se dirigió a él, pero el niño continuaba gruñendo, parecía un animal que atacaría en cualquier momento—, no debe entender nuestro idioma —se dijo a sí mismo.
En ese momento, el niño azul saltó por sobre sus hombros, impulsándose y dando brincos sobre los presentes. Su objetivo era escapar por la puerta que daba al comedor. Sin embargo no esperó que la puerta se cerrara de golpe frente a él. El golpe fue tan fuerte que lo dejó inconsciente y con la nariz ensangrentada. El guardia que estaba más cerca de la puerta abrió la misma, viendo que del otro lado estaba Johan temblando ligeramente.
—¿Ya a-atraparon al perro? —preguntó entre asustado y nervioso. Fue por puro instinto que dejó su lugar en la mesa y corrió a cerrar la puerta para que ese "perro" no fuera al comedor.
—No Johan, es un hevenziano —lo tranquilizó Milos, sin embargo verlo tendido en el suelo no calmaba al niño en absoluto.
—¿Y-Yo lo la-lastimé?
—No, no. Fue un accidente —contestó dándole unas palmadas en la espalda, transmitiéndole tranquilidad.
—¿Qué hacemos con el azul señor? —preguntó uno de los guardias.
—No se acerquen, dicen que transmiten enfermedades desconocidas —dijo otro, quien mantenía distancia.
—Llamaré al médico para que lo revise. Quiero asegurarme de que esté bien —respondió Milos, para luego inclinarse y levantar al hevenziano en brazos con cuidado. Johan lo siguió muy de cerca, guiado por su curiosidad.
Aquel "animal" que había escuchado resultaba ser un niño de piel azul y cabello blanco. Muy extraño, aunque recordó la nave que había aterrizado hace un tiempo en la Tierra y apareció en las noticias. Estaba seguro que llegó en esa nave.
—Johan, basta —Milos había dejando al hevenziano recortado sobre uno de los sillones de la sala de estar mientras llamaba a su doctor de cabecera. Sin embargo su hijo no dejaba de picarle el rostro con su dedo.
—Si es real —soltó sorprendido—. ¿Pero por qué es azul?, los aliens son verdes —comentó para luego mirar la sangre que salía de su nariz, no era roja aunque Johan tomó un pañuelo para limpiar dicha sangre de su rostro—. Listo, no te pasó nada.
Milos miraba la escena concentrado hasta que recordó que su médico estaba del otro lado de la línea.
—Ya te lo dije, necesitas llamar a un pediatra para que revise a Johan —le aconsejó el hombre.
—No, no se trata de él y tienes que venir ahora. Es una emergencia —le ordenó ya que realmente era urgente. El doctor no tuvo más opción que aceptar luego de decir que estaría allí en unos 20 minutos.
Milos cortó la llamada y comenzó a inspeccionar al pequeño hevenziano. A simple vista se notaba que estaba sucio, lleno de cortes y raspones, sin mencionar la ropa maltratada y rasgada que estaba usando. De nuevo sintió esa sensación y se preguntó si él tendría padres o qué había sucedido con ellos para que lo encontraran revolviendo la cocina. Un rugido llamó su atención como la de Johan, era el estómago del hevenziano.
—Tiene hambre —indicó Johan para luego correr hacia el comedor, sin embargo se detuvo en seco antes de cruzar la puerta. Esto extrañó a Milos, entonces lo vio girarle lentamente—. ¿Puedo darle mi comida? Yo ya no tengo hambre —le preguntó manteniendo la vista en sus manos.
—Está bien, puedes hacerlo —asintió, haciendo que el niño siguiera su camino rápidamente. Segundos después ya estaba regresando con el plato en sus manos.
—Así no va a estar tan enojado luego de que lo golpeé —susurró el pequeño para sí mismo. Pero Milos logró escucharlo y sonrió.
Los minutos pasaron mientras esperaban al doctor. Sin embargo, tal vez se debió al aroma de la comida, el pequeño hevenziano comenzó a olfatear el aire y abrió los ojos de repente.
Johan se asustó al ver esos ojos de iris morados, pero acercó el plato con comida hacia él. El hevenziano se sentó de golpe y miró a su alrededor, no sabía donde estaba, todas esas personas de traje habían desaparecido y sólo estaba ese hombre y otro niño. El pequeño hevenziano miró a Johan detenidamente, no le gruñó como lo había hecho con los demás.
—Come —habló el castaño sosteniendo el plato. Éste contenía una pata de pollo asada y papas que apenas había tocado. El aroma de la comida hizo que el hevenziano se abalanzara y tomara la pata con ferocidad. Trozos de hueso y más salpicaron por todo el sillón, espantando a Johan ya que el otro niño si siquiera se preocupada por el desastre que estaba haciendo. Incluso saltó sobre un trozo de papa asada que cayó sobre la alfombra. Milos en silencio observaba su comportamiento sin que lo notara.
—¡No, despacio! —exclamó molesto—. ¡Mi papá se va a enojar por el desastre que haces! —Johan sólo recibió gruñidos por parte del hevenziano para luego lamerse los dedos al terminar de comer.
—Está bien Johan, tráele mi plato también.
~~~~~~
—Ese fue el error de Milos, permitir que ese maldito hevenziano se quedara en la casa —explicó Iron Hell y golpeó la pared transparente frente a ella. Del otro lado de su celda se encontraba aquel hombre extraño vestido completamente de negro. Los últimos días había venido a escuchar acerca de su infancia junto a Milos Morínigo.
—¿Qué sucedió con el hevenziano? ¿Estabas celosa? —cuestionó él, muy interesado en saber el resto de la historia.
—Me importa un carajo los azules, sólo me pediste hablar de Milos —le recordó. El hombre de traje suspiró y negó suavemente con la cabeza.
—Si ese hevenziano está relacionado con el señor Morínigo me interesa —explicó con calma. Ahora ella soltó un suspiro, aunque se dio media vuelta para caminar hacia su cama y recostarse.
—Vuelve mañana, ahora no estoy de ánimo —ella hizo un ademán con su mano y le dio la espalda al hombre de traje oscuro.
—De acuerdo, descansa señorita. —Él no insistió, simplemente se despidió y dejó las instalaciones.
Tras otro día de trabajo el hombre de traje fue a su oficina, allí escuchó de nuevo las grabaciones que había hecho en las visitas a Iron Hell. Se aseguraba de haber grabado las conversaciones que había tenido con la mujer, para luego anotar lo más importante en los informes.
—Un hevenziano de cabello blanco y ojos morados —murmuró para sí mismo—. Y yo creía que esa raza se había extinguido antes de que llegáramos a la Tierra.
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