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Capítulo 4

Al siguiente día el Agente volvió a visitar la celda de Iron Hell, el día anterior el horario de visita se había acabado para él y debió volver al trabajo. Aunque regresó para seguir escuchando su historia.

—Buenos días señorita —la saludó en un tono alegre. No recibió respuesta ya que ella estaba muy ocupada haciendo flexiones con su único brazo, a pesar de esto ella conseguía levantar todo su cuerpo sin dificultad—. Ya veo, así se ha mantenido en forma todo este tiempo.

—No tengo nada más que hacer —contestó finalmente—. Sería mucho mejor si tuviera pesas.

—Violaría el protocolo de seguridad aunque podríamos encontrar una alternativa —comentó él—. Por favor, quiero seguir escuchando su historia. 

—Que molesto —dijo entre dientes, sin embargo continuó explicando los turbulentos sucesos de aquellos años. 

Año 2002, un año después de la llegada de los extraterrestres llamados hevenzianos. Para ella no era una sorpresa ver noticias sobre esos seres. Pero conservaba ese miedo puesto que, en todas las películas que vio, los aliens querían matar a toda la humanidad. Ese día anunciaban que habían llegado a un acuerdo de paz con el líder de los apodados "humanos azules". Desde su llegada la nave había permanecido suspendida en el cielo hasta el tratado de paz y lentamente descendió a la tierra. 

Las cámaras y los representantes humanos le daban la bienvenida a esos seres, quien más sorprendió a todos fue el líder, una I.A autónoma con cuerpo propio llamado Cyberex. 

—Llevas mucho tiempo mirando la tele —le dijo el hombre al apagar la pantalla—. Vamos a jugar a la pelota —propuso teniendo el balón en sus manos.

—Está bien —asintió para luego seguirlo al patio. 

Debido al miedo, los siguientes días luego del aterrizaje hubieron muchas revueltas, los humanos odiaban a los hevenzianos por haber traído enfermedades desconocidas aunque otros comenzaron a adorar a la I.A debido a los conocimientos y recursos que compartió con los gobernantes. Grandes avances en medicina, economía y tecnología entre otros campos, sin embargo el otro de lado de la monera estaba manchada con la sangre de los hevenzianos y las personas normales. 

Grupos extremistas cazaban a los azules y eliminaban a las personas que los ayudaban, estos grupos estaban altamente armados al ser parte del ejercito de sus países. Esto llevó a la I.A a tomar medidas drásticas con el fin de proteger a los hevenzianos y humanos por igual. 

A pesar de todo lo que estaba pasando, su padre se mantenía al margen de todo aquello, como si estuvieran en un mundo aparte. En más de una ocasión ella lo vio discutir por teléfono y lo escuchó decir: —Teníamos un trato, yo ya no existo para la Agencia. 

Esa vez accidentalmente tropezó e hizo ruido, haciendo que él se acercara para ayudarlo a ponerse de pie. 

—No estaba escuchando —dijo rápidamente, lo que lo hizo sonreír.

—Todo está bien. No pienso dejarte solo, ¿okey? —le aseguró al creer que había escuchado toda la charla.

Los siguientes días eran la misma rutina, él comenzó a darle clases a Johan para enseñarle a leer y a escribir, luego jugaban en el patio y hacían ejercicio trotando alrededor de la casa. Su padre todo el tiempo estaba en casa, igual que el anterior. Pero éste no se la pasaba mirando la televisión o bebiendo, al contrario se dedicaba a pasar tiempo juntos haciendo tareas y divirtiéndose.  

Esa noche estaban cenando hasta que ocurrió un accidente. Se encontraban comiendo carne asada y el niño quería cortar su porción por sí mismo, entonces extendió su mano para tomar el cuchillo. Estaba un poco lejos y debió estirarte para alcanzarlo. Pero, de un momento a otro, sintió un agudo dolor que lo hizo soltar un grito. Se agitó al ver que el cuchillo estaba atravesando su mano y comenzó a sangrar mucho.

—¡Johan! —su padre se levantó rápidamente, no entendía cómo había pasado eso y rápidamente lo alzó en sus brazos para llevarlo al baño. 

El niño estaba muy asustado, creyó que había hecho algo mal y que ese era el castigo. Pero su padre estaba muy preocupado y confundido. 

—Lo quitaré, dolerá un poco —le dijo para luego tomar el cuchillo y jalarlo rápidamente. Luego de eso envolvió su mano con gasas desinfectadas y vendas. 

—¡Arde! —exclamó, al no poder soportar el dolor. De repente los focos estallaron y los dejaron a oscuras. 

Milos observó aquello en silencio, entonces tomó aire y abrazó Johan para tranquilizarlo. No sabía cómo pero el niño era responsable de que las luces estallaran. Estar tan cerca de un omegahumano, sobre todo un infante, con poderes descontrolados era muy peligroso. Pero el hombre no se alejó sino que lo abrazaba y acariciaba su cabello para que dejara de llorar.

—Está bien... ya pasó —murmuró en un tono calmado, paternal.

—¿M-Me lastimaste? —le preguntó Johan con la voz temblorosa, tampoco entendía lo que sucedió.

—No, no fui yo —respondió al separarse un poco para mirarlo a los ojos—. Creo que tienes habilidades especiales —agregó. Haciendo que el niño frunciera el ceño, muy confundido—, y esto lo cambia todo —susurró esto último para sí mismo.

Milos sacó al niño del baño, pensando en qué poderes tenía, en qué estaban relacionados el cuchillo y las luces. Mientras lo llevaba a su habitación, Johan hipaba por el llanto y luchaba por contenerlo. Se repetía que cometió un error, había olvidado el dolor y eso le recordó a sus padres. Quienes se detenían al momento que sangraba un poco, había olvidado aquello debido a los juguetes, la comida y los juegos. Su mano herida era una advertencia, no debía descuidarse, no debía equivocarse. Si lo hacía nuevamente tal vez sería descubierta.

—Ya llegamos —el hombre se sentó en la cama para luego dejar al niño recostado sobre las almohadas de la cabecera—. Johan, necesito que me prestes mucha atención.

Miró a su padre con los ojos llorosos, aunque trató de limpiar su rostro con la manga de su camiseta.

—¿Qué p-pasó? —preguntó, refiriéndose a la herida en su mano. Entonces Milos la tomó con cuidado.

—No estoy seguro, pero creo que manifestaste tus poderes por primera vez. Naciste con un gen especial que te hace ser un omegahumano. —Él realmente no sabía adecuar su lenguaje para hablar con un niño, además la información sobre los omegahumanos era secreta. Pero nada servía ocultárselo a Johan siendo uno de ellos—. Eso quiere decir que no eres un niño normal, significa que puedes hacer cosas que los demás niños no. Pero sin disciplina y control podrías lastimarte de nuevo o lastimar a los demás.

—E-Entonces... ¿Yo m-me lastimé s-solo? —cuestionó mirando su mano vendada. 

—No volverá a pasar porque me encargaré de entrenarte —le aseguró revolviendo su cabello nuevamente—. Yo... iré a traerte la cena a la cama, ¿está bien? —comentó al ponerse de pie.

Johan sólo asintió para luego verlo salir de la habitación. Entonces su vista bajó a su mano vendada, dolía pero al mismo tiempo estaba feliz. Su padre había curado de sus heridas, trato que nunca había recibido antes. Realmente no le tomó importancia a lo demás, a aquello de que era especial, realmente no le importaba porque sus verdaderos padres le habían dejado en claro que no era nada. 

Al día siguiente Milos mostró una cara completamente diferente de su persona, primero despertó a Johan a las 6 de la mañana como inicio de su entrenamiento. Su padre le explicó que debía aprovechar el tiempo y todo comenzada en la mañana con un desayuno sustentable y sano. Johan apenas podía mantener los ojos abiertos, aunque minutos después pudo notar que la cuchara ya estaba en su mano izquierda pero no la estaba sosteniendo. La cuchara parecía estar pegada a su palma.

—¡Papá, pasó de nuevo! —exclamó asustado, mostrándole su mano y sacudiéndola de un lado al otro.

—Tranquilo —ordenó el hombre al ponerse de pie—. Tú eres el que puede controlar esto, sólo respira y contrólate —agregó al sostener su mano con cuidado, no tocó la cuchara y esperó a que el niño se calmara.

Yo estoy haciendo esto, sólo deja de hacerlo. Pensó Johan mientras respiraba profundamente, entonces escuchó un tintineo, al abrir los ojos vio que la cuchara había caído sobre la mesa. Miró a su padre, pero el hombre todavía seguía expectante, por ello acercó su mano lentamente a la cuchara para tomarla. Esta vez no pasó nada extraño.

—Bien hecho. Aprender a usar tus habilidades sólo cuando es necesario, es vital —lo alentó y volvió a sentarse en su lugar para comenzar a comer.

~~~~~~

Luego del desayuno, los ojos del niño quedaron fijos en la cuchara que había movido con su mano. Entonces su padre llamó su atención, era el momento de lavar el plato en el que había comido.

—No seas impaciente, aprenderás a usar tus habilidades de a poco —comentó él mientras le mostraba como debía sostener y limpiar la vajilla.

—¿Qué es... impaciente? —preguntó con curiosidad.

—Querer algo inmediatamente, es decir, ya —explicó de la forma más sencilla posible—. Las cosas que llevan tiempo de conseguir son las más valiosas. 

Pero debió pagar mucho dinero por mí... por impaciente, pensó bajando la mirada.

Al terminar Milos lo llevó a una habitación que nunca había visto, ese lugar estaba detrás de un par de puertas de madera. Cualquiera hubiera maginado que era un estudio o una biblioteca, sin embargo al cruzar dichas puertas...

—Esto es un gimnasio, aquí vengo a entrenar.

—Pero ya hacemos ejercicio —comentó de forma inocente.

—Es otro tipo de ejercicio —explicó mientras notó la mirada del niño sobre los maniquís a unos metros de ellos. Se encontraban dispuestos en fila, algunos estaban destrozados, otros habían recibido cortes muy profundos—. Yo pensé que no volvería a hacer esto pero supongo que no es fácil dejar los viejos hábitos.

—¿Hacer q-qué? —el pequeño comenzó a retroceder mientras veía a Milos arremangarse. Lo que parecía un gesto simple de preparación para el hombre, el niño recordaba con horror las veces que su verdadero padre lo "corregía". Siempre se arremangaba su camisa de esa misma forma y le fue inevitable no compararlos.

¿Iba a corregirla? ¿Era para hacerla normal y que esos poderes desparezcan?

Sin saberlo, el miedo que estaba sintiendo causó que los focos del lugar estallaran como lo habían hecho antes. Milos se acercó rápidamente para proteger al pequeño de la lluvia de cristales y lo vio muy agitado.

—Tranquilo... —susurró y deseaba poder saber qué sucedía dentro de la cabeza de Johan. Había aprendido que algunos gestos y actitudes alteraban mucho al niño. El miedo se apoderaba de él y se quedaba paralizado, temblando ligeramente, mismo comportamiento que estaba teniendo ese momento. 

Milos se imaginaba por todo lo que el niño había pasado, circunstancias que habían moldeado su comportamiento. Aquello hacía que un nudo se formara en su garganta y que su sangre hierba debido a la ira que sentía. Sin embargo contuvo esas emociones completamente ya que necesitaba estar para Johan. Con cuidado le acarició la espalda para calmarlo, incluso ante ese pequeño gesto el niño aún no sabía cómo reaccionar. Prefería mantener su distancia, evitaba el contacto físico y siempre se mantenía muy callado, como para pasar desapercibido. 

—Empecemos de nuevo, con calma —le dijo con una voz suave para luego sentarlo sobre una caja. El hombre de dispuso a limpiar los vidrios rotos de lugar y cambió él mismo los focos rotos en lugar de llamar a los empleados de limpieza.

Sólo se demoró 15 minutos y el lugar volvió al estar iluminado. En todo momento Johan no se movió de su asiento y permaneció cabizbajo.

—Johan, acércate —lo llamó, haciendo que tenga un pequeño sobresalto—. Ven, no estoy molesto —agregó. Entonces vio como el niño bajaba con un poco de dificultad de la casa y caminó a pasos rápidos hacia él.

Ambos se encontraban frente a una mesa. Pero el pequeño apenas podía ver lo que había sobre ella por su escasa altura. Entonces Milos lo ayudó a subir sobre una silla y le mostró los objetos que estaban allí. Un foco normal, otro roto y varias cucharas y varillas de metal.
  
—¿Ves ese filamento que conecta a ambos hierros dentro de la bombilla? —le preguntó mientras le enseñaba dicha bombilla bajo a una lupa al pequeño—. Cuando te asustas rompes ese filamento y por eso los focos estallan —explicó detenidamente—, creo que tu habilidad te permite controlar los objetos metálicos.

—¿El metal?

—Si, como la cuchara en el desayuno. Ahora intenta hacer girar las barillas hacia atrás sin tocarlas.

Johan asintió y levantó su mano sobre las barillas, aunque no sucedió nada. Pasaron unos segundos y negó con la cabeza.

—N-No sé cómo... —murmuró, cerrando los ojos con fuerza en espera de algún golpe.

Milos sólo se inclinó un poco y sopló, haciendo que las dichosas barillas giraran un poco sobre la mesa. Aquello dejó a Johan muy confundido, pensó que debía usar sus poderes.

—¿Ves? Lo hice sin tocarlas —comentó su padre—. Siempre hay más de una manera de realizar una acción. Según veo tu poderes apenas despertaron y necesita madurar, mientras tanto entrenaremos tu cuerpo y mente —agregó para luego darle otras sencillas tareas que realizar. Todo con el objetivo de familiarizarse con el metal, el mismo podría tener diferentes formas, ser tan pequeño como un grano de arena o formar parte de la estructura de un gran rascacielos.

Se propuso para sí mismo aprovechar todo el potencial de Johan ya que sus habilidades, si se usaban de forma inteligente y controlada, no tendría límites.

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