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Perspectives about a birthday

Perspectivas de un cumpleaños

Para la semana de su cumpleaños número ocho, Harry aún no había retornado a Potter Manor. Por el contrario, se encontraba en su nuevo hogar con Severus y no tenía quejas sobre eso. El adulto había establecido entrenar con el niño un máximo de tres veces a la semana, prometiendo que para la semana de su cumpleaños podría descansar sin las preocupaciones de tener que entrenar por esos días. Además, había tenido una de Remus, que aunque incómoda en un inicio, le había alegrado volver a pasar tiempo con Moony.

El día de su cumpleaños, Severus lo despertó temprano con una sonrisa y un gran abrazo. Harry nunca había sido despertado de aquella forma un día de su cumpleaños y se sintió bien el sentimiento cálido que se formó en su pecho. Esa mañana desayunaron en la habitación de Harry mientras el niño le comentaba al adulto sobre la lectura de oclumancia que aún le faltaba culminar. Durante ese rato, aparecieron cartas en su escritorio. Eran de Ginny, Charlie y Tonks.

Severus le indicó que irían a comprar un regalo para Harry. Los ojos del niño se iluminaron ante ello, así que ahora estaban caminando por el callejón Diagon bajo hechizos de ilusión para cambiar sus aspectos. Severus quería prevenir algún encuentro que pudiera darse con los Potter aquel día.

—Tú decides a donde vamos. —Indicó Severus mientras caminaban mirando las tiendas.

—¿Enserio? —Preguntó Harry y vio a su padre asentir.

—Puedes comprar algunos libros, sé que te encanta. —Harry sonrió al saber que el hombre lo conocía bien, pero lo pensó unos segundos.

—Creo que tengo suficientes lecturas con los libros de la biblioteca. —Reflexionó Harry. —Mmm... ¿podría tener una lechuza? —preguntó Harry con duda.

Le interesaba la idea de poder tener una. En Potter Manor, hacía uso de la lechuza familiar para enviarle cartas a Ginny. Estando en Hogwarts, usaba alguna de la escuela para informarle a Ginny que estaba ahí. Su amiga solía usar la de Percy, lechuza que James le había regalado tiempo atrás sin una razón aparente. Pero Lucinda, como la había llamado Percy, siempre dejaba las cartas en Hogwarts. Cartas que luego el director se las hacía llegar a Cottage Prince. Era... complicado.

—Claro que sí, si es lo que gustas. —Le sonrió Severus y ambos se dirigieron hacia una de las tiendas de animales.

Ambos entraron a Magical Menagerie, tienda que exhibía algunos animales en sus vitrinas. Harry supuso que ahí podía encontrar alguna lechuza. Su concentración en busca de alguna ave, fue interrumpida cuando dos ojos amarillos brillantes se enfocaron en él detrás de una vitrina. Harry se acercó a la pequeña criatura del tamaño de una lombriz, pero que era de un color grisáceo claro. Llamó su atención por varios segundos mientras la criatura continuaba viéndolo. Harry se mordió el labio, parecía una serpiente bebé.

Batalló consigo mismo para decidirse entre esa pequeña criatura adorable, pero que posiblemente podría comérselo vivo (como la mayoría de criaturas mágicas que había leído). Finalmente, se decidió por la lechuza. Tener una lechuza sería más útil que tener una pequeña serpiente adorable con altas posibilidades de asesinarlo cuando creciera.

Alejando su mirada de la criatura de ojos amarillos, se acercó a un joven con un uniforme que tenía en la logo de la tienda en el pecho.

—Disculpe, ¿sabe donde puedo encontrar lechuzas? —preguntó Harry hacia el joven.

—Mmm... Acá no vendemos lechuzas y búhos. Solo animales extraños, ya sabes. En la tienda de al frente puedes encontrar lo que buscas. —Declaró el joven. Con un asentimiento de cabeza, Harry se acercó a Severus que lo veía con curiosidad.

—Dicen que al frente venden lo que busco. —Informó el niño y ambos se dirigieron hacia la otra tienda.

Esta vez entraron a una tienda llamada El Emporio de la Lechuza. Harry se encontró muy animado al entrar y ver la cantidad de aves que estaban en la tienda. Había búhos, lechuzas y hasta águilas. Harry se sorprendió por todas las especies que podía encontrar.

Caminando junto a Severus, en busca de la lechuza perfecta, atravesó por los pasillos de la tienda. Se detuvo al llegar al fondo de la tienda y ver una pequeña ave de color blanco que los veía con expresión graciosa. Parecía ser una lechuza bebé. Al mirar el ave, sintió una conexión extraña con el animal.

—Es apenas un polluelo. —Un señor con barba se acercó a Harry y Severus. —Te recomiendo una ave un poco más grande. Esta aún no está entrenada. —Harry hizo caso omiso a las palabras del vendedor. Quería esa lechuza. Incluso, él mismo podía entrenarla. Sabía que encontraría algún libro para eso en la biblioteca de Prince Manor.

—Quiero esa.

—¿Seguro? —preguntó su padre detrás de él. Harry asintió decidió.

—Sí. Se llamará... Hedwig. —Dijo lentamente, recordando el nombre de algún libro que había leído.

—Nos llevamos la lechuza. —indicó su padre al vendedor, quien de inmediato la sacó de la jaula en la que estaba y la metió en una más pequeña, dándosela a Harry.

Harry sonrió al tener la lechuza. Su padre pagó por la lechuza, algunos artículos para esta y alimento. Salieron de la tienda y la sonrisa de Harry no desapareció.

El resto del día transcurrió lleno de sorpresas y diversión. Severus llevó a Harry a la famosa heladería Florean Fortescue. Allí, disfrutaron de deliciosos helados mágicos con sabores únicos que hacían cosquillas en la lengua. Harry sonrió en el lugar, siendo la primera vez que se encontraba ahí y solo había probado algunos helados cuando su hermano le llevaba alguno a casa.

Entristeció un poco al recordar que no había visto a su hermano en meses y su cumpleaños seguía siendo un día más sin verse. Hizo una mueca, disgustado. Severus notó su expresión.

—No me gusta verte triste, Harry.

—Es solo que hoy también es cumpleaños de Aidan. Lo extraño.

—Es comprensible que lo extrañes. Pero podrías enviar alguna carta con tu nueva lechuza, de seguro sigue en Potter Manor. —Reflexionó Severus.

—Él no ha enviado ni una y he enviado suficientes cartas sin respuesta estando en Hogwarts ¿Porque debería hacerlo yo? —se quejó Harry y Severus colocó una mano sobre su hombro, reconfortando.

—Intentarlo una vez más, no vendría mal.

:.:.:

La tarde se extendía con una agradable temperatura mientras Harry y Severus aparecían en Falkland, el pintoresco pueblo muggle que estaba cerca a donde vivían. Remus los esperaba en la plaza central, donde un reloj antiguo marcaba las horas con un sonido suave. Harry agradece poder verse con Remus en cumpleaños y que su padre no interpusiera ninguna queja a ello a pesar de no llevarse muy bien con él.

—¡Harry! —exclamó Remus con una sonrisa mientras se acercaba.

Harry no pudo evitar sonreír ampliamente y corrió para abrazar a su tío, superando cualquier resentimiento que pudiera haber albergado. Remus lo abrazó con fuerza, como si intentara compensar el tiempo perdido.

—Feliz cumpleaños, Harry. —dijo Remus, apartándose para mirar a su sobrino con afecto.

—Gracias, Moony. —respondió Harry con gratitud.

Remus llevaba consigo una caja decorada con papel de colores. —Tengo algo para ti. —le entregó la caja a Harry.

Harry la abrió con entusiasmo y descubrió una selección de chocolates de todo tipo. La variedad y el sabor eran irresistibles, y Harry recordó con nostalgia los momentos compartidos con Remus, especialmente aquellos donde solían huir de Lily para comer chocolates.

—¡Moony, extrañaba estos chocolates! —dijo Harry, emocionado.

Remus rió. —Pensé que podríamos disfrutarlos juntos hoy.

Severus observaba la escena con una expresión serena, contento de ver a Harry tan feliz. Después de un rato, Remus sugirió ir al cine. Aceptaron la propuesta y se dirigieron al cine del pueblo.

La película fue una aventura fascinante para Harry. Las luces tenues, el olor a palomitas de maíz y la gran pantalla que cobraba vida frente a sus ojos lo sumergieron en un mundo completamente nuevo. Al salir, no podía dejar de expresar su emoción.

—¡Eso fue increíble! —dijo Harry, con los ojos brillando. Remus sonrió.

—Me alegra que te haya gustado. ¿Qué te pareció, Severus?

—Fue interesante. No me importaría repetir la experiencia por ver a Harry feliz.

—Gracias por este día, Moony. —dijo Harry sinceramente.

—No hay de qué, Harry. Fue un placer. —Remus abrazó a su sobrino nuevamente. —Y, Severus, gracias por permitirme pasar tiempo con él.

Severus asintió. —No hay problema. Pero asegúrate de no desaparecer de nuevo sin avisar.

Remus sonrió. —Lo prometo.

—Entonces, ¿te veo más tarde para la cena de cumpleaños de Harry? —preguntó su padre y Moony asintió.

Remus volvió a despedirse de Harry y este miró a su tío alejarse con una sensación de gratitud y renovada conexión. La reconciliación y la posibilidad de mantener una relación más cercana con Remus llenaron su corazón de alegría mientras regresaban a su hogar.

—Realmente extrañé a Moony.

—Si no fuera por tí, esperaría que siguiera desparecido.

—¿Por qué no te agrada? —preguntó Harry entre risas.

—Esa es una historia para otro día.

Al regresar a Cottage Prince, aún había una sorpresa más para Harry. Apenas entraron a la sala, sobre el sillón, había un paquete envuelto en papel dorado que su padre le animó a abrir rápidamente. Harry abrió el paquete emocionado y encontró un nuevo juego de plumas y pergaminos de alta calidad. Era genial para su pasión por escribir notas en sus libros y mandar cartas a sus amigos.

—Feliz cumpleaños, Harry. Espero que te guste —dijo Severus con una sonrisa.

—¡Gracias, papá! Son perfectos —dijo Harry, abrazando a Severus con cariño.

—Me alegra que te gusten, hijo. Ahora, ¿qué te parece si vamos a la sala de entrenamiento? Tengo una sorpresa más para ti —anunció Severus con una mirada traviesa.

Curioso, Harry siguió a su padre hasta la sala de entrenamiento. Allí, encontró una caja grande cubierta con una lona.

—¿Qué es eso, papá? —preguntó Harry intrigado.

—Es un regalo especial para tu entrenamiento. Abre la caja —dijo Severus, emocionado.

Harry quitó la lona y abrió la caja con cuidado. Para su sorpresa, encontró un hermoso set de quidditch con una escoba y todo lo necesario para practicar el deporte mágico. Le había contado a papá sobre su acercamiento con el deporte gracias a Charlie y sobre el interés que había despertado en ello.

—¡Es increíble! ¡Gracias, papá! —exclamó Harry, emocionado.

—Quería asegurarme de que puedas practicar alguna actividad en tus momentos de descanso. El deporte sería algo bueno de practicar y por lo que hablaste del segundo Weasley, hasta podrías jugar con él regresando a clases. —dijo Severus, orgulloso de su elección de regalo.

Harry abrazó a su padre con gratitud y emoción. Se sentía afortunado de tener a Severus como su padre, alguien que se preocupaba tanto por él y lo apoyaba en todas sus pasiones. Nunca había recibido tantos regalos en un día y eso lo conmovió enormemente.

—Hace tiempo que no vuelo. —Sé sincero Harry. Recordando que la última vez que había subido a una escoba era cuando Sirius aún hacía visitas constantes a Potter Manor. A pesar de que Charlie le había invitado en repetidas ocasiones a volar con él en la sala de Menesteres, Harry se había negado.

—Creeme, yo igual. —Su padre rió. —Pero podremos practicar. Aunque ahora creo que deberíamos de dirigirnos a la cocina antes que nuestros invitados vuelvan a aparecer.

:.:.:

Era el peor cumpleaños de todos. Así era como Aidan había decidido nombrar a ese día.

Se había levantado temprano, como casi nunca, esperando que ese día finalmente volviera su madre y Harry decidiera dejar Hogwarts. Pero eso no fue así. Ninguno de los dos había vuelto y Prongs no había ido a despertarlo como años anteriores con muchos mimos y abrazos. Seguía sin hacerlo... a pesar de que ya iban a dar las dos de la tarde.

Había días como estos, donde Aidan no entrenaba y Prongs pasaba todo el día en su oficina avanzando algunas cosas de su trabajo. Pero Aidan nunca había esperado que su cumpleaños fuese uno de esos días. Ya era lo suficientemente deprimente con la ausencia de mamá y Harry, para que su padre lo hubiera olvidado por completo. Pero Aidan mantuvo sus esperanzas en alto y se cambió las pijamas y salió de su habitación en dirección al comedor para almorzar.

De seguro su padre le había preparado alguna sorpresa ahí y por eso su ausencia durante la mañana. Así que tampoco lo culpó, sabiendo que el trabajo de su padre era muy importante y si estaba acabando algo importante, no pasaba nada.

Bajó las escaleras con una mezcla de emoción y esperanza, pero al llegar al comedor se encontró con la cruda realidad: estaba completamente vacío. No había señales de preparativos festivos ni rastro de su padre. Un escalofrío de tristeza recorrió su espina dorsal. Aidan se sentó en la mesa, esperando, deseando que en cualquier momento su padre apareciera con una sonrisa y le deseara un feliz cumpleaños. Pero los minutos pasaron, y cada uno de ellos era como una gota de decepción que caía sobre su corazón.

Un plop interrumpió el silencio. Las dos elfinas se pararon frente a él y le sonrieron.

—Feliz cumpleaños amito Aidan. —Saludaron al unisono. —¿Que desea almorzar el cumpleañero? —preguntó una de ellas.

—Sorprendanme. —Respondió Aidan con una sonrisa. Ambas asintieron y desaparecieron del comedor. Algo en el pecho de Aidan dolió al percatarse que no había sido su padre quien lo había saludado.

Las el finas, tras varios minutos, le sirvieron lasagna de carne. La comida preferida de Aidan y cenó en medio de la soledad del comedor gigante de la mansión. sin rastros de alguna otra presencia. Pero su almuerzo fue interrumpido por una lechuza, de la que se decepcionó al reconocer que era de los Weasley. No que no agradeciera sus saludos, pero estaba esperanzado por recibir algo de mamá o Harry. Leyó las cartas de Ron y los gemelos, y siguió comiendo.

Finalmente, Aidan decidió ir a buscar a su padre. Caminó por los pasillos de la mansión, llamando la atención de los elfos domésticos que volvían a felicitarlo por su cumpleaños y se acercaban con regalos. Sin embargo, eso solo intensificó la tristeza de Aidan. Los elfos, que siempre recordaban las fechas importantes, no podían compensar la ausencia de su padre.

Llegó a la oficina de su padre y golpeó la puerta, tratando de ocultar la tristeza en su voz. —Papá, ¿estás ahí? —La respuesta de su padre fue un simple "entra". Al abrir la puerta, Aidan encontró a su padre absorto en papeles y pergamino. Ni siquiera levantó la vista al principio. Aidan intentó sonreír. —Hola, papá. ¿Sabes qué día es hoy?

—Hoy no tienes entrenamiento campeón, jamás me olvidaría. —respondió su padre levantando la vista y mirando hacia un calendario en la pared con cosas anotadas sobre el entrenamiento de Aidan.

Eso golpeó en la mente de Aidan. Su padre no sería capaz de olvidar cuando le tocaba entrenar, pero si olvidaba su cumpleaños... Aidan dejó de mirar a su padre, quien había vuelto a revisar sus pergaminos, y se encontró viendo el suelo como algo interesante.

Prongs alzó la vista y parpadeó, como si despertara de un trance. —Oh. Aidan, campeón. Solo bromeaba, no creas que me he olvidado. —Aidan volvió a mirar a su padre y este le sonrió, sonrió como siempre, como si no se sintiera culpable de olvidar qué día era.

—No te preocupes, papá. Pensé que quizás estarías ocupado por el trabajo.

—Pues sí, lo he estado. —Explicó Prongs tranquilamente mientras acomodaba sus pergaminos. Se puso de pie y se acercó a Aidan. —Pero cre que ya es momento de darte tu regalo. —Sonrió el adulto.

Aidan miró directamente a los ojos de su padre. Su padre no se había olvidado, solo había estado muy ocupado con el trabajo e intentó comprenderlo. Le dolía, si, pero Aidan debía ser comprensible con su padre porque este ya le había preparado su regalo, lo que significaba que no se había olvidado. Aidan sonrió.

—¿Qué tal si vas a tu habitación mientras llevo el regalo? — Su padre le guiñó un ojo y salió de la oficina. Aidan se dirigió a su habitación, emocionado.

Aidan entró en su habitación con la esperanza renovada. Quizás su padre había planeado algo especial para su cumpleaños, algo que compensaría la mañana olvidada. Se sentó en el borde de su cama, esperando con impaciencia. Prongs regresó con una pequeña caja envuelta en papel rojo. La entregó a Aidan con una sonrisa radiante.

—Feliz cumpleaños, campeón.

Aidan desgarró el papel con entusiasmo y abrió la caja. Sus ojos se iluminaron al descubrir un juego de Quidditch de edición especial. Ladeó la cabeza al notar que las figuras en miniatura de los jugadores no estaban en un paquete y parecían algo antiguos.

—Es una edición de hace varios años, es la que mayor valor tiene en el mercado. —Explicó su padre. —Era imposible conseguirla en su paquete original, pero logré contactar un coleccionador extranjero. —Aidan miró  a su padre, creyendo en sus palabras.

—¡Es genial! —exclamó Aidan, olvidando su desánimo. —Gracias, papá.

Prongs le palmeó el hombro con orgullo. —Me alegra que te guste, campeón. Pensé que podríamos jugar juntos esta noche.

La emoción de Aidan disipó temporalmente la tristeza. Padre e hijo pasaron la tarde inmersos en el juego de Quidditch, riendo y disfrutando del tiempo juntos. Sin embargo, a medida que la noche caía y la cena se acercaba, Aidan no podía ignorar completamente la ausencia de su madre y hermano. Pero decidió no preguntar nada sobre ellos, no queriendo volver a desanimarse en lo que quedaba de su cumpleaños.

:.:.:

Albus agradecía que Severus hubiera decidido extenderle una invitación a la cena de cumpleaños de Harry en Cottage Prince. Aunque su plan inicial había sido visitar a Harry por la tarde, Severus ya le había dicho que había planeado pasar la tarde con Harry en busca de uno de sus regalos. Asi que apenas llegó a la vivienda de Severus, saludó a Harry con mucho cariño y le entregó el regalo que había preparado para el niño.

Fue Severus, que tras saludarlo, lo guió hacia el comedor de la cabaña.

Albus Dumbledore observaba la mesa de la cena en Cottage Prince con una expresión de satisfacción y gratitud. El ambiente cálido y acogedor del lugar se veía realzado por las velas titilantes y los platos de deliciosa comida preparados por Severus. Sin embargo, lo que más le alegraba no era la decoración o la comida, sino la compañía que estaba presente.

La verdadera sorpresa de la noche fue la presencia de Remus Lupin. Albus había recibido la noticia de que Severus planeaba pasar la tarde con Harry buscando uno de sus regalos, pero no esperaba que Remus fuera parte de la celebración. Supo, por las conversaciones previas con Severus, que había habido un encuentro previo entre los dos adultos, y eso le llenó de esperanza.

Observó a Remus con una mezcla de sorpresa y alegría. El hombre había estado ausente de la vida de Harry durante demasiado tiempo, y verlo de nuevo en este entorno familiar era un recordatorio de que, a pesar de las tragedias del pasado, siempre había espacio para la reconciliación y el crecimiento.

—Buenas noches director. — Le saludó Remus y Albus le devolvió el saludo con una sonrisa.

—Agradezco la presencia de ambos, en la que Harry insistió para que pudieran venir. —Habló Severus tomando asiento mientras Harry sonreía de forma muy alegre.

La cena transcurrió en un ambiente alegre. Albus compartiendo algunas anécdotas de los estudiantes de Hogwarts mientras Harry escuchaba con mucha atención. Tras la cena, Severus hizo aparecer un pastel para Harry y los tres adultos le celebraron por cumplir ocho años. Albus sonrió para sí mismo , faltaba menos tiempo para que Harry fuera alumno de Hogwarts, pero se lamentaba que Harry no pudiera pasar un día tan especial con su hermano.

Luego de un par de conversaciones más y haber partido el pastel, Remus de despidió de los presentes, abrazando fuertemente a Harry. Albus también se despidió de Severus y Harry. Siguió a Remus a la salida de la cabaña con el objetivo de poder hablar sobre un tema importante con él.

—Remus, ¿crees que podamos hablar un momento? — Su ex-alumno volteo el rostro y asintió despacio. Albus cerró la puerta de la cabaña detrás de sí y se acercó hacia donde Rmus estaba parado con aire de tristeza.

—Dígame director.

—Te envié cartas, ninguna respondiste. —Acusó Albus con calma y preocupación.

—Me mudé y decidí apartarme del mundo mágico. —Explicó Remus viendo hacia el suelo.

—Me preocupé por ti, muchacho. Por lo poco que he interactuado con James últimamente, creo que también has mantenido distancia de los Potter. — Remus asintió despacio. —Tendrás tus razones y no ahondaré en eso, pero hay algo importante que me gustaría hablar contigo.

Alarmado, Remus levantó el rostro y miró al director. —¿Qué sucede?

—No he visto a Lily Potter desde el año pasado. Solo me he comunicado con su persona mediante cartas, pero siento que hay algo mal, solo que no sé que es. —Albus rebusco entre sus túnicas algunas de las cartas recibidas por Lily Potter desde la estancia de Harry en Hogwarts.

Remus recibió las cartas y las tomó entre manos temblorosas. Leyó una a una en silencio, mordiéndose el labio con preocupación y sin entender muy bien algunas palabras. Albus temía que algo le hubiera pasado a Lily por no haberla visto durante tanto tiempo. En un inicio pensó que había ido de viaje con Aidan, hasta que recibió una carta donde Lily expresaba estar fuera por un tiempo por un trabajo que había conseguido. Aquella carta fue una respuesta a una que Albus había enviado al saber que Aidan estaba en Gran Bretaña por información de Shacklebolt.

Quiso hablar del tema con Severus, pero el hombre había estado reacio a saber noticias sobre Lily. Algo que claramente notó Albus, pues sabía muy bien que Severus le había intentado ocultar sus sentimientos a Lily por mucho tiempo.

—Si es su letra, por si esa era su duda. — Habló Remus finalmente.

—¿Notas algo raro?

—En realidad, creo que no. Aunque el pergamino que usa no es el que tiende usar para enviar cartas, pero a veces usaba este pergamino cuando se le acababan los otros. Y si dice estar de viaje por un trabajo que consiguió, tendría sentido.

—¿Has hablado con ella?

—No he hablado con alguien en mucho tiempo, director. Tampoco tengo intenciones de intentar hablar con James luego de su trato conmigo. Con Lily... podría ser. Aunque dudo que pueda ver a Aidan por influencia de James.

—Lo entiendo. —Albus sonrió tristemente. —Hoy quise visitar a Aidan por su cumpleaños, la red flú de la mansión ya no me permite ingresar como antes. Me pone triste esta situación y que Harry haya sido apartado de su familia por mi culpa.

—¿Su culpa? —preguntó Remus sin comprender.

—Fui yo quien le dijo a James y Lily que uno de sus hijos tendría un destino que cumplir. Fui yo el que sugirió entrenar a Aidan y visitas al medimago para comprender si había alguna condición especial que le había hecho sobrevivir a la maldición asesina. Me olvidé que Harry y Aidan eran solo niños. Siguen siendo niños.

—Mentiría si digo que estuve de acuerdo con lo que propuso en un inicio. Pero que Harry se haya distanciado de su familia es solo culpa de James y Lily. —Expresó Remus. —Es algo en lo que ni usted ni yo podemos interferir. Pero, aunque me moleste un poco, agradezco que Severus haya puesto su atención en mi sobrino.

:.:.:

Por la noche, cuando el director y Remus ya se habían ido, Harry se encontró en su habitación. Se sentó sobre su cama y observó a la lechuza dentro de su jaula con curiosidad. Hedwig lo miraba con sus grandes ojos brillantes y movía ligeramente las alas. Harry extendió su mano hacia la jaula y acarició suavemente las plumas de Hedwig.

—Hola, Hedwig. Soy Harry. Espero que podamos ser buenos amigos —dijo Harry con ternura. Hedwig inclinó la cabeza y emitió un suave gorjeo en respuesta. Parecía estar tranquila y receptiva a la presencia de Harry.

Harry le dio de comer y beber, limpió la jaula y habló con ella, compartiéndole sus pensamientos y emociones. Hedwig parecía entenderlo y respondía de diversas maneras, como moviendo las alas o emitiendo sonidos suaves.

Antes de decidir ir a dormir, se encontró a sí mismo dirigiéndose hacia la pequeña biblioteca, con Hedwig en su hombro, leyendo un libro sobre cuidado de lechuzas y entrenamiento básico, se sintió en paz y feliz. Sabía que tenía una amiga leal en Hedwig y que cuidarla sería una responsabilidad importante. Con el libro en mano y Hedwig que ululaba suavemente sobre su hombro, volvió a dirigirse a su habitación.

A pesar de los conflictos de los últimos meses, Harry catalogó a su cumpleaños número ocho como el mejor de todos. Y todo gracias a Severus, su padre.


N/A: Otro capítulo larguito. Solo decirles que cada vez quedan menos capítulos de la primera parte de FIP.

Para el momento en que publico esto, en mi perfil he publicado un apartado de la segunda parte de FIP para que lo vayan guardando en sus bibliotecas. Quiero acabar de publicar los caps de este libro antes de acabar el año.

No olviden leer "Two Sides" ya disponible en mi perfil!!! (actualizo pronto)

Y sorpresitaaaa, maratón diaria:
1/3

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