[22]
The day
—
El día
¡Era el día!
De un brinco y con una sonrisa en el rostro, se levantó de su cama y se dirigió hacia el baño de su habitación. Sonrió al ver que su tina ya estaba lista para solo meterse a bañar. Oh, cómo agradece la magia de los elfos. Al salir del baño cepillo sus dientes y notó que habían dos huecos en su sonrisa por la caída de dientes, pero no le importo.
Con la toalla atada a su cintura buscó que ponerse, aunque mamá siempre elegía sus atuendos, ese día él quería elegirlo. Se decidió por una camisa roja y un pantalón negro más unas zapatillas muggle que eran muy cómodas. Debía estar cómodo y presentable para ese momento... Recibir su varita.
Se miró en su espejo y sonrió. Ese día sería uno de los días más importantes en su vida.
Abrió las cortinas doradas de su ventana y vió que el brillo del sol apenas estaba asomando. Posiblemente se había levantado muy temprano, pero eso no importaba cuándo sería su cumpleaños número siete y recibiría su varita mágica. ¡Su varita mágica! Eso era súper-hiper mega emocionante.
A diferencia de otros niños, como le habían explicado sus padres, él recibiría su varita a temprana edad para poder empezar a entrenar mágicamente, esto debido a que en un futuro podría estar expuesto al peligro de quien-no debe ser nombrado y sus seguidores, o incluso algunos alumnos de la casa slytherin. Según Prongs, era mejor preparado. En realidad, ya había aceptado el hecho de tener que ser un héroe y no importaba mientras las personas que más quería estuvieran bien.
La puerta de su habitación se abrió, de la cuál aparecieron sus padres con una sonrisa.
—Madrugador, ¿eh? — dijo su madre con una sonrisa.
—¡Feliz cumpleaños campeón! — Su padre, apenas lo vio, se acercó a él y lo alzó en brazos. Las cosquillas que le hizo el hombre le hicieron reír.
—¡Basta! — pidió Aidan entre risas. Su padre se detuvo y lo bajó al suelo y de inmediato, su madre se acercó para abrazarlo y felicitarlo.
—Debes estar muy emocionado como para haberte levantado muy temprano. —Dijo su madre poniéndose de pie.
—Mamá y yo iremos a alistarnos y luego iremos en busca de tu varita. —Comentó Prongs, quien luego salió de la habitación.
—Vamos a levantar a Harry, ¿sí? —Habló su madre y Aidan asintió. —Luego iré a cambiarme.
Aidan salió con su madre de su habitación en dirección a la de su hermano, cuál puerta estaba frente a la de él. Faltaba su padre ahí, pero supuso que Prongs luego saludaría a Harry de la misma forma que lo había saludado a él.
Su mamá abrió la puerta de la habitación de su hermano para no encontrar a Harry dentro de esta. Su mamá suspiró y cerró la puerta.
—Debe estar en los jardines. Iré a cambiarme y voy, ve yendo mientras tanto. —Aidan asintió, ya acostumbrado a que Harry fuera el primero en levantarse de la familia para solo sentarse a leer en los jardines traseros de la mansión.
Bajó por la escaleras, sin creer que hasta en su propio cumpleaños, Harry prefiera estar leyendo antes que realizar cualquier otra actividad. Antes, Harry solía leer en su habitación a las primeras horas de la mañana, hasta que un día decidió levantarse aún más temprano pero para leer en los jardines...
Aidan fue en dirección hacia las bancas donde Harry solía sentarse a leer. Y ahí estaba su hermano, sentado sobre una de las bancas con un libro en mano. Aidan se acercó corriendo.
—¡Feliz cumpleaños! —Aidan le tomó por sorpresa y Harry levantó su mirada, dejando su libro y sonriéndole.
—Feliz cumpleaños a ti también.
Aidan se sentó a un lado de su hermano, intentando ver qué era lo que leía. ¿Porque Harry a veces era taaaan aburrido? Pero no logró ver nada porque su hermano dejó su libro a un lado.
—¿Y entonces, qué es lo que harás hoy? — preguntó Harry. Aidan no supo con exactitud qué responder, su madre le había pedido que era mejor no comentar nada con su hermano para evitarle preocupaciones.
—Ya sabes, como dijo mamá iremos a pasear. —Comentó Aidan algo triste, sabiendo que Harry no los acompañaría. Había intentado convencer a su mamá desde que supo que en su cumpleaños número siete iría a comprar a su varita, pero su madre no accedió al igual que prongs. Pero mamá había prometido que por la tarde la pasarían con su hermano.
Por la expresión de su hermano, Aidan supo que su respuesta no había convencido a Harry para nada.
—Pero pasaremos la tarde contigo. —Trató Aidan de animar a Harry, su hermano solo asintió con la cabeza. Harry tomó su libro y se levantó de la banca, dirigiéndose hacia los adentros de la mansión. —¿Estás molesto? —preguntó Aidan yendo tras su hermano.
—Ni siquiera intentaste que yo pasara el día contigo, ¿verdad? —Harry volteó a verlo, Aidan no supo comprender si la mirada de su hermano era una de enfado, tristeza o una combinación de ambas. Aidan quiso responder pero Harry volvió a hablar. —Últimamente lo único que te importa es ver a Ron, es como si te hubieras olvidado que existo...
—¡Eso no es cierto! —Aidan gritó en respuesta cuando Harry volvió a caminar dentro de la mansión, en dirección a las cocinas. —Sabes que no es así. — Volvió a hablar Aidan al entrar a la cocina detrás de su hermano. Aunque Aidan sabía que en efecto, en los últimos meses había pasado bastante tiempo con Ron Weasley pero era porque Prongs sugería invitarlo a jugar mientras Harry leía en su habitación.
—Si tú lo dices. —Harry hizo una mueca.
—Mejor vayamos al comedor, de seguro mamá y papá le pidieron a los elfos que nos preparen algo. —Dijo Aidan cambiando de tema, sabiendo que su hermano amaba ir en busca de comida a la cocina en vez de ir al comedor y pedírsela a los elfos.
—¿Seguro? —Aidan asintió ante la pregunta de su hermano. —Bueno.
Ambos niños se dirigieron en silencio hacia el comedor, al llegar, en efecto, el desayuno ya estaba servido. Lo primero que Aidan notó fueron los panqueques en los platos. Sonrió. Apenas entraron, los pasos de unos adultos se escucharon y sus padres ingresaron al comedor.
—Harry, feliz cumpleaños. Fui a tu habitación y no estabas. —Su madre se acercó a su hermano e intentó abrazarlo, pero Aidan solo notó como su hermano quedaba estático. Algo que Aidan había aprendido de Harry era que no le gustaba tanto el contacto físico como a él.
—Lily, debemos apurarnos. —Su padre tomó asiento hablándole a su madre. Durante el resto del desayuno todos comieron en silencio, aunque ocasionalmente Prongs comentaba algunas cosas de su trabajo como auror.
Al finalizar el desayuno, su familia se dirigió hacia la sala de estar, donde se ubicaba la red flú de la mansión.
—Hay que apurarnos, es mejor llegar cuando no haya gente para pasar desapercibidos. —Comentó su padre tomando entre su mano los polvos flú.
—Ya sabes Harry, Dumbledore pasará por ti en unos minutos así que espera aquí tranquilo. — Su madre habló y su hermano asintió con la cabeza.
:.:.:
Tras, posiblemente, más de una hora de espera la chimenea de la mansión se prendió en llamas verdes y dejó salir de la chimenea a la profesora Minerva McGonagall. Harry se sorprendió al verla, pues había esperado pacientemente al director y no a ella. Pero seguramente el director había tenido un imprevisto, como casi siempre.
—Buenos días joven Potter. —La profesora le saludó.
—Buenos días profesora. — Saludó.
—Feliz cumpleaños, por cierto. —Felicito la subdirectora de Hogwarts. —Perdona la ausencia de Albus y el retraso, tuvo una llamada de emergencia en el Ministerio. De hecho, debo ir con él luego así que no había alguien quien pudiera cuidarte por ahora. Cabe recalcar que tu padre apenas le había avisado al director hoy por la mañana para que se hiciera cargo de ti.
—Comprendo.
—Albus hizo algunos arreglos y la familia Weasley, que ya conoces, te cuidará hasta que tus padres vuelvan. Por ahora, el personal no está en Hogwarts. — Harry asintió, comprendiendo el porqué no iría con Severus.
La subdirectora lo llamó y le entregó un poco de polvos flú, indicando que decir. De todas formas Harry ya conocía las palabras porque durante el último año había realizado varias visitas a la familia de pelirrojos con el resto de los Potter. Lanzó los polvos flú y dijo "Madriguera Weasley"
Al llegar, la señora Weasley lo abrazó de inmediato, revolviendo su cabello y deseándole feliz cumpleaños y luego lamentándose por el hecho que sus padres no pudieran pasar la mañana con él. Tras cree que eran demasiados mimos por parte de la matriarca (no acostumbrado a eso) intentó alejarse. En ese instante, la chimenea volvió a prender, la profesora McGonagall apareciendo.
—Buenos días. Albus agradece que puedan cuidar de Harry por ahora. Cuando Albus se desocupe pasará por acá. Ya se les informó a los Potter que su hijo estará con ustedes.
Tan Rápido como llegó, la profesora se fue, diciendo algo que Harry no comprendió del todo. Al momento de irse, las escaleras de la madriguera sonaron.
—¡Harry! —Ginny bajó las escaleras apurada y emocionada. Detrás de ella venían sus hermanos gemelos.
—¡No corran! — gritó la matrona Weasley hacia sus hijos. Luego se dirigió a él y en tono maternal preguntó: —¿Ya desayunaste cariño? —Harry asintió ante la pregunta.
Unos brazos le tomaron por sorpresa.
—¡Feliz cumpleaños! —Era Ginny quien lo abrazaba con fuerzas y Harry respondió a su abrazo, tras unos segundos se separó.
—¡Feliz cumpleaños! — Los gemelos también lo saludaron al mismo tiempo con una sonrisa y unos golpecitos en el hombro. Harry aún no podía diferenciar cuál era cuál, era raro ver a dos personas iguales. Harry y Aidan se parecían mucho, pero era fácil identificar que no eran idénticos.
—Aún así cariño, puedes unirte con nosotros al desayuno. –Ofreció la señora Weasley. —Fred, George. Vayan a llamar a Bill y Charlie que están en el patio. —Los hermanos asintieron y salieron de la casa a realizar lo pedido. —Tú, Harry, puedes acompañar a Ginny a levantar a Ron y decirle a Percy que desayune.
Ginny lo tomó del brazo y ambos niños subieron las escaleras mientras Ginny le contaba algunas cosas que había hecho en la semana. Cómo plantar algunas plantas mágicas y escuchar a Charlie hablar todo el día sobre un dragón que vivía en Francia.
Al llegar a la habitación de Percy y Ron, Ginny dió tres toquecitos en la puerta. Al no recibir respuesta, volvió a tocar. Sin respuesta, de nuevo volvió a tocar. Ginny suspiró.
—Esto pasa siempre. Ron sigue durmiendo y Percy entretenido con algún libro que ni se percata del sonido de la puerto. —Explicó la pelirroja abriendo la puerta de sus hermanos.
Al entrar, en efecto, cada niño hacia lo que Ginny había descrito.
—¡Percyyyy! ¡A desayunar! —Chilló Ginny. Su hermano bajo su libro y la miró.
—Al menos mamá no mando esta vez a los gemelos. —Con pesadez, el muchacho se levanto de la cama, deja<ndo su libro en esta. A Harry le recordó a si mismo cuando leía en su cama todas las mañanas o en el patio. — Oh, ¿Harry? — Percy notó su presencia. —Feliz cumpleaños.
—Gracias. —Agradeció Harry.
—Ahora levanta a Ron. — Pidió Ginny.
—Como usted pida. —Percy volteó a mirar a su cama y tomó una almohada tirandosela a su otro hermano que aún dormía sobre su cama. —Ginny, al ver que no funcionó el metodo de percy, se a<cercó a Ron y lo sacudió.
—¡Levantate!
—¡Detente! ¡Detente! —Chilló Ron mientras Ginny aún lo sacudía. Su amiga se detuvo. —¡Ya bajo! — Se quejó volviendose a tapar con las mantas.
—Harry está viendo toda tu pataleta. —Habló percy mientras tendía su cama.
—¿Qué? — Ron se destapo y lo vio confundido. —¿Y Aidan? — Preguntó.
—¡Solo apurate Ron! —Volvió a quejarse Ginny.
:.:.:
Mientras su padre lo bajaba al suelo luego de haber caminado desde el Caldero Chorreante hasta la tienda de varitas, se quedó admirando todo su alrededor. Nunca había estado en el callejón Diagon y el callejón era tan mágico como otros que había visitado en Europa. Le impresionó el lugar y la poca cantidad de magos que había en el lugar. Aidan realmente estaba esperando ver un mayor número de personas en el lugar, pero no le importó al final.
—Este es la tienda de Ollivanders, qué es donde una varita te escogerá. — Su padre comentó al quedar frente a la puerta del local.
—¿Yo no escojo la varita? — preguntó Aidan.
—Ya lo verás cariño, entremos. — Dijo su madre esta vez mientras la puerta de la tienda se abría. Entraron al lugar, sonando una campana en el proceso.
El lugar era pequeño y vacío, salvo por una silla larguirucha, Aidan pudo observar. Luego su campo de visión se encontró con miles de cajas estrechas y amontonadas hasta llegar al techo de la tienda. Se sintió extraño.
—Buenos días —dijo una voz amable. Tomando de improvisto a Aidan pero no a sus padres.
Un anciano estaba ante ellos; sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local.
—Hola —saludó Aidan con torpeza.
—Buenos días. — Saludó su madre y su padre.
—Ah, sí —dijo el hombre tras los saludos de los adultos—. Sí, sí, pensaba que iba a verte más pronto de lo usual. Aidan Potter. —No era una pregunta, el hombre afirmaba. Luego se dirigió hacia sus padres, mirando primero a su madre. — Parece que fue ayer el día en que viniste aquí. Veintiséis centímetros de largo, elástica, de sauce. Una preciosa varita para
encantamientos. — El señor sonrió.
—En efecto, muy buena para ello. —Respondió su madre entre sorprendida y nostálgica. Aidan se sorprendió por el hecho que el tal Ollivander recordará con tanta exactitud las características de la varita de su madre.
—Y tú, James Potter. — El anciano miró a su padre. — Varita de Caoba, veintiocho centímetros y medio, flexible. Excelente para transformaciones.
—Sí, lo es. — Concordó su padre.
— Bueno, ahora, Aidan, déjame ver. —El anciano que no parapadeba, sacó de su bolsillo una cinta métrica, con marcas plateadas—. ¿Con qué brazo
¿coges la varita?
—Eh... no lo sé —respondió Aidan morando hacia su padre.
—Es zurdo. —Respondió su padre por él.
—Extiende tu brazo. Eso es. —Aidan extendió su brazo izquierdo y el hombre midió a Harry hombro al dedo, luego de la muñeca al codo, del hombro al suelo, de la rodilla a la axila y alrededor de su cabeza. Mientras medía, dijo—: Cada varita Ollivander tiene un núcleo central de una poderosa sustancia mágica. Utilizamos pelos de unicornio, plumas de cola de fénix y nervios de corazón de dragón. No hay dos varitas Ollivander iguales, como no hay dos unicornios, dragones o aves fénix iguales. Y, por supuesto, nunca obtendrás tan
buenos resultados con la varita de otro mago. —Terminó de comentar y se alejó, la cinta métrica aún midiendo. —Crecerás, así que no te preocupes por si tu varita ahora es muy grande para ti. Lo usual es que vengan a los once años, justo antes de entrar a Hogwarts.
—Pero Aidan es un niño especial.
—Lo sé señor Potter. ¿Qué hay de su otro hijo? —preguntó de repente el anciano mientras revoloteaba por los estantes sacando algunas cajas. —Creí que ambos niños vendrían antes de tiempo, no solo uno. — La cinta métrica se enrollo y cayó al suelo.
—Harry, él vendrá cuando cumpla once años. — respondió su madre.
—Sugeriría que no sea así. —respondió Ollivander acercándose a ellos. Un silencio se apoderó del lugar por unos segundos. —Ten Aidan, prueba esta. Madera de haya y nervios de corazón de dragón. Veintitrés centímetros. Bonita y flexible. Cógela y agítala.
Aidan tomó la varita y siguió las instrucciones del mago, agitándose pero el hombre se la quitó de inmediato, Aidan no comprendió por qué.
—Ésta. Ébano y astas de lebrilope, veintiséis centímetros y medio. Elástica. Vamos, vamos, inténtalo.
Aidan volvió a sacudir la varita y el señor Ollivander se la quitó de nuevo. Luego le mostró otras más, siempre llegando a lo mismo el anciano quitando y dando otra varilla para agitar. Ollivander, más contento parecía estar.
—Cliente difícil, lo esperaba. No te preocupes, encontraremos a tu pareja perfecta por aquí, en algún lado. —Ollivander se acercó a otro montón de cajas y sacó dos cajas del montón y luego volvió a acercarse.
—¿Por qué dos? — preguntó su madre.
—Que intente ambas, si mi intuición no falla una de estás dos deberá ser la correcta. Una combinación poco usual, acebo y pluma de fénix, veintiocho centímetros, bonita y flexible. —Ollivander le tendió la varita y Aidan la tomó.
Al sacudir la varita, no sucedió nada y Ollivander se la quitó. Aidan ya empezaba a darse por vencido.
—No estés triste muchacho, prueba esta. Madera de tejo y pelo de rougarou. Veintiocho centímetros y flexible.
Aidan tocó la varita y sintió un calor extraño en los dedos, quedando fascinado por la extraña sensación que sentía, como un cosquilleo. Levantó la varita sobre su cabeza, la hizo bajar por el aire polvoriento, y una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes. Tomó por sorpresa al niño.
Sus padre sonrieron y en especial, su padre, aplaudió.
—¿Es mía? —preguntó Aidan mirando a su papá y este asintió.
—¡Magnífico! Pero curioso, realmente curioso...
—¿Qué es curioso? —preguntó su madre. Ollivander solo la miró. Aidan también quería saber.
—Oh nada. —Respondió el anciano tras unos segundos de silencio. —Siempre es curioso cuando una varita escoge a su dueño. — respondió Ollivander mientras empacaba la varita en su caja. —Ven Aidan. —Llamó el hombre y de inmediato el niño se acercó. El hombre le tendió su varita y lejos de sus madres, susurró. —Si un día quieres saber más sobre tu varita, vuelve al cumplir once. —Aidan asintió, confundido. —No comentes nada con tus padres, los secretos de varitas quedan entre mi persona y sus dueños.
Sus padres pagaron por la varita y se retiraron del lugar, Aidan aún afligido por la curiosidad de saber sobre los secretos que su varita contenía. Justo al salir, Aidan vio como el Patronus del director de Hogwarts aparecía a un lado de ellos.
:.:.:
Tras finalizar el desayuno, donde la señora Weasley había insistido que comiera algo, los gemelos preguntaron a Harry si quería salir a jugar. Ginny lo animó, diciendo que sería divertido. Así que por lo que desvío ser más de una hora, Harry estuvo jugando con los gemelos, Ron y Ginny a atrapar la snitch de Charlie.
Debido al cansancio de corretear, Harry se detuvo un segundo, pensando en si no habría problema en ir a pedir un vaso a la señora Weasley.
—¿Sucede algo, Harry? — Uno de los gemelos se le acercó.
—Solo tengo sed.
—Entra, mamá seguro está en la cocina. — Harry asintió en ingresó a la madriguera buscando a la matrona Weasley. Al entrar, vio a Percy sentado en el sofá con un libro.
—¿Qué lees? —Harry se acercó, curioso, lo que tomó por sorpresa a Percy.
—Un libro viejo de papá. —respondió Percy mostrándole el libro. Era pequeño y Harry no dudaba que era del tamaño del plasma de Percy.
—¿Y de qué trata? — Volvió a preguntar. Percy, aparte de su tío Moony, era la única persona que había visto que le gustara leer.
—Mmm... — El pelirrojo pareció ponerse nervioso. —Cuando crezcas lo sabrás. Historia. —Respondió nervioso. Harry ladeó la cabeza. —¿Buscabas algo? —Percy se levantó del sillón, dejando el libro sobre este. Harry leyó en la portada "Levantamiento y caída del que no debe ser nombrado"
—Agua. —Respondió Harry sin despegar su vista del libro de Percy.
—Mamá debe estar arriba, sigueme. Te daré un vaso de agua. —Percy caminó hacia la cocina y Harry lo siguió, pero con la mente en el libro de Percy.
Desde el año pasado, aún no había sido capaz de resolver la duda que giraba en torno a su hermano y los libros que tenía, no responden algo al respecto. Tampoco era como si pudiera preguntarle a algún adulto. Sus padres siempre decían que esos asuntos no eran cosas de niños. Severus, que era un tema que no le competía explicarle. Y Remus y Sirius, bueno, según mamá ambos tenían un trabajo muy importante en un lugar lejano y por eso no habían ido a visitarlos hacía casi un año.
—Ten. —Percy le tendió el vaso con agua.
—Gracias. —Harry tomó el agua.
—Sabes, sé que te causa curiosidad mi libro. —Mencionó Percy recibiendo su vaso vacío. —Te lo prestaría, pero por órdenes de mamá y papá no puedo hacerlo. —Harry asintió, comprendiendo que todos le ocultaban algo. ¿Pero qué era?
—¿Sabes porque Ron llamaba a mi hermano el niño que vivió? —preguntó Harry.
—No lo sé. Mi hermano está loco.
—Los gemelos también... —Añadió Harry penando que era extraño ver a dos personas totalmente idénticas.
—Corrección. Mis hermanos están locos. —Percy volvió a hablar y le dirigió una mirada de lastima, para luego salir de la cocina en silencio.
:.:.:
Aidan sonrió cuando junto a sus padres ingresaron a la Heladería de Florean Fortescue. Al llegar, el local estaba vació y Aidan quedó impresionado por el lugar, debido a que nunca había estado ahí. Observo las mesas y sillas de madera, sillas tapizadas en una hermosa tela turquesa. Había cuadros por todas partes, de animales mágicos como unicornios y de paisajes que Aidan no reconocía.
—Bienvenidos. — Una joven se acercó y Aidan sintió que su padre lo tomaba del hombro. —Pueden pasar por aquí.
—¿Tienen mesas más discretas? — preguntó su padre mirando a los lados.
—¿Quiere una más adentro? —Su padre asintió. —Siganme. Sus padres y Aidan siguieron a la joven, que los sentó en una mesa alejada del resto. —Acá está la carta, volveré por su pedido.
—Hubiera estado bien otra de las mesas. —Habló su madre.
—No lo creo.
—¿Puedo ver la carta? — Aidan cuestionó. Su madre le sonrió y le entregó la carta de los helados. Aidan intentó leer, tomándose tiempo para hacerlo. —¡Quiero el de arándanos!
—De arándanos será. — Su padre dijo mientras llamaba a la joven que los había llevado a su mesa. —¿Puede darme un helado de arándanos y otro de chocolate?
—Para mí, uno de coco. —Pidió su madre.
—¡Y otro de vainilla! — exclamó Aidan. Su padre le miró confundido. —Para Harry... —Su padre apretó los labios y miró a la joven nuevamente.
—Eso sería todo.
—Está bien. Cuatro helados. Arandano, chocolate, coco y vainilla. ¿Alguno para llevar?
—El de vainilla. —respondió su madre.
—¿Para la próxima Harry puede venir con nosotros? —Preguntó Aidan con inocencia. Le entristecía que su hermano no pudiera pasar la mañana de su cumpleños con ellos.
—¿Quieres ponerlo en peligro? —Cuestionó su padre.
—James... —Su madre regaño en voz baja.
—Recuerda Aidan. No puedes ponerlo en peligro.
—Lo sé. —Aidan bajó la mirada, recordando que su padre le decía que era mejor no salir con Harry para no exponerlo al peligro. A Aidan le importaba mucho su hermano y si debía hacer ese sacrificio para que esté a salvo, lo haría.
—Además, ya le estás llevando helado. Para la próxima dime. —Aidan asintió, sintiéndose culpable por alguna razón. Si el hubiera destruido por completo al que no debe ser nombrado siendo un bebé, Harry podría pasar su cumpleaños con ellos también.
:.:.:
Harry cerró los ojos al ver a los dos gemelos frente a él con lodo en las manos. Se quedó estático mientras el lodo le manchaba más de lo que ya estaba.
La señora Weasley le había invitado el almuerzo y tras ello, los niños Weasley le dijeron para jugar a algo más divertido. Accedió cuando ginny también decidió unirse al juego. Le sorprendió que Bill y Charlie también lo hicieran. Así que ahí se encontraba, jugando con todos los Weasley (a excepción de Percy) a tirarse tierra del patio.
Harry creyó que nunca se había divertido tanto.
—Charlie! —El llamado volteó y de inmediato le cayó una bola de lodo en la cara por parte de Ginny.
El sonido de una aparición detuvo el juego de los niños. De inmediato, aparecieron los Potter.
—¡Aidan! —Ron se acercó corriendo a su hermano, quien lo abrazó de inmediato.
—¡Harry! — Su madre le miró de pies a cabeza, seguramente por lo sucio que debía estar.
—¡¿Por qué estás así?! — Prongs se le acercó mirándolo con desaprobación.
—Solo estuvimos jugando, señor Potter. —Ginny se acercó. Prongs pareció ignorarla porque miro enojado hacia Harry.
—Estás todo sucio. No se te puede dejar en un lugar porque haces un desastre. ¿Sabes comportarte? —Harry apretó los labios en intento de no gritarle al adulto.
—James, calmate. Con un hechizo quedará limpio. —Su madre se acercó, sosteniendo a Aidan de la mano, quien le sonrió. De inmediato su madre susurro un hechizo y Harry quedó limpio.
El resto del día, al llegar a Potter Manor la pasó con su hermano hablando sobre diversas cosas mientras comía un helado que Aidan le había dado. Aún así, varias dudas sobre su cabeza seguirián rondando. ¿Su hermano le ocultaba algo?
Este capítulo marca un antes y un después para los hermanos Potter...
No olviden dejar sus comentarios porque cada vez que los leo tengo motivación para seguir escribiendo <3
Nos leemos
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