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First impressions
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Primeras impresiones
Al llegar al caldero chorreante, los adultos y niños ingresaron hacia el callejón rápidamente. Apenas entraron, se toparon con la familia Weasley que se encontraba dentro de una tienda de bromas. Aidan ingresó corriendo a la tienda sin avisar, razón por la que Harry y el resto siguió su paso hacia la tienda de bromas.
—¡Ron!
—¡Aidan!
Tan rápido como Aidan y Ron se vieron, se abrazaron fuertemente. Harry aún no podía acostumbrarse a ver ese tipo de escenas.
—El niño que mi hijo abraza es Ron Weasley. —indicó James a sus espaldas.
Harry intentó ignorar al resto y trató de buscar a Ginny con la mirada. Debería estar ahí, teniendo en cuenta que dentro de la tienda también estaban los gemelos, quienes empezaban su tercer año en Hogwarts. Tras unos segundos de buscar a su amiga con la mirada, la encontró, quien hablaba animadamente con ¡Neville!. Que sorpresa, encontrar justo a su otro amigo en el mismo lugar.
Caminó por los pasadizos hasta casi llegar al final de la tienda para encontrarse con sus amigos. Neville y Ginny le sonrieron al verle.
—Espero que ninguno de ustedes se olvide de mí durante el año. —Fue lo primero que le dijo Ginny al verlo cruzándose brazos con una sonrisa en el rostro.
—Creeme, no sucederá. —Harry le sonrió a su amiga. —¿Compraban algo?
—Yo no. —Habló Neville. —Encontré a Ginny fuera cuando apenas llegaba con mi abuela así que solo seguí al resto de los Weasley.
—Yo tampoco en realidad. Solo espero a que los gemelos consigan lo que sea que buscaban. —Dijo Ginny esta vez rodando los ojos.
—¿Ya has comprado algo? —preguntó Harry hacia Neville.
—Las túnicas. Cuando llegué estaba vacía, por lo que me atendieron rápido. —Dijo su rubio amigo. —Deberías ir si está vació, de lo contrario, te demoraras una eternidad para que te atiendan.
Harry agradeció el consejo de su amigo, supuso que sería mejor ir por las túnicas.
—Creo que iré yendo. ¿Me acompañan?
—Me gustaría, pero mamá dijo que no me aleje de aquí. —dijo Ginny algo triste.
—Lo mismo mi abuela. Ahora está hablando con la señora Weasley.
Harry comprendió a sus amigos y se dirigió a la entrada de la tienda, donde James hablaba animadamente con el señor Arthur.
—Buenos días señor Weasley. —saludó Harry.
—Buenos días Harry. —Saludó el señor Weasley con una amable sonrisa.
—¿No deberías ver que quieres comprar de acá? —preguntó James hacia Harry.
—Creo que no hay nada que quiera comprar por ahora. —James asintió, mirándolo con lástima ¿Porqué? —Quería saber si podíamos ir a la tienda de túnicas. No encuentro a mamá.
—Puedes ir solo. —Indicó James. —Solo asegúrate de no perderte, luego estaremos en la tienda de libros. —Harry asintió ante la indicación. Supuso que era mejor ir solo. De todas formas, no sería su primera vez en el callejón Diagon, razón por la que conocía varias de las tiendas.
Agradeció internamente a Kazumi, con quien solía pasear por el callejón Diagon comprando algunas cosas cuando las necesitaba. En algunos de esos paseos, su padre también solía acompañarlos. Esas salidas solían emocionar a Harry... casi sintiéndose como en una familia de verdad.
Se dirigió de inmediato hacia la tienda de Túnicas de Madame Malkin que se encontraba a unas tiendas más al fondo. Madame Malkin era una bruja sonriente y regordeta, vestida de color malva que le sonrió al verlo ingresar a la tienda. Harry agradeció internamente llegar cuando aparentemente no había personas dentro.
—¿Hogwarts, guapo? —dijo, cuando Harry empezó a hablar—. Tengo muchos aquí... En realidad, otro muchacho se está probando ahora.
En el fondo de la tienda, un niño de rostro pálido y puntiagudo estaba de pie sobre un escabel, mientras otra bruja le ponía alfileres en la larga túnica negra. Madame Malkin puso a Harry en un escabel al lado del otro, le deslizó por la cabeza una larga túnica y comenzó a marcarle el largo apropiado.
—Hola —dijo el muchacho. Harry notó de inmediato el color platinado de los ojos del niño. — ¿También Hogwarts?
—Sí —respondió Harry, sin saber que otra cosa podía decir.
—Mi padre está en la tienda de al lado, comprando mis libros, y mi madre ha ido calle arriba para mirar las varitas —dijo el chico. Tenía voz de aburrido y arrastraba las palabras—. Luego voy a arrastrarlos a mirar escobas de carreras. No sé por qué los de primer año no pueden tener una propia. Creo que voy a fastidiar a mi padre hasta que me compre una y la meteré de contrabando de alguna manera.
Harry supuso que el muchacho debía ser un sangre pura por su manera de hablar y la postura que mantenía. A diferencia de Neville, el niño de su lado debía pertenecer a alguna de esas familias sangre puristas con muchos prejuicios. Harry añadió en su mente que sería mejor mantenerse alejado si era de esa forma. Relacionarse con un sangre purista conservador sólo pondría en riesgo su relación con su hermano.
—¿Tú tienes escoba propia? —continuó el muchacho. Harry dudó en si responder o no.
—¿Importa? —dijo Harry, incómodo por la actitud tosca del rubio, por lo que lo imitó. Los ojos plateados del niño lo vieron sorprendidos, como si no hubiera esperado aquella respuesta de su parte.
—¿Crees que puedes desafiarme? —El niño se veía ofendido.
—Solo pregunté si era algo importante tener una escoba o no. —Harry se defendió. El niño arrugó la nariz.
—De todos modos. ¿Juegas quidditch?
—A veces. —Respondió Harry.
—Papá dice que sería un crimen que no me eligieran para jugar por mi casa, y la verdad es que estoy de acuerdo. ¿Ya sabes en qué casa vas a estar?
—No —dijo Harry con simpleza, prediciendo que aquel niño no era un candidato para ser un amigo o al menos alguien con quisiera relacionarse.
—Bueno, nadie lo sabrá realmente hasta que lleguemos allí, pero yo sé que seré de Slytherin, porque toda mi familia fue de allí. ¿Te imaginas estar en Hufflepuff? Yo creo que me iría, ¿no te parece?
—Mmm —contestó Harry. En efecto debía pertenecer a una familia sangre purista, como los Blacks.
Realmente el niño empezaba a irritarlo. Harry esperaba no tener que topárselo seguido en Hogwarts. Si el niño tenía prejuicios por las casas, no sabía qué más podía esperar de él.
—Pero en serio. ¿Ninguna casa por la que tengas deseos de entrar? —preguntó nuevamente el muchacho.
—Mmm... No lo creo.
—¿Ni siquiera la casa a la que han ido tus padres? Por cierto, ¿cuál es su casa? Son de nuestro tipo, ¿no? Sería vergonzoso tener que ser el primer mago de tu familia.
—Pues no lo soy. —Harry se sentía cada vez más irritado. Añadiendo el comentario para no tener problemas en un futuro.
—¿De qué familia eres? ¿Es conocida? —Harry volvió a dudar ante las interrogantes del chico. En realidad, Harry no quería que empezaran a relacionarlo con su hermano tan pronto.
—En serio. Creo que eso no importa ahora. Lo sabrás en Hogwarts. —Harry trató de ser lo más respetuoso posible con su respuesta. Ganarse enemigos tampoco parecía conveniente.
—¿Tu nombre al menos? —El niño dejó de sonar tan tosco, preguntando con curiosidad. —Yo soy Draco.
Draco. Harry recordó. Un nombre nada común en realidad. Mismo nombre que una constelación, pudo recordar lo que había leído de astros en uno de los libros sobre familias mágicas. Solo los Black nombraban de esa forma a sus hijos. Era imposible que Draco llevará el apellido Black, pero podía tener familia que sí. Harry intentó recordar lo que había leído de familias mágicas... Draco debía ser un Malfoy. La menor de las primas de su padrino se había casado con uno de ellos, que de paso fue acusado de mortifago.
Extrañaba a su padrino... Pero Harry ya se había resignado a volverlo a ver. Pero al menos, aún tenía a Remus.
Harry supuso que no estaría mal dar su nombre, en otras circunstancias. Sería imposible ser el único Harry en el mundo mágico. ¿Cierto? Pero el muchacho frente a él era un Malfoy y si comentaba sobre su encuentro y la teoría de Harry sobre lo común de su nombre era falsa, lo relacionarían con Aidan inmediatamente.
Harry trató de pensar en una respuesta sin necesidad de dar su nombre. Pero antes de que Harry pudiera contestar, Madame Malkin se acercó a él.
—Ya está listo lo tuyo, guapo. —comentó Madame Malkin. Y Harry, sin lamentar tener que dejar de hablar con el chico, bajó del escabel.
—Bien, te veré en Hogwarts, supongo —dijo el muchacho. Harry asintió y salió del lugar, sabiendo que las túnicas luego llegarían por encargo a la mansión Potter.
:.:.:
Sacó la bolsa que su madre le había dado antes de salir y, estando entusiasmado, pagó por todos los productos que él y Ron habían elegido. Ese año sería espectacular. Ron y él se encargarían de hacer las mejores bromas posibles, junto a los gemelos y su hermano. De pronto, Aidan recordó que había perdido a Harry de vista desde que había entrado al local de los productos.
Una vez que la señorita de la vitrina le devolvió una bolsa con todos los productos encogidos, Aidan volteó sobre sus talones para buscar a Harry con la mirada.
—¿Qué buscas? —preguntó su amigo.
—A mi hermano.
—De seguro Ginny sabe dónde está. —Comentó Ron. Aidan asintió, recordando la amistad entre la hermana menor de su mejor amigo y Harry. —Ginny esta por ahí. —El pelirrojo señaló y ambos niños se acercaron hacia donde estaba la niña conversando con Neville.
Neville.
Aidan conocía relativamente poco al niño, pero de alguna manera el rubio había logrado hacerse amigo de Harry. Algunas veces Neville y Ginny visitaban a su hermano en la mansión y Aidan no le agradaba en absoluto el sentimiento que se formaba en su pecho. Muchas veces había visto a Harry reír más con Neville que cuando pasaba tiempo con Aidan. Era... molesto.
Intentando ocultar su clara incomodidad hacia el amigo de su hermano, Aidan se acercó con una sonrisa para saludar a Neville y Ginny. Ninguno pareció notar la incomodidad en Aidan.
—Mmm, dijo que iría a ver las túnicas. —Respondió Neville a la pregunta de Ron, sobre si alguno sabía a dónde había ido Harry.
—¡Gracias! Iré a buscarlo. —Aidan agradeció con una sonrisa y agarró a Ron del hombro dirigiéndose hacia la salida de la tienda.
Una mano sobre su hombro, detuvo su caminar. Volteo y vio a Brandon, el auror. Se relajó al reconocer al adulto.
—Debo acompañarlos a donde vayan. Madam Malkin, ¿cierto? —Aidan asintió a la pregunta del auror.
Su padre también los acompañó al verlos salir de la tienda, quien iba conversando con Brandon sobre algunos asuntos del departamento de aurores del ministerio. Mientras tanto, Aidan ponía al día a su mejor amigo pelirrojo sobre el auror que les hacía compañía y su tarea encomendada de cuidarlo. Ron asintió comprensivamente ante sus palabras y llegaron a la tienda.
Al entrar, parecía no haber rastro de Harry.
—¿Podría hacerlo mejor? Hasta un elfo podría hacer mejor su trabajo. —La voz de un niño, llamó la atención de Aidan y Ron, quienes se adentraron a la tienda.
—Draco. —Una voz más grave regaño a un rubio niño de cara pálida.
—Vamos padre. Solo decía la verdad.
Aidan y Ron se miraron, incómodos por la escena.
—Espero que no vaya a Hogwarts. —Susurró Ron a su lado. —Su padre trabaja en el ministerio con el mio. Es un Malfoy.
—Lucius Malfoy trabajó junto a ya-sabes-quien. —Susurró Aidan, recordando la información de sus clases teóricas. —Ojalá no esté en nuestro año.
El ambiente en la tienda se volvió tenso y algo incómodo con la presencia de los Malfoy. Aidan no pudo evitar sentir cierta desconfianza hacia ellos, sabiendo la reputación que la familia Malfoy tenía en el mundo mágico. Su padre le había contado algunas historias sobre ellos, y aunque Aidan siempre prefería darle a las personas la oportunidad de demostrar que no se ajustaban a estereotipos, aquel encuentro inicial con Draco no le inspiró mucha confianza.
Sin querer prolongar más la estancia junto a los Malfoy, Aidan se decidió salir de la tienda tras no encontrar a su hermano en ella. De inmediato pensó que otro lugar visitaría su hermano luego de comprar sus túnicas. Aidan volvería a esa tienda por su tunicas propias cuando los Malfoy ya no estuvieran en ella.
—¡Harry! —exclamó Aidan apenas entró a Flourish y Blotts, la librería mágica.
Harry se giró hacia Aidan y le sonrió cálidamente. Su hermano sostenía algunos libros.
—Oh, hola. ¿Dónde estabas? —preguntó Harry.
—Estaba comprando algunos artículos de bromas con Ron. —explicó Aidan mientras Ron se acercaba también.
—Fred y George nos dieron muy buenas recomendaciones de algunos productos. —Interrumpió Ron. —Podremos hacer cientos de bromas. Todas muy bien planeadas desde la sala común de gryffindor. —Sonrió Ron.
—Sí, podría ser. —dijo Harry con algo de duda. — ¿Qué tal si terminamos de comprar los libros que necesitamos? —dijo Harry dándole un montón de libros a Aidan. Aidan los recibió.
—Terminemos pronto aquí. —Dijo Aidan siguiendo a su hermano y Ron detrás de ellos. —Así podremos ir por tu varita los más rápido posible.
:.:.:
La campana de la tienda sonó cuando la puerta se abrió y Harry junto a los Potter entraron a la tienda de Ollivanders. Harry no podía evitar el hecho de que tendría una segunda varita, pero supuso que no estaría mal tener una de repuesto a la que le había fabricado el padre de Kazumi tiempo atrás. De todas formas Harry presentía que su conexión con la nueva varita no sería como la que ya tenía.
Los ojos verdes de Harry examinaron el lugar, nunca habiendo estado en aquella tienda. El lugar era pequeño y vacío, salvo por una silla larguirucha. Había miles de cajas estrechas y amontonadas hasta llegar al techo del techo de la tienda. Era como si fuesen una infinidad de varitas que nunca podría acabar de contar si se lo propusiera.
—Buenos días —dijo una voz amable apareciendo un anciano por el mostrador. Sus ojos, grandes y pálidos, brillaban como lunas en la penumbra del local.
—Buenos días —saludó Harry, aún curioso por la cantidad de varitas dentro del local.
—Buenos días. — Saludaron su madre y James. Aidan saludó luego de ellos.
—Harry Potter, finalmente vino a verme —dijo el hombre tras los saludos de los adultos—. Lamento que tus padres no hicieran caso a mi recomendación. —Harry sabía que en el cumpleaños número siete de su hermano, este había conseguido su varita. Pero Harry no podía presentar quejas ante los adultos.
—Preferimos esperar. —James habló.
—Entiendo, entiendo. —Seamos rápidos. Durante estos días, suelo recibir grandes números de visitantes que vienen por su primera varita.
El anciano salió del mostrador y se acercó a Harry con un centímetro. Le preguntó con que mano hacía uso de la varita y Harry respondió que con la derecha. Luego el anciano empezó a tomar medidas de su brazo. Tras unos minutos, entró por una pequeña puerta y volvió a salir con varias cajas flotando detrás de él.
—Ten, toma esta. —El anciano abrió la caja y le hizo tomar la varita dentro de ella. —Sacudela. —Al hacerlo, no sucedió nada.
Harry probó infinidad de varitas, repitiendo el mismo movimiento con cada una de ellas. Aidan le echaba porras, diciéndole que no se dé por vencido, que a Aidan le había sucedido lo mismo cuando había ido por la suya. Pero Harry sentía que ninguna varita de la tienda de Ollivanders era para él, él ya tenía una. Sentía que sería traicionar a la varita que ya tenía si una de esas decidiera escogerlo.
Finalmente, tomó una nueva varita y sintió una sensación casi familiar. Era como tomar su varita de nogal, pero había algo ligeramente diferente en esa nueva varita. El cosquilleo recorrió su cuerpo. Levantó la varita sobre su cabeza y la hizo bajar. Una corriente de chispas rojas y doradas estallaron en la punta como fuegos artificiales, arrojando manchas de luz que bailaban en las paredes.
—¡Brillante! —Dijo Ollivanders allegre. —Pero curioso, como siempre. Madera de saúco y pluma de fénix. Treinta y tres centímetros.
—¿Nos dirá que es curioso? —preguntó James. Ollivander miró a Harry y luego posó su mirada sobre Aidan.
—Que cada niño descubra los secretos de sus varitas. —Sonrió Ollivander.
N/A: El capítulo más esperado finalmente ha llegado. Pero parece que Harry no se ha llevado una buena impresión de Draco. ¿Cómo creen que evolucione su relación en su primer año? 👀
Y no dejamos de lado la segunda varita de Harry...
¡Lxs leo!
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