Parte 3
¿Tienen el corazón desbocado? Porque yo sí.
Todo lo que Keiji entiende es que Osamu está frente a él.
Nota que lleva ropa mucho más gruesa y resistente que antes, a excepción del día en que lo encontró, y que también tiene una espada en la cadera, aunque eso es un consuelo. Simplemente encuentra su mirada con esos ojos grises al otro lado de la playa y tiene que evitar dar bandazos hacia adelante y chocar contra la espada de Kuroo.
Sí, la espada apuntando directamente a él.
Al menos no hay nadie más a su alrededor. Su cabaña, la única casa que conoce, está en algún lugar a su derecha, pero no se molesta en observarla. El hecho de que realmente cortó el cordón umbilical con ese lugar cuando salió de la aldea por primera vez en su vida lo golpea como un martillo, como el frío del mar chocando contra su cara después de una mala inmersión.
—¿Estás bien? —grita Osamu, dando dos desaconsejables pasos hacia adelante—. Estos bastardos no te lastimaron, ¿verdad?
Las mejillas de Keiji se colorean, y apenas entiende por qué. Después de todo, ha pasado los últimos días acostado entre sábanas de seda y comiendo comidas calientes perfectamente adecuadas, pero no es como si él lo hubiese pedido, por lo que se propuso a estar infeliz y enojado todo el tiempo.
Kuroo, a sus espaldas, se pone rígido, y es Tsukishima quien da un sensato paso adelante—. Deja el reloj de sol allí —dice, señalando un punto anodino en la arena junto a una roca—, luego lo dejaremos ir. Como ves, Akaashi está ileso. —Y luego murmura entre dientes—. Aunque no es que él haya sido de ayuda con eso.
Lo cual es muy cierto, pero Keiji sigue resentido de todas maneras—. Estoy bien.
—¡Me alegro! —grita, con toda la convicción que puede reunir, a pesar de que sus rodillas se sienten como gelatina.
—No estoy herido —Y tiene que morderse la lengua para evitar gritar el nombre de Osamu. Por alguna razón que no obedece a la lógica, no parece apropiado llamarlo cuando el que este se acerque podría significar la perdición para ambos. Es muy consciente del hecho de que la tripulación del Panther está esperando fuera de vista, en pequeños botes justo detrás de los acantilados, listos para recibir la señal del Capitán.
Estamos hablando de piratas, por lo que las cosas se pueden ir al demonio en cualquier momento, y Keiji...
—Lo siento —dice Osamu, caminando cuidadosamente hacia adelante, sosteniendo una cosa amarilla en su mano levantada justo al lado de la cabeza. Un signo universal de rendición.
Keiji puede sentir su corazón en la garganta, y quizás también lo sienta dentro del pecho de Osamu.
Puede que solo lo conozca desde hace unos dos meses, pero ese exacto momento se siente como el más importante de sus vidas.
La caminata parece durar una eternidad, aunque en realidad no es un tramo de playa particularmente largo el que recorre Osamu—. ¿Tu compañero no debería también acercarse con Akaashi? —refunfuña, inclinándose para colocar el reloj de sol al lado de la piedra.
Kuroo se ríe—. Estoy seguro de que ese reloj de sol no se escapará, a diferencia de tu Akaashi. Además, no es como si fuera de utilidad para nosotros —gruñe—. Además, Kei es bastante delicado, no quiero que esté cerca de ti más de lo necesario. —Dios, este tipo tiene los dientes más blancos y la sonrisa más molesta que Keiji jamás haya visto—. Ahora aléjate, Miya. Kei, trae el reloj de sol.
A regañadientes, Osamu obedece, aunque Keiji puede decir —por la forma en que su torso se inclina hacia adelante y su mano se dirige hacia la espada en su cadera— que está más que listo para correr hacia adelante y rescatarlo. Ha probado la resistencia de la soga que ata sus muñecas en numerosas ocasiones a lo largo de la última hora, pero no puede evitar volver a intentarlo, haciendo una mueca de dolor al sentir su piel en carne viva—. Paciencia. —Escucha que Tsukishima murmura a sus espaldas, pero el rubio continúa presionando ligeramente la espada contra su riñón izquierdo.
Alguna señal silenciosa y sutil debe pasar entre Tsukishima y Kuroo, porque entonces el rubio le da un codazo en el hombro, acercándolo en dirección a Osamu.
Más cerca, más cerca, y si no fuese por el agarre sorprendentemente firme en su hombro, ya estaría corriendo.
Tan pronto como llegan al reloj de sol, Tsukishima se inclina para recogerlo y, justo después, Keiji siente un tirón en sus ataduras. La espada, antes presionando su espalda, corta la cuerda y esta cae al suelo.
Duda por un segundo, volviéndose a mirar a Tsukishima, quien ya está dando un tentativo paso hacia atrás.
Vuelve la mirada atónita hacia Osamu, quien tiene una mano extendida en su dirección.
Pero las cosas no podrían terminar así, ¿verdad?
Puede que no sepa nada del mundo más allá de esa pequeña isla, pero sabe lo suficiente como para entender que las disputas entre piratas no terminan así de fácil.
No obstante, no puede evitar sentir que su pecho se llena de calidez cuando da el primer paso hacia adelante. Sin embargo, una parte de él se siente fría y arrepentida. Si bien todavía cree que su enojo con Bokuto está completamente justificado, tal vez no deberían haberse separado en esos términos.
Aun así, Osamu está frente a él, con el mar lamiendo sus pies.
Da otro paso hacia adelante y es entonces cuando suena el atronador disparo de un mosquete.
Por supuesto que no podía terminar todo tan fácilmente.
Solo le toma un segundo mirar hacia atrás y enfocar la vista en Kuroo, quien se agarra un hombro ensangrentado, y luego hacia la entrada un tanto oculta al sendero de la jungla por donde puede ver que más personas —piratas— comienzan a emerger. Uno de ellos se ve exactamente como Osamu, solo que con el cabello desteñido hasta ser de un rubio arenoso.
Y al segundo siguiente, un cuerpo delgado y veloz lo captura repentinamente por la espalda. Es entonces cuando logra ver un destello plateado junto a su garganta—. ¿De verdad tu chico tuvo que hacer esto más difícil de lo necesario? —Tsukishima grita.
En algún lugar a su derecha, oye a Osamu gritar—. ¡Detente!
—Oh, como si toda tu tripulación no se estuviese escondiendo detrás de los acantilados —resopla Keiji, moviéndose en el agarre del otro hombre, pero todo lo que logra es que Tsukishima le apriete las manos detrás de su espalda—. Pensé que eras un terrón de azúcar.
Casi puede ver la sonrisa en el rostro del rubio—. Si crees que esos dos dejarán que alguien tan inútil-... —comienza, resoplando, pero se ve interrumpido cuando vuelve la mirada hacia los demás piratas, quienes están incómodamente quietos. El sujeto con un gran sombrero de extremos doblados hacia arriba y ojos que se parecen más a los de un zorro que a los de un humano ha levantado una mano, deteniéndolos.
—Kita-san —jadea Kuroo. Su camisa está manchada de rojo, pero la sangre se extiende con lentitud y, ahora que se ha enderezado, solo una leve mueca en su rostro delata el dolor que debe estar sintiendo—. Dios, supongo que siguen siendo zorros después de todo. —Casi parece arrepentido cuando el primer bote rodea los acantilados, seguramente alertado por el disparo—. ¿Es demasiado tarde para decir que hoy realmente no buscábamos pelear?
—¡Como si fuéramos a confiar en ti! —El que se parece a Osamu —Atsumu, deduce Keiji— espeta, apretando su agarre alrededor la de empuñadura de su espada—. ¡¿Volaste nuestro barco en pedazos pensando que no habría consecuencias?!
—De alguna manera eso hice —responde secamente Kuroo antes de mirar a Keiji o, mejor dicho, al hombre detrás de él—. Kei —dice simplemente, y por alguna razón, hay algo en sus ojos muy parecido a una súplica. Está claro que a todos los demás en la playa —a excepción de Bokuto, que acaba de desembarcar de uno de los pequeños botes luciendo bastante preocupado— les falta una pieza clave del rompecabezas para entender de qué se trata todo eso.
La mano alrededor de las muñecas de Keiji se aprieta, esforzándose por mantener su agarre mientras este forcejea por liberarse.
Sabe que Tsukishima no es capaz de abrirle la garganta. En primer lugar, porque frustraría el propósito de mantenerlo cautivo, y en segundo lugar, porque no parece ser esa clase de persona—. ¿No puedes simplemente dejarme ir? Ya tienen lo que quieren —susurra, señalando el lugar donde el reloj de sol cuelga de la cintura de Tsukishima. Ahora que está cerca y puede echarle un vistazo, realmente se pregunta por qué todo el mundo sigue haciendo tanto alboroto. Está hecho de un metal sin brillo, probablemente bronce, y es un poco más grande que la palma de su mano.
Tiene grabados por todos lados, en un idioma que no conoce, pero aun así, incluso alguien como él, proveniente de una aldea en los confines del mundo, sabe que probablemente no valga mucho.
El cuchillo contra su garganta presiona con más fuerza, y siente el corte de metal antes de que el olor del cobre de su propia sangre golpee su nariz—. Mierda —sisea Tsukishima—. Lo siento, no... ¡Solo deja de pensar en hacer algo estúpido! Todavía hay posibilidad de que todos salgamos de aquí con vida...
—No —dice Atsumu, dando un par de valientes pasos hacia adelante. Todavía está a unos dos metros de Keiji y Tsukishima—. Todos ustedes, bastardos, tienen una deuda con nosotros, y estamos aquí para cobrarla. —Mira a Kuroo con los ojos entrecerrados—. No eres estúpido. Nosotros tenemos el doble de cañones y potencia de fuego más que suficientes para enfrentarlos —dice mientras señala el mosquete que cuelga de su hombro—. Empezaría por entregar al mocoso de Tsukishima. ¿O acaso simplemente lo mataste luego de cobrar el rescate? —Kuroo parece absurdamente disgustado por esa declaración. Keiji no puede evitar divertirse, a pesar de que dicho mocoso tiene un cuchillo contra su cuello.
Detrás de él, Tsukishima se aclara la garganta, pero antes de que pueda hablar, Kuroo grita—. ¿Y qué es él para ti? No es como si ustedes, zorros, no pudieran hacer su propia investigación.
—Teníamos prisa —grita el capitán, Kita, dando un paso al frente—. Y no, solo averiguamos lo que pudimos. Teníamos un par de deudas que saldar. Pero puedes cortar con las distracciones, Kuroo. —Sus ojos se deslizan hacia Keiji y Tsukishima—. Tengo ojos y, ¿quién crees que nos dio el barco? Tu mamá tiene buen gusto para los retratistas —dice, mirando directamente a Tsukishima—. Tiene una copia al carbón en forma de pintura en su salón.
Kuroo se ríe, fuerte y algo desesperado—. Muy bien, estoy seguro de que estás alucinando porque-...
—No regresaré a Karasuno —sisea Tsukishima, y su mirada debe ser algo serio porque incluso Kita retrocede—. No puedes obligarme, seas quien seas. Primero me arrojaría por el costado de tu barco.
—Me temo que tendremos que atarte entonces... —dice Kita.
A espaldas de Keiji, Tsukishima tiembla de rabia, incluso hasta el punto de que la mano que sostiene el cuchillo, tiemble.
No es el mejor momento, imagina, pero si su idea sale bien, lo peor que puede pasar es que Osamu tenga otra cosa por la cual llamarlo loco.
Se mueve sobre sus pies, como si estuviera calmando el dolor de sus pantorrillas. Tsukishima sigue distraído; continúa diciendo algo, pero no le está prestando atención mientras levanta la pierna y mete la bota de tacón en la rodilla del rubio e inmediatamente después se pone de puntillas. El impulso es suficiente como para que Tsukishima trastabille, y para que él se dé la vuelta en su agarre y lo empuje para que este caiga de culo.
Su mano se aferra al trozo de metal en el cinturón de Tsukishima y jala.
Y luego se da cuenta de que solo planeó hasta ahí.
Su primer instinto es ir en dirección a Osamu, pero tiene al menos a tres miembros de la tripulación del Panther entre ambos y solo una chatarra que sirve para decir la hora como defensa. Además, eso solo haría que fuese más difícil calmar la situación.
Algo se agarra a la pernera de su pantalón. Tsukishima lo mira, pero Keiji se lo sacude. Mira hacia la jungla, donde está la tripulación de Osamu, y sabe que si va por esa ruta sería lo mismo. A sus espaldas está el mar, pero ahí es donde está la tripulación de Kuroo en sus botes, así que, por una vez, no es un refugio seguro. A no ser...
Hay otra opción, una que sería idiota para cualquiera que no pasara todos los días de su vida subiendo por el estrecho y traicionero estrecho hasta la cima de los acantilados. Ahí, tal vez podría tener una ventaja y hacerlos escuchar. Así que se dirige rumbo hacia los acantilados, con el reloj de sol en mano y Tsukishima gruñendo, pisándole los talones.
Akaashi está vivo, hermoso, relativamente ileso y absolutamente loco. Osamu lo ve partir hacia los acantilados y solo entiende que su imprudente y absurdamente dulce buzo de perlas intentará resolver todos sus problemas de una manera que quizás no sea efectiva entre esa multitud de personas en particular.
Porque, por supuesto, tan pronto como Akaashi comienza a correr con el rubio alto y de piernas largas pisándole los talones, todo en la playa se convierte en un pandemónium.
Intenta alcanzarlo, pero Akaashi es rápido, y él tiene a un loco de cabello plateado tratando de cortarle las extremidades con cada paso que da.
Y todos los demás también intentan alcanzarlos. Incluso Kuroo, con su brazo lesionado, esquiva a Kita, defendiendo con todo lo que tiene cada centímetro de terreno que gana contra este.
Honestamente, Osamu ve ambas perspectivas.
Si los estúpidos gatos no hubiesen volado su barco en pedazos, incluso podría ser comprensivo con ellos; debe estar ocurriendo algo muy grave como para que Kuroo busque ese reloj de sol con tanta determinación, especialmente luego de ver a Keiji corriendo como si no hubiese estado en mejores condiciones en su vida, por lo que es claro que la tripulación del Panther no apuesta especialmente a la tortura.
O quizás sí lo hagan, pero Bokuto tuvo voz en el asunto y es por eso que Keiji está bien.
Reflexiona al respecto mientras golpea al hijo de puta de cabello plateado en el trasero. Se las arregla para correr hasta casi llegar a la piedra negra de los acantilados. Una vez que llegue al estrecho debería tener ventaja ya que sabe dónde están todas las piedras sueltas. Pero luego, por supuesto, Bokuto Koutaro aparece frente a él. Se ve igual que la última vez que lo vio —aunque en ese entonces no tenía ni nombre ni historia que adjuntar a la cara del bastardo—; con su cabello elevado en forma de cuernos y ojos dorados.
Bokuto es un hombre corpulento, un poco más que él, y es conocido por ser una bestia en combate cuerpo a cuerpo.
Pero también lo es él, por lo que prepara, muestra los dientes y...
—Mira, Miya, realmente necesitamos ese estúpido reloj de sol —dice Bokuto, con el ceño fruncido mientras detiene el primer golpe—. No puedo decirte por qué pero, ¿acaso te importa? A este paso, Keiji terminará herido...
—No tienes ningún derecho —jadea Osamu; los golpes de Bokuto son bastante fuertes— de llamarlo por su nombre.
El hombre de cabello blanco debe unir puntos en ese entonces, porque su rostro cambia a una expresión arrepentida—. Mira, entiendo que arruiné todo. Pero ni tú, ni el ladrón de tu hermano tienen derecho a juzgarme. Ese derecho es solo de Kaashi —resopla, retrocediendo un par de pasos, dejando el camino libre para que Osamu siga adelante—. Lamento haberlos hundido.
Osamu se apresura hacia los acantilados. Puede ver a Kuroo, herido, corriendo delante de él con gracia felina. Mierda—. Dile eso a los demás —le responde a Bokuto—, porque a mí me has hecho un favor.
Él también trata de ponerse al día. Kuroo sigue estando delante suyo mientras que Akaashi y Tsukishima están aún más lejos.
Aun así, lo intenta.
Llega a la cima, cuello a cuello con Kuroo; hay más personas a sus espaldas, jadeando y maldiciendo y...
Akaashi y Tsukishima están al borde del acantilado, y el buzo de perlas mantiene el reloj de sol fuera del alcance de todos—. Nunca lo encontrarán si lo dejo caer —amenaza—, lo puedo garantizar. —Vuelve sus ojos hacia Osamu—. ¿Puedes hacer que tu hermano y tu capitán me escuchen? ¿Cómo era esa palabra...? Parley, ¿verdad?
—¡No voy a convocar un Parley! —protesta Kuroo.
—Yo tampoco —dice Tsukishima, esforzando sus largas extremidades para llegar al reloj de sol.
Atsumu llega a su lado, jadeando por la subida—. ¡Y al diablo si nosotros aceptamos uno! ¡Jódanse todos ustedes, bastardos! Samu, tu chico está delirando.
—Yo soy el secuestrado —resopla Akaashi, molesto—, ¿no debería tener voz en este asunto?
—No, ya-... —Atsumu intenta discutir, incluso bajando su espada.
¡BANG!
Ni siquiera es que alguien esté disparando contra otra persona, es solo uno de los miembros más jóvenes del Vixen jugando con el mosquete —arma que Osamu conoce pero nunca había visto hasta el día de hoy— hasta que este se dispara, ruidosamente, dejando el aire con olor a quemado y pólvora.
Akaashi se sobresalta, pero se quitó las botas en algún momento de la subida así que sus bien entrenados dedos se aferran a los bordes irregulares de cada piedra bajo sus pies. Osamu imagina que su máxima amenaza sería saltar, precisamente porque es consciente de que para Akaashi sería pan comido.
Pero no parece ser así para Tsukishima, cuyo rostro permanece estático en un puchero molesto e impaciente hasta que su cuerpo está casi en posición horizontal, y solo entonces, cuando sus ojos se encuentran con los de Kuroo al caer, se ve verdaderamente asustado.
Osamu casi ignora al capitán del Panther corriendo.
Porque sus ojos están fijos en Akaashi, quien salta detrás de Tsukishima, sin ni un solo defecto en su forma mientras atraviesa el aire.
Mierda.
Mierda, mierda, mierda.
—Oh no, no, no... —Oye decir a Atsumu, porque son gemelos, y cuando uno está siendo razonable, el otro está siendo completamente ridículo.
Porque, por supuesto, Osamu también los sigue, arrojando su espada a un lado y logrando patear solo una bota fuera de su pie, a pesar de que nunca antes ha saltado de ese acantilado y de que es mucho más probable que se ahogue él antes que Akaashi—. ¡No peleen! —grita, aunque ni siquiera puede oír su propia voz por encima del viento soplando en sus oídos.
Es aterrador, es terrible; ni siquiera logra ver a alguno de los tres bajo las oscuras aguas.
Dios, es posible que haya cometido un gran, gran error.
Tsukishima Kei no sabe nadar.
Y sí, esto puede parecer mentira teniendo en cuenta que ha vivido los últimos seis meses en un barco, justo después de ser criado como un joven culto durante toda su vida.
Y es cierto que lo fue; sabe esgrima y puede montar a caballo mejor que nadie.
Pero en la natación, nunca pasó de bracear torpemente en la superficie. Y definitivamente no está en la superficie en este momento.
Por alguna razón se siente tranquilo mientras ve alejarse la luz del sol naciente. Tal vez sea que tragó mucha agua salada la primera vez que logró subir a la superficie, o tal vez sea que los colores del coral resaltados por la luz del sol, muy a su derecha, tengan un efecto relajante en él.
Los bordes de su visión se vuelven borrosos y el mundo se oscurece.
La tercera vez que Tetsuro emerge, se encuentra con la cabeza de Miya Osamu saliendo a la superficie—. ¿Dónde están? —grita por encima del murmullo del mar, y no puede evitar alegrarse de que hoy la marejada no esté particularmente fuerte. Él es un nadador bastante decente, pero tiene sus límites, y Tsukishima...
Tsukishima no es buen nadador en absoluto.
—Ni idea —grita Miya, escupiendo algo de agua y haciendo una mueca—. Me equivoqué al saltar. Tú estás más lejos, ¿crees que estén en la playa?
Tetsuro entrecierra los ojos. El único en la playa es Yaku, y sería difícil confundirlo con cualquiera de ellos—. No. —Se le mete agua en la boca, se atraganta y escupe—. ¿Crees que-...?
—Keiji no... él es... —Miya niega con la cabeza. Mira a su alrededor con impotencia, antes de que su expresión se ilumine—. Sé dónde están —grita, y luego, como un verdadero lunático, comienza a nadar hacia los acantilados, claramente empeñado en ser aplastado por las olas—. ¿Vienes? —dice, mirando hacia atrás. Tetsuro solo lo observa por un segundo antes de recordar la mirada de Tsukishima mientras caía—. Bueno, haz lo que quieras.
—Te juro Miya que si esto llega a ser una trampa... —dice, hundiéndose bajo la superficie, siguiéndolo.
Keiji no puede evitar suspirar de alivio cuando Tsukishima se retuerce tosiendo agua salada, con los ojos color rojo brillante.
El rubio lo mira por un segundo, con los ojos muy abiertos, y luego observa a su alrededor—. ¿Dónde mierda estamos? —pregunta con voz ronca.
—Es una cueva dentro de los acantilados. —Keiji se encoge de hombros—. Te caíste cerca de la entrada y no estaba seguro de poder llevarte hasta la orilla, eres pesado. —Está a punto de agregar algo más cuando dos cabezas emergen del agua justo delante de ellos; Osamu, luciendo preocupado, y Kuroo, con el cabello pegado a la cara y el rostro casi de color azul.
—¡Tsukki! —grita, y ambos se apresuran a llegar a la orilla.
En un rincón de su mente, Keiji capta como Kuroo llega hasta Tsukishima, toma sus manos con ternura entre las suyas y se disculpa.
Pero es solo ese rincón de su mente el que lo capta o al que le importa; el resto de él está concentrado en el cálido cuerpo de Osamu contra el suyo, y en sus labios presionando contra su boca.
El beso es apasionado, lleno de nostalgia y algo inapropiado para un lugar público, pero no es que le importe. Deja que la lengua de Osamu explore su boca con entusiasmo y recuerda por qué es que decidió dejar Fukurodani en primer lugar.
Es solo la sensación de dos pares de ojos posados sobre ellos lo que los detiene, y eso ocurre solo una vez que ya están satisfechos. Se acomoda mejor sobre una roca dura que se clava en su trasero y toma algo de distancia—. Los encontraste muy rápido —susurra en la boca de Osamu. Sigue estando tan cerca como para que pueda ver las pecas sobre su nariz.
—Aparentemente no fui muy sutil en tu aldea —se ríe—. Todos ya venían en camino, a excepción de ti.
—No lo sabía —dice Keiji—. Yo también te estaba buscando.
Tsukishima se aclara la garganta. Kuroo y él, a un par de metros a su derecha de donde están, definitivamente se ven incómodos—. Hasta que te secuestramos —dice con voz ronca.
—Lo siento —dice Kuroo, cabizbajo—. Supongo que te debemos una.
—¿Y qué ocurre con ese estúpido reloj de sol, por cierto? —pregunta Osamu—. Tsumu dijo que lo robó porque estabas enloquecido por conseguirlo, así que pensó que valía la pena, pero solo es una chuchería barata.
—Puede que para ustedes lo sea —resopla Kuroo—, pero es muy importante para mí —gruñe—. Lo necesito y no tengo motivos para explicarles por qué. Sin embargo, ¿qué quieren a cambio? Tenemos un montón de cosas en el barco. —Está chorreando agua, sin aliento, y luce absolutamente desesperado. Keiji casi siente pena por él, incluso si la propuesta carece de sentido.
No, en realidad sí la siente.
A pesar de todo, Kuroo no parece ser un mal tipo.
Así que hurga en su cintura, donde puede sentir el pequeño y frío peso del reloj de sol—. ¿Puedes solucionar este lío? —pregunta, sosteniéndolo—. Es estúpido-...
—Volaron nuestro barco-... —protesta Osamu, enderezándose levemente.
—Y nos disculpamos sinceramente —espeta Kuroo, con un suspiro exasperado—. No fue uno de mis momentos de mayor lucidez, tampoco el de Bo, pero hemos estado buscando esa cosa por cinco años. Les pagaremos por el barco, ¿de acuerdo? Pero siempre y cuando nos devuelvan el reloj de sol y dejen a Kei en paz.
Hay un momento de tensión en el que Keiji casi comienza a sentir miedo, aunque ya ninguno de ellos tenga armas. Finalmente, los hombros de Osamu se relajan y tira de él más cerca—. No te hicieron daño, ¿verdad? —pregunta.
Keiji se ríe—. Solo en la medida de que su cocinero no era tan bueno como tú. Pero no son malas personas, o quizás sea que quiero ir a ver a Nana.
Las mejillas de Osamu se sonrojan ante el cumplido—. Oh, está bien. Pero también tendrás que convencer a los demás. Tienes suerte de que nadie murió.
Todos se relajan visiblemente y Kuroo extiende la mano para tomar el reloj de sol de la palma extendida de Keiji—. Entonces es un Parley.
Y luego, Osamu, atrayendo a Keiji más cerca suyo, se ríe.
Koutaro lo encuentra sentado en la playa.
Parte del trato con los zorros —y su, francamente aterradora, nave de la armada— era que el Panther debía marcharse, y pronto. Mucho más ligeros de lo que llegaron, pero a fin de cuentas obteniendo lo que vinieron a buscar y un paso más cerca de la meta que ha ocupado la mayor parte de la última década de Bokuto y Koutaro—. Realmente me encantaría irme de aquí sabiendo que no me odias.
Akaashi no se sobresalta, probablemente lo escuchó acercarse. Él es así—. No te odio —murmura, abrazando sus rodillas más cerca de su pecho—. Sin embargo, es posible que siga enojado un tiempo más. ¿De verdad no pudiste enviar ni una sola carta?
—Yo-... —Koutaro sigue tropezando con secretos que no son suyos, pero que igual debe proteger—. No encontré el momento adecuado —dice, sentándose a una distancia respetuosa de Akaashi—. Yo... eh... Hablé con Konoha, parece que todos también la pasaron bastante mal por aquí. —Mira las olas golpeando suavemente contra la orilla—. Realmente lo siento.
Akaashi lo mira con ojos que, en ese momento, son del mismo color del mar; un azul oscuro, muy oscuro, con el sol reflejándose en el horizonte—. Lo sé. —Inclina la cabeza hacia un lado y deja ver un chupetón oscuro, probablemente de cuando él y el Miya menos molesto desaparecieron en la cabaña alegando que todos podrían llegar a un acuerdo por su cuenta y que estaban cansados. Para Koutaro, la imagen es un poco triste. Quizás alguna vez hubiese enloquecido de celos, pero eso era cuando Akaashi era lo único que tenía, y su hermoso rostro y ojos eran todo el océano que conocía—. Solo necesito estar enojado un poco más, supongo. Y también podríamos cruzarnos por ahí, así que...
—¿Entonces te irás con el Vixen? —pregunta Koutaro, recostándose en la arena. Esos viejos tiempos ya se han ido; ya no es la misma persona que era antes. Y quizás ahora haya otros ojos ocupando su mente.
Akaashi asiente—. Después de todo, ya había decidido irme. Y a Nana le está yendo mejor de lo que pensaba. La independencia siempre le ha sentado bien.
Koutaro se ríe—. Sí, recuerdo cuando iba al mercado con ella cuando era niño. Nadie podía regatear como ella.
Quiere agregar algo más, cualquier cosa, pero siente que no hay nada más para decir. Sería cruel insistir con sentimientos que ya no tiene por Akaashi. En silencio, agradece al mundo por el hecho de que su amigo de la infancia ahora es feliz, y se sienta con él hasta que el sol se pone, y un pequeño bote, con Kuroo y Tsukishima observándolos con cara seria, atraca en la orilla.
Después de todo, aún hay muchos lugares donde ir.
Se sube al bote, se despide, y ve a Akaashi esbozar casi una sonrisa.
Los piratas no suelen holgazanear.
Así que solo cinco días después de que su hermano y el resto de la tripulación aterrorizaran a Fukurodani, finalmente cargan el barco e izan las velas.
Y Osamu le muestra a Keiji el que será su —su— camarote.
Su amado está mareado y tiene las mejillas sonrosadas por todo el vino que acaba de beber en la cena con los Konoha y su abuela en la posada. Casi tropieza fuera del bote de remos que los llevó hasta el barco, dándole a Osamu otra excusa para aferrarse a él hasta el camarote sin que este se queje. No es el camarote del capitán, por supuesto, pero aun así es espacioso, y las linternas que cuelgan de las paredes bañan el ambiente con un cálido resplandor.
Akaashi sonríe, entrando primero. Se gira para mirar a Osamu con los ojos muy abiertos y llenos de asombro, de vida—. Mañana tenemos que levantarnos temprano, ¿verdad? —dice, sentándose en la cama y jugando con los cordones que atan la parte delantera de su camisa de una manera que sugiere de todo menos un descanso—. ¿A dónde dijo Kita-san que nos dirigimos? —El bello bastardo se divierte; es obvio por la suave sonrisa que se extiende en sus labios. No es que no hayan tenido oportunidad de pasar tiempo a solas, pero desde que se reencontraron, ninguno de los dos ha estado demasiado interesado en quitarse las manos de encima.
—Eh-... —Osamu traga saliva, su boca se seca cuando se acomoda entre los muslos abiertos de Keiji—. Itachiyama —dice, acomodando una rodilla entre las piernas de Akaashi—. Tsumu dice que no quiere volver a ver a ese brujo de mar, pero enloquece cuando alguien lo menciona, además de que él le hizo alguna clase de promesa.
—Ah... —Akaashi asiente, levantando una mano para tomar el rostro de Osamu—. Supongo que es hora de que le sigamos la corriente, entonces.
La mano de Osamu envuelve su cadera—. Y yo iré contigo, no importa a dónde o qué planee hacer mi hermano. —Se inclina para besar suavemente su frente, su nariz y luego sus labios—. Te amo.
Akaashi le sonríe dulcemente; no es la primera vez que Osamu se lo dice. La primera vez fue en algún momento después de esos primeros días luego de lo ocurrido en la cueva, después de que se permitió aceptar por completo que, incluso con el temor por el destino de su hermano y su tripulación, se había enamorado del buzo de perlas—. También te amo —murmura Akaashi, tirando de Osamu para besarlo de nuevo, con las manos ya desatando los cinturones que apresan la cintura del pirata—. ¿Crees que pueda bucear allí?
—Estoy seguro de que podrías bucear en alta mar, Keiji —dice Osamu, levantando los brazos del hombre para quitarle la camisa—. Criatura marina.
Akaashi se ríe, su cabello ya está alborotado—. Ahora soy un pirata, ¿qué otra cosa más necesito ser? —Sus manos se deslizan por debajo de la cintura, dentro de los pantalones de Osamu—. Deberías hacerme un tatuaje. Me gusta el tuyo —dice, mirando donde la camisa de Osamu se levanta para revelar al leviatán—. Aunque quizás empiece con uno más pequeño.
—Estoy seguro de que podremos solucionarlo —Osamu murmura contra el pulso en la garganta de Keiji—. Eres perfecto. Siento que nunca dejarás de sorprenderme.
—Espero que no —dice Akaashi, y los pantalones de Osamu finalmente se sueltan, cayendo alrededor de sus rodillas—. Me gusta la forma en que me miras cuando lo hago.
—Lo sé, y me gustas. Todo tú me gustas.
(Abro espacio para venir a gritar de emoción o suspirar enamoradamente...)
¿Ahora entienden por qué es mi fic de confort? ¡Es una historia increíblemente bella!
Vuelvo a agradecer a Kyrye (porque decir gracias una vez no es suficiente ;;;;) ¡Arrodíllense ante su grandeza y digan gracias!
No saben la cantidad de veces que he corregido esto en los tres meses que pasaron desde que terminé con la traducción. Se van a reír, pero a las 12 de la noche de año nuevo estaba sentada traduciendo en lugar de celebrar. Prioridades, ah.
Sé que hay algunos cabos sueltos que no se terminan de explicar y les juro que yo también me muero de la intriga, pero eso ya está siendo tramitado y en un futuro les traeré una nueva traducción de este mismo universo, ¡sigan sintonizados!
En fin, si llegaron hasta acá, déjenme agradecerles tomarse el tiempo de leer y disfrutar esta historia tanto como yo lo hice. Es un sueño cumplido estar publicando esto, así como lo fue publicar el fic de "Reglas para sobrevivir en Yakarta". Actualmente ya estoy poniéndome manos a la obra consiguiendo algunos permisos de traducción así que seguramente nos volvamos a encontrar por acá.
Creo que eso sería todo por hoy, ¡besitos!
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