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Parte única


"Aliento de insecto, danza de aguijón de abeja".

En un certero movimiento Shinobu lanzó uno de sus ataques más letales contra aquel escurridizo demonio, que tantos problemas le había causado. Apenas logró darle a la criatura esta se desplomó, retorciéndose en el suelo por el suplicio que le provocaba el veneno que la mujer había dado contra su cuerpo.

Kochou observó la escena con una sonrisa de satisfacción ornamentando sus labios. Sin embargo, en cuanto el demonio dejó de moverse dándole a entender que había muerto, el rostro de la chica degeneró hasta el dolor. La adrenalina, que le había permitido pelear y mantenerse de pie, no tardó en abandonarla una vez pasado el peligro, haciéndola caer sobre el piso nevado. Shinobu soltó un quejido mientras buscaba la fuente de su tormento.

No tardó en encontrarla. La sangre que se escurría debajo de su cuerpo y teñía la nieve sobre la cual posaba en un charco carmín que iba haciéndose cada vez más abundante le indicaba la existencia de un corte profundo. Shinobu se quitó la media con patrón de mariposa que cubría su pantorrilla para analizar bien la herida. El dolor que le recorría el cuerpo ejercía como un cruel verdugo al que intentaba detener para que dejara de efectuar castigo.

Sacó una pequeña botellita que portaba en una alforja de cuero a sus espaldas y la destapó. Contenía una cantidad generosa de analgésico que generalmente usaba para atender a los heridos en el campo de batalla. Llenó la media que se acababa de sacar con la sustancia para acto seguido hacer un torniquete con la tela y así detener la hemorragia. Una vez curada, Shinobu intentó ponerse de pie. Una punzada penetrante recorrió hasta sus huesos, evitando la acción y haciéndola caer nuevamente en su lugar.

La cazadora mordió su labio, sintiendo una mezcla de desesperación y dolor. Necesitaba pasar a su plan B, no se encontraba en condiciones para moverse por sí misma. Al igual que en sus últimas misiones no había acudido ella sola: el pilar del agua ejercía nuevamente como su acompañante. Debía encontrarse por los alrededores. Con un poco de suerte podría ayudarla a regresar a la mansión de las Glicinas y así atender mejor la herida causada.

Su cuervo ayudó a hacer llegar su mensaje de auxilio al antipático pilar y Shinobu no tuvo de otra más que esperar a que Giyuu atendiera su llamado sin tardar mucho. Eso si es que de verdad tenía suerte y el tipo le mostraba consideración a su estado, acudiendo a ayudarla. Aunque tratándose de Tomioka Giyuu, Shinobu no era capaz de asegurar nada.

Los segundos empezaban a volverse eternos, una ventisca no había tardado en levantarse una vez entrada la madrugada y la noche parecía comerse su alrededor en una bruma espesa. Shinobu se encogió temblando. La pérdida de sangre le hacía estragos a su claridad mental y alimentaba la sensación de frío que recorría sus miembros.

Cualquier sonido la hacía estremecer del pavor, se sentía vulnerable ahí sentada, sin poder defenderse ni andar por sus propios medios. Shinobu abrazó las piernas contra su cuerpo, intentando resguardar parte del calor interno que todavía le quedaba. De repente el crujido de unas ramas siendo destrozadas por el peso extra la hizo sobresaltar y levantar la mirada, esperando ver un animal salvaje atraído por el olor de la sangre que emanaba.

Sin embargo, sus ojos violetas dieron con las orbes azules de un azabache que hacía su aparición entre algunos arbustos. Giyuu había llegado. Shinobu lanzó un completo suspiro de alivio, de verdad había temido que el pilar del agua la hubiera abandonado a su suerte.

—Tomioka-San —lo llamó la chica casi con súplica al verlo surgir. No obstante, decidió replicar de manera contundente—: Te tardaste.

No quería hacer obvia la desesperación que sentía por verlo, pero Giyuu no tardó en darse cuenta. Se acercó a Shinobu e inspeccionó por unos segundos la herida de su pantorrilla. Sí parecía tratarse de algo grave. Una punzada de culpa lo recorrió, no debió haberla dejado sola peleando contra ese demonio.

—Creo que nadie se imagino que sería un grupo de demonios tan problemáticos —se excusó, causando la irritación de Shinobu.

—Si muero de hipotermia será tu culpa, no de los demonios.

Giyuu suspiró con pesadez. Al menos todavía se encontraba lo suficientemente lúcida como para seguir soltando sus comentarios venenosos, lo cual indicaba que no corría el riesgo de morir congelada. Aunque tampoco iba a arriesgarse más. Se retiró su haori y lo arrojó hacia la joven.

—Póntelo. Me será un verdadero problema si realmente te mueres —explicó tajante el azabache desviando la mirada.

La chica se encontraba tan necesitada de calor que no puso ninguna objeción. Se colocó la prenda de Tomioka encima de su pequeño cuerpo y dio un respiro de alivio al percatarse de que estaba cálida por el calor que desprendía el pelinegro. Una vez lista, Giyuu le extendió la mano para ayudarla a ponerse de pie. Shinobu rodeó su cuello con uno de sus brazos y se recargó en él, mientras que el joven rodeó con su mano la pequeña cintura de ella para servirle de apoyo.

Una vez listos, intentaron andar. Sus pasos eran diminutos y se notaba la incomodidad de Shinobu al andar. Por mucho que tratara de disimularlo, en cada movimiento que realizaba con su pierna, la chica reprimía una mueca de dolor. Tomioka se detuvo de pronto, iban a tardar demasiado si seguían a ese ritmo y las heridas de Shinobu debían ser atendidas lo antes posible.

—Mejor te llevo en la espalda —sugirió de golpe el cazador.

—Eh..., no, yo puedo andar por mi cuenta..., de verdad —rechazó Shinobu meneando la cabeza, reticente a la idea.

Pretendió dar algunas zancadas, pero al apoyar la pantorrilla, un dolor agudo la penetró por la herida que portaba y cayó donde estaba. Su piel empezaba a cubrirse de un sudor frío por el calvario que la acechaba.

—No te creo. Así que ven —finalizó Tomioka acomodándose para que Shinobu subiera sobre su espalda.

Con algo de pena, la chica obedeció, abrazándose a él y envolviendo su cuello con ambos brazos. Aún para el gélido clima y la falta de prendas que portaba el chico, la espalda de Giyuu desprendía un calor bastante acogedor. Shinobu, en un tímido gesto, se recargó contra él.

—¿Cuáles son tus planes para el Shōgatsu, Tomioka-San? —indagó Shinobu al cabo de unos minutos de recorrido.

A pesar de que su voz salía como un débil murmullo, trataba de entablar una plática para mantenerse despierta. Lo peor que le podía pasar en ese estado en el que se encontraba era caer en inconsciencia, ya que no podía asegurar que volvería a despertar. Sin embargo, no obtuvo respuesta de su compañero. Lo cual no era nada nuevo en él.

—Seguro que un chico tan popular como tú recibe muchas invitaciones a los bōnenkai —lo incitó Shinobu con su sarcasmo, siendo consciente que el chico solía contestar más a sus provocaciones.

—En realidad yo no soy popular.

«Obviamente», pensó Kochou dejando escapar un jadeo que en sus adentros fue más una risa. Le causaba gracia como Giyuu era incapaz de detectar el sarcasmo y en su ingenuidad se veía en la necesidad de aclarar esos puntos.

—Quisiera ir al santuario con mi maestro —comentó Tomioka después de unos segundos, rompiendo el mutismo en el que ambos se habían sumergido.

Gracias a eso, Shinobu volvió a espabilarse un poco. Cada instante que no se mantenía ocupada empezaba a sucumbir al sueño que la invadía.

—Ara, suena divertido. Yo iré de compras a la ciudad con mis hermanas. En la noche prepararemos osechi para la gente de la finca y... —La azabache dejó sus palabras en el aire.

Mientras admiraba el paisaje cubierto por una densa capa de nieve, Shinobu no pudo evitar sorprenderse al descubrir que sus ojos estaban cristalizados por las lágrimas.

Cuando el patrón los había mandado a esa misión, justo en vísperas de año nuevo, Shinobu mantenía la esperanza de terminar lo antes posible con su labor  y volver a su finca antes de la última noche de diciembre. Pero en su estado actual aquel plan parecía inalcanzable. Se encontraba a cientos de kilómetros de la finca mariposa y, aún si se encontrara en condiciones, el mal clima habría impedido el viaje, volviéndolo más largo y agotador.

Shinobu cerró los ojos con pesar. Sabía que no le quedaba mucho tiempo de vida y quería aprovechar cada segundo que tuviera para estar con sus niñas, sobretodo en una festividad tan especial como lo era el año nuevo. Sin embargo, parecía que no sería posible. Los demonios de nuevo le habían arrebatado la posibilidad de estar con su familia. Ya no podía más, por más que lo intentara las heridas y la pérdida de sangre era mucha. Perdía la batalla interior que llevaba consigo y poco a poco cedía a la somnolencia.

Giyuu se detuvo por un instante. El cuerpo de Shinobu dejaba todo su peso en su espalda. Había caído inconsciente.


Los ojos violetas de Shinobu estaban fijos en la ventana que había en su habitación. El calor que traspasaba la taza que contenía su té ayudaba a combatir el frío que sentía. Su cuervo hacía segundos que había emprendido el vuelo con una carta a sus hermanas, donde les deseaba un feliz año nuevo junto con una explicación de porqué no iba a estar presente en esa festividad.

Lo sucedido la noche anterior parecía apenas un lejano sueño. Por un instante Shinobu de verdad se había sentido morir. No obstante, Giyuu había sido rápido, llevándola con la urgencia que se merecía la situación hasta el hostal de las Glicinas, donde habían procedido a curar sus heridas de forma adecuada. La azabache condujo la taza hacia sus labios y dio un ligero sorbo. Debido al cansancio de la batalla había dormido todo el día, despertando hasta entrada la noche siguiente.

—Kochou-sama —llamó la anfitriona de la mansión apareciendo en la puerta del cuarto y sacando a la pilar de sus profundos pensamientos.

Shinobu apartó la taza de té de sus labios y dirigió una de sus características sonrisas a la elegante dama, quien había entrado a la habitación.

—¿Segura que no quiere acompañarnos al santuario?

—Muchas gracias por considerarme, pero prefiero guardar el reposo —declinó Shinobu la invitación, haciendo una reverencia con la cabeza.

Aunque ya se encontraba en mejor estado, de manera emocional se sentía por los suelos. No tenía ánimos para salir a ningún lado. Ni siquiera si era para celebrar el año nuevo. Sin sus hermanas no era lo mismo.

—Entiendo, deben estar agotados. El pilar del agua ha dormido todo el día.

—¿Él sigue aquí? —preguntó Shinobu sorprendida por la información. Pensaba que Tomioka había partido una vez la tormenta se detuvo.

—Sí, anoche en cuanto llegaron pidió una habitación y dio la orden de que no se le molestara.

—Ya veo...

Shinobu bajó la mirada hacia la taza de té que sostenía entre sus dedos, procesando la información que acababa de recibir. «Dijiste que también tenías planes para el Shōgatsu», pensó con la cabeza gacha. ¿Por qué Tomioka no había regresado? ¿En verdad el tipo era tan solitario y amargado para desperdiciar el día de año nuevo durmiendo?

Apenas se percató de que la anfitriona y su familia se retiraron de la mansión, Kochou se apresuró a levantarse del kotatsu, ayudándose de un bastón que habían puesto a su disposición para facilitarle la movilidad. Aún cojeando se dedicó a revisar las habitaciones, dispuesta a encontrar a Tomioka.

Se detuvo frente a una habitación a unos metros de la suya y tocó suavemente la puerta mientras pronunciaba el nombre del chico, esperando que este contestara. Al no encontrar respuesta, volvió a repetir la acción. Tal vez la habitación en realidad se encontraba vacía. Con un gesto dudativo, Shinobu deslizó la puerta y miró dentro.

En medio del lugar estaba Tomioka sumergido en tan profundo sueño que ni siquiera sus constantes toques lo habían logrado despertar. Shinobu, aún sin el permiso concedido, se escabulló dentro, fue hasta donde el futón donde yacía el cuerpo del azabache y, arrodillándose a su lado, empezó a picar suavemente su mejilla derecha con su dedo índice.

—Giyuu-San, despierta —susurró al cabo de unos segundos, viendo que su método no lograba resultados.

Giyuu pareció reaccionar ante sus llamados. Poco a poco fue abriendo sus ojos azules, intentando descifrar lo que sucedía a su alrededor. Apenas sus orbes dieron con la silueta definida de Shinobu, terminó de despertarse y se levantó de golpe.

—¿Kochou? ¿Qué horas son? ¿Por qué estás en mi habitación? —indagó desconcertado observando su alrededor.

Shinobu no pudo evitar una delicada risa al ver la reacción de su compañero y procedió a examinar su complexión. Tal vez él también tenía heridas de las que necesitaba curarse. Sus ojos violáceos se percataron de la abertura que poseía su yukata y no pudo evitar que quedaran fijos en los abdominales bien marcados que portaba el azabache.

Un sutil sonrojo coloreó las mejillas de la joven y desvió la mirada, considerando mejor la situación. Había entrado en medio de la noche al cuarto de un hombre, sin haber obtenido permiso previo, y además había osado sacarlo de su sueño de una forma tan poco convencional, tomándose tantas libertades. Era lógico que él iba a sobresaltarse.

—La tormenta paró desde hace rato. Arréglate o se nos hará tarde —ordenó la pilar meneando la cabeza para despejarla de cualquier incomodidad vivida antes.

Se levantó haciendo uso de nuevo de su bastón y se dirigió hasta la puerta. Giyuu la observó, con un gesto que empezaba a degenerar del desconcierto hasta la exasperación por no entender a lo que la chica se refería.

—¿Tarde para qué?

—Para el Hatsumōde —le explicó Shinobu con alegría, alzando el dedo índice de su mano izquierda.

El cazador resopló con cansancio y la examinó de pies a cabeza, portando un gesto de desconfianza hacia lo que la chica tramaba.

—¿Y tu herida? ¿Vas a poder salir así?

Kochou contempló su bastón por unos segundos antes de enfocarse otra vez en su compañero. Le fue imposible no dirigirle una de sus socarronas sonrisas.

—Ara, no me digas que preferirías volver a cargarme.

—En realidad, preferiría no salir...

La noche podía ser helada y el cielo era tan oscuro que pasaba del azul al negro profundo. Sin embargo, en las calles de ese pequeño poblado, las luces de colores iluminaban el ambiente y la gente que transitaba hacia sentir una calidez inusual. Conforme se acercaban al templo las multitudes de personas se volvían más frecuentes, acarreando consigo alegría por la festividad que estaban celebrando.

Shinobu tomó a Giyuu del brazo y lo acercó para que juntos procedieran con el ritual. Lanzaron al unísono la ofrenda del dinero, continuando con las reverencias y palmadas, hasta finalizar con las oraciones.

Shinobu no dudó ni un instante en pedir por sus hermanas. Sus pensamientos  habían estado constantemente sobre ellas y la distancia que las separaba. Miró de reojo a Giyuu, quien todavía rezaba con los ojos cerrados. ¿Cuál era la petición que el chico daba? Esa pregunta le era imposible que no cruzara por su cabeza conforme lo contemplaba. Se veía pacífico y eso llenaba de alegría a Shinobu. No habían pasado el año nuevo como eran sus planes originales, pero no podía negar que estaba pasando un buen momento al lado del pilar del agua.

—Dime algo —pidió Shinobu mientras bajaban juntos las escaleras del templo—. ¿Por qué no volviste teniendo la oportunidad de hacerlo?

Giyuu se detuvo de súbito ante la pregunta que la chica le estaba expresando. Él también se lo había planteado con anterioridad. Pero simplemente no pudo hacerlo. No pudo dejarla sola a su suerte en ese lugar, aún a sabiendas de que se encontraba estable. Pensar en que iba a pasar el año nuevo fuera de su casa, sin cumplir con sus deseos, le había hecho sentir la necesidad de acompañarla. Tal vez él no era la mejor compañía, pero era todo lo que podía ofrecerle.

Los labios del azabache quedaron unidos, no sabía que contestar, ni lo iba a hacer. Shinobu entendió el silencio y se recargó en su hombro izquierdo para expresarle, sin la necesidad de palabras, que agradecía que se hubiera quedado a su lado.

𝐹𝑖𝑛




Glosario

Shōgatsu: Año nuevo Japonés.

Hatsumōde: Tradición japonesa, la primera visita a un santuario al comenzar el año nuevo.

Bōnenkai: Un espacio donde las personas se permiten dar mayores demostraciones de afecto o agradecimiento hacia amigos y compañeros de oficina.

Osechi: Regalos fundamentados en alimentos tradicionales japoneses que se hacen durante Año Nuevo.



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N.A: ¡Un placer leerles! Espero que haya sido de su agrado este pequeño escrito ₍՞◌′ᵕ‵ू◌₎♡

Es la primera vez que manejo al GiyuuShino en el canon y que hablo sobre tradiciones niponas, así que no sé si quedó del todo acertada la información (para ser honesta, solo me ví un vídeo de 2 minutos sobre el Hatsumōde y acto seguido me aventé a lo bestia a escribir ajdgdgshhh) Pero bueno, creo que es el primero de muchos, así que espero seguir mejorando en ambos aspectos.

Y como dato curioso, ya sé que quizá el título no tiene nada que ver con el escrito, ajddgsvadydvs ¡Mil disculpas por eso! Es que es el nombre de una canción que últimamente me trae loca. La súper recomiendo, es de Lindsey Starling ( ;∀;)

Por último me gustaría mandar un abrazo enorme y mis eternos agradecimientos a la maravillosa Bambirille quien me dió muchas ideas para el escrito y me ayudó a pulirlo lo más posible con sus dones de beta ♡(˃͈ દ ˂͈ ༶ )

Y también a ustedes, mis queridos lectores y escritores, les mando mis mejores deseos para que la pasen bonito en las fiestas que se vienen ¡Abrazos! 

Por parte de su servidora esto sería todo por lo que resta del año. Gracias haberme apoyado tanto, me divertí muchísimo al compartir cosas de mi OTP con ustedes. Haber entrado al fandom GiyuuShino fue lo mejor del año, por decir lo menos 🙇🏻‍♀️🌟

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