01- RAIN FOREVER
XXI
Una melodía serena pero de tintes a venideros inviernos se escapaba de aquellas teclas que sin prisa alguna marcaban su compás de sentimientos pintados en azul. Sus ojos índigos viajaban a través de aquel ventanal que impartía la leve danza de la llovizna de primavera. ¿Como en plena época de renacimiento se podía llenar de tal melancolía?. Su café soltaba un leve blanco de nubes que subían hasta golpearse con sus labios rojizos.
Su corazón dolía mucho, se sentía abatido, fue una semana totalmente agotadora, no sólo física sino emocionalmente. Corregía sus palabras con prisa de no caer en la vergüenza de pensarlas o vivirlas de nuevo. Las voces se juntaban creando un remolino de versos asesinos en su ser creando estacas que se incrustaban de manera voraz ante su débil corazón de cristal.
¿Podía ser tan idiota?. Se repetía sin cesar, observaba a las personas caminar presurosas huyendo de las gotas incoloras que caían rebeldes contra sus cuerpos inertes en la vida cuadrada que se crearon. Él se sentía diferente y solo, más solo que nada, poseía corazones llenando sus días de calidez, pero de noche las flores que florecían marchitaban ante el frío que cuál tornado dejaba nefasto a su tórax.
El café se quedó en el estado del ártico sin notarlo, pronto las nubes grices opacaron lo que antes de azul se vestía, observó su reloj; era tarde, tarde, tarde como siempre andaba tarde para algo que ni él mismo sabía que era, pero su corazón latía lento, lento sin ganas de nada tal cuál cómo su alma.
Tomó su mochila y se levantó del acogedor asiento de aquella cafetería que era su preferida, su sombrilla y sin dudarlo mucho se marchó dejando el dinero sobre la mesa.
Sus pasos iban de embusteros contra la racionalidad de absorberse en su abismo personal, en sus tímpanos resonaban las melodías que la mayoría daba por olvidadas. Ludovico Einaudi; Nuvole bianche le contaba una historia sin saberlo a través de sus auriculares.
Su saco negro no lo solventaba de esa brisa congeladora que pareciese que se encapricho consigo, su mochila que iba colgada detrás de él estaba inundandose en sus curvas y eso lo hacia resoplar. Odiaba caminar con cosas cuando la lluvia lo tomaba en sus brazos. Tenia dos opciones apenas sus pies llegaron a aquella cruzada de indecisiones o tomaba el camino corto por el parque o seguía recto.
Opto por la primera, no tenía así que decidió encaminarse ante la valentía de mojarse hasta los huesos del pie de los charcos de agua que se formaban en el pasto.
Se sumió en sí como siempre olvidando su mundo exterior el que le enviaba señales de alerta, de alerta a lo que se perdía por pensar tanto en él y de compadecerse por su augurio de negruzcas nubes. Sus ojos iban pegados a sus suelas, pero algo lo hizo mirar al frente y se llevo una sorpresa.
Un joven vestido de la misma manera que él giraba entre la incesante giratoria de sus pies, su cuerpo se movía con la gracilidad de domar a la propia naturaleza, como si sus movimientos fuesen los causantes del humor de aquella tarde. Su camisa se pegaba a su esbelta figura, finos pasos y elegantes curvas donde cualquiera desearía estrellarse.
Sonrisa que relució ante lo gris de la velada de un joven andante que contenía la tristeza en su interior contra lo amarillo de la luz que irradiaba la pasión del hombre que sin pena alguna se empapaba con la tormenta de turno.
Sus mejillas se sonrojaron al percatarse que paso mas de cinco minutos comiéndolo en la literatura de hacerlo arte a su manera, ante el silencio y con un piano invisible.
Su corazón paró al notar que el chico se aproximaba a él, podría jurar que su sonrisa podría parar al mundo y su contextura podría hacer dudar a la misma Afrodita de su belleza enigmática.
Se sacó los auriculares.
—La lluvia es para sentirse en el cuerpo y no para esconderse de ella— dijo levantando un poco su paraguas — ¿no lo crees extraño?.
Sonrió y su corazón inicio una marcha contrarreloj en una brutal pela contra ese incendio.
—Quizá extraño.
Mas palabras no salían de sus labios.
—Me llamo Park Jimin.
Extendió su palma empapada de arte y de belleza idílica.
—Min Yoongi.
De nuevo esa curvatura dio al cielo encarcelándolo, haciendo que ese chico que bailaba debajo de la lluvia y que estaba enamorado del solitario joven estudiante del curso superior amante del arte olvidado uniesen sus hilos en un contrato de amor próximo sin palabras, sin actos más bellos del suicidarse día a día pero con las ansias de renacer en los labios del otro.
artl-her
2018
|Gracias por leerlo|
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