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007


El soldado los miró fijamente, y en sus ojos Hyunjin vio algo que nunca antes había experimentado: el peligro inminente. Su corazón latió tan fuerte que parecía resonar en todo su cuerpo. Felix, que estaba justo a su lado, se tensó, pero no hizo un solo movimiento. Los dos sabían que cualquier error podría costarles la vida.

-¿Qué hacéis aquí? -preguntó el soldado, su voz grave y fría. Hyunjin intentó recordar todo lo que su padre le había dicho sobre cómo comportarse con los oficiales, pero en ese momento todo lo que había aprendido parecía tan distante, tan ajeno.

-Estamos... estamos buscando a nuestros padres -dijo Hyunjin, su voz salió rasposa, pero intentó que sonara firme. Tenía que ser convincente, no podía titubear.

El soldado los observó con desconfianza. No parecían estar mintiendo, pero eso no significaba que no fueran una amenaza. La tensión entre los tres crecía en silencio, y Hyunjin pudo escuchar el leve crujido de la tierra bajo sus pies, como si el mundo entero estuviera esperando un solo paso en falso.

Felix, tan pálido como siempre, se mantuvo callado, su mirada fija en el suelo. Hyunjin intentó transmitirle con la mirada que todo estaría bien, que no debían perder la calma. Pero sabía que era difícil mantener la compostura cuando cada instante podría ser el último.

El soldado los estudió durante unos segundos que parecieron interminables. Sus ojos iban de Hyunjin a Felix y viceversa, como si estuviera decidiendo si les creía o no. Finalmente, dio un paso hacia adelante, y Hyunjin contuvo la respiración. Si se acercaba más, si los registraba, todo el esfuerzo de su plan se iría al traste.

Pero el soldado no los tocó. En su lugar, frunció el ceño y, con una voz más baja, les dio una orden:

-Volved al barracón, antes de que alguien os vea. No hay permiso para estar afuera a esta hora.

El alivio fue inmediato, pero no duró mucho. Hyunjin sintió como si el aire se hubiera vuelto más espeso, como si un peso invisible cayera sobre él, apretándole el pecho. Apenas se atrevían a mover un dedo, pero lo hicieron: dieron la vuelta, caminaron de nuevo entre las sombras, mientras el soldado se quedaba mirando con desconfianza a su espalda. En ese momento, Hyunjin se dio cuenta de lo cerca que había estado de perderlo todo.

Una vez fuera de su vista, los dos corrieron con todas sus fuerzas. Sus pies no tocaban el suelo. La cercanía de la muerte les había dejado una sensación de urgencia y pavor que los impulsaba más rápido, más lejos. No podían fallar. No podían rendirse.

Hyunjin y Felix llegaron a la esquina del campo, donde una fila de barracones se extendía hasta el horizonte. Había menos vigilancia en esa zona, pero eso no significaba que estuvieran a salvo. Sabían que en cualquier momento podían ser descubiertos, y eso, más que nunca, los aterraba.

-Rápido -susurró Hyunjin, mientras se deslizaba entre los barracones, moviéndose de sombra en sombra, tan silenciosos como podían.

Felix, detrás de él, parecía más agotado de lo normal, pero no se detuvo. Los dos avanzaron en silencio, sin poder hacer ruido, sin poder arriesgarse a que alguien los viera.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron a la zona que Hyunjin había identificado en los documentos de su padre. Allí, había una pequeña puerta trasera que daba acceso a una sección más alejada del campo, donde algunos prisioneros trabajaban en las cocinas. Si podían entrar ahí, podrían pasar desapercibidos por un tiempo y tal vez encontrar alguna pista sobre la abuela de Felix.

Felix miró la puerta con los ojos fijos. Estaba cerca de su objetivo, tan cerca que podía sentirlo.

-¿Estamos seguros de esto? -preguntó Felix, su voz temblorosa pero firme.

-Sí. Es nuestra única oportunidad -respondió Hyunjin, respirando pesadamente. Tenía que ser valiente. Había llegado tan lejos. No podía fallar ahora.

Cuando Hyunjin empujó la puerta, se dio cuenta de que estaba cerrada con llave. Un golpe de pánico lo atravesó por un momento, pero no podía darse el lujo de rendirse. Miró a Felix, que estaba esperando, ansioso pero confiado en él.

-Esperemos -dijo Hyunjin, tomando una decisión rápida. -Hay que esperar hasta que cambien el turno de vigilancia. Mientras tanto, sigamos buscando.

De repente, un ruido fuerte los alertó. Un grupo de prisioneros que pasaban cerca se detuvo al verlos, mirándolos con ojos agotados, como si no los reconocieran. Hyunjin sintió su corazón detenerse, pero uno de los prisioneros, un hombre alto y delgado, se acercó a ellos con cautela.

-¿Qué hacéis aquí? -preguntó en voz baja, mientras miraba con desconfianza.

Hyunjin sintió que el miedo lo invadía nuevamente. ¿Serían descubiertos? ¿Sería este el final?

Pero antes de que pudiera responder, el hombre hizo un gesto hacia la puerta trasera.

-No es seguro. Id con los demás, ahora. El guardia se ha ido.

Sin pensarlo, Hyunjin y Felix siguieron al prisionero hacia la entrada, el aliento de ambos entrecortado por la tensión. El prisionero les dio una señal para que entraran rápidamente.

-No hay tiempo que perder -les advirtió, mientras cerraba la puerta con rapidez tras ellos.

Se encontraron dentro de un espacio oscuro y ruidoso, con el sonido de las ollas y las voces de los prisioneros trabajando. Un sentimiento de angustia y alivio se mezclaba dentro de Hyunjin, que ahora sabía que todo lo que había hecho hasta ese momento había sido solo el comienzo. Estaban dentro, pero aún quedaba mucho por hacer.

Felix se apoyó contra la pared, respirando con dificultad. Su cuerpo temblaba, pero no dijo nada.

-¿Dónde está tu abuela? -preguntó Hyunjin, mirando alrededor, buscando alguna pista.

Felix lo miró, sus ojos brillando con la esperanza que se había encendido de nuevo.

-Está cerca. La encontraré. Lo prometo.

Pero en ese momento, una nueva voz resonó desde lo lejos, y el miedo volvió a apoderarse de ellos. El sonido de botas acercándose era inconfundible.

-¡Cuidado! -gritó el prisionero, señalando hacia una puerta en el fondo.

Y en ese instante, Hyunjin entendió que la verdadera lucha acababa de comenzar.

Read you soon...
-Mimi 🦋

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