Trébol de cuatro hojas
"Yo esperaba seguir viendo a ese niño pequeño en tu rostro. Pero veo cuan equivocada estoy. "
Actualidad.
Chicago DC, Estados Unidos
Año 2024.
8:00 AM
Se había vuelto todo un hombre exitoso.
Por supuesto que un día iba querer mostrar su talento por el arte a más personas y eso hizo. Cuando era un adolescente le pidió a su padre conseguir un lugar en algún museo de arte. Tan sólo movió algunos de sus contactos y un mes después la pintura de su hijo estaba colgada en un museo en Tokyo, tal y como él pidió. Desde ahí comenzó la fama.
Las personas reconocieron su gran talento. Se ganó el cariño y apoyo del público a esa mediana edad y eso lo motivó más a seguir haciendo lo que le gustaba: pintar.
Su carrera fue de lienzo en lienzo. Desde la secundaria hasta una escuela prestigiosa de arte en Italia y tomar pequeños cursos por años hasta aprender siete idiomas: japonés, español, francés, italiano, portugués e irlandés por supuesto. Así pasaron esos pocos años de su vida hasta que su nombre fue reconocido mundialmente, siendo el artista más joven con un exquisito talento como el de Leonardo Da Vinci. Se ganó el apodo de "La reencarnación de Leonardo" o "El hijo de Da Vinci". No le importaban en absoluto esos tontos apodos; para él su pequeño mundo de pinturas y grafito lo era todo.
—No vallas al mar, no te metas en el bosque, recuerda tu alergia a las nueces, no toques ningún animal salvaje, si vas a tener relaciones sexuales usa protección y...
—Mamá, ya soy un adulto. No es necesario que me recuerdes lo que debo hacer o no. — la calló en corto el hombre albino de 26 años.
—¡Es que tu siempre haces alguna locura, Sesshomaru! La última vez que fuimos en familia agarraste una medusa venenosa, otro poco y no la cuentas.
—Eso fue hace un par de años... — le resto importancia y fue a revisar su celular.
—Fue el año pasado. — la mujer cruzó de brazos y suspiró. —Le pediré a Max que te acompañé.
—Mamá, quiero estar sólo. Necesito inspiración y no la encuentro si no estoy solo.
—¿No pudiste elegir como destino inspirador la casa en Las Bahamas? Por supuesto que no. Tienes que irte hasta Irlanda e intentar no morir en el intento porque además de artista eres un aventurero que le encanta tomar riesgos.
—Deja el drama. — hizo una mueca. Se guardó el celular en el bolsillo y con una mano arrastró la maleta que estaba a un lado. —Me voy. Nos vemos en unas semanas.
—Llámame todos los días. No importa la hora o donde estés. Quiero saber cómo estás y ni se te ocurra no responder alguno de mis mensajes, sino iré personalmente hasta Dublín a verte.
—Sí, mamá. ¿Ya puedo irme?.
—Despídete de tu hermano y padre.
—Maldita sea, mamá. Ya tengo 26, no tengo que estar haciendo eso. — puso una cara de hastío y soltó un pesado suspiro. —Adiós. Te llamo cuando aterrice. — le da un beso en la mejilla a su madre y desaparece por la puerta principal.
Horas más tarde
El viaje le fue extremadamente agotador. Durante el trayecto hubo varias turbulencias y también una pequeña tormenta al casi llegar a Europa. Apenas tomó un taxi llamó a su madre, la cual estaba en un spa con una tía suya. Respondió todas las preguntas con sinceridad y luego de despedirse varias veces colgó.
Al rato llegó a su lugar inspirador. La casa se mantenía en perfecto estado gracias a los trabajadores que su padre regularmente mandaba hacia el lugar. El interior estaba perfecto, muy limpio y con el característico olor a humedad que se acostumbró a oler por años.
Agarró un mechero y prendió la leña de la chimenea, el calor comenzó a expandirse desde el pequeño cuadrado de ladrillos hasta toda la casa. Ya todo se sentía más cálido.
Subió las escaleras. Dejó todo acomodado en su habitación desde el inicio y también tomó un ducha. Antes de salir tomó un estuche de carboncillos y grafito junto con una libreta de bocetos; dejó el celular cargando con el modo no molestar activado.
Bajó de vuelta hacia la sala de estar y fue directamente hacia el balcón que supuestamente estaba prohibido cuando hubiese tormenta, pero esa noche estaba tranquila. Abrió la ventana de par en par y se dirigió hasta el borde del acantilado. El aire marítimo golpeó con su ser, despeinando sus cabellos largos y platinados. Se volvía a sentir en casa después de estar fuera por casi un año y medio.
Se volvió unos pasos hacia atrás y se sentó en el césped humedecido por el rocío de la noche; comenzó a dibujar trazos extraños pero con un significado en su mente. Le puso empeño y algo de inspiración, aún no sentía esa chispa insoportable que lo obliga a crear más. Desde ahí siguió trazando y dibujando en negro hasta luego de una hora y media que obtuvo el resultado: el paisaje oscuro que tenía al frente con la luna como protagonista.
Sonrió ampliamente. Estaba muy satisfecho. Caminó nuevamente hacia atrás se detuvo un momento. A sus pies habían pequeños brotes de tréboles. Volvió a sentarse, de niño le gustaba buscar un trébol de cuatro hojas, uno que nunca pudo encontrar. Acarició las suaves hojas verdes de cada planta y sonrió un poco. A sus ojos llegó la imagen de lo que había buscado por años: un trébol de cuatro hojas.
Lo arrancó sutilmente de la pequeña selva que esa especie tenía a orillas de su ventana y con el brote entre sus dedos entró a la casa. Lo dejó dentro de una pequeña taza de té con algo de agua y así se conservaría unos pocos días hasta marchitarse. Tomó una nota mental de hacerle foto más tarde para enviársela a su madre.
Dejó sus cosas de dibujo sobre la mesa del comedor al igual que la taza que contenía el trébol y se fue directo a la cocina a prepararse la cena. Se haría algo sencillo y rápido ya que su estómago reclamaba alimento de inmediato.
Y aunque él no se dió cuenta, desde fuera de la ventana alguien lo observaba. Alguien con un aura llena de maldad, con un rostro bonito que seguramente él recordaría.
Ella estaba ahí. Otra vez.
Continuará...
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