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Tormenta


"Fue la magia de la naturaleza quien me obligó a conocerte."

Dublín, Irlanda.
Año 2005.

Flashback

Irlanda era un hermoso país europeo cargado de vida verde. La gente apenas hablaba y siempre que lo hacían era de una manera demasiado cordial que te hacía dudar si eran humanos o tal vez un robot.

Se repartió muy rápido el rumor de que la familia Taisho recién se había mudado a Dublín, en una casa enorme cerca de un acantilado con vistas al mar. Adquirieron un amplio terreno y la mayoría del bosque que se expandía a los alrededores de la casa. Se volvió aquella casa un lugar feliz lleno de risas familiares. Donde los cuatro integrantes de la familia se divertían cada invierno ahí.

Y entre ellos estaba Sesshomaru. En aquel tiempo el joven con grandes dotes para pintar y dibujar tenía sólo 7 años. Ya conocía la casa, la visitaba desde que tenía 5 años de edad. Su hermano menos recién lo hacía pero eso a él no le importaba mucho.

El adoraba ese lugar por una simple razón: amaba el paisaje.

Simplemente el mar, el bosque, el atardecer y los animales salvajes lo inspiraban a pintar pequeños bocetos que pronto los pasaría a un lienzo y les daría color. Sus padres se sentían orgullosos de él por tener un impresionante talento por el arte desde que era más joven; incluso sus maestros se impresionaban de él.

Pero Sesshomaru anhelaba más. Buscaba algo mítico para dibujar. Buscaba un hada, su segundo motivo para querer visitar siempre Dublín.

Entre las historias del país escuchó una que le impresionó. Antiguamente el país era habitado por seres aladados, poseedores de magia, que interactuaban con los humanos de vez en cuando. Las hadas vivían en grandes bosques, se escondían en pequeños montículos que las llevaban a su tierra de colores vivos. Existían buenas y malas, dependiendo de su carácter propio y las acciones de los seres humanos. Escuchó varias veces esa historia; simplemente porque era una atracción turística urbana que pertenecía a la ciudad.

Aquella noche empezó a llover muy fuerte. Desde su habitación escuchaba el mar chocar contra las gruesas piedras del acantilado. Sus padres aún seguían despiertos en su alcoba tratando de callar los llantos de su asustado hermano menor Inuyasha. Hastiado del bullicio no se contuvo y salió de la cama con su pequeño pijama y pantuflas de león.

En la sala de estar encontró un estuche de lápices y una libreta. Agarró ambos y pasó al balcón pegado al acantilado. Su padre decía que cuando el mar estuviera enfurecido estaba prohibido pasar el tiempo en esa parte de la casa; pero su padre no estaba ahora y él quería dibujar el mar enfurecido. Y eso hizo.

Se sentó en el suelo con los lápices ordenados de color en color y el cuaderno sobre sus piernas. Admiró un poco la tormenta, luego la espuma que lograba escalar todo el borde del acantilado y pegarse meramente a la ventana.

Comenzó a detallar trazos finos y precisos. Se tomaba su tiempo en admirar y dibujar el boceto y lo terminó una hora después. Se veía perfecto, no quería pintarlo de nada. Prefirió dejarlo tal y como estaba: sólo marcado a grafito y un poco de bolígrafo negro.

Recogió sus lápices, todos también por orden de tonalidad. Sus padres seguramente no tardarían en buscarlo dado que ya no escuchaba a su hermano chillar. Lo buscarían y si lo veían en ese lugar iban a enojarse.

—¿Y el azul..?. — murmuró. Faltaba un color.

Buscó bajo los sillones, mesas y arreglos en ese pequeño espacio del balcón. No encontraba su lápiz en ningún lado. Miró por la ventana y una mueca extraña se formó en su pequeña y dulce cara: lo que buscaba estaba afuera.

No sabía como ni cuando el lápiz logró rodar bajo la ventana y llegar hasta el pasto exterior. La tormenta seguía afuera, acompañada de truenos fuertes, no se atrevía a salir y agarrar rápido su color. Se lo pensó un poco. ¿Por qué no? Sería muy rápido. Abriría la ventana y luego volvería, nada más.

Encogió de hombros y eso hizo. Se puso la capucha de su pijama, en un intento de no querer mojarse. Abrió la amplia puerta de cristal a prueba de balas y el aire salino golpeó su rostro junto con las gotas de mar y lluvia. Apuró sus pequeños pies y tomó el color. Un rayo surcó el cielo y antes de darse la vuelta y volver a entrar encontró algo que jamás había visto.

Alas cristalinas y una mediana figura curvilínea. El cabello azabache se agitaba por la brisa salvaje de la tormenta y en sus manos una nebulosa brillante de color celeste. Estaba levitando, sin moverse o que algún hilo la sostuviera. Frente a él había un hada.

La criatura giró un poco la cabeza. Los ojos grandes y azules, cual zafiro joven, se volvieron tan aterradores y a la vez hermosos. La mujer sonrió ampliamente, mostrando pared duplicados de colmillos afilados.

El aire sopló más fuerte y un trueno ensordecedor reventó hasta hacerlo arrodillarse. Levantó nuevamente la vista y aquella criatura mítica ya no estaba ahí. Intentó buscarla con la mirada pero en ese momento alguien lo agarró desde atrás y lo llevó de vuelta a la casa: era su padre, muy enojado por su desobediencia.

—¡Papá, ví un hada!. — gritó emocionado el pequeño niño. Su madre intentaba secar el agua que recorría su cuerpo de pies a cabeza. La mujer de cabellos blancos soltó un suspiro y siguió en su labor.

—Estarás castigado hasta que terminen las vacaciones. Tienes estrictamente prohibido salir de la casa sin nuestra supervisión. — dictó el hombre mayor, con una toalla en su cuello.

—Pero ví un hada...

—Cariño, las hadas no existen. Debiste ver mal. — Irazue besó la mejilla de su hijo y le puso una camiseta y shorts cortos a juego.

—Estaba frente a mí. ¿Cómo voy a ver mal?. — hizo un puchero.

—Basta ya, Sesshomaru. Tu madre dice la verdad. Creo que las historias de aquí ya están afectando tu cabeza.

No dijo nada más. Ya sabía muy bien lo que significaban esas palabras. Trepó a los brazos de su madre y ahí se quedó plácidamente dormido. Ni siquiera se dio cuenta cuando lo arroparon en su cama.

Él sabía que tenía razón. Lo había visto todo con sus propios ojos. No necesitaba que nadie más le creyera.

A la mañana siguiente despertó y lo primero que hizo fue dibujar y pintar en un lienzo el mito de alas cristalinas que había visto en la noche anterior.

Continuará...

¡Hola! Este será un nuevo fanfic. La temática es parecida al que publiqué hace unos meses sobre Sesshomaru tritón, aunque creo que ya sabemos de quien es el turno ahora y qué será.

¡LLEGÓ KAGOME TINKERBELL!

Este también será corto, planeo hacer los capítulos un poco largos o eso espero. También espero el apoyo de ustedes, veremos cómo va la cosa.

¡Los amo! ❤

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