Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Senderos peligrosos


"Estabas casi a punto de ser mi debilidad; pero recordé que eras un sucio humano. ¿Seré capaz de perdonarte?".

Sencillamente la mañana no comenzó de la mejor manera para él.

La resaca lo golpeó fuertemente, su madre no paraba de mandarle mensajes y llamadas —los cuales tuvo que responder inmediatamente o desataría un caos tremendo— y lamentablemente levantarse para tomar alguna pastilla que calmara su dolor de cabeza.

Después de un rato, ya aseado y recién terminaba de devorar su manzana, pidió un taxi que fuera recogerlo y dar una vuelta por la ciudad. Se había percatado que habían cambiado un poco el diseño de los árboles y el jardín de la plaza, nada más, todo estaba exactamente igual a como recordaba del verano pasado.

La inspiración de pintar algunos de esas flores, plagadas de mariposas y abejas, le picó en lo más profundo de su cabeza. Sus dedos, de echo, picaban y urgían  de un pincel, lápiz o carbón para ilustrar ese paisaje. El sol comenzaba a desgarrarle lentamente la piel; el calor lo recorrió entero y jadeaba un poco. De vez en cuando soltaba un estornudo que se aguantaba un tanto y le salía afeminado, al punto que los demás hombres lo miraran raro y él susurrar una disculpa en irlandés perfecto y avergonzado.

Decidió dejar de parecer un idiota frente a esas bellas flores. Tan sólo sacó el teléfono, hizo la foto y se fue.

Caminó por ahí durante una hora y media. Devorando algún dulce raro y por último un café que le pareció lo bastante delicioso como para querer volver ahí al día siguiente, o más tarde. Se detuvo frente a una pequeña agencia donde ofrecían pequeñas excursiones y destinos turísticos a los extranjeros. No se aguantó las ganas de entrar y ver, lo cual no fue una mala idea, se consiguió un mapa y una pequeña aventura para pasar el día. Aunque visitar un bosquecillo pequeño cerca no parecía demasiado atrayente a él le agradó la idea.

Simplemente se arriesgó. Y sin comentárselo a alguien se fue a ese lugar solo. Obviamente llevó una botella de agua, un cuchillo de caza que sabía plenamente como usarlo y donde y por último una barra de chocolate en el bolsillo junto a su identificación. Y así listo se fue.

Horas más tarde se vió perdido en medio del pequeño bosque. Los conocimientos sobre casería y ubicación adquiridos no le estaban ayudando mucho. Suspiró. Se llevó la barra de chocolate a la boca y miró a su alrededor con una mano puesta en la cintura y su mandíbula en constante movimiento.

—Debe haber un árbol más grande por aquí... — murmuró Sesshomaru.

Caminó. El crujir de las hojas secas y las ramas resonaba bajo sus pies. Terminó de tragarse rápido la chuchería y siguió en su búsqueda de encontrar un árbol más grande. Y rindió frutos su búsqueda larga: halló un gran pino silvestre que su tamaño enorme lo hizo jadear.

Sobresalía entre todos los árboles de ahí. Se levantaba como un gran dios omnipotente sobre todos esos árboles comunes y enanos. Le pareció extraño y hermoso al mismo tiempo. Después de todo se encontraba en un área natural, muy bien cuidada y protegida. ¿Por que no crecer un poquito más? Se había preguntado cómo si él estuviera metido en la corteza rugosa de ese árbol.

Dejó las tonterías. Analizó la corteza y las ramas sobre su cabeza: resistentes y gruesas. ¿Soportarían su peso? Sí, seguramente sí. ¿El árbol lo querría moviéndose entre sus ramas y clavándole un cuchillo constantemente? Probablemente no.

Tenía la creencia que la naturaleza en sí tenía vida propia. Una que los humanos no se percataban pero él valoraba bastante. Acarició un poco la cáscara nuevamente y susurró un pequeño perdón. Un idiota parecía pero creencias eran creencias, religión tal vez. Y el amaba eso en una pequeña parte.

Escaló el árbol con extremo cuidado. Centímetro por centímetro, metro por metro hasta llegar a la punta. Había clavado unas pocas veces el cuchillo; ni siquiera tuvo que necesitarlo demasiado, sólo tomaba precauciones. En sí las ramas estaban muy a corta distancia y no le costó escalar y fue bastante rápido.

Inspeccionó todo el perímetro desde las alturas omnipotentes que le ofrecía ese gran pino. La brisa fría golpeaba su ser con furia; como si el viento estuviera en contra de que él estuviera ahí arriba. Se aferró al grosor del tronco y siguió viendo todo. Buscaba algo que le resultara familiar, también una fuente de agua ya que sólo le quedaba un sorbo de su agua o algún camino rápido hacia la carretera.

Localizó algo mejor: su casa. Estaba a pocos kilómetros. Llegaría antes del anochecer si apuraba más el paso. Y eso planeaba. No quería quedarse a oscuras.

Bajó cuidadosamente del árbol. Pisando las mismas ramas de antes y clavando el cuchillo donde mismo. Soltaba unas pequeñas maldiciones cuando las astillas se le incrustaban en la palma de la mano. Hasta que sintió un crack y la gravedad hizo lo suyo. La rama bajo su pie izquierdo cedió y junto a ella calló él. Ni se había percatado cuantos metros le faltaban por bajar; tan sólo esperó el impacto y rogar porque ese no fuera su último suspiro.

No lo fue. Aunque su cuerpo calló dolorosamente sobre el suelo y su sien golpeó una piedra que casi lo deja inconsciente seguía vivo. Respirando repetidas veces y agradeciendo al cielo por dejarlo seguir disfrutando de su vida.

A duras penas se levantó y acarició su cabeza: le sangraba la sien. Ell cabello ya se había manchado de la sangre carmín y la zona le ardía. No sentía que fuese un golpe terrible, apenas tal vez llevaría uno o dos puntos. Arrancó un pedazo de su camisa y envolvió su cabeza con eso: ahora parecía un loco pero mejor eso a que desangrarse lentamente por el costado.

Empezó con los pasos rápidos y largos. Ahora tenía un motivo más para llegar rápido a su casa. El anochecer estaba a pocos momentos de ocurrir. Odiaba verse a oscuras en medio de la nada; ya le había pasado en una situación similar en una pequeña excursión en algún bosque de Honduras. Y tuvo la suerte aquella vez de salir rápido antes de que oscureciera más pero hoy la balanza estaba algo defectuosa y su mala suerte y buena no se equilibraban.

Caminó y caminó. Una o dos horas más. Le dolían los pies. Su garganta pedía a gritos una  trago de agua inexistente en su botella vacía. El sudor le corría por todos lados y picaba dolorosamente sobre su herida en la cabeza. Estaba siendo algo dramático al pensar que se moriría ahí mismo. Ahí solo sin ver a su familia por última vez, sin enamorarse verdaderamente, acabar su carrera como artista, seguir viajando por el mundo.

¿Iba a morir ahí?.

Jadeó enormemente en un grito gutural que hizo levantar unas cuantas aves. El anochecer llegaba y no era bueno para él. Se apoyó sobre las rodillas. Inhaló. Exhaló. Inhaló otra vez y siguió así repetidas veces.

Le quedaban menos pero el camino parecía no acabar. Estaba muerto de hambre y sed. Adolorido de mil maneras. Casi sin aliento y sin luz solar. Negó una y otra vez con la cabeza y sacó el celular. No había nada de señal todavía y su madre seguramente lo habría estado llamando sin éxito alguno. Estaría histérica seguramente, la conocía bien, si no daba señales de vida pronto iba a preocuparla más y no sería bueno.

Al momento de levantarse se percató de algo brillante a su lado. Algo que su vista borrosa no dejaba ver con claridad. Los ojos se le acostumbraron a la luz y fue cuando vio un fenómeno que había olvidado completamente.

Vestida de finas telas que casi la dejaban al desnudo. Cabello negro y ondulado hasta abajo de las nalgas. Piel de crema y leche brillante. Ojos azules y provocadores. Y por último unas alas de cristal brillantes y enigmáticas.

Un hada. Un mito frente a él.

Pestañeó varias veces: sus ojos lo estaban engañando fuertemente. Dio un paso atrás y siguió viendo a la misma dirección. Ella movió un brazo sobre el otro, las alas se movieron levemente y la tela sencilla y transparente bailó sutil sobre sus rodillas.

Era real. Una hada frente. Un mito catastrófico y bello al mismo tiempo estaba parado frente a él. Las tupidas pestañas negras no paraban de moverse sobre sus mejillas rosadas: él le era curioso. Y enormemente eso le estaba aterrando a Sesshomaru.

—¿Te ayudo con eso?. — su voz le durmió una parte del cerebro. La otra sólo pedía a gritos que corriera de ahí aunque sus pies eran dos pesadas piedras que no querían moverse. —Has sangrado mucho, ¿sabes?. Podrías desmayarte y los lobos podrían comerte.

—Aquí no hay lobos. — sentenció él con el último toque de voz que le quedaba. Su garganta ya temblaba del pánico que sentía.

—Oh, cierto. Pero no está bien que estés en esas condiciones. No quiero que mueras frente a mí.

Las alas nuevamente se movieron. Ligeramente sus pies descalzos se dirigieron hacia él y esa sonrisa traviesa no se borraba de ese rostro angelical. Se calló al suelo del miedo. Las piernas seguían sin reaccionar.

Lentamente ese cuerpo femenino se agachó hasta estar a gatas sobre él. Pegada a él, rodando cada centímetro. El cabello cubría sus pezones prominentes y poco a poco la tela que cubría su trasero se iba corriendo. Cerró los ojos. Sintió el aliento a miel y vainilla pegado a su cabeza. Entonces dejó de dolerle la cabeza y abrió uno de sus orbes: ella seguía ahí sobre él.

—¿Estás mejor?.

Sus ojos se movieron de su cara a las alas finas y transparentes. Emitían pequeños brillos de cristal que le hacían parecer estrellas sobre el río. Volvió al mar hipnotizante de sus ojos grandes y curiosos. Jadeó sobre él, su aliento le recorrió hasta la médula y de alguna manera peligrosa dejó de sentir miedo.

—¿No vas a decir nada más, Sesshomaru?.

—¿Cómo lo sabes?. — tragó grueso.

—¿Saber qué?. — ladeó la cabeza y siguió sonriendo.

—Mi nombre...

—Eso... Es un secreto.

—¿Eres real?. — la pregunta le sonó hasta tonta dentro de su cabeza.

—Tan real como tú. Tan real como este bosque, el aire que respiras, el mundo... — su cara se acercó más a la suya. Casi rozaba aquellos labios de melocotón y ella parecía no importarle la cercanía que había establecido entre ellos dos. —Soy tan verdadera como todo lo que existe.

—Eres...

—Un hada de la tormenta. Eso soy. Produzco tormentas y lluvias débiles, rayos y vientos mortales.

—Eres un peligro...

—No tanto. Aunque tal vez si lo sea. He matado a muchos. — admitió.

La garganta se le cerró enormemente. Ella poco a poco se fue levantando sobre el cuerpo masculino y caminar en sentido contrario. Sus alas volvieron a batirse, esta vez más rápido y fuerte. Sesshomaru se levantó y poco a poco fue retrocediendo. Si iba a huir ese era el momento.

—Sabes... — comenzó a decir ella. Para ese entonces ya él se encontraba corriendo hacia donde lograba verse los techos de su casa. —Si soy mala. Sólo que tú te estás portando como quiero. Sigue así.

Inhaló. Exhaló. No paró de correr hasta sentirse seguro dentro de su casa. Inhaló y exhaló una vez más. Cerró las puertas y ventanas con toda la seguridad posible y luego subió a su habitación más tranquilo. Tan sólo como entró recibió una llamada de su madre que tuvo que contestar al momento.

Extrañamente era la primera vez que lo llamaba en la noche. No hizo llamadas antes, no estaba histérica. Ella se veía normal.

Era muy extraño pero agradecido internamente que ella no preguntara nada con relación a por qué su hijo estaba  tan desaliñado y sudado. Tan sólo sonrió un par de veces y siguió hablando con ella por horas; hasta quedarse dormido en la cama.

Continuará...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro