El traidor
¡Hola! Disculpen por haberme desaparecido tanto tiempo pero ya saben... final del año, exámenes finales, mesas de diciembre... en fin, el caso es que he vuelto! Y no tuve tiempo de agradecer las 500 mil lecturas de mi historia! Y ya estamos en casi 550 mil ahora... muchísimas gracias por todo el apoyo, jamás imaginé que este fic tuviera tan buen recibimiento, sobre todo porque fue el primer fic mitake que escribí. :') Pero, así como todo lo bueno (y lo malo también) debe terminar, estamos en la recta final del fic... así que espero me acompañen hasta el final! Agradezco sus comentarios y trataré en lo posible (como lo vengo haciendo hasta ahora) de ir respondiéndoles!
Este es un capitulo intenso y largo, con revelaciones! Espero lo disfruten. Sí, al final del capítulo sabrán quién es el traidor ;)
...
Dos días después de que Mikey se sinceró finalmente con Takemichi, los miembros de la Tokyo Manji que viajaron a Rusia para rescatar al omega (Mikey, Mitsuya, Hakkai, Sanzu, Chifuyu y Kakucho) decidieron volver a Japón. Era hora de regresar a casa, pues habían varios asuntos allí que debían ser resueltos con urgencia. El más importante de ellos sin lugar a dudas era el tema del traidor, ya luego se encargarían de buscar a Tetta Kisaki, lo primordial ahora era cortar de raíz el problema del infiltrado.
Takemichi, (quien en esos días fue informado acerca de la existencia de un traidor entre los ejecutivos de la Toman), se despidió de su recién descubierta familia rusa; excepto de su "padre" Vlad, quien se encerró en su despacho muy enojado porque su plan de convertir a su único hijo omega en una incubadora de cachorros dominantes, se arruinó por completo debido a la interferencia tanto de su hijo mayor Kaiser como de su cónyuge Dimitri.
Takemichi decidió no hablar con ese hombre ni intentar solucionar nada, porque entendió que tanto su padre como su madre biológica eran basura. Entonces optó por dejarlos ser pero lejos de él y concentrar mejor sus esfuerzos en la familia de sangre que realmente le agradó: su hermano mayor Kaiser, su hermana mayor Kira, su cuñado Dimitri, su linda sobrina Rina, su pequeño sobrino Alexei y ¿por qué no? También la señora Nadja, madre biológica de sus dos medios hermanos, ya que a diferencia de su "padre" esa mujer sí hizo el esfuerzo por tratar de solucionar las cosas con el omega en los últimos días e incluso se disculpó en nombre del déspota de Vlad, y varias veces además, aunque ella como tal no había hecho nada malo. Eso ablandó el corazón del buen Takemichi.
El día que la Toman se fue de la mansión Volkov, Takemichi le prometió a una angustiada Rina que en cuanto solucionaran todos los problemas que tenían en Tokio, él personalmente la invitaría para que se quedara una temporada con él en Japón. La niña, entre sollozos, dejó ir a su tío con quien había desarrollado un "vínculo de manada" sólo cuando le hizo esa promesa, no sin antes por supuesto acariciar varias veces su vientre aún plano para "despedirse" de sus primitos no natos.
A pesar de su evidente disgusto, a Mikey no le quedó de otra más que aceptar la buena relación que se formó entre Takemichi y Rina con un suspiro de resignación. Después de todo, esa niña seguía siendo sobrina de Takemichi y no podía simplemente separarlos por su mero egoísmo. Aceptar al pelinegro como su omega, significaba también aceptar a los Volkov y entablar una relación comercial estable con la infame Bratva de Rusia (menos con el hijo de puta de Vladislav Volkov, por supuesto). Lo bueno es que pronto su hijo mayor Kaiser lo sustituirá en su puesto como jefe de la mafia rusa, por suerte.
En medio de las despedidas y promesas de un cercano reencuentro, nadie notó el imperceptible guiño de ojo que Rina le dio a la "momia", como solía referirse a Sanzu. Ese pequeño gesto le indicó al beta que el intercambio comercial entre ambos estaba finalizado, lo que quiere decir que la niña usó sus "contactos" (los de su madre Dimitri, en realidad) para hacerles llegar a Japón un mensaje urgente a los hermanos Haitani: esconder las preciosas estanterías de cristal de Sanzu, donde atesoraba los recuerdos de su rey y de su reina. Los Haitani, al ser parejas de Sanzu, sabían la clave de acceso a la casa del beta y podían entrar en cualquier momento. Así que para cuando Mikey volviera a Japón y fuera a la casa de Sanzu para deshacerse de las perturbadoras estanterías, ellas ya no estarían allí. Sanzu les debería bastante a sus amantes por esa ayuda, pero eso no importaba siempre y cuando su museo personal estuviera a salvo de las garras de su rencoroso rey.
"Maldición, últimamente ando escaso de dinero por culpa del estafador de Koko y conociendo a esos dos hijos de puta, además de pedirme que les cumpla sus asquerosas fantasías sexuales, también me pedirán dinero a cambio de resguardar mi precioso museo." pensó el angustiado beta, dolido al pensar en la cantidad de dinero que tuvo que desembolsar en los últimos meses debido a su propia imprudencia. Luego miró con rencor a Rina, quien sonreía de oreja a oreja mientras fingía inocencia y se despedía de su tío Takemichi. "Por supuesto que estás feliz, si tú también me estafaste. Joder, ¿seguro que esa mocosa no será un pariente perdido del bastardo de Kokonoi?"
En fin, justo cuando los miembros de la Toman estaban en la pista de aterrizaje, más que preparados para subirse al jet privado que los llevaría de regreso a Japón; Kakucho le informó a Mikey que una vez que volvieran en Tokio, le gustaría tomarse unas vacaciones por adelantado para ir a Filipinas. Todos se quedaron sorprendidos ante esa inusual y atrevida petición por parte del alfa hacia su jefe, quien no pudo evitar fruncir el ceño y abrió la boca para empezar a regañar a Kakucho, sin embargo Takemichi fue más rápido que su alfa y fue él quien comenzó a hablarle al de ojos bicolor.
—¿Por qué querrías ir a Filipinas, Kaku-chan? —preguntó con la cabeza ladeada, confundido por semejante petición.
—Porque es el país natal de Izana. —respondió con sinceridad. Al oír aquel nombre, Mikey no pudo evitar temblar de ira y tanto Sanzu como Mitsuya lo sujetaron de los brazos, para evitar que saltara sobre Kakucho como lo hizo aquella vez en casa de Draken y Emma.
—Pero... ¿para qué? —insistió nuevamente el omega con su corazón latiendo a mil por hora, por alguna extraña razón sintió un mal presentimiento.
—Tú... ya has elegido ¿verdad? —susurró Kakucho, sin responder directamente a la pregunta hecha por su amigo de la infancia. —Elegiste quedarte al lado de Mikey, pese a todas las adversidades que enfrentarás por tomar esa decisión, ¿no es así?
—Sí, porque lo amo. —respondió Takemichi sin vacilar un solo instante y esa respuesta hizo sonrojar a Manjiro, quien por un momento olvidó su desprecio hacia Kakucho.
—Está bien... —asintió el alfa mientras dejaba escapar un suspiro que denotaba alivio. —Entonces, mi promesa a Izana finalmente está cumplida.
—¿De qué maldita promesa hablas? —preguntó Mikey, molesto porque el otro seguía repitiendo ese nombre tabú una y otra vez.
—Mikey, ¿por qué crees que me quedé a tu lado como un fiel subordinado pese a que mataste a Izana frente a mis ojos y pese a que casi también me mataste a mi por defenderlo a él? —preguntó de la nada Kakucho, mirando de forma inexpresiva al jefe de la Toman. Todos los presentes contuvieron su respiración ante la osada pregunta.
Sanzu fue el primero en reaccionar, soltó el brazo de su rey y sacó una pistola con la cual apuntó directamente a la cabeza de Kakucho, a la vez que se acercó rápidamente a Takemichi para protegerlo por si el alfa llegaba a intentar hacerle algo a la reina. El omega tapó su boca con una mano, sorprendido por el giro inesperado de los acontecimientos.
—¡Haru-chan, ni se te ocurra dispararle a Kaku-chan! —ordenó al beta, quien chasqueó la lengua mientras fulminaba al alfa con sus ojos turquesas.
—Sólo le dispararé si intenta hacerle daño a usted o al rey, mi reina. —susurró Sanzu, sin dejar de apuntar a Kakucho en ningún momento.
—La respuesta a tu pregunta es obvia. —empezó a hablar Mikey mientras le quitaba la pistola a Sanzu y procedía a apuntarle él mismo a Kakucho con el arma de fuego. —Permaneciste todos estos años a mi lado, con el objetivo de esperar el momento indicado para destruirme. Fuiste tan paciente para poder tener tu venganza contra mí por haber matado a Izana, ¿no es así? Pero no te preocupes, debido a que jamás confié en ti... siempre te mantuve vigilado. Seguramente la "promesa" que le hiciste al bastardo de Izana tenía que ver con eso ¿no? Con destruirme.
Kakucho al oír esa respuesta por parte de Mikey, no pudo evitar reírse hasta que su risa se convirtió en agonizantes sollozos. Takemichi olió las feromonas que de repente Kakucho liberó... olían a melancolía y a tristeza... quizás a despedida. El corazón del omega se encogió de forma dolorosa, no podía entender el dolor de un lazo roto pero el sólo hecho de imaginarlo le resultó asfixiante, simplemente inaguantable. Pobre Kakucho...
—Me encantaría poder decir que tienes razón. —comenzó a decir Kakucho luego de detener por la fuerza sus sollozos. —Amaría la idea de haber sido leal a ti todos estos años simplemente para esperar el momento justo para destruirte por haber asesinado a Izana... pero lamentablemente no es así. —sentenció con la voz apagada, Manjiro y Sanzu fruncieron el ceño sin creerle una sola palabra al alfa. —Aunque te odio por haberme arrebatado al amor de mi vida, entiendo por qué lo hiciste... e Izana también lo entendió, por eso aceptó tan pacíficamente su propia muerte. —al oír eso, Takemichi no pudo evitar derramar una lágrima silenciosa y reprimió su deseo de abrazar a su amigo de la infancia a modo de consuelo. —Y es por eso también que me hizo hacer una promesa muy egoísta: permanecer a tu lado y al lado de Emma, hasta que ambos encontraran a su persona especial. Ella ya encontró a Draken y tú... encontraste a Takemichi. Mi promesa a Izana ya está cumplida.
—Tú... ¡Deja de mentir, imbécil! ¡No actúes como una víctima, porque no lo eres! —exclamó Manjiro con una vena sobresaliendo de su sien, y acercándose a Kakucho para presionar el cañón de la pistola contra la frente del susodicho.
—¡Mikey-kun, por favor no lo hagas! —gritó Takemichi, quien fue sujetado por Sanzu cuando intentó acercarse a los dos alfas.
—Mi reina, por favor no se meta en esto... es peligroso para el cachorro. —susurró el beta, quien no estaba preocupado porque su rey matara a Kakucho sino porque Takemichi viera esa sangrienta escena y eso le hiciera mal al bebé.
—Mikey, detente. —esta vez quien interfirió fue el tranquilo Mitsuya, quien hacía unos segundos atrás había estado tecleando en su celular sin prestar atención a su entorno. —Baja esa arma y subámonos al jet, sólo estamos perdiendo el tiempo aquí. Debemos volver rápido a Japón, ¿ya lo olvidaste? Hay un tema importante que resolver allí.
—¡Mitsuya, deja ya de hacerte el misterioso y resolvamos esto aquí! ¡No es necesario esperar hasta aterrizar en suelo japonés! —exclamó un enojado Manjiro, presionando con más fuerza la pistola contra la cabeza de un inexpresivo Kakucho. Sólo le bastaba con presionar el gatillo para volarle los sesos al otro alfa.
—¿De qué diablos estás hablando? —preguntó Mitsuya con el ceño fruncido, ya francamente harto de todas las niñadas de su jefe.
—¿Pues de qué más voy a estar hablando? ¡Del asunto del traidor! Obviamente este bastardo es el infiltrado y aunque entiendo que matarlo aquí en Rusia sería más complicado que matarlo en Japón, confío en que Kaiser podrá cubrir todo. Así que voy a terminarlo aquí y ahora. —sentenció Mikey con sus ojos negros más afilados que nunca. Ante esa fúnebre sentencia, el alfa de ojos bicolor reaccionó con total indiferencia. A Kakucho realmente no le importaba morir y ni siquiera se molestó en abrir la boca para intentar defenderse de las acusaciones de Manjiro.
—¡Mikey-kun! ¡No tienes pruebas en contra de Kaku-chan, así que ni se te ocurra matarlo! —exclamó Takemichi histérico, aún sostenido por un nervioso Sanzu.
Al ver toda esa escena, Mitsuya no hizo más sino guardar su celular en el bolsillo de su pantalón Gucci y caminar hacia donde se encontraban tanto Manjiro como Kakucho enfrentados. Sin miramientos, el alfa de ojos lavanda colocó su mano sobre el cañón del arma de Mikey y la bajó a la fuerza. El alfa ahora teñido de negro miró a su amigo y subordinado con una expresión que denotaba una mezcla entre sorpresa y enojo, sin embargo Mitsuya le devolvió la mirada a su jefe con una seriedad que hizo retroceder dos pasos a Mikey. Sólo cuando los aires se calmaron, Mitsuya abrió sus labios para empezar a hablar nuevamente.
—Kakucho no es el traidor, así que cálmense todos. —sentenció con seguridad y todos los presentes abrieron sus ojos sorprendidos, el único que sonrió de oreja a oreja ante esa noticia fue Takemichi.
—¿Cómo que no es el traidor? —preguntó Mikey con sus ojos muy abiertos por la sorpresa, fue tanta su conmoción que casi dejó caer su pistola al suelo. —¿Quién más sino él podría ser el traidor?
—Taka-chan ya lo dijo. —empezó a hablar Hakkai, quien dio el primer paso hacia la escaleras del jet privado. —Lo sabremos cuando lleguemos a Tokio, ¿no pueden simplemente ser pacientes y no causar problemas mientras tanto? Yo confío en Taka-chan. —sentenció el beta sonriendo de oreja a oreja, para luego seguir caminando hacia el interior del jet. Él fue el primero en entrar a la aeronave.
—Mikey, ¿confías en mí? —preguntó Mitsuya, mirando fijamente a su jefe y amigo de la infancia.
—Sabes que sí. —respondió Manjiro una vez que pudo recomponerse y entonces le entregó la pistola a Sanzu.
—Entonces deja ir a Kakucho a Filipinas o a donde sea en cuanto lleguemos a Tokio, ya lo investigué a fondo y créeme... no es él. —sentenció nuevamente, sin una pizca de duda o vacilación en su afirmación. —No puedo decir quién es el traidor ahora porque... aunque confío en todos ustedes, hay otras personas subidas en ese jet privado aparte de nosotros y siempre he pensado que las paredes tienen ojos y oídos, sobre todo cuando tratas con alguien tan escurridizo como Tetta Kisaki.
—Mitsuya... —Manjiro quería seguir preguntando, pero decidió confiar en su amigo y simplemente asintió en silencio. —¡Bien, volvamos a Japón! —exclamó dándose la vuelta para imitar a Hakkai y subirse al jet. —Y tú, haz lo que quieras. Me da igual. —espetó a Kakucho sin siquiera mirarlo.
—Kaku-chan... —los últimos en subir a la aeronave fueron Takemichi y Kakucho. —Estoy feliz de que no seas el traidor.
—Creo que eres el único que está feliz de que no lo sea. —dijo con una sonrisa amarga.
—No digas eso... —reclamó dolido y no pudo evitar acercarse dos pasos hacia Kakucho, sin embargo cuando pensó en abrazarlo sintió una pesada mirada sobre él y al girar la cabeza vio los negros ojos de Mikey observalos detrás de una de las ventanas del jet privado. Inconscientemente detuvo su avance hacia el otro alfa.
—No pongas celoso al inestable de tu alfa sólo por mí, no necesito de tu compasión Takemichi... estaré bien. —sentenció Kakucho dedicándole una sonrisa a su amigo de la infancia.
—Mikey-kun no es inestable... —susurró el omega por lo bajo con un leve puchero, no pudo evitar defender a su hombre pese a todo y sus berrinches. —Y antes de subir al jet quiero que me prometas que no harás una locura cuando llegues a Filipinas. Hazlo por nuestros años de amistad Kaku-chan, por favor...
—Ah... En serio, a los omegas que me rodean les encanta obligarme a hacer promesas tan egoístas. Qué injusta es la vida con este pobre alfa tuerto. —se quejó de forma melodramática mientras suspiraba y miraba hacia el cielo. Luego de unos segundos, sonrió y volvió a mirar a Takemichi. —Si te soy sincero... antes, pensaba que cuando el imbécil de Mikey finalmente consiguiera a su persona especial y dejase de saltar de cama en cama, entonces yo simplemente me suicidaría en Filipinas, el lugar natal de Izana, para reunirme con él ya sea en el cielo o en el infierno, me daba igual.
—¡Ni se te ocurra suicidarte, porque de lo contrario yo no... !— sin embargo, el omega se calló porque Kakucho levantó una mano y negó con la cabeza, claramente quería seguir hablando.
—Pero he cambiado de opinión, porque la persona especial que ese imbécil consiguió fuiste tú. —al oír esa confesión, Takemichi no pudo evitar sonrojarse sorprendido. —No te confundas, no es que me gustes románticamente o algo así... más bien, siempre te he visto como un hermanito menor al cual debía proteger y tú eres... literalmente la única persona importante que me queda viva de mi pasado. No quiero suicidarme egoístamente sabiendo que corres peligro aquí y peor aún... —Kakucho no dijo nada pero miró fijamente el vientre aún plano del omega, quien al sentir esa mirada no pudo evitar colocar una mano sobre su barriga de forma protectora. —Una vez que nazca ese cachorro y te conviertas oficialmente en la pareja del líder la Tokyo Manji ¿tienes idea del peligro que correrás?
—Sí, pero he decidido afrontarlo junto con Mikey-kun y tener a mis dos cachorros de todas formas. —sentenció el omega más seguro que nunca, recalcando incluso el hecho de que no era un cachorro sino dos.
—Y para colmo es un 2x1 y sólo conoces a Mikey desde hace ¿tres o cuatro meses como mucho? Maldición. —se quejó Kakucho poniendo sus dos manos sobre su frente y negando con la cabeza. —¿Ahora entiendes por qué no puedo simplemente morirme tranquilo e irme en paz con Izana? Tus decisiones de vida apestan y tu sentido de la supervivencia falla más de lo que funciona. No puedo dejarte solo, Takemichi.
—Kuku-chan... —susurro el omega feliz, con sus claros ojos azules brillando de emoción. No le importaba que el alfa haya decidido seguir viviendo simplemente por lástima y preocupación hacia él. Siempre y cuando siguiera a su lado, estaría bien. Además, el pelinegro confiaba en que cuando Kakucho conociera a sus dos cachorros seguramente le devolverían las ganas de vivir. Él confiaba en que sus bebés serían adorables.
—¡OH DIOS MÍO! —exclamó una voz conocida que sorprendió tanto a Kakucho como a Takemichi, al seguir la voz se dieron cuenta de que provenía de detrás de una de las ruedas del jet privado. Allí notaron un peculiar cabello rosa que sólo un miembro de la Toman poseía. —¡¿SERÁN DOS PRÍNCIPES?! —gritó Sanzu eufórico, quien tardó en reaccionar a la confesión de Takemichi porque lo estaba procesando.
—Maldita sea... —susurró Mikey desde dentro del jet. Se supone que el hecho de que eran dos cachorros en lugar de uno solo sería una gran revelación en cuanto llegaran a Tokio, pero gracias al grito de Sanzu medio Rusia ya lo sabía. —Voy a romper esas malditas vitrinas en cuanto pise Japón. Lo juro.
—¡DIOS, BUDA, SATÁN! —exclamó Sanzu mientras se arrodillaba en el suelo de la pista de aterrizaje. —¡NUNCA CREÍ EN USTEDES, PERO SI DE VERDAD EXISTEN, POR FAVOR HAGAN QUE SEAN UN PRÍNCIPE Y UNA PRINCESA!
—¡Haru-kun! —exclamó Takemichi trotando hacia su excéntrico subordinado. —Levántate del suelo, tus rodillas ya están lastimadas ¿quieres empeorarlo?
—¡AMÉN! —exclamó el ateo de Sanzu, llegando tan lejos como para hacer la señal de la cruz hacia el cielo. —¡Mi reina, felicidades! —lo elogió mientras se levantaba del suelo y abrazaba a Takemichi, quien no pudo evitar corresponder al abrazo con un suspiro, ya resignado a las excentricidades del beta.
—¡Por favor, partamos de una vez por todas! —exclamó Mitsuya desde el interior del jet privado. Curiosamente, había decidido sentarse solo y no paraba de teclear rápidamente en su celular. Recordemos también que él era el único que podía usar celular, a todos los demás miembros se les había quitado temporalmente sus celulares personales hasta que el traidor fuera localizado.
—¡Sí, enseguida subimos! —respondió Takemichi, quien no tardó en subir a la aeronave junto con un emocionado Sanzu y un resignado Kakucho. Y así, los miembros de la Tokyo Manji partieron hacia Tokio.
...
Mientras tanto, en Tokio y más específicamente en el último piso de un enorme rascacielos lujoso. Una inusual pareja se hallaba terminando de tener sexo y el más bajito acababa de salir de la ducha y vestía una elegante bata blanca. Era Tetta Kisaki, quien rápidamente se colocó sus lentes de oro para poder ver mejor las luces de la infinita capital de Japón.
—¿Por qué estás tan pensativo? —preguntó Hanma abrazando por detrás a Kisaki, el alfa también acababa de salir del baño y vestía una bata negra.
—Han descubierto a nuestro infiltrado. —susurró de la nada. A pesar de todo, su semblante denotaba tranquilidad.
—¿Qué? Pero ¿cómo?
—Fue Mitsuya, ese maldito les quitó los celulares a todos los ejecutivos de la Toman y avisó que nos tendería una trampa en Rusia sólo a los ejecutivos, ¿recuerdas?
—Sí, pero...
—Él nos informó sobre el ataque en Rusia y por eso pudimos huir a tiempo del tiroteo sorpresa. Pero... El bastardo de Mitsuya instaló dispositivos en cada una de las residencias de los ejecutivos, ese aparato funciona vía satélite y lo que hace es alertar en tiempo real a Mitsuya si alguien utiliza algún dispositivo para comunicarse con alguien de otro país. Es decir, si algún ejecutivo llamaba a Rusia, entonces definitivamente sería el traidor.
—Ese hijo de puta... lo hubiéramos matado cuando tuvimos la oportunidad. Odio a los cerebritos... menos a ti, por supuesto. —dijo Hanma besando el cuello de Kisaki, quien lo apartó de mala gana y siguió hablando.
—Yo deduje que haría eso, por eso le ordené a él que jamás nos llamara desde su casa y que lo hiciera desde el consultorio con un teléfono especial que le daría la doctora pero... lo que no imaginé jamás es que Mitsuya colocaría ese aparato electrónico incluso en el consultorio de la psiquiatra.
—Espera... eso significa...
—Eso significa que siempre desconfió de él. —asintió Kisaki y al oír eso Hanma tragó saliva. —Realmente la Toman está donde está gracias a Mitsuya, aunque me joda debo admitir que es suspicaz. —reconoció Kisaki con una expresión que denotaba admiración a la vez que frustración.
—¿Qué haremos entonces?
—Deshacernos de Kazutora, por supuesto. —sentenció sin una pizca de compasión y Hanma asintió. —Ya saben que es el traidor, así que no nos sirve más. Sin embargo, si lo dejamos con vida y es secuestrado por ellos le sacarán información a través de la tortura y tendrán pruebas contundentes en contra de Valhalla por competencia desleal. No podemos permitir eso.
—Pero, ¿cómo nos desharemos de él? Siempre está pegado a Baji y ese hijo de puta es difícil de tratar.
—Kazutora es débil de mente, por algo tiene los problemas mentales que tiene y necesita realmente de tratamiento psicológico. Por eso también lo pude manipular para convertirlo en un infiltrado. —dijo Kisaki sonriendo con maldad. —Ya le informé que lo más probable es que Mitsuya sepa todo y que necesito verlo en persona nuevamente para trazar bien nuestro plan de acción. Al principio dudó, pero en cuanto le prometí que mi plan incluía sacarlo del país a salvo junto con Baji y Chifuyu, aceptó sin dudarlo. Realmente el amor vuelve idiotas a las personas.
—Por eso me amas, ¿verdad? —dijo Hanma estirando sus labios tratando de besar a Kisaki, sin embargo su boca fue recibida por el cañón de una fría arma.
—Por eso un día te mataré, prefiero matarte a convertirme en un estúpido como Kazutora.
—Qué cruel. —dijo Hanma riéndose y alejando su boca del arma de fuego. —Entonces, ¿cuándo nos veremos con ese pobre diablo?
—Hoy mismo. —sentenció quitándose la bata y quedando desnudo, para luego caminar hacia una enorme cama donde se hallaba uno de sus trajes de vestir favoritos. Negro con rayas doradas en vertical. —Y no es cuando "nos" veremos con él sino cuándo "me" veré con él.
—¿Qué? Olvídalo, iré contigo.
—No, iré solo y yo mismo lo mataré. —sentenció mientras comenzaba a vestirse. —Porque si tú estás él desconfiará pero si me ve solo, como siempre que nos hemos juntado en persona ha sido, entonces bajará la guardia y será el momento perfecto para matarlo. Recuerda, Kazutora cree que sólo yo sé que él es un infiltrado. Supuestamente, tú no lo sabes.
—Pero... Es peligroso.
—¿Por qué? Yo estaré armado e incluso llevaré chaleco anti-balas. Él irá solo y ¿no lo recuerdas? Siempre que nos hemos visto en persona ha sido en aquel lugar apartado y siempre Kazutora ha tenido que pasar por un detector de metales antes de verme. No puede llevar ningún tipo de arma ya sea blanca o de fuego sin que yo lo sepa. No soy estúpido.
—Joder... Está bien. Pero promete que te cuidarás y que serás más precavido de lo normal. —dijo Hanma mientras intentaba acariciar el rostro de un ya vestido Kisaki.
—¿Quién necesita de tu preocupación? —espetó, golpeando la mano del alfa. —¡Deja de pensar que estamos en una relación sentimental! ¡Tú eres mi espada y yo soy tu amo, jamás lo olvides!
Luego de gritarle eso, Kisaki guardó su arma cargada en su traje y se fue de la habitación sin mirar atrás. Hanma sonrió orgulloso por el comportamiento del beta, Tetta Kisaki era exactamente su tipo ideal. Malvado, sexual, inteligente, vengativo, sin escrúpulos y arrogante. Él no se sentía mal por ser un alfa rebajado a ser la espada de un beta, todo lo contrario... le enorgullece serlo.
—Maldición... ¿por qué tengo un mal presentimiento? —dijo el alfa de afilados ojos mientras caminaba hacia el balcón del penthouse para fumar un cigarrillo. —Kisaki, por una vez en tu maldita vida... no seas tan arrogante.
...Continuará...
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