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El abuelo Vlad

¡Hola! Tanto tiempo ¿verdad? Gracias por los meses de espera y paciencia! Pude pasar mi luto en paz y ya estoy mejor! Hace unos dias llegamos al millón de lecturas en este fanfic! Y en octubre cumple tres años desde que fue publicado! Los comentarios, los fanarts hechos con tanto amo (son bien talentosas y talentosos!), las risas, las lágrimas, todo... gracias por todo. Ustedes son parte de ese millón de personas que han pasado por esta historia aunque sea una vez! 

Este capítulo amé escribirlo y me reí, me enojé, de todo. Espero que ustedes también lo disfruten! Gracias! Estaré respondiendo a sus mensajes y comentarios! Disfrutenlo! 

...

Mikey ingresó a la habitación de sus hijos con Shinichiro en brazos y lo primero que vio, fue a una niña durmiendo sobre la enorme cama tamaño matrimonial que usaban los mellizos Sano para dormir juntos. La cama en cuestión tenía un enorme dosel que la cubría y era demasiado elegante para el gusto de Mikey, obviamente había sido elegida por Sanzu para sus "príncipes" y en parecía más chica de lo que realmente era, debido a que Sayumi y Shinichiro la llenaron de prendas de sus padres; para que la misma oliera a ambos.

—¿Hana-chan? —preguntó Shinichiro al ver a su prima en la cama. —¿Por qué está en mi nido, papi?

—Porque es una dormilona, igual que nosotros. —le susurró Mikey mientras besaba con gentileza la frente de Shinichiro. —¿Te molesta que durmamos los tres en tu nido?

—Si fuera alguien más me molestaría... pero me agrada cómo huele Hana-chan, así que lo permito. —dijo el pequeño omega encogiéndose de hombros. Mikey se rió bajito y asintió, acostumbrado a lo mandón que podía llegar a ser el pequeño.

La niña que se hallaba durmiendo sobre la cama era Ryuguji Hanako, la adorada hija de Draken y Emma que había nacido un mes antes que los mellizos Sano, siendo por lo tanto su prima mayor. Era la luz de los ojos de Takemichi, pues había sido nombrada por él.

La pequeña tenía cinco años de edad y fue la primera de todos en hacerse el test de subgénero, los resultados fueron contundentes: una omega normal. Fue una alegría para Emma y una angustia para Draken. Desde ese día, el padre primerizo se volvió aún más sobreprotector con ella.

Hanako era una niña preciosa, de contextura delgada, estatura baja, piel blanca cálida y de hecho, era una réplica casi exacta de su madre. Su cabello rubio cenizo lacio con tendencia a ondularse en las puntas era una clara herencia de los Sano, y su flequillo esponjoso ocultaba un poco sus enormes ojos oscuros, único rasgo físico heredado de Draken. El contraste de su cabello y su piel clara con sus ojos casi negros, la hacían sobresalir demasiado. Todos sabían que de grande sería una belleza y cada vez que alguien mencionaba la cantidad de futuros pretendientes que tendría la omega, tanto Draken como Mikey gruñian ofendidos.

"Shinichiro y Hanako podrán pensar en casarse después de los 35 años. Y mejor si es a los 40." Esa era una regla que Draken y Mikey habían inventado para sus hijos omegas. Obviamente, nadie les prestó atención y muchos menos los niños, quienes ni siquiera entendían qué significaba casarse.

—¡Papi, mi cobija! —exigió el omega cuando fue depositado encima del colchón, cerca de la bella durmiente de su prima.

—Shh, no grites o despertarás a Hanako. Ya te la doy. —dijo el pelinegro mientras cogía la cobija morada de Shinichiro, la cual se hallaba encima de la mesita de luz. Ese pedazo de tela era una costosa cobija que Sanzu le regaló el día que nació. —Aquí tienes.

El omega se aferró a la suave cobija y sonrió satisfecho. Mikey le devolvió la sonrisa a su hijo y procedió a recostarse despacio al lado suyo. Hanako dormía en el costado izquierdo de la cama, Shinichiro se acomodó en medio y Mikey quedó en el costado derecho. El alfa inconscientemente esparció feromonas tranquilizadoras, para incentivar el sueño en su hijo y su sobrina. Shinichiro ronroneó satisfecho al sentir las feromonas de su papá cosquillear sobre su pequeña nariz.

—¿De verdad no puedes dormir sin esa cobija, Shin? —preguntó en voz baja mientras acariciaba suavemente el cabello negro y lacio del omega.

—Sayumi tampoco puede dormir sin su muñeco del tío Haru. —se defendió con un tierno puchero, sin dejar de abrazar su cobija morada con decoraciones en hilo de oro. —Esto también fue un regalo de él, así que debo usarla para que no se sienta mal...

—Claro que sí, campeón. La usas para no hacer sentir mal al "tío Haru" —dijo Mikey rodando los ojos y con una sonrisa burlona.

—Sí, es sólo por eso. —asintió bostezando, sin darse cuenta del sarcasmo en el tono de su padre. —No es que le tenga miedo a la oscuridad o algo así. Ya soy un niño grande y además, soy un omega dominante. —sentenció, imitando el tono orgulloso de Sayumi, quien desde que supo que era una alfa dominante... no paraba de repetirlo en todas partes.

—No te juzgo, porque yo era igual. —le confesó Mikey, sorprendiendo al pequeño. —¿Sabes? Hasta muy adulto no pude dormir sin mi cobija.

—¿Y cómo aprendiste a dormir sin ella, papi? —preguntó Shinichiro, genuinamente interesado.

—Fue porque conocí a tu mamá, Shin. —se sinceró. —Desde que duermo abrazado a Takemichi, ya no necesité nunca más de mi vieja cobija para conciliar el sueño.

Al oír esa respuesta, el ceño del niño se frunció y le dio la espalda a su papá. Mikey se rió en voz baja y acarició con ternura la espalda del niño, quien refunfuñó por lo bajo y negó con su cabeza varias veces.

—¿Y ahora por qué te enojaste, Shin?

—Mamá esto, mamá aquello. —refunfuñó el omega. —Siempre todo se trata de mamá.

—Es porque amo a tu mamá... amo a Takemitchy. —al oír eso, los grandes ojos de Shinichiro se llenaron de lágrimas.

—¿Y a mí no me amas? —preguntó con la voz quebrada, sollozante.

—Claro que te amo. A ti y a tu hermana, los amo a ambos. —dijo Mikey mientras suspiraba viendo a su pequeño sollozar y aún dándole la espalda.

—Pero amas más a mamá....

—Son amores diferentes... cuando seas mayor, lo entenderás.

—No quiero amar a nadie más, sólo a papá. No quiero entender. —negó con la terquedad que lo caracterizaba. —Odio que ames más a mamá que a mi, que beses a mamá en la boca, que lo abraces. No me gusta.

—¡Basta! —sentenció con voz suave pero firme. No llegó a ser una voz de mando pero estremeció al pequeño omega, quien inconscientemente expuso su cuello en sumisión. —Algún día entenderás que son amores diferentes y que no amo a ninguno por encima de otro. Papá los ama a todos con la misma intensidad, Shin. Ahora vamos a dormir ¿ok?

—Sí... perdón...

—Está bien, ¿quieres un abrazo de papá? —preguntó el alfa, cuyo corazón dolió al ver la pequeña espalda de su hijo temblorosa. Shinichiro definitivamente era su debilidad.

—¡Sí! —asintió dándose la vuelta y abrazando fuertemente al alfa. La carita del omega se enterró en el pecho de Mikey e inhaló sus feromonas paternales hasta quedar profundamente dormido.

"Complejo de Edipo y de Electra" pensó Mikey mientras suspiraba al ver a su hijo profundamente dormido entre sus brazos. La psicóloga les dijo a él y a Takemichi que ese era un complejo normal para los niños de la edad de Shinichiro y Sayumi. Les aseguró que con el tiempo ese complejo iba a desaparecer pero a veces era... simplemente agotador. Ellos ni siquiera podían darse un beso en la boca frente a los mellizos, porque ambos se ponían a llorar.

Shinichiro desarrolló un enamoramiento obsesivo hacia Mikey y veía a Takemichi como un rival amoroso. Mientras que Sayumi desarrolló un enamoramiento obsesivo hacia Takemichi, viendo como un rival a su padre. Ellos eran los adultos, así que hacían todo lo posible para actuar con madurez para solucionar ese complejo pero... habían días que explotaban y regañaban a sus hijos.

Sin ir más lejos, últimamente Sayumi insistía en dormir cada noche abrazada a Takemichi y Shinichiro a Mikey. Por lo tanto, el sexo era algo literalmente imposible para la pareja. No querían ni imaginar la reacción que tendrían los mellizos si alguna vez los descubrían teniendo relaciones sexuales, si sólo con verlos besándose ya pegaban el grito al cielo. Los padres primerizos no deseaban que sus hijos descubrieran qué es el sexo de una forma tan traumática.

Por eso, cada vez que necesitaban tener sexo le pedían a Sanzu que los cuide en el penthouse y ellos se iban a un hotel con alguna excusa tonta. No podían hacerlo en su casa y mandar a los mellizos fuera, debido a que el olfato de los hermanos estaba hiper desarrollado y olerían el peculiar olor del sexo ni bien pisen el penthouse en el que vivían. ¿Qué carajos les dirían si alguno les preguntaba qué era ese extraño olor? Ser padres definitivamente no es fácil. Maldición, ¿quién los mandó a tener dos cachorros de una sola vez?

"No más hijos" decidieron tanto Mikey como Takemichi, debido a la horrible abstinencia sexual que sufrían por la crianza de sus adorables pero absorbentes cachorros.

—Joder, a veces desearía no tener tan buena puntería. —refunfuñó por lo bajo mientras cerraba sus cansados párpados para dormir una siesta junto a su hijo y sobrina. Al menos Draken apuntó y tuvo una sola hija, él apuntó y le tocó un 2x1.

...

—Jaque mate. Yo gané, tío Koko. —dijo una jovencita rusa con un japonés perfecto y casi sin acento.

Ekaterina Volkova, más conocida por todos como Rina, ya no era una niña de 9 años sino una adolescente de 14 que pronto cumpliría 15. Era muy alta para la edad que tenía, midiendo 1.75 m y los doctores decían que crecería hasta alcanzar o los 1.80 cuando sea adulta. Su piel blanca oliva hacía un contraste interesante con su cabello lacio color negro azabache, cortado en un clásico estilo bob, corto a la altura de la nuca y más largo por delante para enmarcar su bello rostro ovalado. Sus afilados y calculadores ojos verdes la hacían resaltar aún más.

En esos momentos, vestía un elegante vestido vintage color rojo sangre, cuya falda en forma de campana le llegaba hasta por debajo de las rodillas. El vestido en cuestión posee mangas tres cuartos por encima de sus codos, con un escote cuadrado que dejaba ver sus clavículas; como decoración tenía siete botones negros en el costado izquierdo y un cinturón negro a la altura de la su pequeña cintura, para acentuarla. Como accesorios, Rina decidió usar unos elegantes guantes negros que se pegaban a su piel como una segunda piel y un sombrero estilo Eugenia color negro, el cual le cubría casi la mitad de la cara. Casi no llevaba maquillaje pues no lo necesitaba pero, como casi siempre, pintó sus carnosos labios de color rojo.

—No seas tan engreída, mocosa. Te gané tres veces seguidas y esta es la primera vez que ganas en el día. —espetó Kokonoi con el ceño fruncido, agitando la larga manga de su yukata rojo para dejar un gran fajo de dólares cerca de Rina. De su lado ya habían tres fajos que la joven alfa le dio en las anteriores partidas de ajedrez.

Aunque dijo eso, en el fondo estaba orgulloso de los progresos de Rina en los últimos cinco años desde que se conocieron en la boda de Hakkai y Mitsuya. Koko miró con nostalgia el enorme oso Rilakkuma que adornaba una esquina de la casa estilo tradicional que compartía con Inupi. Ese oso era el recordatorio de la primera vez que esa niña lo estafó, aunque no fue la última. Inupi se encargaba de mandarlo a la tintorería cada mes, para que no se llenara de polvo y se mantuviera intacto.

—No seas un mal perdedor, Koko. —dijo Inupi caminando hacia donde ellos se encontraban sentados, el alfa vestía un precioso kimono verde que hacía resaltar sus ojos del mismo color. Su largo cabello rubio platino estaba suelto y caía como cascada por su espalda. —Hice que el chef prepare unos bocadillos y los deje en el patio, ya han jugado suficiente, así que salgamos y tomemos un poco de sol.

—¿Prepararon daifuku de fresa? —preguntó Rina emocionada.

—Claro que sí, son tus favoritos ¿cómo lo olvidaría? —asintió Inupi, dedicándole una cálida sonrisa a la joven alfa.

—¡Eres el mejor, tío Inupi! —exclamó con una deslumbrante sonrisa, mostrando sus blancos dientes entre los cuales sobresalían unos afilados colmillos.

—Bien, andando porque tengo hambre. —dijo Koko mientras se levantaba del cómodo suelo de tatami, en el cual estuvieron sentados por horas para jugar ajedrez.

El alfa cogió los tres fajos de billetes que le ganó a Rina y que estaban al lado del tablero de ajedrez encima de la elegante mesa kotatsu. Entonces, justo cuando estaba por caminar hacia el patio, los ojos negros del alfa se concentraton por primera vez en el bulto tembloroso al lado de Rina.

—¿Qué harás con ella? —preguntó Koko con desinterés.

El bulto al costado derecho de Rina era de hecho una persona. Más específicamente, una mujer de cabello castaño claro en cuatro patas, sobre sus rodillas y codos, para que su espalda haga el papel de una mesa improvisada donde estaba el Birkin rojo edición limitada de la marca Hermès de Rina.

El contraste entre el impoluto bolso y la mujer que lo sostenía sobre su temblorosa espalda era impactante, Koko rápidamente escaneó la situación de aquella desdichada mujer: ropas gastadas que más bien parecían harapos, moretones regados por su piel clara, cabello corto y opaco, además de una mirada perdida típica de...

"Sanzu solía tener una mirada similar cuando se pasaba de la raya con sus pastillas mágicas" pensó Koko, frunciendo el ceño por el desagradable recuerdo.

—Oh, casi me olvidé de ti Hina-chan. —dijo con una dulce sonrisa que tanto Inupi como Koko sabían era fingida. —Te dije que mantuvieras mi bolso intacto durante las horas que jugué ajedrez con el tío Koko y lo hiciste de maravilla, nunca lo dejaste caer, ¡bien hecho!

—Yo... fui bu-buena. —susurró Hinata con la voz temblorosa mientras que Rina se levantaba del suelo de tatami y agarraba el bolso Birkin que estaba sobre su espalda. —Merezco una recompensa ¿verdad?

—Claro que sí. —asintió Rina, haciendo sonreír a una Hinata mucho más delgada de lo que era hace cinco años y cuyos ojos estaban bastante más hundidos. Sinceramente, parecía enferma. —Te daré tu recompensa ahora mismo.

Luego de decir eso, la joven sacó de su bolso Birkin un pequeño frasco de vidrio con tapón y una elegante cucharita colgante, lo que contenía en su interior era un polvo blanco que si lo viera Sanzu, se estremecería porque le recordaría a su oscuro pasado antes del nacimiento de sus príncipes. Era cocaína.

—No vas a ensuciar mi tatami con esa mierda, Rina. —advirtió Inupi con el ceño fruncido.

—Por supuesto que no, tío. —dijo mientras caminaba hacia el patio exterior de la casa tradicional japonesa de la pareja. —¿Puedo usar el suelo del patio? La parte de concreto, obviamente.

—Sólo si lo limpia después de usarlo. —respondió, mirando con asco cómo Hinata literalmente gateaba detrás de Rina para que le diera algo de la cocaína que tenía en su mano.

La omega incluso tenía un collar alrededor del cuello como si fuera un perro y cuando llegó a su casa ese día, la trajo con una correa. Era simplemente patético. Inupi sabía que esa muchacha alguna vez fue la mejor amiga de Takemichi; de hecho, fue la razón por la cual el omega decidió convertirse en la "perra" de Mikey, lo hizo para salvar a esa mujer de la muerte, debido a que ella fue la despechada que intentó matar a Draken el día de su boda con Emma.

No obstante, Hinata le pagó a su supuesto mejor amigo diciéndole cosas hirientes tanto a él como a sus cachorros, una acción imperdonable dentro de la Tokyo Manji. Nadie insultaba a Takemichi o a sus cachorros y vivía para contarlo. Hinata definitivamente debió morir aquel día que los insultó en el penthouse de Mikey y Takemichi.

La única razón por la cual se salvó de morir, es porque resultó ser la pareja destinada de Kira Volkova, hermana mayor de Takemichi y tía de Rina. Si la mataban, esa acción podría enfermar a Kira y por eso se le permitía vivir en la mansión de los Volkov en Rusia. No obstante, más que una invitada era una prisionera para la Bratva.

Kira jamás la marcó para no crear un verdadero vínculo entre ellas ni la tocó sexualmente, pues ya estaba felizmente casada con su otra tía llamada Dasha Vasiliev (la hermana menor de Dimitri, madre de Rina), la cual de hecho en esos momentos se encontraba embarazada.

Sólo mantenían viva a Hinata por razones prácticas pero quien se encargaba de ella 24/7 en verdad era Rina, quien juró hacer su vida miserable por insultar a su tío Takemichi y a sus amados primos. Todos podrían pensar que ser la pareja destinada de Kira Volkova fue un golpe de buena suerte, sin embargo, Inupi pensó que de hecho fue un castigo divino.

"Morir hubiese sido más fácil que ser la mascota de alguien tan sádica como Rina" pensó mientras veía a la joven rusa formando unas hileras de polvo blanco sobre el suelo de concreto de su patio y sacando un billete del fajo de dólares que le ganó anteriormente a Koko en el ajedrez.

—Toma, te lo ganaste Hina-chan. —dijo pasándole el billete a Hinata, quien lo agarró con las manos temblorosas para formar una especie de cono y poder inhalar la cocaína que Rina dejó en el suelo.

—Gracias, muchas gracias mi a-ama. —agradeció patéticamente con una sonrisa antes de inhalar la adictiva droga del suelo.

—¿Cómo lograste romper su voluntad para convertirla en eso? ¿no era más fácil matarse que vivir esta vida de mierda? —preguntó Koko, genuinamente sorprendido.

Hinata no lo escuchó, estaba tan ensimismada en éxtasis que simplemente sonrió hacia el cielo y su nariz se notaba bastante dañada por los efectos del polvo blanco. Si Sanzu la viera, agradecería una vez más haber reunido la fuerza de voluntad necesaria para dejar las drogas y no acabar así.

—Al principio intentó suicidarse. —confesó Rina mientras veía las cicatrices en las muñecas de una muy sonriente Hinata. —Pero dejó de intentarlo en cuanto le advertí que mataría a sus padres y a su hermano menor si ella moría. No tiene permitido suicidarse, porque eso afectaría a mi tía Kira. Tampoco podemos matarla directamente, ya que provocaría el mismo efecto. —al terminar de decir eso, una sonrisa malvada adornó su bello rostro. —Y entonces pensé ¿por qué no la rompo para que muera lentamente y el "destino" lo sienta como un deterioro natural? De esa forma, al ser una muerte "natural" mi tía no sufriría el doloroso efecto de perder a su pareja destinada.

—¿Así que la hiciste adicta a las drogas para provocar una muerte por sobredosis? ¿cómo hiciste para que aceptara drogarse? —preguntó Koko y Rina sonrió.

—Simplemente hice su vida miserable hasta que no le quedó de otra que aceptar la "salida fácil" para evadir la realidad de mierda que vivía y entonces aceptó las drogas que se le ofrecían. —le contó tranquilamente, como si estuviera hablando del clima —Y no, matarla con una sobredosis sería lo mismo que matarla de un balazo. Nunca le doy demasiado para evitar que muera instantáneamente, lo que estoy buscando es que sus órganos poco a poco comiencen a fallar por las drogas y muera lo más "naturalmente" posible. De esa forma, no afectará demasiado a mi tía.

—Quieres extender su sufrimiento el mayor tiempo posible y hacer que su muerte no afecte a Kira Volkova. Eres... astuta y muy cruel. —dijo Koko, quien a veces olvidaba que la joven rusa sólo tenía 14 años.

—Gracias, tío Koko.

—No fue precisamente un elogio, mocosa...

—Para mí lo es. —sentenció. —Soy hija de la mafia roja, la Bratva de Rusia, ser astuta y cruel es lo mínimo que se espera de mi.

—Rina.... ¿tú no consumes, verdad? —habló Inupi por primera vez, genuinamente preocupado por la alfa menor.

—Sé los efectos secundarios de las drogas y de lo vulnerable e idiota que te vuelves al consumirlas. Sólo basta con verla. —contestó Rina, mirando sin una pizca de empatía a una sonriente Hinata, quien lamió el suelo para limpiar los restos de polvo blanco. —Aunque nací alfa, soy mujer en un país extremadamente conservador y machista como Rusia... lo único que me protege es mi inteligencia. No la arriesgaría por el placer efímero que te produce esnifar, inyectar o tragar drogas. —entonces los ojos verdes de la alfa miraron los ojos también verdes del platinado. —¿Eso responde a tu pregunta, tío Inupi?

—Sí. —asintió entre aliviado y orgulloso de que Rina fuera lo suficientemente inteligente como para no meterse mierda en el cuerpo.

—Tu abuelo... ¿sigue insistiendo con lo mismo? —preguntó Koko con cautela, cambiando de tema.

—Por supuesto que sigue insistiendo. —respondió Rina poniendo sus ojos en blanco y encogiendo sus hombros. —Comamos mientras hablamos ¿ok? —propuso caminando hacia la elegante mesa frente al tranquilo estanque artificial que poseía el jardín de la pareja. El estanque en cuestión era habitado por los coloridos peces koi. —Hina-chan, ve a tomar una siesta dentro de casa mientras hablo con los tíos.

—S-sí, ama... —asintió la omega, yéndose a tropezones para dejarlos a solas.

La mesa redonda estaba llena de bocadillos tradicionales japoneses, preparados por un reconocido chef. Rina se sentó en una silla que daba al lago y tanto Koko como Inupi la imitaron.

—Вкусный! —exclamó en ruso luego de comerse un daifuku de fresa. Tanto Inupi como Koko sonrieron satisfechos, ya que entendieron que Rina dijo "delicioso" en su idioma natal.

En los últimos cinco años, no sólo Rina había aprendido japonés para comunicarse mejor con sus tíos, sus primos y con los miembros de la Tokyo Manji. Koko e Inupi también habían mejorado muchísimo su ruso al practicarlo constantemente con las visitas periódicas de Rina.

Incluso Takemichi se esforzó por aprender ruso para comunicarse mejor con su familia paterna, aunque le costaba bastante debido a que ya era un adulto y jamás estudió idiomas. Por su parte, los mellizos Sano eran bilingües, sabiendo hablar perfectamente japonés y ruso, e incluso también estaban recibiendo clases particulares de inglés. Mikey fue el único miembro de la familia Sano que no se molestó en aprender ruso, ya que según él era suficiente con saber decir algunas frases en inglés (puros insultos y amenazas, obviamente)

—Entonces, ¿ese vejestorio nuevamente te comprometió con alguien? —preguntó Inupi con el ceño fruncido, realmente odiaba a Vladislav Volkov, el padre de Takemichi y abuelo de Rina.

—Aún no... —empezó diciendo Rina, comiendo otro daifuku antes de seguir hablando. —Pero está en negociaciones con algún jeque para casarme con un tal Mohammed, creo que es príncipe de un país árabe y dueño de una parte importante de Dubai. —informó la alfa con desinterés, como si no estuviera hablando de algo importante.

—¿Está loco? —gruñó Koko, a quien también le desagrada ese viejo mafioso. —Si Rusia ya es lo suficientemente machista y conservadora, no quiero imaginar cómo son los Emiratos Árabes Unidos.

—No importa. —sentenció Rina con una sonrisa. —Si sigue insistiendo con ese compromiso, me desharé de ese tal Mohammed como lo hice con mi anterior prometido.

A pesar de que el padre de Rina y hermano mayor de Takemichi, Kaiser Volkov, era el actual jefe de la poderosa Bratva de Rusia; la verdad es que Vlad seguía teniendo mucha influencia y poder en la mafia roja. Aunque los gángsters respetaban a Kaiser, seguían siendo leales al viejo mafioso. Y por lo tanto él seguía teniendo mucho control sobre todos los miembros de la familia Volkov, incluyendo a sus nietos.

La única razón por la cual Vladislav (Vlad) le cedió su puesto a su hijo mayor era por la importancia de la tradición, la cual decía que el jefe de la Bratva debía cederle su puesto a su hijo varón alfa, una vez que el susodicho tuviera otro hijo varón alfa. Sí, el pequeño hermano de Rina y sobrino de Takemichi, Alexei Volkov, cumplió 5 años el año pasado y al realizarle el test de subgénero, salió que era un alfa dominante. Sólo por esa razón Vlad le cedió su puesto a su hijo mayor, por tradición.

"Rina, incluso si eres una alfa sigues siendo mujer. Ahora que tu hermano menor resultó ser un alfa dominante, ya es un hecho que Alexei será el próximo jefe de la Bratva una vez que tu papá le ceda el poder. No importa cuánto te esfuerces en demostrar que eres apta, una mujer jamás podrá heredar la Bratva. No es cuestión de discriminación sino de tradición. Así que hazte a la idea de que te casarás con alguien importante al cumplir los 18 años" esas fueron las contundentes palabras que Vlad le dijo a su nieta una vez que cumplió 14 años, la edad legal para casarse en su país.

El mismo día que Rina celebró su decimocuarto cumpleaños, Vlad le informo que la comprometió con el hijo mayor de un importante multimillonario estadounidense y que se casarían cuando ella cumpliera 18 años. Ese día, la cumpleañera simplemente aceptó el compromiso con una dulce sonrisa y entonces Vlad supo que se avecinaba una represalia por parte de Rina. No obstante, pensó que podría lidiar con las consecuencias del berrinche de su nieta. Mientras no matara a su prometido, todo estaría bien.

Con lo que no contaba Vlad, es que Rina ya mantenía estrechas relaciones con jefes de importantes cárteles de América Latina, gracias a acompañar constantemente a su padre Kaiser a firmar acuerdos en dichos países. No pasaron ni seis meses antes de que se anunciara la disolución del compromiso entre los jóvenes herederos, porque el prometido murió en un extraño accidente automovilístico. Falleció prematuramente a la edad de 19 años después de salir de una fiesta, junto con una prostituta a bordo de su carísimo Bugatti. Rina asistió a su funeral y derramó lágrimas falsas, demostrando ser una gran actriz.

—No hagas una locura. —advirtió Koko con el ceño fruncido. —La última vez no pudieron acusarte porque no habían pruebas pero si misteriosamente tus prometidos comienzan a morir... la gente sospechará.

—Esta vez tampoco habrá pruebas. —respondió Rina con una sonrisa. —Siempre y cuando yo no me ensucie las manos... no pueden acusarme de nada. La última vez tampoco hice demasiado... sólo le di la ubicación de la fiesta de mi ex prometido al vengativo jefe de un importante cártel en México. —dijo encogiéndose de hombros. —Quién diría que ese viejo mafioso mexicano estaba tan resentido porque el padre de mi prometido le robó al amor de su vida. Es normal que haya querido matar al hijo bastardo de su ex mujer y del viejo que la violó. Yo no tuve nada que ver, llámalo karma si quieres.

—¿Vlad sabe que tú incentivaste el asesinato de tu prometido? —preguntó Inupi, tragando grueso. Él realmente pensaba que si Rina se convirtiera en la jefa de la Bratva, la mafia roja sería aún más imparable y peligrosa.

—Lo sabe pero no tiene forma de probarlo, así que simplemente me amenazó con que aceptara mi destino de ser una esposa trofeo. —respondió con una mueca de asco. —Me dijo que si mi próximo prometido también aparece un día muerto, tomará medidas conmigo aunque sea su nieta.

—¿Crees que él realmente te haría daño? Después de todo, eres su nieta. —dijo Inupi, genuinamente preocupado por Rina.

—Oh tío Inupi, realmente no conoces a mi abuelo Vlad. —se burló la alfa, negando con su cabeza. —Claro que me haría daño si no le hago caso, no físicamente... pero hay otras formas peores de hacer daño.

—¿Tus padres qué opinan de todo esto? ¿por qué no te defienden? —preguntó Koko, apretando sus puños debajo de la mesa.

—Ellos me defienden. —aclaró. —Papá todos los días pelea con mi abuelo para que no me mande a un reformatorio a "aprender a ser una buena mujer de la alta sociedad". —dijo haciendo comillas con sus dedos. —Y mamá le advirtió que si me pone una mano encima o me hace daño de alguna forma, meterá directamente a su familia, los Vasiliev. Eso es lo que está reteniendo a mi abuelo de disciplinarme.

—Entonces... ¿qué planeas hacer? —preguntó finalmente Koko y se estremeció al ver una sonrisa de oreja a oreja adornando el bello rostro de Rina.

—Simple, planeo convertir a la Bratva en la organización más grande y poderosa de la historia. Quiero devolverle su antigua gloria e incluso superarla. —respondió sin un ápice de duda en su voz. —No voy a casarme, porque entonces tendría que abandonar Moscú y eso me apartaría del poder.

—Pero... ¿y la tradición? —preguntó Inupi.

—¡Que se joda la tradición! Tengo todas las cualidades para ser la líder de la Bratva, ser mujer no me hace menos capaz. —sentenció e Inupi le sonrió, orgulloso de su respuesta.

—¿Y Vlad? —preguntó Koko y Rina se encogió de hombros.

—Morirá de viejo antes de verme convertida en una "perfecta esposa trofeo" —Koko se carcajeó asintiendo con la cabeza ante su respuesta.

—¿Tus padres apoyan tu decisión? —preguntó Inupi y por primera vez Rina se removió en su silla, algo incómoda.

—Ellos y mi abuela Nadja apoyan que no me case tan pronto... —empezó diciendo. —Pero jamás les dije que planeo convertirme en la líder de la Bratva en el futuro... porque sé que si se los digo, apoyarán a mi abuelo Vlad con la idea de casarme con alguien poderoso.

—¿Por la tradición? ¿para ellos también es tan importante?

—Todos ellos son hijos de la tradición. —respondió Rina con una sonrisa triste. —La razón por la que mis abuelos siguen casados, pese a las infinitas infidelidades de mi abuelo Vlad, es en gran parte debido a la tradición. —al pensar en todos los viejos tradicionalistas y machistas que veía en las reuniones mensuales de la Bratva, el ceño de Rina se frunció. —Mis padres y mi abuela saben que jamás se me aceptará pacíficamente como la próxima líder de la Bratva. Incluso si no está escrito en ningún lado, ya es un hecho que el próximo líder después de mi padre, será mi hermano menor Alexei. No importa que haya nacido después de mí, es un varón alfa y eso es suficiente para esos vejestorios.

—¿Odias a tu hermano... por haber nacido varón y alfa dominante? —preguntó Inupi con cautela, sin embargo suspiró aliviado al ver los ojos verdes de Rina ablandarse al pensar en su hermanito.

—Amo a Alexei más que a nada en el mundo... lo amé desde el momento en el que supe que estaba formándose en el vientre de mi madre. —respondió con sinceridad. —Es un niño dulce, inteligente y con un talento increíble para el arte. Pero... en lugar de alzar un pincel, se lo obligará a alzar un arma.

—¿Crees que él no querrá ser el próximo líder de la Bratva? —preguntó Koko, sinceramente sorprendido.

—No lo creo, estoy segura de eso. —respondió, recordando las lágrimas que el pequeño Alexei derramó al enterarse de que en el futuro, él tendría que liderar la mafia roja. Esa fue la primera vez de muchas veces que su hermano menor lloró sobre su hombro, hasta humedecerlo. —Alexei odia la idea de convertirse en líder. Él es un alma libre.

—Entonces... ¿que pretendes hacer para evitarlo?

—¡Revolución! —exclamó estrellando su pequeño puño sobre la mesa redonda, haciendo estremecer tanto a Koko como a Inupi. —Si no puedo ser la líder pacíficamente, lo haré a través del derramamiento de sangre. Purgaré a la Bratva desde sus raíces, matando a los viejos tradicionalistas y poniendo sangre nueva en los puestos de poder, hombres jóvenes que no se sientan menos machos por seguir las órdenes de una mujer.

—¿Alguien más a parte de nosotros sabe de esto? —preguntó Inupi, sus manos temblaban debajo de la mesa. —Esto es muy peligroso, Rina...

—Nunca se lograron grandes cambios sin asumir grandes riesgos. —sentenció la alfa. —Sí, mi hermano Alexei lo sabe.

—¡¿Qué?! —exclamaron Koko e Inupi al unísono.

—Mi hermano es la persona que más confía en mis habilidades para ser una buena líder. Él quiere que yo lidere la Bratva en el futuro. —les reveló mientras recordaba los brillantes ojos azules de Alexei mirándola con admiración y siguiéndola como un patito bebé a todas partes.

—Entonces... ¿ambos van a conspirar para hacer tal revolución en el futuro?

—Sí, yo seguiré evitando el matrimonio el mayor tiempo posible, fingiendo ser una niña berrinchuda y Alexei seguirá fingiendo querer aceptar el asiento de líder. No les daremos razones para sospechar... y daremos un golpe cuando menos se lo esperen. Mientras tanto, estoy juntando colaboradores en secreto y entrenando a Alexei. Probablemente, los primeros años de liderazgo él estará sentado en el trono pero yo daré las órdenes por detrás.

—¿Tu hermano aceptará ser tratado como un títere?

—Si es por mí... sí, aunque sólo será hasta que podamos eliminar a los vejestorios que se oponen a la idea de que una mujer lidere la mafia roja. Entonces Alexei podrá finalmente ser libre y dedicarse al arte. Yo lo apoyaré y lo cuidaré, siempre. —sentenció con sus verdes ojos brillando con determinación. —Una vez que ocupe el puesto de líder de la Bratva, no habrá alma sobre esta tierra que se atreva a hacerle daño a mi hermanito.

—Los apoyaremos completamente, Rina. —dijo Inupi, tomando la pálida mano de Koko y poniéndolas encima de la mesa. El alfa pelinegro asintió con la cabeza, pese a sentir que el plan de Rina era peligroso... deseaba apoyarla.

—Pero... tú sabes que mientras tu abuelo respire será imposible hacer un "golpe de Estado" dentro de la Bratva ¿verdad? —ante la pregunta de Koko, Rina sonrió con tristeza.

—Por supuesto que lo sé... pero al abuelo Vlad no le queda mucho tiempo. —justo entonces, el fuerte sonido de una turbina se escuchó por encima de ellos. Un lujoso jet privado voló por los cielos de Tokio y al parecer estaba a punto de aterrizar. —Quizás por eso su corazón se ablandó con el nacimiento de Sayumi y Shinichiro.

—Espera... —comenzó diciendo Koko, mientras miraba hipnotizado el cielo por donde había pasado el jet de los Volkov hacía un par de segundos. —¿Dijiste que le queda poco tiempo? ¿está enfermo?

—Shh, se supone que es un secreto familiar. —dijo Rina, poniendo sobre sus carnosos labios su dedo índice. —Cáncer... lleva años luchando contra esa enfermedad. Esa también es una de las razones por la cual le cedió su puesto a mi padre, además de la tradición.

—¿Crees que no sobrevivirá? —preguntó Inupi con cuidado.

—Mis cartas me dijeron que no. —respondió Rina con seriedad e Inupi hubiese rodado los ojos con cualquier otra persona pero no con su "sobrina". En los últimos cinco años, las predicciones de sus cartas jamás habían fallado. Ni siquiera Koko era tan asertivo con sus predicciones como ella.

—¿Cuánto tiempo le das? —preguntó el pelinegro, casi en un susurro.

—No más de diez años pero no menos de cinco.

—Ese lapso de tiempo no es muy específico, Rina... —se quejó el platinado.

—Pero es el suficiente para reunir el poder que necesito para hacer mi golpe de Estado. —sentenció mientras se levantaba de su silla y miraba al firmamento, donde el jet que pasó había dejado una tenue huella. —La muerte de Vladislav Volkov será el primer paso para el cambio, el principio de nuestra revolución.

Al ver el cielo, una pequeña niña de cabello rubio cenizo y grandes ojos color azul cielo pasó por la mente de Rina, quien no pudo evitar sonreír enternecida. Ella llegó antes a Tokio para poder pasar tiempo con sus tíos Koko e Inupi, no obstante, tanto ella como su familia en realidad visitaban Japón en esa ocasión para felicitar a los mellizos Sano, los hijos de su tío Takemichi. Los pequeños de cinco años habían hecho su test se subgénero esa misma mañana y salió que eran dominantes. Una alfa y un omega dominantes. La parejita perfecta, diría su abuelo.

—Me alegra tanto que Sayumi no haya nacido en una sociedad de mierda como la rusa. —dijo de repente Rina. —Ella no tendrá problemas para asumir el puesto de líder de la Tokyo Manji en el futuro. Aunque es mujer, nació como una alfa dominante y estoy segura de que toda la Toman la apoyará.

—Japón también es bastante machista y conservadora pero no tanto como Rusia. —dijo Inupi, dándole la razón a Rina. —Esa niña es la versión femenina de Mikey, aunque nació mujer... heredó la fuerza sobrehumana de su padre. Además, es una alfa dominante. Incluso si hay gángsters que se nieguen a aceptarla como líder, sólo va a necesitar darles una paliza y luego un discurso carismático para convencerlos.

—Y aún no sabemos si heredó o no la habilidad de Takemichi para reprimir a otros dominantes con sus feromonas. —agregó Koko. —Si además hereda eso, esa mocosa será imparable.

—Yo... planeo contarle a Sayumi sobre mis planes cuando tenga la edad suficiente para entenderlo. —dijo de repente Rina, captando la atención de sus tíos. —Espero que ella me apoye en el futuro...

—Por supuesto que te apoyará, esa niña te adora y te admira. —asintió Koko. —Siempre dice que eres su ejemplo a seguir.

—Incluso intentó estafar a unos gángsters, sólo para imitarte. —reveló Inupi con una sonrisa, negando con la cabeza.

—¿E-en serio hizo eso? Qué pena... —dijo Rina un tanto sonrojada por la vergüenza, aunque en el fondo estaba orgullosa de su pequeña prima.

—Entonces, ¿vamos todos al penthouse de Mikey y Takemichi? —preguntó Koko, levantándose de la silla.

—Sí, debemos pasar a felicitar a los mellizos y darles sus regalos. —dijo Inupi, imitando a su pareja.

—Por cierto, ¿puedo dejar a Hina-chan aquí mientras vamos al penthouse? No quiero arruinar el ambiente. —dijo Rina con una sonrisa.

—Claro, hay muchos guardias así que ellos pueden asegurarse de que no escape o haga una estupidez.

—Bien, entonces andando...

...

—¡¿Dónde están mis perfectos nietos dominantes?! —exclamó Vlad ni bien las puertas del gran ascensor privado del penthouse se abrieron de par en par. Kaiser, su esposo Dimitri, el pequeño Alexei, Kira, una muy embarazada Dasha y la elegante Nadja lo siguieron en silencio.

Los años finalmente le habían pasado factura al poderoso Vladislav Volkov, cuya cabeza ya era completamente gris por las canas, sus trabajados músculos se habían encogido por la edad dándole un aspecto mucho más delgado y las arrugas llegaron para quedarse en su varonil semblante. Su gran estatura también se había encogido unos centímetros, siendo ahora su hijo mayor Kaiser más alto que él y de la misma estatura que su hija Kira. Lo único que se mantenían iguales eran sus afilados ojos azules, idénticos en color a los de Takemichi y Sayumi.

—¡Abuelo! —exclamó Sayumi, quien se hallaba sobre el regazo de Takemichi pero ni bien escuchó la voz de Vlad, corrió a abrazarlo.

Sayumi fue alzada por Vlad, quien la giró varias veces sólo para hacerla reír. Luego, la pequeña alfa enredó sus brazos alrededor del cuello de Vlad y le dio un par de besos en las mejillas recientemente afeitadas.

—¡Pica! —exclamó un tanto molesta, ya que la barba incipiente de Vlad le picó. Todos rieron por la tierna reacción de la niña.

La familia Volkov saludó a todos los miembros de la Toman presentes y se sentaron en cómodos sillones. Todos felicitaron a Sayumi por su test de subgénero, Vlad también se sentó en un sillón individual con su nieta en brazos.

—¡Felicitaciones por ser una alfa dominante, Sayumi! —exclamó Vlad, con sus intensos ojos azules brillando por la emoción. —¿Ven? Me llamaron loco pero yo sabía que tú y tu hermano serían dominantes.

—¡Yo también lo sabía! ¡Siempre supe que mis príncipes serían dominantes! —exclamó Sanzu, fulminando al ruso con sus ojos turquesas. No le gustaba nada que Sayumi fuera tan pegada a su abuelo.

Aunque Sanzu respetaba mucho a Vladislav Volkov, lo veía como un rival porque desde que se "jubiló" como líder de la Bratva, pasaba demasiado tiempo en Japón y visitaba regularmente a sus príncipes. Shinichiro no era tan pegado al abuelo, pero Sayumi lo quería mucho y eso asustó a Sanzu. El beta era increíblemente celoso cuando se trataba de los bebés que él mismo ayudó a criar.

—Vaya hijo, parece que no tienes bien domados a tus siervos. —espetó Vlad en ruso, fulminando a Sanzu con su mirada.

—El tío Haru no es un siervo, es familia. —sentenció Sayumi muy seria, pues ella entendía perfectamente el ruso. La pequeña alfa siempre defendió a capa y espada al beta.

—Sayu tiene razón. Ten cuidado con cómo tratas a mi familia, papá. No olvides que estás en mi casa. —le respondió Takemichi en un ruso algo tosco pero entendible. Se notaba que el omega realmente se esforzó los últimos años por aprender ese difícil idioma.

—¡Tienes razón, todos somos familia al final del día! —exclamó Vlad con una sonrisa forzada y entonces Sayumi volvió a sonreír. —Hablando de familia ¿dónde está mi nieto Shinichiro y el enan... digo, mi querido yerno?

—Papá...

—Es una broma, una broma. —le restó importancia. —En fin, ¿dónde están?

—Están durmiendo la siesta. —le respondió Takemichi, ignorando la mala relación que Vlad tenía con Mikey.

Aunque habían pasado los años, ninguno de los dos alfas se aguantaba y Vlad de "enano roba hijos" no bajaba a Manjiro. Su esposo por su parte no se quedaba atrás, él tampoco bajaba a Vlad de "viejo verde, infiel y señil". Takemichi debía hacer de intermediario para que no se agarren a los golpes en una de sus conversaciones pasivo-agresivas.

—¿Durmiendo a esta hora? ¡Son las 6 pm! —exclamó Vlad.

—Lo que pasa es que Shin es muy dormilón, igual que papá. —le contestó Sayumi. —De todas formas, ya deberían despertar porque se fueron a dormir hace como dos horas.

—Claro... pobre de mi querido nieto, todas las malas mañas las heredó de su padre. —susurró en voz baja pero Sayumi escuchó porque estaba en su regazo y frunció el ceño.

—¡Mi hermano no heredó nada malo! ¡Él es perfecto! —exclamó y Sanzu fulminó con su mirada a Vlad desde el sillón de enfrente.

—Claro que es perfecto, porque es hijo de Takemitchy y mío también. —dijo una voz que hizo sonreír a Takemichi y a Sayumi.

Un despeinado Manjiro apareció en la sala de estar llena de invitados. En sus brazos tenía alzado a un adormilado Shinichiro, quien chupaba su dedo pulgar mientras miraba con desinterés a todos los presentes en el penthouse y abajo suyo, estaba una hermosa niña rubia con intensos ojos oscuros, agarrando el pantalón de Manjiro con su pequeña mano.

—Nena, ven con papá. —dijo Draken desde un sofá, abriendo sus brazos para que Hanako corriera hacia él. La niña soltó el pantalón de su tío y corrió al regazo de su padre. Emma sonrió y peinó con sus finos dedos el cabello desordenado de su hija.

—¡Mi perfecto nieto dominante! —exclamó Vlad, levantándose del sillón aún con Sayumi en uno de sus brazos pero extendiendo el otro hacia el pelinegro. —¡Felicitaciones por ser un omega dominante! ¡Eres único y especial! ¡Uno entre miles de millones, Shinichiro!

—Sí, papi siempre me dice que soy único y especial. —dijo asintiendo con desinterés, como si su abuelo no le estuviera diciendo nada que no supiera de antemano. —Papi, deja que el abuelo me cargue.

A regañadientes, Manjiro le pasó su precioso hijo al idiota que tenía como suegro. Entonces Vlad pudo sostener a sus dos nietos con ambos brazos y les dio un beso en la mejilla a cada uno. Shinichiro también se quejó de que su barba picaba y todos rieron, menos Manjiro y Sanzu.

—Abuelo, ¿y mi regalo? —preguntó Shinichiro directamente. —Dijiste que soy único y especial, no veo regalos para ser único y especial. —expresó sin filtros.

—¡Shin, eso no se pregunta! —exclamó Sayumi algo ruborizada, a pesar de tener la misma edad, ella tenía más filtros que su mellizo.

—¡Por supuesto que preparé un gran regalo para ustedes dos!

—A Alexei le regalaste un submarino el año pasado por ser un alfa dominante. —empezó diciendo Shinichiro, señalando con su pequeño dedo a su primo mayor, quien estaba sentado en un cómodo sofá y al ser nombrado, le sonrió al omega. —Así que espero un regalo similar para nosotros.

—¡Shinichiro! —exclamó Sayumi avergonzada, Takemichi simplemente se hizo pequeño en su sofá y no dijo nada. Ya se cansó de intentar ponerle frenos o filtros a Shin. Era imposible.

—¡Les encantará su regalo! —sentenció Vlad muy convencido. —¡Les regalaré... una isla paradisíaca en Brasil! ¡Completamente habitable, amueblada y con personal para atenderlos en vacaciones! ¡La mejor playa, agua cristalina, los mejores arrecifes de coral y las mejores vistas! ¡Un verdadero paraíso en medio del Océano Atlántico! Y lo mejor es que simplemente con tomar un yate, pueden trasladarse al continente, ya que la isla es cercana al maravilloso Estado de São Paulo. Los yates que les regalé hace unos años ya están estacionados en la isla.

Al oír todo eso, los presentes jadearon impresionados y los mellizos también. Shinichiro ni siquiera sabía qué significaba "isla paradisiaca" pero sonaba lujoso, así que sus grandes ojos negros brillaron maravillados.

Por su parte Sayumi sí entendía el significado de isla, así que realmente estaba sorprendida por ese enorme regalo. Además, no sólo les regaló una isla virgen sino que también la amuebló lujosamente para hacerla habitable y funcional.

"El abuelo realmente nos ama... o quiere algo a cambio" pensó Sayumi, mientras veía a Shinichiro sonreír y besar la mejilla de Vlad en agradecimiento por el gran regalo. Sayumi también sonrió, alejó esos pensamientos y abrazó el cuello del viejo gángster en agradecimiento también por la isla.

...

...Continuará...

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