One
La señora Kim hizo amigas relativamente fácil una vez la misa terminó. Ahora estaba hablando con un grupo de señoras igual de refinadas que ella en la entrada de la iglesia, quienes le daban la bienvenida y preguntaban por su domicilio con el fin de llevar algún presente como recibimiento. El señor Kim permanecía a unos cuantos metros de su esposa, hablando con unos cuantos caballeros. En tanto, Jimin y Taehyung tomaron asiento en un costado de las enormes escaleras de la parte exterior de la iglesia, esperando por sus "sociales" padres.
Jimin miraba al suelo y Taehyung pensaba en el chico que vio, sonriendo de vez en cuando justamente por el recuerdo.
—Jimin —llamó—, ¿cómo sé que me gusta alguien? —El mayor lo observó con burla, como si estuviera preguntando algo realmente idiota.
—¿A quién viste y por qué no me la mostraste? ¡Te enseñé a las chicas bonitas que había en la entrada cuando llegamos! ¿¡Así me pagas, Ta...
—¡Silencio! —interrumpió, tensando la mandíbula. Observó sus alrededores, en espera de que nadie hubiera escuchado—. Te lo pregunto solo porque tengo curiosidad. No es que haya visto a alguien y menos que ese alguien inexistente me guste.
Dudaba francamente que eso fuera cierto, pero de verdad no quería sentir un gusto de ese tipo por un chico. Era un chico. Un chico, y bastante religioso por lo que pudo ver. Él también lo era y en su época una relación de ese tipo era inaceptable. Ver a un hombre con ojos de amor siendo también un hombre era pecado. Las tantas ejecuciones que hubo a personas homosexuales así lo mostraban, y él no quería ser ejecutado; mucho menos quería irse al infierno.
—Pues te gusta —obvió el mayor, sin saber exactamente qué responder—. La ves linda, como la mujer más hermosa en todo el planeta. Quieres saber cosas de ella y sientes cosas lindas en tu pecho cuando la ves.
Taehyung mordió fuertemente sus mejillas por la parte interior, sintiéndose jodido en todo el maldito sentido de la palabra. Le gustaba. El chico del coro de la iglesia le gustaba.
No fue tan idiota como para no saberlo de inmediato, en cuanto lo vio, pero buscó las palabras de Jimin para tratar de hallar otra alternativa. Nunca se sintió igual y, ahora que lo pensaba, nunca se sintió así por una chica. Estúpidamente, que Jimin creyera que se trataba de una mujer lo hizo sentir mil veces peor.
Claro. Era lógico que se refiriera a una niña. A los niños solo deben gustarle las niñas y viceversa...
—¿Nunca te ha gustado alguien o qué? —preguntó Jimin, aún burlón.
—Como te dije, solo tengo curiosidad.
El mayor rodó los ojos y el menor inhaló profundo, perdiéndose en sus pensamientos. ¿Por qué un chico y no una chica? Habían chicas hermosas, quizá tanto o más que ese chico, pero es que ahí estaba el problema. Era ese chico el que le gustaba. Era ese chico el que le parecía el ser más hermoso en todo el mundo.
No lo conocía y las ganas de conocerlo variaban. Sentía emoción y miedo. Emoción por escuchar su voz y miedo de que aquel sentimiento creciera a tal punto de no poder detenerlo. Todos lo habían dicho: era un pueblo pequeño. Si algo como eso le hubiera ocurrido en Daegu daría igual porque con algo de lejanía el problema estaría solucionado; muy diferente pasaba en Yangsan, porque probablemente se lo toparía en todas partes y eso sin mencionar que en más o menos un mes las clases iniciarían. Por lo que escuchó de su madre, había únicamente dos institutos: uno para chicos de clase alta y otro para clase media y baja. Jimin y él irían a la de clase alta y a Taehyung solo le restaba esperar que aquel muchacho fuera de otra clase, pero lo dudaba. Sus rasgos eran lo suficientemente buenos como para ser considerado clase alta. Superior a la suya quizá.
Su ritmo cardíaco se vio otra vez perjudicado en cuanto alzó la mirada y se topó con el mismo chico ahora luciendo hermosamente elegante. Se veía mil veces mejor sin aquella túnica blanca que debía usar para el coro. Su cabellera castaña parecía más clara bajo la tenue luz solar, y Taehyung sintió envidia incluso del sol por poder tocar esa blanquecina piel que aparentaba ser de porcelana. Suspiró en cuanto supo que no se equivocó: él era de clase alta. Lo fina que era su madre, quien lo envolvió en un abrazo, así lo mostró. También la pinta de su padre y el auto de lujo al que subieron para partir de allí.
Taehyung siguió la dirección del coche con la mirada, también con la cabeza. Lo vio alejarse, mientras su miedo se acercaba. Probablemente iría a la misma institución del chico y, no bastándole con eso, también tendría que verlo todos los domingos.
—Creo que este pueblo no está tan mal —habló Jimin, escudriñando con una media sonrisa a las chicas que ahora se disponían a salir de la iglesia.
—¿Es así? Yo siento que empeoró —si tan solo fuera más normal y pudiera fijarse en una niña, probablemente pensaría igual que Jimin—. Empeoró mucho...
—Hay chicas lindas —se encogió de hombros—. Para mí, el paraíso está en donde haya chicas lindas.
Taehyung escaneó a las señoritas, intentando inútilmente que alguna llamara su atención o le hiciera sentir lo que sintió con ese chico al momento de verlo, pero nada. Eran atractivas, pero nunca tan hermosas como aquel castaño. Sí sintió algo, sin embargo: decepción. Jodida decepción de sí mismo al pensar que era extraño, anormal y tal vez un demente.
Volvía a la cuestión. ¿Por qué un chico y no una chica?
—¡Chicos! —la chillona voz de su madre lo aturdió. Venía de vuelta junto al señor Kim, quien parecía menos tenso que en un principio. Inclusive estaba sonriendo—. ¡Tendremos visita esta semana! He hecho unas cuantas amigas —miró a su esposo, que asintió con la cabeza—. Cariño, voy a necesitar una empleada urgente. ¡Será terrible si cocino para ellas!
—Me haré cargo de eso hoy mismo —ella aumentó la curvilínea en sus labios y entonces subieron al auto, partiendo por fin a "casa". Una casa que Taehyung estaba comenzando a odiar, en un pueblo que no era de su agrado y que, para desdicha de todos, parecía haberle echado la peor maldición de todas:
Gustar de un chico.
Eso no hubiera pasado si hubiese estado en Daegu. En dieciséis años nunca le había gustado nadie, ni chicas ni chicos. Solía pensar que su chica ideal llegaría con el tiempo y por eso no se forzó a nada, pero estuvo aparentemente equivocado. La vida le estaba dando una para nada grata sorpresa al empezar a sentir cosas por un chico.
Recostándose en el asiento, recordó esa voz de ángel, esa sonrisa y esos grandes ojos oscuros colmados de brillo de pureza. Tan hermoso... Y también tan prohibido. Se sentía en las nubes con tan solo pensar en él, como si solo él existiera.
Cayó dolorosamente al suelo en cuanto recordó que, aparte de él, mucha otra gente existía. Gente que consideraría pecado su gusto hacia un chico. Taehyung ya se meditaba el peor pecador solo por eso. Nunca le gustó mucho la misa, pero sus padres eran fieles creyentes y tanto Jimin como él habían sido criados bajo esos valores y enseñanzas. Y bueno... no solo ellos, casi todo el mundo también.
«Perdóname, Dios...»
Pensó mientras se persignaba. Jimin a su lado se burló.
—¿Estás pensando en mujeres desnudas? —preguntó con jugueteo, logrando que el menor se sonrojara.
—¡Claro que no!
—¡Mamá, Taehyung está pensando en mujeres desnudas! ¡Lo he visto persignarse!
—¡Hay muchas otras razones para persignarse! —alegó antes de que su madre abriera la boca. Su padre carcajeó.
—Kim Jimin, ¿estás diciendo que cuando te he visto persignarte ha sido porque estuviste pensando en mujeres desnudas? —ahora el dueño del sonrojo fue Jimin, quien se consideró idiota por prácticamente ponerse la soga al cuello—. ¡Por Dios! ¿¡Qué clase de hijos tengo!?
—Unos bastante lujuriosos, al parecer —rechifló el señor Kim.
—¡Mamá, te juro que no estaba pensando en eso! —insistió Taehyung. Jimin se hizo el desentendido.
—Por el motivo que sea, tienen claro que es pecado al persignarse, así que espero que reflexionen y mejoren. No quiero a unos hijos inmorales, pecadores y pervertidos. —Fue corta y tajante. Ambos chicos no respondieron nada y Taehyung se sintió aún peor.
No estaba pensando en mujeres desnudas, pero estaba haciendo algo peor. Gustaba de un chico. No había peor pecado que ese.
Solo tuvo cabeza para eso en lo que restó del día. Se sentía bendecido cuando recordaba a aquel chico, y jodidamente maldecido cuando recordaba su postura. Supo mientras cepillaba sus dientes frente al espejo que no podía quedarse con esa opresión en el pecho por mucho tiempo, también al instante en el que unas delgadas lágrimas rodaron por sus mejillas.
Probablemente estaba siendo dramático, pero estaba asustado. Asustado del amor y del pecado. Asustado de todo...
Tras limpiar su boca rudamente, salió de su habitación y caminó hasta el cuarto de Jimin, el cual quedaba al otro extremo del pasillo. Tocó la puerta, obteniendo como respuesta un: —¡Si eres mamá estoy dormido, si eres papá no estoy y si eres Taehyung no voy a hacerte ningún favor! —Ah, él siempre tan tierno. Giró el pomo, adentrándose a la habitación tan pronto como pudo—. Mh... ¿Quién será el intruso? —dijo más para sí mismo, de espaldas a la puerta.
Jimin era un apasionado de la pintura. La mayor parte de su tiempo la empleaba en dibujar y pintar hermosos cuadros que la señora Kim no tardaría en enmarcar y presumirles a todos. Parecían hechos por un profesional, y no era de extrañarse. Jimin era bueno en muchas cosas.
—¿Qué te trae por estos lares, querido hermano? —Taehyung se acercó cuidadosamente, observando pinturas recién hechas que esperaban por secarse estando recostadas en la pared. La pintura que ahora tenía a Jimin tan distraído estaba a medio empezar.
—Yo...
—Tú... —lo animó a seguir hablando, paseando la brocha por el lienzo con una suavidad que hipnotizó al menor de los Kim.
—Necesito hablar con alguien, Jimin —el aludido asintió con la cabeza.
—Soy todo oídos.
Inspirando hondo, Taehyung llevó sus manos a su cintura, pensando en cómo decir algo de aquella magnitud.
—Soy todo oídos —repitió tras darse media vuelta, analizando a su hermano con cierta desconfianza—. Te ves... raro...
—Me siento raro —alzando una ceja, Jimin descargó su brocha en un vaso improvisado con agua que hacía la labor de limpiarla—. ¿R-recuerdas lo de más temprano?
—Recuerdo muchas cosas. Sé más específico.
—Lo que... lo que te pregunté...
—Ah, eso de que cómo te das cuenta de que te gusta alguien —Taehyung asintió—, sí, claro. Fue gracioso.
—Es que... —sintiendo sus piernas temblar, se vio en la obligación de tomar asiento en la cama. También de tomar otras hondas respiraciones que no se molestó en ocultar. Presenció de nueva cuenta aquel calor originarse en su abdomen y ascender hasta su rostro, mismo que sintió hervir—. Yo... Siento que me... —otras tres respiraciones—. Me... Me...
—Respira —suplicó, ya preocupado—. Te vas a ahogar.
—Me gusta... me-me gusta un chico, Jimin...
Tiempo de ver la reacción de su hermano no tuvo. Rápidamente recostó su espalda en la cama y tapó su rostro con uno de sus brazos. Sentía cada segundo que pasaba como una eternidad, y tal vez no estaba tan lejos de la realidad, porque ciertamente dos minutos era en ocasiones una eternidad.
Dos minutos de silencio. De procesamiento.
Dos minutos donde uno estaba muerto del miedo y otro muerto de sorpresa.
—Te gusta un... un chico... —repitió, casi incrédulo—. Un chico...
—Sí. Un chico. —Confirmó, animándose a destaparse el rostro y reincorporarse, quedando nuevamente sentado—. Un chico, Jimin —el mencionado asintió. Su piel perdió color—. Y me siento muy mal por eso.
—Tae... yo... Es que no sé qué decirte, honestamente —fue su turno de suspirar—. ¿Cómo pasó esto?
—Hoy en la iglesia. No sé cómo pasó, solo vi a un chico y sentí... sentí todo lo que me dijiste. Esas cosas bonitas y... y-y todo eso.
—Por eso estabas tan distraído y extraño... —el menor asintió—. Pero... ¿Estás seguro de que te gusta?
—No lo sé. ¿Es normal que haya pensado todo el día en él? —Jimin apretó sus labios. Taehyung desvió la mirada—. No he podido sacarlo de mi cabeza desde que lo vi. He pensado en que es hermoso... y en que ya quiero que sea otra vez domingo para verlo.
Más que confirmado. Taehyung gustaba de un chico.
El silencio reinó en la habitación por extensos minutos. Minutos en los que Jimin digería esa repentina confesión y en la que Taehyung le rogaba a Dios para que se le fuera aquella atracción. Asimismo, le pedía perdón mentalmente por ser, según él, un pecador de primera.
—Nuestros papás no pueden saber esto —Taehyung estuvo de acuerdo—. Mira, solo lo viste hoy. Tal vez es demasiado apuesto y no evitaste sentir admiración o algo por ese estilo. En la semana puede que empieces a sentirte normal y el domingo... El domingo dependiendo de lo que pase sabremos qué hacer.
"Sabremos qué hacer". Para empezar, ese era su problema y no quería meter a Jimin en él. Para finalizar, no había nada que hacer porque nada iba a pasar. Él no podría estar con un chico ni en un millón de años.
—No hay nada que hacer, Jimin —se lamentó, poniéndose de pie—. Tal vez esto sea pasajero, como dices, pero de no ser así no hay nada que pueda hacer. No puedo gustar de un chico. Es pecado. Pase lo que pase con mi corazón, algún día tendré que casarme con una mujer.
—¿Y si fueras correspondido? —Bueno, la cosa ahí cambiaba—. Estás pensando solo en ti, pero... ¿Qué hay de él?
Taehyung rio amargamente.
—Canta en el coro de la iglesia —contó con gracia, como si fuera el mejor chiste contado en años—. ¿Crees que un chico así estaría con otro chico? Da escalofríos de solo pensarlo.
—Es un caso hipotético —insistió—. ¿Y si fueras correspondido?
Si fuera correspondido... ¿Qué?
Recordó al muchacho. Rememoró aquella sonrisa y lo vivo que se sintió con su sola presencia; con su voz. En algún momento hubiera dado todo por mantener esas emociones en el pecho.
—Si fuera correspondido... —empezó, conectando su mirada con la de su hermano—. Creo que si fuera correspondido no me importaría ser el peor pecador, Jimin. Creo que podría arder eternamente en el infierno si... si fuera correspondido.
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