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Fourteen

Taehyung rodó los ojos, bufó, cerró de mala gana el libro que estaba leyendo y lo arrojó a los pies de la cama, evidentemente fastidiado en cuanto vio a su hermano entrar a la habitación.

—Odio que entren a mi habitación sin tocar la puerta —rechistó—. No está de adorno. Juras tener los mejores valores, ¿no es así? Entonces para la próxima no olvides ese pequeño pero importante detalle.

Resguardando sus manos en los bolsillos de su pantalón y suspirando, el mayor se acercó a la cama en donde yacía su hermanito descansando. Se veía pálido y enfermo. El sudor había hecho que el cabello de la frente se le pegara a la piel, pero por lo menos ya no sugería tener fiebre.

—¿Hasta cuándo seguiremos así, Tae?

El aludido se encogió de hombros, cruzándose de brazos y desviando su mirada a la pared que estaba al lado de la puerta del baño.

—Nunca había estado en condiciones tan malas contigo, ni siquiera cuando éramos niños y peleábamos por juguetes —volviendo a suspirar, tomó asiento en los pies de la cama, sin quitar su atención del menor. Su expresión era triste y su tono de voz también—. ¿Jungkook importa tanto como para que ahora mismo tú y yo estemos así?

—Al parecer ahora tienes mucha confianza con él —reclamó entre dientes, manteniéndose firme—. No es él ni mi situación en cuanto a él. Eres tú. Tú y tu traición hacia mí.

—No te he traicionado.

—A mí me parece que sí. Maldigo la hora en que... —se lo pensó antes de continuar, pero aun así lo dijo—. Maldigo la hora en que confié en ti. Nunca debí abrir la boca y debí quedarme con mis cosas para mí mismo. Y lo peor es que ni siquiera yo tengo la culpa. Eres tú, solamente tú. ¿Qué necesidad había de acercarte a él y atraerlo a nosotros? ¿Qué necesidad había de hacerte su amigo?

Jimin tragó en seco. Taehyung estaba viendo todo desde los celos mientras que él lo veía desde la conveniencia. Quería ayudar a su hermano a desilusionarse de Jeon Jungkook. Quería que se olvidara de ese sentimiento y pudiera llegar a ser un hombre normal.

No quería que pasara por prejuicios y señalamientos de terceros. No quería que lo maltrataran e incluso lo mataran. No quería que sus padres se arrepintieran de haberle dado todo o que se cuestionaran su crianza.

Todo lo que hizo, lo hizo por un bien para todos.

—Ya no soy su amigo...

Eso llamó la atención de Taehyung, quien alzó una ceja y volteó lentamente la cabeza hasta conectar su mirada con la de Jimin.

—¿Ah, no?

—No. Ya no. Yo no... —también se lo pensó antes de reanudar. Lo que iba a hacer a continuación era de lo peor pero, nuevamente, lo hacía por un bien para todos—. Yo no puedo ser amigo de alguien a quien no le cae bien mi hermano...

El corazón de Taehyung se rompió un poco.

¿Caerle mal a Jungkook? ¿Él le caía mal al lindo castañito del coro de la iglesia?

—A Jungkook realmente le caes muy mal, Tae.

Vaya, eso había dolido.

Él podía entenderlo. Después de todo, se había portado realmente mal. Le arrebató la Circa de las manos, salió corriendo al ignorarlo, lo mordió, lo rechazó y constantemente podía parecer que lo miraba mal y lo evitaba.

Sí, lo entendía, pero no dejaba de ser doloroso.

—Dijo cosas horribles, como que no parecías mi hermano porque eras completamente diferente a mí. También dijo que le molestaba tu atención en misa y después me pidió perdón a mí y a Dios por expresar su opinión sobre ti.

«Jodido pecador y mentiroso, Jimin. Eres casi tan pecador como Taehyung y Jungkook».

No obstante, más alternativas no habían. Jungkook tenía planes de hacerse sacerdote precisamente porque le gustaban los hombres, y Taehyung apenas estaba desarrollando ese gusto erróneo. Tal vez eran imaginaciones suyas, pero entre ellos habían oportunidades y muchas.

No le parecía realmente grotesco una relación homosexual o de "ese tipo", pero sí que lo era cuando su jodido hermano estaba involucrado.

Como hermano mayor, su deber era proteger al más pequeño. Y eso era lo que estaba haciendo.

En cuanto a Taehyung, su corazón simplemente se arrugó y empezó a latir más lento. Sabía que había hecho las cosas mal, pero ser sabedor de que el chico que tanto le gustaba lo tenía en tan mal concepto, lo desilusionó y demasiado.

Bajó la cabeza y se quedó mirando un punto muerto de la sábana que tapaba sus piernas, taciturno y visiblemente triste.

—Por eso es que no volverás a verme con él. Le dije que lo mejor era que tomáramos distancia.

¿Y de qué servía? Si el corazón de Taehyung ya estaba un poco más roto.

Tan roto como cuando lo conoció y se sintió mal al empezar a sentir gusto hacia un hombre. Tan roto como cuando lo vio con aquella chica en la plaza y pensó que se trataba de algún cortejo. Tan roto como cuando lo vio en la iglesia repartiendo la eucaristía, dejando claras sus intenciones de ser cura. Tan roto como cuando tuvo que rechazarlo y decirle cosas que ciertamente no pensaba y, para finalizar, tan roto como saber que le caía mal al -sin exagerar- amor de su vida.

Jimin se sintió aún peor tras ver a su hermano así. Sabía que luego de eso iba a tener que ir a pedirle perdón al cielo. Las mentiras no eran algo para tomar a la ligera y menos en un siervo de Dios.

—Lo siento, Taehyung.

El rubio se encogió bruscamente de hombros, su respiración tornándose rápida y profunda.

—Da igual. Es lo mejor.

Animándose a llevar su mano hasta la impropia, Jimin la apretujó en un gesto que exponía apoyo.

—También lo siento por todo lo que hice. No debí ser tan impertinente.

—De eso sí eres culpable.

—Lo sé, y por eso te pido perdón. También le pediré perdón a Dios.

Taehyung no respondió, sencillamente asintió y siguió pensativo, reflexionando en todo; sintiéndose peor de lo que ya estaba, pero a su vez resignado.

—Quiero estar solo.

El mayor asintió, levantándose de la cama y dirigiéndose a la salida.

—Si necesitas algo, ahí estaré para ti. Siempre estaré para ti, Tae.

Lo único que Taehyung necesitaba en el momento era olvidarse de Jungkook y de los asquerosos pensamientos que rodaban por su mente.

Qué irónica era la vida, siquiera había vivido su primer amor y ya estaba sufriendo como si hubiera pasado cientos de años encerrado en el sentimiento. ¿El amor era así de difícil y ruin? ¿Así se sufría siempre, o quizá su único error fue no haberse enamorado de una mujer? Si tan solo le gustaran las chicas...

Si tan solo no fuera un enfermo de mierda...

Si tan solo pudiera corregir su mente y exigirle que se fijara en mujeres y no en hombres...

Si tan solo no fuera un pecador de la peor calaña...

El amor apestaba; sentirlo por un varón apestaba todavía más.

Quería jurarle a Dios y a sí mismo que se iba a olvidar de Jeon Jungkook, pero eso sería mentir.

Sabía perfectamente que aquel lindo y maldito castañito iba a ser su ruina. Su ruina en vida y la ruina de su alma.

Jeon Jungkook lo iba a condenar a arder eternamente en el infierno.


Una semana después, lunes: inicio de clases.


Como era usual en él, Taehyung llegó mucho más temprano que todos al instituto. Jimin iba en un grado superior al suyo, así no demoró demasiado en separarse e ir a buscar instrucciones de su propio salón. No había ido a la iglesia el domingo, pues sus heridas todavía estaban recientes y necesitaba reposo. Asimismo, empleó aquello como excusa para tranquilizarse y asimilar la nueva etapa de su vida; también para "sanar" de la herida sentimental que le había ocasionado el darse cuenta de que le caía mal a Jeon Jungkook.

Hizo unas cuentas preguntas a los docentes, más temprano que tarde dando con la que iba a ser su aula, la cual estaba prácticamente vacía. Solo habían dos chicos y una chica en ella.

Entró, saludando educadamente a los presentes y corriendo a reclamar el pupitre del fondo. Detestó el hecho de que los asientos y las mesas fueran compartidos y no individuales. Nunca fue fanático de tener a algún compañero al lado, y menos si no lo conocía o si no compartían algún tipo de confianza por mínima que fuera.

Tomó asiento, acomodando su mochila en el respaldo de la silla, poniéndose de frente y entrelazando sus manos por encima de la mesa, en la cual también apoyó sus codos, expectante.

Poco a poco el salón se fue llenando, habiendo más chicos que chicas. ¿Por qué se fijaba en esos detalles? No lo sabía. Fue algo que llegó instantáneamente después de empezar a sentir atracción por Jungkook. Ahora, de la nada, se fijaba más en los hombres que en las mujeres.

Un muchacho alto, delgado, con las mangas y el cuello del uniforme desorganizados a propósito, el cabello teñido de rojo, aretes en las orejas, piercing en la ceja derecha y otro en el labio inferior entró al aula, llamando la atención de todos. Un sutil delineado adornada sus ojos, haciéndolo lucir realmente interesante y atractivo.

No saludó a nadie y su mirada casualmente se topó con la de Taehyung, quien se sintió rápidamente intimidado. El chico vio el asiento a su lado y luego de eso la mesa a su costado, misma que estaba completamente desocupada. Sonriendo ladino, se encaminó allí, agarró la silla que debía ser de su acompañante y la mandó a volar.

—Eso de tener compañeros es una mierda —lanzó el comentario al aire, aunque solamente Taehyung pudo escucharlo—. Me gustan las cosas solo para mí. Los demás que se jodan.

Posteriormente, lanzó su mochila al costado vacío de la mesa, puso su silla en todo el medio, se sentó y alzó sus piernas, apoyándolas en la superficie del pupitre.

—Eres nuevo, ¿no? —cuestionó tras mirar con desinterés a Taehyung, quien asintió—. ¿Vienes de la ciudad?

—Sí...

—¿De la ciudad y te vistes así? —lo recorrió de arriba abajo, burlándose de su "pulcritud"—. Pareces el típico ñoño pueblerino. Aquí ya hay un montón. Tú encárgate de marcar la diferencia.

—No creo que vestir apropiadamente sea de ñoños.

—Eso dicen todos los ñoños para autoconvencerse de que su estilo no es una mierda.

Taehyung prefirió callar e ignorar. Empezar debates sin sentido no estaba en sus planes y menos en su primer día de clases. Quería dar una buena impresión porque siempre fue un buen estudiante y nada ni nadie cambiaría eso; ni siquiera un pueblo y aquel castañito terriblemente lindo que nunca abandonaba su cabeza.

El muchachito tampoco dijo nada. Empezó a juguetear con el piercing de su labio, jalándolo de aquí para allá en tanto pensaba, o eso parecía. Su mirada perdida en la nada así lo mostraban.

Minutos después, la maestra entró al salón.

—Buenos días, chicos —saludó con una hermosa sonrisa—. Me presento, soy Minkju y voy a ser la que los acompañe en todo el año escolar. ¿Estamos todos presentes? Déjenme revisar.

Todos los asientos estaban ocupados, a excepción del que estaba al lado de Taehyung y al lado del falso pelirrojo en la otra mesa a su costado.

La profesora empezó a llamar a lista, aunque el repentino azote de la puerta abriéndose la asustó e interrumpió.

Un chico de estatura baja, peliverde, también con delineado en los ojos, dos piercings en el labio superior que se asemejaban a dos colmillos y una patineta en la diestra entró al salón.

—¡Min Yoongi! —regañó la docente—. ¿¡Nuevo año y no se le han olvidado sus antiguas mañas!?

—Las mañas no se olvidan ni se desechan, evolucionan —iba a caminar con la intención de encontrar asiento, pero paró abruptamente al darse cuenta de que no había ninguno—. ¿Y dónde se supone que me voy a sentar? ¿Arriba de la mesa de alguno de estos? Eso me gusta. Ser el centro de atención me gusta.

Iba a hacer lo que dijo, pero la mano de la maestra en su brazo lo detuvo.

—Siéntese al lado de Seokjin. Si mal no recuerdo, eran tan amigos que el año pasado casi acaban con la institución.

Yoongi escaneó con desgano el recinto, por fin dando con su "buen amigo", que resultó ser nada más y nada menos que el muchacho que estaba en la mesa al lado de la de Taehyung.

Ambos chasquearon la lengua y rodaron los ojos.

—No hay silla allí.

—Sí que hay —dijo el pelirrojo—. La mandé a volar. Ve por ella.

—No soy ningún perro como para ir a recoger cosas —protestó, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño—. Si no hay espacio para mí en este salón, entonces me voy al otro. Ni que no tuviera opciones.

—No tiene opciones porque su nombre está en este listado, no en el del otro salón. Siéntese entonces al lado de-

Antes de que la maestra terminara de hablar, Taehyung se levantó de su asiento, fue a recoger la silla y la puso en su sitio original, al lado Seokjin.

Antes muerto que tener de compañero de mesa a un chico de esa calaña.

—La nueva mascota del salón —comentó con sarcasmo el pelirrojo, claramente fastidiado. Yoongi miró la escena con aburrimiento—. Una mascota importada desde la ciudad.

—Kim Seokjin, ahórrese sus comentarios venenosos. Muchas gracias por demostrar lo que es la humildad y la educación... eh...

—Kim Taehyung —se presentó el rubio, haciendo una corta reverencia hacia la maestra.

—Taehyung. Muy bien, Taehyung. —Sonrió, aprobando su comportamiento. Taehyung se sentó de nueva cuenta en su pupitre—. Ahora sí, Min Yoongi. Tome asiento.

Con toda la lentitud y pereza del mundo, el chico obedeció. La maestra retomó el listado, hasta que una característica cabellera castaña entró con prisa al aula. Tenía la respiración acelerada y una mueca de vergüenza y preocupación.

Jeon Jungkook.

—Por favor, perdóneme —se disculpó con la profesional, haciendo tres reverencias consecutivas—. Pensé que sería el mismo salón del año pasado, por eso me enredé un poco encontrándolo...

El corazón de Taehyung estaba más que acelerado. También había "algo" palpitándole en el pecho y la garganta. No podía verse a sí mismo, pero podía apostar que estaba tan blanco como un papel.

Sus síntomas empeoraron al escuchar cierto comentario que Yoongi le hizo con burla a Seokjin:

—Mira, ahí llegó tu novio.

—No se preocupe, Jeon —sonriente, la maestra le pestañeó con ternura y señaló el asiento libre precisamente al lado de Taehyung—. Tome asiento junto a Taehyung. Seguramente se llevarán bien porque es tan amable y educado como usted.

El mundo de Taehyung se derrumbó, y el de Jungkook se despedazó.

Ambos se miraron con grandes ojos y corazones apresurados; el tórax de Kook se estrechó tras visualizar el costado del rubio, en donde estaba Seokjin, quien sonrió con evidente ironía en cuanto cruzaron miradas. Descaradamente, le guiñó un ojo y le lanzó un beso para nada disimulado y bastante sonoro.

¿Sentarse al lado de Kim Taehyung, quien para colmo estaba casi al lado de Kim Seokjin? Era el infierno y la tentación en persona. Jungkook volvió a presenciar lo que Taehyung presenciaba constantemente; Satanás poniéndole pruebas difíciles.

Tomando un gran respiro, tragó en seco y se mentalizó en Dios en la cruz y en el gran futuro que le esperaba como sacerdote. Recordó a sus padres orgullosos de él y eso le permitió caminar firmemente hasta la silla, no sin antes haberle hecho otra reverencia a la maestra. Ignoró los pensamientos erróneos, acomodó su mochila y se sentó junto al rubio.

—Buenos días —saludó.

—Hola.

Dios, qué incómodo.

La maestra terminó de llamar a lista, mientras que Taehyung jugueteaba ansiosamente con sus manos y Jungkook sentía ligeramente la mesa temblar, quizá gracias al constante movimiento de las piernas del rubio chocar contra la base.

Seokjin y Yoongi tiraron algunos comentarios que ambos ignoraron, pese a que Kim estaba más confundido y nervioso que nunca. ¿Por qué había metido la pata al ir a recoger esa silla para Min Yoongi? Hubiera preferido mil veces tener de compañero de mesa al peliverde que a Jeon Jungkook.

—Muy bien, chicos, quiero darles la bienvenida a los nuevos y a los no tan nuevos. Como ya saben, nuestra institución vela por el compañerismo entre todos y es por eso que nuestra primera actividad será hacer una manualidad sobre algún gusto que tengan en común con su compañero del lado. Esto les permitirá hablar, conocerse mejor y crear un ambiente ameno entre todos. Aquí están los materiales —señaló su escritorio, el cual estaba repleto de plumones, hojas de colores, plastilina y papel de cartulina—. Mientras lo hacen, iremos en orden para levantarnos, presentarnos y dar una breve descripción de nosotros. ¿Está bien?

—¡Está bien!

No. Nada estaba bien.

Taehyung y Jungkook estaban viviendo el mismísimo infierno.

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