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Four

Jimin intercaló su mirada de Taehyung a Joohyun, sonriéndole con vergüenza a esta última cuando por accidente chocaron miradas.

Por segunda vez, su madre los había prácticamente obligado a pasar tiempo con las chicas del matrimonio Bae. Esta vez, para su desgracia, estaban lejos de casa, los cuatro solos y más incómodos que nunca gracias a Taehyung, quien no vio mejor manera de huir de la situación que llevar aquella cámara de la que últimamente no se despegaba, la Circa 1920.

Mientras Jimin hacía un esfuerzo sobrehumano por parecer amable y no tornar el ambiente incómodo, Taehyung se limitaba a parar en cada sitio que veía -para nada interesante, por cierto- a hacerle fotos incluso a la mosca que pasaba. Todo con el fin de no hablar con Joohyun, que no vio mejor forma de encajar que simplemente escuchar a Jimin y a Seulgi hablar.

Bien, era entendible que no se sintiera atraído por chicas y mucho menos por Joohyun, ¡pero no era mudo! ¡Podía perfectamente responder y hacer preguntas que, aunque no le interesaran, demostraban educación!

Jimin quiso matarlo. Cuando vivían en Daegu las cosas solían ser muy diferentes. Taehyung era parlanchín y habituaba a tener amigas incluso si su intención no era cortejarlas, ¿qué le costaba ser un poco como en aquel entonces?

La respuesta tenía nombre y apellido:

Jeon Jungkook.

No era necesario ser un genio para darse cuenta de ello, porque pese a que ahora eran pocas las veces que Taehyung nombraba al "chico del coro de la iglesia", era más que evidente que se la pasaba pensando en él. Las tantas veces que Jimin lo descubrió mirando la nada, sentado debajo del enorme árbol del jardín más grande también taciturno, lo poco que hablaba el último tiempo y esa cara larga que aparentemente no quería abandonar, le daban la certeza de que su querido hermanito estaba pensando en aquel muchacho, y que mientras lo hacía no podía evitar sentirse mal.

Jimin lo entendía. Él se sentiría igual si le ocurriera algo tan horrible como gustar de un chico y, sin embargo, seguía siendo tedioso tener que lidiar con alguien así.

Más si consideraba el hecho de que Taehyung nunca fue así.

Por esa misma razón, le daba curiosidad ver cómo reaccionaría el domingo cuando Jungkook se acercara a saludarlo. Probablemente se desmayaría o directamente saldría corriendo.

Jimin podía apostar y ganar a que sería la segunda opción.

—Seguramente serás un gran fotógrafo, Taehyung —comentó Joohyun en otro intento fallido por iniciar un tema de conversación interesante. Taehyung sencillamente se encogió de hombros y sonrió en una línea recta, llevando inmediatamente después la Circa 1920 a su cara en tanto enfocaba una roca en el suelo. Jimin hirvió de rabia.

—¿Qué puede tener de interesante una roca? —incapaz de contenerse, le dio un pequeño zape. Taehyung chilló, dejando de lado lo que estaba haciendo solamente para mirar mal a su hermano mayor; éste lo fulminó con la mirada—. Te están hablando. Demuestra que tienes modales y responde. Nada te cuesta.

El menor apretó su mandíbula, al parecer reteniéndose el querer responder. En su lugar, tomó aire y lo soltó pesadamente, mirando a Joohyun. Sabía lo que estaba haciendo y era por eso que estaba esperando que su actitud no molestara a nadie, pero, al parecer, esa chica ya estaba lo suficientemente molesta y hasta triste.

—Lo siento, Joohyun —cedió. Después de todo, ¿qué más alternativas le quedaban? Era un chico, Joohyun una chica; una chica muy bonita, de buena familia y que a sus padres les agradaba. ¿Quién sería tan idiota de rechazar a una muchacha así? Solo él, probablemente, porque solo él daba indicios de ser un asqueroso homosexual—. No sé si en algún momento llegue a ser un buen fotógrafo, pero quiero ser un buen... hombre —miró a Jimin con cierto doble sentido—. Un gran y buen hombre que tenga a su lado a una gran y buena mujer.

Jimin giró los ojos y desvió la mirada.

¿Por qué tenía que ser tan jodidamente dramático?

Taehyung suspiró, sintiendo incluso dolor por sus palabras. El martirio de su mente llegó en ese instante, y se sintió peor en cuanto imaginó que dejaba todo de lado por el chico del coro de la iglesia. Más cuando visualizó la intangible posibilidad de que no fuese un chico sino una chica, y llegó a la conclusión de que, en caso de que ese muchacho fuese una chica, probablemente no le gustaría de la misma manera.

Ese hecho lo mataba por dentro. Lo destrozaba, porque eso significaba que lo quería tal cual era y que, encima, no quería cambiar nada de él.

«Sí, Taehyung, eres un pecador de primera».

Frustrado consigo mismo por milésima vez en la semana por sus pensamientos, sentimientos y terquedad, sacudió disimuladamente su cabeza y le ofreció su brazo a Joohyun, quien sorprendida -y también gustosa- lo aceptó. Jimin quiso reír, mas mantuvo la compostura e hizo lo posible para que el ritmo se mantuviera.

Estaban conociendo una de las pocas plazas del pueblo. Estaba descuidada, pero no perdía su encanto. Quizá era eso a lo que Taehyung le tomaba tanto provecho a la hora de tomar fotografías, pues siguió haciéndolo, e inconscientemente también siguió ignorando a Joohyun.

—Taehyung —llamó la chica tímidamente—, ¿me comprarías un algodón de azúcar, por favor?

Iba a mirar a Jimin, pero para su sorpresa él y Seulgi habían desaparecido.

¿Se había atrevido a dejarlo solo con Joohyun?

Los nervios que nunca lo abandonaron incrementaron. Sonrió incómodamente una vez más y palpó el bolsillo trasero de su pantalón, esperando tener unos cuantos centavos por ahí.

Quizá era su día de suerte.

Quizá de suerte de la mala...

Quién sabe.

—Claro.

Dejando la Circa 1920 colgando de su cuello, se acercó al puestito de algodones de azúcar y pidió uno. Mientras esperaba, se descolgó la cámara y sacó de su bolsillo el impermeable en el que la guardaba.

—Buenas tardes —de reojo vio cómo un par de manos se recostaban en la pequeña mesita del local. Una portaba un anillo de castidad, objeto valioso y significativo por esos tiempos—. Deme dos algodones de azúcar, por favor.

—Claro. En un momento.

—Entonces, Kookie, ¿qué me estabas contando?

Una voz femenina hizo acto de presencia y Taehyung paró el oído para escuchar por dos sencillas razones: no tenía nada mejor que hacer y estaba sumamente concentrado en guardar y no aporrear de ninguna forma a su Circa.

—Nada importante, solo que estoy algo triste porque últimamente el Padre ha sido algo más estricto de lo normal conmi... ¡Oh! ¿¡Eso es una Circa!?

Taehyung se dio por aludido.

¿Quién estaba cerca y quién tenía una Circa? Pues él.

Alzó la cabeza para observar al muchacho y decirle que efectivamente lo era, pero en cuanto lo hizo mágicamente la cámara saltó de sus manos, resbalándose, y él también lo hizo al retroceder bruscamente.

Todo en Taehyung fue un caos.

Primero perdió el aliento y luego sintió que se ahogaba con su propia saliva. Su corazón saltó tan fieramente que temió por un posible paro cardíaco o algo de ese arquetipo. Sus ojos quisieron salir de sus cuencas y sus piernas comenzaron a temblar al igual que sus labios y la impresión que le ocasionó tener a tan solo centímetros al chico en el que no dejaba de pensar y por el que, de alguna u otra forma, anhelaba que las semanas corrieran rápido simple y llanamente para poder verlo los domingos.

Era él.

Y estaba cerca.

Y le había preguntado algo.

Y estaba con...

Con una chica.

Estaba con una chica. Ambos tenían sus brazos enlazados, justamente como él tenía a Joohyun minutos atrás.

Eso dio lugar a un ritmo cardíaco más estrepitoso. A Taehyung se le fue el aire y solo tuvo deseos de salir corriendo lo más rápido posible de allí.

Se sentía expuesto.

Parecieron años para él; sin embargo, solo pasaron unos que otros segundos.

—Dios mío... —el muchacho se agachó a recoger la cámara que Taehyung había dejado caer con tanto descuido. La tomó atentamente entre sus manos y le sacudió algo de polvo imaginario. Posteriormente, observó a Kim entre el desconcierto y la preocupación—. ¿Estás bien?

Taehyung no estaba preparado para nada de eso y, simplemente, no aguantó más. En un arrebato de nervios, confusión y hasta celos, arrancó de aquellas preciosas manos su cámara y salió corriendo lejos de allí, dejando atrás a Joohyun, Seulgi y Jimin. Igualmente siendo consciente de que en casa no le esperarían nada más que regaños y hasta un severo castigo, pero salió corriendo lejos a esconderse, sintiéndose desnudo, patético y más asqueroso que nunca.

Porque era un asqueroso.

Mientras esa chica probablemente era la pareja del chico del coro de la iglesia, Taehyung todos esos días no había hecho nada más que pensar barbaridades alrededor de él. Soñaba con él, pensaba en él de formas que... que no le enorgullecerían a nadie.

Ni siquiera le enorgullecería pensarlas de una chica.

Era sencillamente asqueroso.

Y sin embargo, creyéndolo así, no podía hacer que su repugnante corazón dejara de latir de impresión, ni que su vomitiva mente dejara de pensar en que ese era el chico más hermoso del mundo, porque de frente se veía inclusive mejor. Era precioso, tierno; emanaba pureza, inocencia y amabilidad...

Y había tocado su cámara...

Exaltado, y ya lo suficientemente lejos de la plaza, paró en seco en la esquina de uno de los diversos almacenes en el centro del pueblo. Respiró hondo y se quedó perplejo mirando un punto muerto.

Lo había tenido tan cerca...

Alzó la Circa, detallándola como si ahora fuese de mayor valor por el simple hecho de que el chico del coro de la iglesia la había tocado. Inconscientemente pasó las yemas de sus dedos por ella, como queriendo... algo más.

Y de nuevo se sintió asqueroso.

Frustrado.

Pecador.

Insensato.

Anormal.

Recostó su espalda en la pared, bajó su cabeza, empuñó sus ojos y a la vez la cámara entre sus manos y empezó a rezar:

—Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa —agarrando con fuerza la Circa con una mano, la otra la empleó en rasguñarse desde la muñeca hasta el antebrazo por la zona inferior con la intención de que después nadie viera la posible herida—, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, Nuestro Señor.

Pero con eso no sería suficiente.

Nunca sería suficiente.

Necesitaba algo más fuerte y que azotara su gran pecado:

Ser un jodido, asqueroso y repugnante homosexual de mierda.

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