Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Five

—¡Eres un cobarde, grosero y maleducado, Kim Taehyung! —como era de esperarse, en cuanto todo se supo Nara no hizo nada más que regañarlo. Jimin estaba sentado a su lado en el sofá, Kijung estaba al frente con los brazos cruzados bajo su pecho y una expresión de desilusión y seriedad, y Nara de un lado para el otro, histérica y alzando la voz—. ¿¡Qué van a pensar los Bae de nosotros!? ¡Joohyun es una buena chica! ¿¡Cómo pudiste dejarla tirada en medio de una plaza!? ¿¡Qué tienes en la cabeza, por amor de Dios!?

Mientras ella gritaba, Taehyung veía fijamente los considerablemente profundos rasguños que se había hecho más temprano, cuando se sentía -y seguía sintiendo- tan pecador y asqueroso.

De manera idiota, mientras se devolvía a casa en completa soledad, no dejó de pensar en ese momento. En sus emociones. Fue ahí cuando recordó que aquella chica le había llamado "Kookie" al chico del coro de la iglesia. Debía ser un diminutivo, porque dudaba francamente que alguien pudiera llamarse "Kookie". Sin embargo, tenía algo, y ese "algo" quisiera o no le daba emoción. Ya sabía varias cosas sobre ese chico sin siquiera buscar información:

Le gustaba cantar.

Era fino, de clase alta.

Un diminutivo de su nombre era "Kookie".

Era casto y puro, y eso lo demostraba aquel anillo de castidad en su mano.

Posiblemente tenía pareja, y esa pareja era una chica. Una chica hermosa.

De nueva cuenta, sintió la frustración apoderarse de su ser. Y se volvía a formular la misma pregunta:

¿Por qué un chico y no una chica?

¿Por qué el tal "Kookie" y no Joohyun?

¿Por qué un hombre como él y no algo tan maravilloso como lo era una mujer?

¿Por qué un pene y no una vagina?

¿Por qué le tenía que gustar un maldito hombre?

¿Por qué tenía que ser tan pecador y asqueroso? Era repugnante, horrible, catastrófico.

¿Por qué no podía ser normal?

—¿¡Me estás escuchando o no, Taehyung!? —el aludido saltó en su lugar en cuanto oyó cómo su madre le propinaba un fuerte puñetazo a una de las tantas mesitas de vidrio que adornaban la sala de estar. Se veía enojada, y no era para menos—. ¿¡Estás escuchando o te vas a ir y también me vas a dejar hablando sola, como hiciste con Joohyun!?

—Sé que hice mal —admitió—. Últimamente hago muchas cosas mal, madre. Perdón. Perdón por todo —poniéndose de pie, hizo repetitivas reverencias—. Rezaré, reflexionaré... Quiero ser un buen chico.

—El domingo te vas a confesar con el padre —ordenó—. Quiero que le cuentes la barbaridad que hiciste y las que posiblemente has hecho a mis espaldas. Te crie con excelentes valores, Taehyung. No hice de ti un cobarde, y no sabes cuánta vergüenza me da tener que rendirle a los Bae explicaciones. Probablemente Joohyun no quiera volverse a acercar a ti y con justa razón —inspirando, y evidentemente aún enojada, colocó sus manos en su cintura—. Hoy no vas a cenar. Vete a tu habitación.

Cabizbajo y limitándose a responder con un sumiso asentimiento de cabeza, Taehyung se dio media vuelta sin siquiera mirar a su hermano o a su padre, subió las escaleras y se encerró en su habitación.

Se sentó con el mismo desánimo en una de las orillas de la cama. Como el buen hábito que solía tener, empezó a morder sus uñas, arrancándose también unos que otros cueritos que iban cediendo, haciéndose sangrar y, para colmo, chupándose la sangre.

No quería ir ese domingo a la iglesia.

Ni ese domingo ni los que le seguían.

Simplemente no quería volver.

El chico del coro, o mejor dicho, "Kookie", seguramente lo iba a reconocer. Habían tenido ya un encuentro y probablemente había dejado la peor de las impresiones. ¿Con qué cara iba a hacer acto de presencia en la iglesia? No quería. No podía.

Era un patético, absurdo e imbécil. Lo había arruinado todo y precisamente por ser un maldito anormal al que no le gustaban las mujeres.

Pero eso podía cambiar.

Con oraciones y obligándose a cambiar, sus sentimientos podían cambiar. Su perspectiva podía cambiar. Todo podía cambiar.

Y no lo iba a retrasar más.

Sabiendo lo que tenía que hacer, como un buen chico religioso, procedió. Primero se puso de pie, luego se despojó de su camiseta y, en la oscuridad de su cuarto y el silencio que pronto iba a ser perturbado, rebuscó en su habitación algo que pudiera hacer el papel de látigo. Su imaginación siempre fue extensa y eso combinado con sus ansías de castigo, le permitieron encontrar un artefacto que perfectamente podría servir:

Un gancho de ropa de metal.

No demoró en querer deformarlo con sus manos, y eso hizo, sintiéndose aliviado y menos pecador cuando lastimó sus dedos y palma en el proceso. Fue cuestión de tres minutos tenerlo preparado.

Se paró frente a un espejo de cuerpo completo, tomó de uno de los cajones de su mesita de noche un frasco con alcohol etílico y echó el líquido hacia atrás, de manera que pudiera caer en su espalda. Tomó hondas respiraciones, se puso de rodillas en el suelo y, todavía frente al espejo, empezó.

—Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante vosotros, hermanos —susurró, empuñando sus ojos y tirando hacia atrás su diestra con el gancho deformado—, que he pecado.

Primer latigazo.

Lo sintió como el potente golpe de un alambre. Conocía la sensación porque cuando él y Jimin eran más pequeños solían jugar con cualquier cosa, y en un accidente el mayor lo había terminado golpeando sin querer con uno de esos artilugios.

Dolió, pero no lo suficiente. Y ese pequeño golpe no valía su pecado.

—He pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión —empuñó sus ojos y apretó sus labios en cuanto el segundo golpazo aterrizó. Jadeó del dolor, rechinando sus dientes y haciendo notar las venas de su cuello por el mero esfuerzo que estaba haciendo por mantener la compostura. Como dato curioso, también sintió la punta del gancho penetrar en su piel escasamente—. Por mi culpa...

Tercero.

Lo dio con fuerza y rabia, como cuando algo te pica, te urge que deje de hacerlo y recurres a métodos estúpidos: morder, rascar hasta sangrar. Más o menos así.

—Por mi culpa...

Entre el cuarto no pudo evitar llorar. Lágrimas de desesperación rodaron por sus mejillas. De frustración también.

Quería ser normal. ¿Por qué no podía ser normal?

—¡Por mi gran culpa!

Si previamente había sido duro consigo mismo, el quinto azote se lo dio como si se lo estuviese dando a su peor enemigo. Ardió, dolió y un particular líquido en una de las heridas empezó a circular por su espalda.

—¡Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los Ángeles, a los Santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, Nuestro Señor!

Tres nuevos azotes cayeron, y el estómago y pecho de Taehyung ya se hallaba subiendo y bajando frenéticamente. Sus labios estaban entreabiertos, soltando pesadas respiraciones y jadeos. Gotitas de sudor adornaban los costados de su rostro y sus ojos estaban empuñados, reteniendo las lágrimas que no quería soltar más, y menos por un hombre.

Porque él era un hombre. Y los hombres no podían llorar por otros hombres. Ni siquiera por mujeres.

Era un hombre de Dios, y no podía caer en las trampas que Satanás le estaba poniendo.

Porque eran trampas.

Satanás lo estaba incitando al pecado y él no iba a caer.

Agotado y adolorido, soltó el gancho, mas se conservó de rodillas en el suelo. Inclinó su torso hacia adelante en tanto tomaba aire fuerte y constantemente.

—Por favor, Dios... Mi Dios... —la esperanza era vívida en su tono de voz—. Quiero ser normal, Dios mío. No quiero sentir esto por un hombre. No quiero ser homosexual. Te pido desde el más sincero fondo de mi corazón que me cures, que me guíes hacia la luz. Si crees que me he alejado de ti, volveré con más fuerza y mejor, pero por favor no permitas esto en mi vida, por favor... Te lo ruego... Perdóname. Perdona todos mis pecados, mis pensamientos y mis sentimientos —tomando el dije de cruz de oro que nunca abandonaba la cadena de su cuello, se aferró a ella como si solo eso importara—. ¡Te ruego y pido que me perdones y que me guíes hacia la luz! ¡No quiero esta oscuridad, Dios mío, por favor!


"¿Dios está dispuesto a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es omnipotente. ¿No está dispuesto a prevenir la maldad, aunque podría hacerlo? Entonces es perverso. ¿Está dispuesto a prevenirla y además puede hacerlo? Si es así, ¿por qué hay maldad en el mundo? ¿No será que no está dispuesto a prevenirla ni tampoco puede hacerlo? Entonces, ¿para qué lo llamamos Dios?". Epícuro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro