𓏲 Capítulo 28
La vida como la conocía, se había acabado para Myoui Akira, no podía ni siquiera ubicar a su esposa, no sabía nada de ella ni de donde estaba, y eso lo ponía de los nervios.
El día en el que todo se derrumbó, salió tras Sowon, trató de explicarle, de hacerla entender el por qué no podía solo romper su matrimonio, pero ella ya no quería escucharlo. Sowon estaba destruida, incluso creyó que iba a ser débil e iba a ceder, sin embargo, ver a sus hijos la hizo entender de que no merecían eso, no merecían una familia a medias. Akira no estaba de acuerdo, él siguió insistiendo en que podían sobrellevarlo, pero todo fue inútil, ella no cedió a darle oportunidad, llegando al acuerdo de que cada vez que él quisiera ver a sus hijos, podía hacerlo, más no podía quedarse de nuevo en su casa.
Akira estaba destruido, amaba a Sowon, la atracción hacia ella fue inmediata cuando se conocieron, lo sacó de aquel pozo oscuro en el que estaba sumergido, convirtiéndolo en otra persona, pero él no estaba dispuesto a dejar a Sachiko, no mientras aún tuviera una imagen que rescatar.
Ya había pasado casi una semana sin saber de sus hijas, sin saber de su esposa, y lo enfurecía enormemente que la única noticia que tenía de Sachiko eran esos estúpidos sobres en los que solicitaba el divorcio. A su trabajo llegaban a diario esos sobres, atormentándolo, haciéndolo ver cada vez un poco más lo arruinado que estaba su matrimonio, pero no iba a aceptarlo, no iba a firmar ningún papel si eso significaba perder lo último que le quedaba.
Esperaría un tiempo más y regresaría a casa con la esperanza de encontrarse ahí con su esposa, ella debía obedecerle a como de lugar, jamás aceptaría algo como un divorcio a menos que él lo diga.
— Dahyun, ¿ya estás en casa? — la señora Kim apareció en la sala al escuchar la puerta abrirse unos segundos antes.
— Hola, mamá — sonrió con dulzura, acercándose a saludarla con un fuerte abrazo y un beso en la mejilla — ¿Te sientes bien? — tocó su frente con el dorso de su mano, sintiéndola un poco tibia — Tu temperatura está empezando a subir.
— Pero me siento muy bien — sonrió de manera tranquilizadora, apartando la mano de su hija — ¿Cómo estuvo tu tarde en casa de Sana? ¿La pasaron bien? — cuestionó, guiándola hacia el comedor con una gran sonrisa.
Dahyun asintió con una débil sonrisa, sintiéndose mal una vez más por mentirle al respecto. Muchas veces pensó en hablarle sobre Momo, pero en cada una de esas veces, terminaba perdiendo todo el valor para hacerlo, sabía que una noticia así terminaría de destruirla, y no quería darle más preocupaciones, suficientes tenía ya. Se preguntó a sí misma si algún día tendría el valor para decirle, pero por más que lo pensaba, menos se acercaba el día, y eso la entristecía, porque quería vivir sin tener que esconderle algo tan importante a ella, a la mujer que tanto amaba, más ahora que las cosas con Momo iban de maravilla.
La señora Kim le estaba hablando sobre algo a lo que casi no le prestaba atención, demasiado pensativa hasta que escuchó un estruendoso sonido de algo rompiéndose en la cocina. Corrió rápidamente hasta encontrarse con su madre sosteniendo su cabeza mientras con su otra mano se apoyaba en el desayunador, notándola un poco pálida. Se acercó lo más rápido que pudo y pasó uno de sus brazos sobre sus hombros para que pudiera apoyarse en ella y ayudarla a quitarse de ahí.
— Vamos, tienes que descansar — susurró, llevándola hasta su habitación — Te dije que no te sobre esfuerces — trató de que no sonara como un regaño, hablándole con voz suave.
— Solo quería hacerte la cena — respondió, su voz empezando a quebrarse — Hace un tiempo que no hago nada para ti.
Dahyun suspiró entristecida, la recostó sobre la cama, quitó sus zapatos y se aseguró de que la habitación no estuviera tan fría para que se sintiera más cómoda. Se sentó en la orilla, acariciando su castaño cabello en silencio sin apartar la mirada de ella.
— No te exijas, sabes que no puedes hacerlo.
— Estoy cansada de que tengas que cuidarme, soy tu madre.
— Por eso lo hago, ¿quién dice que no puedo hacerlo yo por ti? — le sonrió, manteniéndose lo más estable posible — No tienes que preocuparte por nada, y lo sabes, te lo he dicho muchas veces.
— Eres lo mejor que tengo — le dijo, acariciando su mejilla — Estoy tan agradecida con Dios por tener una hija como tú, sé que te lo digo todo el tiempo, pero a pesar de todo, me siento muy feliz de la chica que eres. Me pregunto qué hice para ser tan afortunada — le sonrió, sintiéndose cada vez más cansada.
— Yo no... No soy tan perfecta como crees — agachó la mirada, un tanto avergonzada, llenándose de culpabilidad por todo lo que ella decía sobre ella, porque sabía que no era nada de eso.
— No digas esas cosas — negó con la cabeza — Para mí lo eres... Y estoy segura de que algún día un chico se dará cuenta de eso y vas a formar una hermosa familia, aunque yo no vaya a ser capaz de ver eso...
— Si, mamá, si vas a verme como tanto deseas, no sigas diciéndome que no lo harás — el nudo en su garganta fue un obstáculo para que su voz saliera estable. Tragó fuerte y la miró con dulzura, alejando las lágrimas que sutilmente se acumularon en sus ojos.
Varios segundos pasaron en total silencio, Dahyun sentía que lloraría en cualquier momento, su mamá odiaba verla de esa manera, así que se levantó con la excusa de que iría por sus medicamentos, tratando de escapar de esa sofocante situación. Trataba con todas sus fuerzas de sobrellevarlo, luciendo tan tranquila todo el tiempo con tal de no ser cuestionada, a lo mejor estaba actuando mal, sus amigas no sabían exactamente sobre su situación y tampoco ella tenía la intención de explicarles, solo sabían que estaba enferma, solo que no sabían qué tan mal estaba.
Le dio el medicamento a su madre y salió de nuevo, dirigiéndose a su habitación, cuando estuvo dentro, se recargó sobre la puerta con las lágrimas mojando sus mejillas sin control alguno, se suponía que ya debía estar acostumbrada, pero tener que vivir con el hecho de que su madre enfermaba más con el paso de los días siempre lograba desanimarla cuando llegaba a casa.
Su madre no tenía la culpa de nada, nadie la tenía, las cosas pasan y solo queda aceptarlo, pero Dahyun no podía seguir soportándolo mucho tiempo más, su madre era lo único que le quedaba luego de haber perdido también a su padre. No quería decepcionarla, quería que ella fuera feliz, y confesarle lo de Momo solo haría que ella se pusiera peor, eso la haría llorar, se sentiría decepcionada de ella y lo que menos quería, era darle algo más para que se preocupara o hacerla infeliz.
Se encontraba tan perdida.
Cada vez que estaba con Momo, su mundo volvía a iluminarse, haciéndola sentir querida, como si nada más a su alrededor existiera, con Momo se sentía tan cómoda que olvidaba por completo lo triste que se sentía la mayoría del tiempo, y no compartir esa felicidad con su madre le dolía en lo más profundo de su corazón, porque así como iban las cosas, su madre no lo lograría por mucho tiempo más, y al menos asegurarle que ella tendría la familia que ella tanto deseaba que tuviera, la hacía sentir tranquila, como si eso fuera suficiente para morir en paz.
Respiró hondo y trató de relajarse, debía calmarse y no seguir sufriendo por lo inevitable, no tenía más opción que asimilarlo por más doloroso que resultara.
Lavó su rostro en el baño y se dirigió hacia la cocina, encontrándose con la comida que su madre había estado preparando antes de que recayera; una punzada en su pecho se hizo presente al notar que era su comida favorita. Suspiró sonoramente y se sirvió un poco, se sentó en el comedor, prestándole atención al abrumador silencio de su casa que solo la llevaba de nuevo hacia sus intranquilos pensamientos.
Dio el primer bocado, esbozando una corta sonrisa ante el esfuerzo que su madre había hecho en cocinarle después de tanto tiempo, y se odió a sí misma por un momento por mentirle tanto en cuanto a su vida, porque si de algo estaba segura, era de que iba a decepcionarla tan pronto le dijera que estaba con una chica, y no con un chico como tanto se lo repetía.
Con eso, no le quedaban más opciones que seguir ocultándolo, porque su madre era todo lo que tenía, y mientras pudiera seguir a su lado, haría lo posible por hacerla feliz tal y como estuvo haciendo toda su vida, aunque eso significara tener que seguir escondiéndose bajo promesas falsas que ardían en su pecho por no sentirse capaz de cumplirlas.
Ni siquiera por ella.
El día domingo se hizo paso rápidamente, lo que significaba que la semana de vacaciones había terminado tan rápido como inició.
El revoltijo que Sana sintió en su estómago toda la noche en la espera de su 'no cita' con Tzuyu, aún seguía presente, intensificándose más ahora que la hora acordada para verse se iba acercando. Trató de relajarse mientras se bañaba, dejando a un lado todo tipo de pensamientos que la hicieran ponerse ansiosa al respecto. Varios minutos después, salió del baño y se dirigió hacia su armario, en donde de manera ordenada y a la vista, había dejado el conjunto de ropa que con mucha dedicación buscó el día anterior en un vano intento de distraerse.
Hizo su rutina normal antes de empezar a vestirse; debido a que el clima estaba siendo un poco frío, eligió ponerse un no tan abrigado suéter color blanco con rayas azules en el centro, unos pantalones negros y unos tenis blancos. Se veía demasiado normal a su parecer, pero no es como si quisiera verse extravagante o diferente.
— Mamá, regreso en unas horas — avisó la pelinegra al bajar las escaleras a paso rápido con la intención de evitarse las preguntas de su madre. Pero no funcionó.
— Espera, ¿a dónde vas ahora? — la detuvo en la puerta, cruzándose de brazos.
— Yo, eh... Voy con Mina — sonrió con seguridad a pesar de lo nerviosa que se sentía — Lamento no decirte antes.
— Últimamente has pasado mucho tiempo afuera, tu padre no está de acuerdo con que salgas tanto tiempo y se molesta conmigo porque yo te dejo salir.
— Prometo que regresaré temprano — la miró con súplica — Regresaré antes de que papá venga para no meternos en problemas, ¿si~?
La señora Minatozaki suspiró rendida y asintió, confiando una vez más en su hija.
— Pero será la última vez, mañana empiezas clases de nuevo y no quiero que te distraigas, ¿entendido?
— ¡Gracias, mamá! — sonrió ampliamente y la abrazó, dejando un beso en su mejilla.
— Saluda a Mina de mi parte, dile que le mando saludos a sus padres también.
Sana asintió con una pequeña molestia en su pecho debido a la culpa, pero decidió ignorar esa sensación antes de que incrementara y lo hiciera sentir mal. Suspiró aliviada cuando por fin salió de su casa, caminando con tranquilidad hacia el lugar en donde había quedado de verse con Tzuyu.
Se detuvo un momento a las afueras de un establecimiento, balanceándose sobre sus pies con impaciencia a la espera de Tzuyu. Miró su reloj y se dio cuenta de que aún faltaban unos minutos para la hora establecida, así que intentó utilizar ese tiempo para mantener la calma. No debería sentirse así, no por una salida casual con una amiga, había salido muchas veces con Mina, Dahyun y Jeongyeon, y aunque ellas eran sus amigas también, no se sentía igual, era ese sentimiento el que la hacía dudar de sobremanera.
Minutos después, vio a Tzuyu a lo lejos, caminando hacia ella con una sonrisa que pudo notar fácilmente, viéndose tan confiada y relajada, no como ella que estaba hecho un desastre de nervios. Empezó a entrar en una pequeña crisis al verla cada vez más cerca, ¿cómo debía saludarla? Un movimiento sutil de mano podría funcionar, pero ¿y si Tzuyu quería abrazarla y se veían en esa incómoda situación en la que ambas no concordaban con el saludo? Mejor no, solo con un simple 'hola' bastaría, aunque... ¿Y si la besaba ahí en plena calle? No, estaba yéndose demasiado lejos, ¿verdad? De seguro solo ella estaba poniéndole atención a algo tan ridículo como eso.
— ¡Sana! — Tzuyu saludó muy sonriente, llamándola por su nombre cuando estuvo lo suficientemente cerca.
— Tzuyu...— quiso golpearse por su respuesta distante, muy diferente a la energía que la menor transmitía.
Abrió la boca con la intención de decir algo más que enmendara su terrible saludo, pero los fuertes brazos alrededor de su cuerpo, cerrándolos en un suave abrazo la hizo sorprenderse, olvidando lo que iba a decir por prestarle atención a esa acción que la alivió por completo. Sonrió con las mejillas levemente sonrojadas, respondiendo el abrazo de manera casi automática, otra vez, sintiéndose extrañamente cómoda y apreciada de una manera diferente.
— ¿Estuviste esperando mucho? — preguntó, apartándose con lentitud hasta tenerla de frente. Sana negó con la cabeza — A la próxima prometo estar antes que tú.
A la próxima, entonces habrá una próxima. Sana sonrió y empezó a caminar a su lado en silencio, escuchando atentamente la manera en la que Tzuyu le narraba lo que había hecho esa mañana antes de llegar. Se sentía rara, demasiado rara, como si estuviera haciendo algo mal, pero en lugar de querer alejarse, quería quedarse por más tiempo, porque era la primera vez que sentía ese tipo de emoción que la hacía sonreír de manera inconsciente.
— ¿A dónde quieres ir?— Tzuyu preguntó al sentarse a su lado en el autobús, mirándola con interés.
— Uhm, ¿no tienes un lugar en mente?— la vio con timidez.
— ¿Te gustan los conejos?
— ¿Conejos? — Tzuyu asintió con rapidez, atenta — Pues... Si, son muy lindos.
— Muy bien — sonrió, poniendo su vista al frente.
Sana no preguntó nada más y se mantuvo en silencio, viendo a través de la ventana con incertidumbre. El cielo estaba un poco opaco, el sol escondiéndose entre las nubes y el viento soplando con sutileza, pareciéndole un clima perfecto, relajante; aprovecharía ese día, lo disfrutaría, se enfocaría en conocer un poco más a la amable chica a su lado.
Decir que no había empezado a ilusionarse de una manera que incluso a ella le asustaba, sería mentir, y empezar a admitir que se sentía un poco ilusionada por una chica, era mejor que seguir negándoselo, porque al menos ya tendría por donde empezar a superarlo cuando el inevitable rechazo se hiciera presente.
Porque a Minatozaki Sana le gustaba Chou Tzuyu, y tal vez debía decírselo.
Ese domingo por la mañana, Dahyun decidió ir a casa de Momo a sabiendas de que era su último día de vacaciones y que, a partir del lunes, ya no podrían frecuentarse mucho. Su tío, Soonyoung había llegado de visita, así que dijo que él podría encargarse de su madre mientras estuviera afuera, además de que su tío le había dicho que quería hablar a solas con ella sobre un asunto de suma importancia, por lo que podía irse sin ningún problema.
Al principio le pareció extraño que quisieran excluirla de algo que parecía ser importante, más aún si era referente a su madre, sin embargo, obedeció, porque si eso tuviera que involucrarla, luego se lo dirían.
Esta vez se fue con la excusa de que saldría con sus amigas, 'las mismas de siempre' les había dicho cuando le preguntaron, y con esa corta respuesta, su madre estuvo satisfecha, por lo que no preguntó nada más. Dahyun se despidió de ella con un cariñoso abrazo, dejándola en la sala de la casa junto a su tío, despidiéndose de él con la mano.
Exhaló todo el aire en sus pulmones y alejó cualquier pensamiento negativo, mentalizándose que debía tener una mejor expresión, no quería preocupar ni llenar de problemas innecesarios a Momo. Arregló su chaqueta y se dispuso a caminar hacia la calle principal en busca de un taxi que pudiera llevarla hasta su destino.
Cuando llegó a casa de Momo unos minutos después, el sol seguía sin salir y el viento no dejaba de soplar, pero a pesar de que no hacía frío, por alguna razón, se sentía frío y vacío en su interior junto a un extraño presentimiento. La visita de su tío la había desconcertado a tal punto de mantenerla distraída; fue la voz de Momo la que logró sacarla de su nube de pensamientos, haciéndola reaccionar tan pronto la escuchó saludarla. Le sonrió como si nada, adentrándose al hogar de los Hirai sin timidez alguna, no era primera vez que iba.
— Me alegra que hayas tenido tiempo de venir hoy — comentó alegre la mayor, tomándola de la mano para llevarla hacia la sala principal — Estaba justo preparando algo de comer, ¿desayunaste ya?
Momo estaba muy animado ese día en particular, pero no había otro motivo más que la presencia de Dahyun en su hogar, verla siempre la ponía de humor y la hacía sentir tranquila.
— No he comido, ¿qué estás cocinando? — la siguió hasta la cocina.
— Pues no mucho, estoy haciendo wafles.
Dahyun se acercó hasta la mayor y la abrazó por la espalda mientras vertía la mezcla dentro de la waflera. Momo sonrió automáticamente y al terminar, se giró hacia la menor para tomar su rostro entre sus manos y dejar un casto beso en sus labios, quedándose demasiado cerca, viéndose con cariño.
— ¿Cómo es que me gustas tanto? — Momo dejó un pequeño beso sobre su nariz, causando que la menor la arrugara ante el toque con una sonrisa en sus labios.
— No lo sé, tú dime — respondió de forma divertida, sintiendo su espalda baja chocar contra la orilla del desayunador, impidiéndole moverse.
Momo apoyó sus manos a cada lado de Dahyun, acorralándola. Le sonrió con cariño antes de acercarse a besarla con suavidad, moviendo sus labios de manera lenta, sintiendo sus corazones latir con fuerza ante la ola de emociones que eso les provocaba. Dahyun ladeó un poco su cabeza para tener mejor acceso a los labios de la más alta, succionando su labio inferior de vez en cuando, provocando suaves jadeos que solo la incitaban a seguir.
— Ya... Ya está la comida— susurró, Dahyun en un suspiro al escuchar la waflera sonar, pero a Momo no le importó, rodeando su cintura con uno de sus brazos para acercarla con posesión, haciéndola jadear de la sorpresa.
— Dubu... Creo que estoy enamorada de ti — confesó, su cuerpo llenándose de una incontrolable adrenalina. Ella nunca había querido tan intensamente, nunca había tenido delicadeza, tampoco había querido mantener la inocencia en alguien, lo que sentía por Dahyun era tan nuevo que temía arruinarlo. Vio la sorpresa en sus pequeños ojos, preguntándose si había hecho bien al decírselo de esa forma, asustada por una reacción negativa — No quiere decir que tengas que sentirte de la misma manera, ¿está bien? — apartó los mechones que caían sobre su frente, admirando sus facciones — No solo me gustas, es mucho más que eso... Nunca me había sentido así.
Dahyun sintió esas palabras golpeando en su interior, ¿Momo estaba enamorada de ella? ¿de verdad, enamorada? Un cosquilleo se hizo presente en su estómago y sus labios se curvaron en una sonrisa inconscientemente, llenándose de una incomparable calma. Acercó sus labios hacia los contrarios, otra vez, sumergiéndose en un beso significativo.
— También estoy enamorada de ti, no tengo dudas al respecto — respondió luego de unos segundos, jugueteando con los cabellos que caían en la nuca de la mayor.
Momo no pudo contener su emoción y la abrazó con fuerza, apoyando su mejilla en la cabeza de la menor, susurrándole lo mucho que la quería y lo feliz que era, haciéndole saber que haría lo posible por cuidarla siempre, que haría lo posible por llenarla de amor y de cariño. Nunca había hecho algo así, y esperaba ser capaz de hacerlo, porque Dahyun significaba mucho para ella y quería tenerla cerca por mucho tiempo más.
Entre risas y cortas pláticas terminaron de servir sus desayunos, dirigiéndose ahora hasta la sala en donde decidieron ver alguna película mientras comían, sintiéndose plenas y satisfechas con su mutua compañía.
Ambas con la certeza de que ese día sería su mejor recuerdo juntas.
Un pequeño y lindo conejo gris se acurrucó en las piernas de Sana con mucha confianza, recibiendo gustosamente las caricias que ésta le proporcionaba.
Tzuyu admiraba esa imagen como algo realmente mágico; la sonrisa en los labios de la nipona, la voz aguda que hacía cuando le hablaba al animalito, sus ojos brillantes de emoción con todo lo que había a su alrededor era algo que guardaría por mucho tiempo en su memoria. Sana era una chica increíblemente adorable en muchas formas, y eso era suficiente para no querer despegar la vista de ella por ningún momento.
Sabía que llevarla a esa cafetería con temática de conejos sería una buena idea, era un lugar muy frecuentado por el simple hecho de que todo el que entraba, podía convivir abiertamente con los pequeños animalitos, y Sana no pudo resistirse cuando uno saltó sobre sus piernas mientras comía de su porción de pastel de fresas, estaba tan encantada que le prestaba más atención que a ella, pero no le molestaba en lo absoluto, estaba muy bien solo viéndola.
— Me gusta mucho este lugar, nunca había venido — comentó, Sana por fin viendo a la taiwanesa — Gracias por traerme — sonrió tímida sin dejar de sobar el pelaje del conejo.
— Hay otros que quisiera que vieras también... Si es que en otra ocasión tienes tiempo — sintió sus propias manos sudar.
— ¡Claro! — respondió emocionada.
Tzuyu asintió satisfecha con una sensación inigualable en su pecho, deseando detenerse en ese momento y quedarse ahí, solo ella admirando a Sana. ¿Acaso estaba aceptando sus sentimientos hacia la mayor? Posiblemente ya lo había hecho antes, pero su propia confusión no la dejaba ver con claridad, y fue en ese preciso momento en el que Sana la llamó por su nombre en el que todo se vio más nítido, cayendo en cuenta de que realmente le gustaba esa tímida chica frente a ella.
El tema de Chaeyoung le parecía complicado, cada vez cayendo en cuenta de que sus sentimientos hacia la rubia se habían convertido en un capricho, creyendo que por haber sido la primera chica que le gustó en serio, debía solo encerrarse en ella, sin embargo, al abrirse más, logró por fin encontrarse con Sana, dándose cuenta de esos pequeños detalles que cada vez eran más notorios.
Estaba segura de que no estaba enamorada, le hacía falta mucho tiempo para asegurar algo como eso, pero por ahora, estaba muy feliz con la idea de conocerla, de crear un lazo importante para ambas. Aunque claramente se estaba adelantando de nuevo, Sana mostraba un aparente interés, pero no sabía qué era lo que pasaba por su mente en cuanto a salir con una chica, y lo que necesitaba era saberlo para dejar que sus sentimientos fluyeran, porque de otra forma, tendría que alejarlos y olvidarse de algo más.
Una hora más tarde, ambas se encontraban caminando por un parque cercano, hablando sobre cualquier cosa que las mantuviera distraídas en lo que el tiempo pasaba. El corazón de Sana empezó a latir con fuerza al notar que su tiempo se estaba acabando, asimilando que era momento de empezar a hablar.
Se detuvieron frente a una bonita fuente en el centro del parque y se sentaron en una banca, pocas personas pasando a su alrededor, cada quien sumergida en su propio mundo.
— Oye, Chewi...— llamó la atención de la menor, sintiéndose un poco más valiente — Hay algo que quiero hablar contigo.
— Yo también — respondió, girándose hacia ella — Dime tú primero.
— Verás...— sus dedos jugueteaban entre sí, su cabeza formulando las palabras correctas para expresar lo que sentía en ese momento mientras su estómago se revolvía — Llevamos poco más de una semana conociéndonos y... Sé que han pasado muchas cosas entre nosotras — sus mejillas se pintaron de un leve color rosa — Pero en todo este tiempo, he estado experimentando otro tipo de sensaciones que son muy nuevas para mi — agachó la mirada, sintiéndose incapaz de mirarla — Y es muy difícil para mi sentirme de esta manera, en verdad no sabes cuánto. Pero he tratado de dejar eso de lado porque sino es así, nunca podré sentirme bien — sintió un inesperado nudo formarse en su garganta, otra vez sintiendo de golpe todas sus inseguridades, las palabras de su madre haciendo eco en su cabeza sobre que debía ser una buena hija, sobre que debía agradar a Dios y ser fiel a lo que se le había enseñado en toda su vida, ¿cómo pudo dejarse llevar de esa manera? Sus padres eran comprensivos con ella, pero sabía cuales eran sus límites, y con sus nuevos sentimientos hacia Tzuyu, sabía que los había sobrepasado, y ese pensamiento la atormentaba.
— Sana... Estás llorando, ¿qué pasa? — Tzuyu se asustó al ver las lágrimas mojando sus mejillas.
— Me gustas, Tzuyu, me siento hacia ti de una manera en la que tengo prohibido hacerlo — confesó al fin sin mirarla, mientras más lágrimas caían de sus ojos — Me gustas de la misma forma en la que deberían gustarme los chicos, de una forma en la que me hace sentir culpable porque eres una chica. Me gustas y me hace sentir tonta porque sé que te gusta Chaeyoung, y está bien, yo solo debo aceptar lo que siento cuando estoy contigo para que después no termine ilusionándome más. Nada de esto es tu culpa, tú no hiciste nada, cuando te conocí me dijiste claramente que sentías algo por ella, y yo... Yo solo me dejé llevar tantas veces porque me sentía tan confundida con todo lo que pasaba dentro de mí, hasta que al final terminé aceptando lo que realmente siento — limpió las lágrimas con la manga de su suéter, sintiendo como poco a poco el alivio por haberlo dicho empezaba a hacerse presente, mezclándose con la culpa que seguía ahí, molestándola.
Tzuyu tenía una serie de sentimientos encontrados, no sabía como sentirse ante la honestidad de Sana. Verla tan triste y asustada la entristecía, deseando ver su bonita sonrisa, esa sonrisa que lograba iluminar a cualquiera. Sin decir palabra alguna la acercó y la abrazó, dejando cortas caricias en su espalda, dejando que llenara de lágrimas su camisa, dejando que se desahogara todo lo que quisiera, dejando que buscara consuelo en ella.
— No estás haciendo nada malo... No llores por eso — murmuró cerca de su oído, ignorando a las personas que se detenían a verlas de vez en cuando con curiosidad — Sigues siendo la misma chica de siempre, nada cambiará en ti, entiendo que tengas miedo, es normal tenerlo, pero ya es un gran paso aceptarlo, ¿no lo crees?
Sana siguió sollozando, aferrándose más a ella.
— Tus amigas estarán felices por ti, ellas jamás te darían la espalda — acarició su cabello, hablándole con cariño — Yo tampoco voy a dejarte sola, me tienes a mí también, si tienes ganas de llorar o te sientes mal, puedes venir a mi casa las veces y el tiempo que quieras, mi abuela jamás te sacaría de ahí — rió, separándose levemente para mirarla — ¿Sabes por qué?
La pelinegra negó, otra vez limpiando sus lágrimas con las mangas ya húmedas y arrugadas de su suéter, buscando la mirada de la alta.
— Porque también me gustas, Sana — ssonrió, viendo como sus pequeños ojos se abrían con sorpresa — Me gustas y eso no está mal.
— ¿Yo te gusto?
Tzuyu asintió, atreviéndose a dejar un corto beso sobre sus labios que la hizo sobresaltarse levemente. Todo su interior se revolvió con una emoción incontrolable, dejando de lado los miedos y preocupaciones, dejando de lado una vez más aquello que la atormentaba, dejando de lado cualquier cosa por la sensación de calma que esa confesión causó en ella, como si de repente pudiera soportar cualquier cosa mientras la tuviera a su lado.
— Vas a poder con todo esto, no voy a dejarte sola
Y entonces, Sana pudo sonreír de nuevo.
Dahyun regresó a su casa con los ánimos por las nubes, definitivamente, Hirai Momo la hacía muy feliz.
Notó que el auto de su tío seguía ahí, pareciéndole extraño ya que normalmente cuando los visitaba solo era por unas cuentas horas y luego se iba. Ignoró ese hecho y abrió la puerta con sus llaves, caminó hacia las escaleras con la intención de ir a la habitación de su madre para avisarle que ya estaba en casa, pero las voces provenientes de la sala la detuvieron, dándose cuenta de que ella estaba ahí.
— Estoy en casa, mamá — sonrió, acercándose para darle un abrazo en forma de saludo — Hola, tío — le sonrió al mayor, tomando asiento en un sillón individual.
— Dahyun, que bueno que llegas, debemos hablar — el semblante de Soonyoung se tornó un poco más serio.
— Claro... Te escucho — asintió un poco preocupada, mirando a su madre con notoria duda.
— Bueno, sabes que la situación de tu madre es cada vez más complicada, ¿comprendes eso, verdad?
Dahyun asintió, su mirada viajando de manera alterna hacia los dos adultos.
— Muy bien. Estuve hablando con ella y tengo buenas noticias — sonrió, viendo la ilusión en los ojos de su hermana — Conseguí que pueda ser atendida en el mejor hospital de Canadá, el tratamiento que ella necesita está ahí y no saldrá caro, tengo algunos contactos y-
— ¿Canadá? Hablas en serio, ¿Canadá? — repitió, totalmente sorprendida.
— Si, pueden quedarse en mi casa mientras tanto, no hay ningún problema con eso.
— Pero... ¿voy a quedarme sola aquí?
— No, hija — negó su madre, alcanzando su mano con suavidad — Vendrás conmigo, no puedes quedarte aquí, no hay nadie que pueda cuidarte.
— Pero ese lugar queda muy lejos...
No lograba asimilarlo del todo, su cabeza solo daba vueltas en la frase 'vendrás conmigo'.
No quería irse, no ahora que todo parecía ir bien en su vida... Pero era su madre, su madre tenía la posibilidad de mejorar y ella no podía negarse, sería egoísta y desconsiderado de su parte.
Momo, su nombre mezclándose en sus pensamientos. Ese era el extraño presentimiento, sabía que la visita de su tío significaba algo, sabía que no todo podía estarle saliendo bien a ella, ¿estaba pasando todo eso por desobedecer? ¿Era algún tipo de castigo? ¿No era suficiente ya con haber perdido a su padre? ¿No era suficiente ya con que su madre estuviera enferma?
Las lágrimas empezaron a caer sin haberse dado cuenta. Ella debía estar feliz, feliz porque había un camino más por el cual intentar para que la situación mejorara. Sabía que el tratamiento que su madre estaba tomando actualmente no era suficiente para hacerla sentir mejor, por lo que la noticia tuvo que hacerlo sentir aliviada, pero ¿estaba siendo egoísta por pensar en quedarse?
— ¿Por qué lloras? ¿No estás feliz? — su madre habló, sacándola de sus pensamientos.
— Uh, si, estoy feliz, mamá — le sonrió, limpiando rápidamente sus lágrimas — ¿Cuándo nos vamos?
— Dentro de un mes — respondió su tío — Yo compraré lo necesario para irnos pronto, no se preocupen.
— Gracias — la señora Kim le sonrió a su hermano, sintiéndose emocionada porque tenía una opción más, un camino se abría para ella, para su futuro, para estar con Dahyun.
Dahyun se sintió ajena de nuevo a la conversación, pensando en que quizás estaba siendo una mala hija al pensar en Momo, pero no podía evitarlo de ninguna manera.
¿Ahora cómo le decía que debían terminar?
N/A: "Hola~ espero que no piensen mal de Dahyun por no haber pensado en su mamá al recibir una noticia así. A veces pensamos inconscientemente en nosotros mismos y eso no está mal, es normal que reaccionemos viendo nuestro propio bienestar, incluso dejando de lado cosas que quizás, son más importantes. Dejar atrás lo que nos hace feliz siempre es difícil, no nos hace egoístas ponernos primero a nosotros mismos ante otras situaciones. En este caso, se sabe que Dahyun adora a su mamá, pero Momo también la hace feliz, o sea, ¿se imaginan una desilusión así? Además, Dahyun no se opuso, porque como dije antes, ama a su mamá y entiende la oportunidad que ahora tiene, muy diferente fuera que se pusiera a hacer berrinche y creer que su vida es más importante, negándole la oportunidad, pero considero que eso tiene que ver más que todo con la madurez de cada persona. Y pues, eso <3"
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro