CAPÍTULO 2
—Bueno, pero supongo que no le habrás dicho que sí.
Takemichi había llamado esa misma mañana para comunicarle que él y Hina ya habían llegado a su destino, y, ya de paso, también para quejarse de la pésima cobertura que tenían en ese pueblo. Chifuyu aprovechó para contarle sobre su extraño encuentro de ayer con Baji, aunque ahora mismo se estaba arrepintiendo un poco de haberlo hecho...
Ante su largo silencio, su mejor amigo reaccionó.
—Espera... ¡¿Le has dicho que sí?!
—¿Y qué querías que hiciese? —suspiró el pelinegro—. Tampoco iba a decirle que no. No tenía lugar al que ir, no podía simplemente echarlo fuera con lo mucho que estaba lloviendo.
¿Podría quedarme aquí contigo por unos días?
Chifuyu estaría mintiendo si dijese que no se sorprendió cuando Baji le pidió aquel favor. Le pilló totalmente desprevenido, y la intensa mirada que Baji había usado para pedirlo tampoco ayudó en lo más mínimo. Sus iris marrones parecían más oscuros que de costumbre, tan profundos y misteriosos. Chifuyu se había puesto algo nervioso, y tras una pequeña vacilación, había terminado por decirle que sí sin apenas pensarlo.
Agradecía no haberle contado a Takemichi sobre el extraño aura que desprendía Baji ─quien ahora mismo estaba durmiendo a pierna suelta en su sofá─, pues incluso habiendo omitido ese pequeño detalle, su mejor amigo parecía haber entrado en pánico.
—¡Pues cualquier cosa menos dejar dormir a un desconocido en tu casa, por supuesto! —Chifuyu podía visualizarlo haciendo grandes y exagerados gestos alarmados con sus manos allá donde estuviese—. ¿Y si es un maleante? ¿O un drogadicto? No, peor, imagínate que es un psicópata asesino en serie. ¿Y si quiere secuestrar a Peke J como rehén para luego pedirte una gran suma de dinero a cambio de él, eh? ¿Lo has pensado? No, claro que no lo has pensado. ¡O incluso podría secuestrarte a ti y pedirme un rescate a mí!
—Takemicchi, tranqui—intervino, para que se calmase y dejase de especular más teorías fantásticas—. Estoy seguro de que tú habrías hecho lo mismo si estuvieses en mi lugar.
—¿Cómo voy a estar "tranqui" sabiendo que estás viviendo con un completo extraño? Aghh, si es que esto me pasa por dejarte solo.
Chifuyu rió ante lo irónico del último comentario. Normalmente solía ser él quien terminaba lamentándose por haber dejado al otro muchacho solo, porque Takemichi a veces podía ser un poco desastre, y sin malas intenciones, en ocasiones liaba alguna en la tienda de animales. Como aquel día en que confundió unas golosinas para hámsters que Chifuyu había dejado durante un momento encima del mostrador, pensando que eran unos caramelos de bienvenida para los clientes.
No hace falta especificar lo que ocurrió después.
Afortunadamente, Takemichi solo terminó con dolor estomacal y no hizo falta recurrir al hospital.
—Esa es mi línea.
—No te lo tomes en broma, Chifuyu —lo reprendió, su voz sonaba genuinamente preocupada—. Puede ser un tipo peligroso, no lo conoces de nada, así que ten cuidado.
—No te preocupes, Micchi, en serio. Voy a estar bien.
Un suspiro se escuchó al otro lado de la línea.
—Esperemos que así sea. Por cier...to, ¿has... mirad... lo... d..? —Chifuyu frunció el ceño ante los sonidos entrecortados que comenzaron a salir del aparato. Se escuchaba fatal, y ya no era solo por el anormal ralentizamiento del audio, sino que la voz de Hanagaki se oía también con un desagradable ruido de fondo.
—No te escucho bien, pareces un robot. Creo que te está fallando la conexión.
—¿Otr..a v...ez? ¡Mie..a! ¡Od...io este est..pi...o pueblo! ¡Est..á perdi...o en m...dio de la jod...da mont...ña..!
—Sí, bueno, mejor hablamos cuando vuelvas a tener cobertura y se te entienda. Cuídate, saluda a Hina de mi parte —se despidió, colgando la llamada antes de que Takemichi pudiese continuar maldiciendo quién sabe qué con esa voz robótica.
Dejando escapar otro suspiro, apagó la pantalla del teléfono y lo dejó sobre la cama. Eran las ocho de la mañana, por lo que faltaba una hora exacta para abrir la tienda. Aún tenía que desayunar algo y arreglarse el pelo antes de salir, ese sería su primer de muchos días solo en el trabajo.
Salió de su cuarto con cuidado de no hacer ruido, dispuesto a llegar hasta la cocina para prepararse una sencilla tostada con la que quitarse el hambre mañanero. Pero al dirigir su mirada hacia el sofá, se percató de que no era el único despierto.
—Lo siento, ¿te he despertado?
Baji lo observaba con ojos atentos. Siempre audaces, pero algo cansados. Chifuyu se preguntaba si habría escuchado su conversación con Takemichi.
Esperaba que no.
—No, estoy despierto desde hace un rato.
Matsuno murmuró en respuesta. Los rayos de sol se colaban por la única ventana que había en la pequeña sala, la tormenta de la noche anterior se había esfumado por completo y ahora un cielo despejado era todo lo que podía apreciarse, sin una sola nube.
La situación seguía siendo incómoda. El más alto se limitaba a mirarlo, sin aportar demasiado a las conversaciones que Chifuyu intentaba entablar, y este último rehuía constantemente del contacto visual mientras se preguntaba a sí mismo si el ambiente seguiría estando así de tenso durante el tiempo que Baji pensase quedarse en su casa.
Aunque, ahora que la lluvia había parado, Baji no tendría por qué tener ninguna excusa para quedarse con él. Lo que más le había extrañado de su petición de ayer era el hecho de que no dijese algo como «déjame quedarme por esta noche». Chifuyu habría entendido que Baji le hubiese pedido quedarse esa noche, pues salir a esas horas con la tormenta podría hasta ser peligroso.
Pero no. Lo extraño estaba en que Baji dijo por unos días. ¿Cuánto, exactamente, eran unos días? ¿Acaso el chico tampoco tenía suficiente dinero como para buscarse una habitación en algún hotel o motel barato?
—¿Quieres algo para desayunar? —ofreció Chifuyu, rebuscando entre los armarios de arriba de la cocina. Agarró un tarro de mermelada de arándanos y lo dejó encima de la mesa.
—No hace falta.
Estaba buscando el pan para las tostadas cuando Baji volvió a hablar, aún desde el sofá:
—¿Vas a salir?
—Sip, tengo que estar en el trabajo a las nueve.
—¿En qué trabajas?
—Soy el dueño de una tienda de mascotas. Está unas calles más abajo —respondió mirando hacia Baji. El cabello negro le caía sobre los hombros, a diferencia de ayer que lo llevaba recogido, y ahora que estaba completamente seco parecía incluso más suave.
¿A qué se debían tantas preguntas de repente?
—Hmm —parecía estar procesando algo—. Te deben de gustar mucho los animales como para haber abierto una tienda.
—Buena observación. Si por mi fuese, tendría algún gato más aparte de Peke J, pero la casera solo me permite tener una mascota.
Silencio.
—A mí también me gustan los animales.
—Tú no pareces agradarle demasiado a ellos, sin embargo —comentó Chifuyu, con una ligera risa entre dientes. Y como si pudiese entenderlo, Peke J maulló hostil en dirección a Baji, corroborando sus palabras. El pelinegro se limitó a encogerse de hombros, alargando su mano para intentar acariciar algún punto entre las orejas del felino, pero este se apartó antes de que los dedos del chico pudiesen hacer contacto con su oscuro pelaje, subiéndose con un ágil salto al mueble de la tele.
«Qué se le va a hacer», lo había escuchado murmurar.
—¿Y llevas la tienda tú solo?
—En realidad la llevo con un amigo —Chifuyu ya podía imaginarse a Takemichi todo indignado ante aquella revelación que acababa de proporcionarle a Baji sobre su persona («¡Pero no le informes de mi existencia al posible asesino, idiota!»)—. Él me ayuda bastante en la caja, y también con los pedidos de productos. Entre los dos se hace todo mucho más sencillo, pero como ha tenido que irse fuera por unos meses, por el momento soy solo yo.
—Entonces supongo que necesitarás contratar a alguien.
—Sí —suspiró, dándole un mordisco cansado a la tostada—, es lo que había pensado hacer.
—Yo puedo ayudarte. Si quieres, claro.
Chifuyu levantó la mirada de su comida para observarlo. Baji no se había movido del sofá, seguía en la misma postura de antes, con una de sus piernas cruzada por encima de la otra, y sus orbes cafés esperando una respuesta con impaciencia excelentemente camuflada.
—No me refiero a que me hagas un contrato o algo así —se explicó—. Quiero decir que puedo ayudarte de manera voluntaria.
—¿Te refieres a... sin cobrar sueldo? —Keisuke asintió, pero el de ojos claros enseguida se precipitó a negar—. No, no puedes trabajar gratis.
Menos aún si su suposición sobre que Baji estaba sin blanca era cierta. ¿Cómo iba a ganar el dinero que de seguro le faltaba si trabajaba gratis?
—A mí no me importa.
—Pero a mí sí. En serio, son varias horas todos los días —insistió Chifuyu—, y aunque no parezca un trabajo demasiado duro, quita bastante tiempo diario.
—Escucha, anoche dijiste que me dejabas vivir contigo por un tiempo, ¿no es así? —no continuó hablando hasta que Chifuyu asintió—. Y no es como si quisiera abusar de tu hospitalidad, pero tampoco tengo el suficiente dinero como para pagarte un alquiler. Necesito un sitio donde quedarme, y tú necesitas un empleado. ¿Qué te parece si a cambio de que me dejes quedarme en tu casa yo te ayudo con la tienda? Es lo mínimo que puedo hacer, y de esa forma, estaríamos en tablas.
Chifuyu parpadeó un par de veces, meditando la idea. Espera, ¿significaba eso que lo de quedarse en su casa iba para largo? Aunque, por otra parte, aquello que Baji acababa de proponer sonaba como un plan bastante prometedor a simple vista. Necesitaba contratar a alguien urgentemente, él solo no podría llevar el local de manera cien por cien eficiente por demasiado tiempo, y todavía no tenía claro que Emma fuese a aceptar el puesto, pues suponía que la chica ya tendría otros quehaceres de los que encargarse y tampoco quería ponerla en un compromiso. Aparte, Baji le estaba ofreciendo su trabajo de manera gratuita; una cosa para compensar a la otra. No podía negar que era un idea ciertamente tentadora, sería una gran ayuda con la que él también saldría beneficiado.
Solo un idiota lo rechazaría.
—Okay, me parece bien —dijo, finalmente—. Pero ya sabes que lo de trabajar en la tienda sería de forma temporal. En cuanto mi compañero regrese dentro de unos meses estoy seguro de que querrá reincorporarse a su puesto.
Además, tampoco era como si pudiese despedir a Takemichi. Ya no solo porque fuese uno de sus amigos más cercanos ─cosa que en cierta modo también influía─, sino porque esa tienda la habían planeado e inaugurado juntos. Había sido el fruto de la emoción, dedicación y esmero mutuo que ambos invirtieron en aquel proyecto cuando apenas eran unos adolescentes, por lo que técnicamente, Hanagaki también era el propietario de aquel local.
—Hecho. Es un trato entonces, Chifuyu.
—Vale, a ver si lo he entendido. A no ser que tú me digas lo contrario, de momento solo tengo que atender a los clientes —Chifuyu asintió en respuesta, «exacto»—. Y tengo que pasar el código del producto que vayan a comprar por el lector de barras.
—Ajá.
—Si pagan con tarjeta de crédito, tengo que encender el datáfono. Para el pago en efectivo, el cambio en billetes está en la caja, y las monedas en las bolsas que están en... en... ¿dónde estaban las bolsas? —masculló la última pregunta para sí mismo, tratando de hacer memoria.
Tras aceptar su propuesta, Chifuyu había salido con Baji del departamento algo antes lo habitual para abrir la tienda y así poder enseñarle un poco dónde estaba cada cosa, qué tendría que hacer y cómo. Se lo tuvo que explicar de forma algo rápida y superficial ya que enseguida marcaría la hora en la que los clientes comenzarían a llegar.
—Las monedas están en las bolsas que hay dentro del cajón que está justo debajo de la caja —recordó Chifuyu—. Está cerrado, así que tienes que abrirlo con la llave azul que hay colgada en el llavero de ahí —Baji miró hacia donde estaba señalando, dando un asentimiento en respuesta—. Para tenerla más a mano, puedes cogerla y guardarla en el bolsillo del delantal hasta que cerremos.
—¿Qué delantal?
Chifuyu hizo un gesto con la mano, indicándole que esperase mientras él iba a buscar dentro de la puerta que daba al pequeño almacén interno. Al poco rato volvió con el sencillo delantal color crema tostado que usaban como uniforme de trabajo. Llevaba estampado el logo de la tienda en color café, y una plaquita donde se podía leer Hanagaki destacaba en una esquina del lado izquierdo.
—Es de mi compañero de trabajo, del que te hablé que se había ido —dijo, ofreciéndoselo a Baji—. Puedes quitarle la placa del nombre si quieres, está enganchada con una pinza, así que no hay problema.
—Vale.
Y se colocó el delantal, amarrándoselo por atrás sin mucha destreza.
Ahora que Chifuyu se paraba a pensarlo mejor, de nuevo había actuado como un idiota impulsivo al decirle a Baji que sí tan rápidamente. Debería de haberse detenido a pensarlo con más calma, pues aunque fuese más económico, ¿qué si Baji no había trabajado nunca antes y era un completo desastre? Prefería mil veces pagarle a alguien con un mínimo de experiencia para así asegurarse de que los clientes iban a ser bien atendidos, lo prefería antes que dejar a un sujeto sin previos conocimientos a cargo de su local, por muy barato que fuese.
Pero ya de nada servía arrepentirse o lamentarse: estaba hecho.
Cuando volvió a mirar hacia Baji, este ya se había recogido el pelo en una coleta para que no le estorbase al hacer su labor. A diferencia de la que se había hecho la otra noche (una de caballo, impecable, a una altura media), esta era algo más perezosa y baja. No se había esmerado demasiado en sujetarla y dos oscuros mechones rebeldes se escapaban de ella, otorgándole un toque casual en consecuencia.
Baji se acomodó uno de los mechones detrás de la oreja, y Chifuyu apartó la mirada en cuanto sintió que este también lo estaba observando.
—Esto... Bueno, eso sería todo por ahora. En el caso de que llegue algún pedido y yo esté en el almacén, tú solo avísame e iré a descargar las cajas. Mañana te explicaré con más detalle algunas otras cosas que debes tener en cuenta, todavía me ha faltado enseñarte dónde está cada uno los animales que tenemos en la tienda, así que yo me encargaré de eso por hoy —terminó—. Abrimos en cinco minutos. Quédate donde te he dicho, en la caja.
—A sus órdenes, Matsuno-san.
Chifuyu alzó una ceja ante el remarcado y repentino honorífico. Baji estaba bromeando, ¿cierto?
Un momento, ¿Baji sabía bromear?
—¿Ocurre algo, Matsuno-san? —cuestionó ante la expresión extraña que el menor estaba haciendo. Sí, estaba de coña, tenía que estarlo. Su mirada cobriza pretendía ser inocente, todo labios fruncidos, con la cabeza inclinada hacia un lado.
—Tendremos casi la misma edad, puedes decirme Chifuyu a secas.
—Pero ahora eres mi jefe, sería más apropiado llamarte Matsuno-san, ¿no?
¿Acaso Baji se estaba divirtiendo con aquel asunto?
En realidad, era estúpido cuestionárselo siquiera, pues era obvio que sí le estaba divirtiendo eso de tomarle el pelo. Pero, ¿a qué venía esa repentina oleada de confianza? Si hacía apenas doce horas no quería ni dirigirle la palabra; solo limitándose a taladrarlo con los ojos desde el sofá.
Ese tipo realmente era impredecible.
—No importa —medio suspiró—. De hecho, tampoco me agrada demasiado ese tema de los honoríficos entre personas que son prácticamente de la misma edad, todo ese rollo de senpais y kohais. Lo veo como... no sé, un poco innecesario. No hace falta añadir un sufijo al nombre para mostrarle respeto a alguien.
Baji alzó las manos.
—Entendido. Nada de honoríficos contigo entonces, jefe.
A Chifuyu se le escapó un gruñido al oír ese nuevo apelativo, y Baji rió al escucharlo. Una sola carcajada, divertida, genuina, agradable. Sorprendentemente pacífica.
Luego le dio dos suaves palmaditas en la espalda a Chifuyu, con su amigable sonrisa de ojos cerrados, y se dirigió hacia la zona del mostrador aún intentando arreglar ese nudo mal hecho que ataba el faldón en su espalda. El de ojos celestes se encontró a sí mismo sonriendo un poco también, sin darse cuenta.
No hay de qué preocuparse, Takemicchi, pensó Chifuyu aún con la pequeña mueca dibujada en sus labios, este tipo podrá ser bastante raro, sí, pero definitivamente no es alguien peligroso.
O al menos, eso fue lo que creyó entonces.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro