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9

Bakugo solo podía ver el brillo que salía de la piedra con sus ojos bien abiertos, su mirada se levantó de esta a la persona frente a él que igualmente veía la roca sorprendido. Un jadeo que pretendía ser una risa salió de los labios del rubio cenizo, después de tanto tiempo y a pesar de los intentos de sabotaje de Monoma, lo había logrado, por fin lo había logrado.

La temblorosa mano de Katsuki se levantó de la piedra para tomar la de la persona frente a él, la sujetó con cuidado con ambas manos y la llevó a sus labios dándole un beso en el dorso con reverencia. Era lo más maravilloso que había sentido nunca. ¡Había encontrado a su destinado!

—¡Eso, hermano! ¡Lo encontraste! —gritó Kirishima.

Katsuki llevó a Izuku de la mano hacia la salida del lugar, todo estaba en silencio, ni un aplauso se escuchó mientras ellos salían, a diferencia de las otras veces cuando una nueva pareja se formaba, sin embargo, al alfa no le importó, lo único que le interesaba era el ser a su lado.

—Eijiro agarra —dijo Bakugo deteniéndose un momento para lanzar un pequeño monto de papelitos amarrados con un cordel—. Son mis cupos para el resto de la noche, encárgate de eso.

—Vine con otras personas —comentó el peliverde con la voz más perfecta que el rubio hubiera escuchado jamás.

—¿Un familiar? —preguntó Katsuki.

—Mi hermano y unos amigos —respondió Izuku mirando hacia atrás a donde estaba Hitoshi, entonces vio como Monoma, completamente enojado, caminaba hacia ellos.

—¡Maldito zorro! —exclamó Neito corriendo hacia los dos, pero no pudo continuar pues se chocó con el duro pecho de un alfa.

—¿Cómo le dijiste a mi hermanito? —cuestionó Hitoshi cruzándose de brazos.

Katsuki ignoró al omega rubio y solo continuó caminando hacia la salida con el chico que sujetaba de la mano. Izuku únicamente lo siguió sintiéndose un poco tímido y sin saber qué hacer, se suponía que él no tenía destinado, pero allí estaba caminando con este.

La idea era tan imposible que el pecoso llegó a considerar que estaba soñando y que en cualquier momento Aizawa lo despertaría diciéndole que debía alistarse para entrenar.

Salieron del claro en silencio recorriendo el camino iluminado por antorchas, en poco tiempo llegaron al puente y lo cruzaron encontrándose de frente con las personas que ya hacían fila allí

—¿Tienes hambre? —preguntó el alfa yendo hacia donde podía sentir el olor de la comida.

—Sed —murmuró Izuku y luego un chillido de sorpresa salió de sus labios al ser abrazado repentinamente.

—Lo siento, lo siento —decía Bakugo sin soltarlo—, es que todavía no puedo creer que te encontré.

—Tu voz se me hace familiar —comentó Izuku separándose del abrazo para seguir caminando.

—Cierto, no me presenté —se disculpó el alfa—. Soy Katsuki Bakugo.

El peliverde se quedó de piedra al escuchar el nombre, aún más cuando la máscara fue retirada del rostro del rubio cenizo dejando ver los apuestos rasgos del más alto.

No, definitivamente eso no podía ser cierto, aquello estaba mal en muchos sentidos. ¡Él no podía ser el destinado del futuro líder del clan! Tuvo que haber alguna clase de error, la simple idea de que él, un forastero, fuera el destinado de Katsuki era descabellada por lo menos, una fatalidad como mucho.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Katsuki sacando un chillido del más bajo.

—Esto... Me tengo que ir, debo regresar con mi grupo —soltó Midoriya sin saber qué hacer.

—Por favor, no te vayas —rogó Bakugo—, podemos pasar por los puestos, hablar, divertirnos un rato y conocernos.

—Es que no quiero preocupar a mi hermano —insistió el pecoso con una mueca, no tenía ni la menor idea de cómo actuar.

—Tu nombre, dime tu nombre —pidió Katsuki como ignorando las palabras del omega, pero realmente lo único que quería era ganarse unos minutos más con él antes de que se fuera.

Midoriya lo pensó, quizás esa era la solución, cuando Bakugo supiera quien era él se alejaría por decisión propia y todo se daría por terminado antes de que siquiera algo comenzara. Era un buen plan, el peliverde realmente quería evitarle problemas a su familia, pues estaba seguro de que a nadie le gustaría saber que él es el destinado del futuro líder del clan Bakugo.

—Soy Izuku Midoriya —dijo el pecoso quitándose su máscara.

Los ojos del rubio se abrieron al ver el rostro del forastero que vendía cosas a las afueras de su pueblo. ¿Cómo era posible que el peliverde fuera su destinado si no era un lobo? ¿Qué era lo que estaba sucediendo?

«Es nuestro omega no hay mucho que pensar».

"No hay mucho que pensar", estuvo de acuerdo Bakugo, después de estar tanto tiempo esperando ese momento no dejaría que nada lo arruinara.

—Creo que nunca nos presentamos como es debido —comentó el rubio cenizo con una sonrisa—. Tampoco te tuve muy cerca o hablé mucho contigo, ahora me arrepiento de eso.

Por suerte, Bakugo tampoco lo había tratado mal alguna vez, solo era tosco con él, así como lo era con el resto del mundo. Indiferencia, eso era lo que definía la interacción del rubio con el pecoso, solo indiferencia, hasta hacía un momento para Katsuki, Izuku solo había sido un chico que vendía cosas, nada más.

—Me tengo que ir —reiteró el peliverde, sin embargo, antes de poder alejarse del alfa la voz de Monoma se escuchó cerca.

—Izuku, vamos por algo de beber, yo invito —soltó de repente Bakugo tomando el brazo del más bajo para alejarlo del lugar.

No es que no quisiera respetar la decisión del omega de disfrutar el resto de la celebración con su grupo, empero al mismo tiempo quería alejarlo de Neito y su posesividad injustificada. Cuando llegara a casa sus padres lo iban a oír, lo habían encartado con semejante omega insufrible, así que se desquitaría restregándoles en la cara que él tenía la razón.

El rubio caminó entre la multitud en medio de los puestos con su omega cogido de la mano, buscando con la mirada algo que pudiera servirle para suplir la necesidad del peliverde. Aunque se lo había llevado así para mantenerlo a salvo, no iba a negar que agradecía el tener que hacerlo, ahora podía disfrutar del festival por primera vez con su destinado, justo cómo había deseado desde pequeño.

—Bebidas calientes, es justo lo que necesitamos con este frío —comentó el rubio con una sonrisa al ver los copos de nieve caer. Definitivamente, debía llevarle una gran ofrenda a la diosa Luna.

—Está helando.

Más se tardó Midoriya en pronunciar esas palabras que Bakugo en ponerle el chal rojo que llevaba al pecoso.

—Esto debería darte algo de calor —comentó el rubio mientras seguía caminando hacia el puesto—. Nuestras opciones son té, vino caliente y chocolate. A la isla del clan Tetsutetsu le está yendo de maravilla desde que empezaron a comerciar con aquel reino de pacotilla.

Izuku estaba escuchando al alfa, pero al mismo tiempo eso no era así, el aroma que desprendía el chal lo estaba volviendo loco. Con todos los olores al rededor era difícil identificar alguno, pero con la lana tejida de la prenda prestada rozándole la nariz le era fácil oler a la perfección la fragancia de Katsuki. Caramelo salado, aquel olor que solían tener los dulces que traía Keigo a Aizawa cuando llegaba de visita.

—¿Qué quieres Izuku? —preguntó el rubio cenizo.

—¿Ah?

—¿Cuál de todas las opciones quieres? —repitió Bakugo esperando.

El omega vio las ollas de barro sintiendo por fin el olor de las bebidas calientes que estaban en ellas.

—Chocolate —pidió el pecoso frotándose los brazos con las manos.

—Quiero dos —ordenó Bakugo.

Dos tazas le fueron entregadas a Katsuki, este le dio una a Izuku antes de empezar a tomar de la propia. Hubo un silencio lleno de tención, ninguno de los dos sabía qué hacer o decir.

«Alfa huele bien», soltó de repente aquella voz dentro de Izuku, la cual había estado callada hasta ese momento.

—Tú vives en la cabaña del bosque, ¿cierto? —habló Katsuki sacando la atención del pecoso de la voz en su cabeza.

—Así es, vivo con mi hermano y mi padre —respondió el peliverde luego de tomar otro trago de chocolate.

—Y crías ovejas —dijo Katsuki más para sí mismo que para su acompañante.

—Otra vez estás en lo correcto.

"Entonces tengo que hacer un lugar para las ovejas y un corral", pensó Bakugo haciendo cuenta de lo que tendría que agregar a su casa.

Suponía que al omega le gustaba trabajar, después de todo lo único que sabía del pecoso era eso, que trabajaba. A Katsuki no le molestaba ese hecho, había conocido a alfas que les incomodaba, incluso no aceptaban que su omega hiciera algo que no fuese cuidar a los cachorros y la casa, pero al rubio le daba igual esas tonterías, si su destinado era feliz levantándose temprano para arreglar su puesto y vender o pastorear sus ovejas, él estaba bien con eso.

—Yo crío lobos —contó Katsuki sonriendo en un intento de continuar la conversación.

—Bueno eso es normal, la mayoría en el clan tiene al menos un lobo en casa.

—Es cierto, pero yo tengo toda una manada conmigo —dijo el rubio con orgullo.

Los miembros de los clanes de Farkas eran mitad lobos mitad humanos, al menos eso decía sus tradiciones e Izuku en todo su tiempo allí no había encontrado motivo para dudarlo.

Afuera de las islas las personas creían que aquello solo era un mito, una tontería fantasiosa que decían los clanes para infundir miedo al resto del mundo, y atribuían la creencia absurda a la costumbre que tenían estos por criar lobos.

Sin embargo, a lo largo de los años Midoriya pudo ver rasgos en los habitantes del pueblo que no encontraba en su propia familia, como la fuerza física mayor a la humana que todos poseían, los colmillos notablemente alargados y sus ligeramente puntiagudas orejas.

—Eres increíble, no debe ser fácil, los lobos son muy salvajes. —Las palabras de Izuku eran cierta, pero a eso se le agregaba que los lobos de las islas eran mucho más grandes que los que vivían en el continente.

Al escuchar el elogio de su destinado, Bakugo sacó pecho con orgullo, le había dicho que era increíble. Si, definitivamente le agradaba hablar con él.

—Tus ovejas son enormes, debe ser difícil cuidarlas —prosiguió Katsuki para no entrar en otro silencio incómodo.

—Lo son, sobre todo Kumo que se cree un perro —se quejó el pecoso—. Juro que uno de estos días le escucharé ladrar, no tengo duda alguna.

Ambos chicos se rieron de lo último y siguieron hablando allí de pie junto al calor del fuego donde el vendedor mantenía caliente el líquido dentro de las muchas ollas. Fue una noche agradable, donde Izuku olvidó que él era un forastero y Katsuki dejó de lado el ser el hijo de los líderes del clan.

Recuerden votar y comentar, saben que eso me ayuda mucho, y si lo hicieron gracias.

Si ven algún error no duden en decírmelo, se los agradecería enormemente.

No siendo más nos leemos en la próxima actualización o en otra de mis historias.

Los quiero.

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