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6

Tan de improviso como siempre eran las presentaciones, la calle en la que vivía Hizashi se llenó de color azul en honor al joven omega. Los vecinos del músico había sacado mesas, preparado comida para compartir y llevado regalos.

Todos sabían lo que había pasado, muchos se alegraban por el omega rubio, sabían su trágica historia de amor y el anhelo de este por tener un hijo, aquello que estaba sucediendo lo veían como un regalo de los dioses a alguien tan bueno como Yamada.

Otros, por lo contrario, no aceptaban que el omega fuera uno de los forasteros, se negaban a participar en la celebración de la presentación y habían dicho más de una vez que debían sacar a los extranjeros de allí lo antes posible. Aun así, no lograron dañar el ambiente, sin importar que fueran más de la mitad.

—La calle está hermosa —comentó el rubio al ver el esmero con el que sus vecinos llenaban el pequeño pasaje de pasacalles hechos con telas recortadas en triángulo.

—Eres afortunado, justo el día de la diosa tu pequeño presentó, eso es una dicha —dijo una de sus vecinas poniendo platos en la mesa.

Algunos músicos, compañeros del rubio, preparaban sus instrumentos para amenizar la celebración y varios jóvenes alfa solteros dejaban regalos en una pequeña mesa a un lado de la entrada del hogar de Hizashi.

—¿Es un omega lindo? —preguntó Toru Hagakure, una alfa que vivía a tres casas de allí, mientras dejaba su regalo en la mesa.

—Es precioso —afirmó el rubio con orgullo.

La chica solo sonrió saltando feliz, aunque realmente nadie notó esto, pues su don era ser invisible, así que solamente se podía ver su ropa moviéndose de arriba a abajo.

—Esto es mucha algarabía —gruñó por lo bajo Aizawa saliendo de la casa.

—Esto es perfecto —afirmó el rubio ignorando el tono del alfa—. Mi niño tendrá lo mejor.

—Apenas lo conoces y hablas como si lo hubieras criado —comentó el pelinegro un tanto molesto.

—A mi omega interno eso le importaba poco forastero —señaló Hizashi mirando al más alto con una sonrisa—. Deja de marcar territorio, tampoco te quitaré a tu hijo, podemos compartir.

—Claro que... —Él no se quedó dentro de la boca de Shota pues la voz de Tsuyu llamando al rubio desde el interior de la casa lo paró.

Yamada corrió hacia dentro con una sonrisa en los labios casi saltando de emoción al ver a Izuku listo para ser presentado. Se veía precioso con aquella ropa, lágrimas salieron del rubio ante tal visión, su omega interno se sentía feliz, dichoso de cumplir algo que tanto anhelaba desde el día que supo que habían perdido a su cachorro no nato.

—¡Ven aquí forastero! —llamó Hizashi a Aizawa.

El pelinegro entró a la casa con paso lento y se quedó de pie frente a los omegas esperando a que le dijeran que hacer.

—Este es mi regalo para ti, te deseo mucha felicidad —dijo Yamada—. Muchos suelen desearles a sus hijos prosperidad, fortuna, suerte en el amor, quizás salud si sea importante, pero yo escojo felicidad, esa es tan escasa y difícil de encontrar que solo quiero que a ti te abunde, que nunca te falte y que siempre te llene.

Al terminar de hablar, el rubio colocó otro collar en el cuello de Midoriya, este era más hermoso, hecho de piedras color amarillo, pequeña e imperfectas, pero preciosas por eso mismo.

El alfa se acercó a su hijo, Mitsuki le había dicho que debía llevar y supuso que ese era el momento de entregárselo.

—Debes desearle algo para su vida —indicó Hizashi.

Hubo un momento de silencio mientras Aizawa escogía las palabras que usaría para algo tan importante.

—Nosotros venimos de muy lejos, de un lugar del que no debes tener recuerdo alguno, pero es tan parte de ti cómo lo es esta isla que nos acogió —declaró Aizawa sacando un pequeño collar de oro con una esmeralda en forma de gota en el centro—. Yo te deseo fuerza, la suficiente para sortear cualquier obstáculo y nunca desfallecer, así como la fuerza que tenía Inko.

»Este collar era de ella, lo guardé para dártelo en un momento especial, creo que este es perfecto.

Cuando la fría piedra tocó la piel de Izuku este la miró con ternura, su madre, la mujer que le vio nacer y lo protegió, realmente deseaba tenerla allí con él dándole apoyo y algún consejo que le ayudase en lo que sería su vida de ese momento en adelante.

—Gracias —susurró el peliverde alzando la mirada para ver al hombre que lo crio—. Gracias Aizawa.

Una de sus manos fue tomada por Yamada mientras que la otra la sujetó Aizawa. Juntos guiaron al pecoso hacia afuera donde los vecinos les esperaban ansiosos por ver al nuevo omega.

Todos aguantaron la respiración cuando las tres personas salieron por la puerta, claramente los mayores tuvieron que adelantarse un poco para poder pasar el umbral.

Algunos pasos hacia el frente, pasaron el pequeño jardín delantero que se encontraba totalmente muerto por el frío del pasado otoño y el entrante invierno, un par de respiraciones profundas del pequeño omega y el velo fue retirado mostrándolo a las personas reunidas.

—Que lindo —dijo Toru al ver al chico de tan cerca, pues antes no había tenido la oportunidad debido a que sus padres le prohibían acercarse a los forasteros.

—Es más alto que tú, además está totalmente fuera de tu alcance —aseguró ‎Kinoko una chica bajita de cabello castaño.

—Les presento al nuevo omega que nos ha sido regalado por la diosa —dijo Chiyo, que todo ese tiempo había estado ayudando a preparar un altar para la diosa en la entrada de la casa. Sus palabras fueron escogidas a propósito para dejar claro la posición del pecoso como parte del clan—. Les presento a Izuku Midoriya, un joven bendecido por la luna.

Un collar grueso de cuero fue colocado en el cuello del peliverde protegiendo sus glándulas, indicando así que era un omega soltero que no había tenido pareja.

Los murmullos empezaron a surgir, luego algunos aplausos y gritos de felicitaciones, entonces música comenzó a sonar dando inicio al alegre almuerzo de celebración.

Después del movido almuerzo Izuku había dormido toda la tarde recuperando fuerzas. Todavía se encontraba en la casa de Hizashi, solo por ese día, el rubio le había pedido que se quedara y él aceptó.

—¡Arriba Izuku! —gritó Chiyo con mucho ánimo—. Debes alistarte para el festival de cacería.

El sueño aún tenía agarrado con fuerza al peliverde, pero logró captar las palabras de la mayor. ¿Ella realmente le estaba hablando del festival?

—Yo no puedo verlo —dijo Izuku adormilado—. Soy un forastero.

—Tontería, tienes permiso mío y de los líderes de participar —aclaró la anciana—. Ten, ponte esta camisa y también te traje una máscara de conejo, la vi en una tienda cerca del templo y me gritó que te la comprara.

Izuku se sentó en la cama, estaba sin camisa, con los collares todavía adornando su cuello y el cabello desordenado.

Se estiró un poco alzando sus brazos a lo máximo que podía y recibió la camisa dando un agradecimiento antes de pasarla sobre su cabeza poniéndosela, para después sacar los collares sobre esta.

—¡La comida está lista! —exclamó Hizashi.

—Debes comer bien para que tengas energía para correr, recuerda que entre más se demoren en atraparte más posibilidades tendrás de encontrar a un buen destinado hoy —comentó la anciana, aunque eso solo era una superstición, pero de todas formas no había daño en divertirse.

El pecoso asintió sintiéndose todavía un poco contrariado con todo ello. ¿Realmente por fin tenía permiso de participar? Esperaba que así fuera porque realmente quería hacerlo. Por años había escuchado las risas de los jóvenes que pasaban cerca de su casa y había añorado estar allí afuera corriendo de huida o persiguiendo, pero no le era posible.

Salió a la sala donde le esperaba Hizashi sirviendo una humeante sopa de una olla sobre el comedor, Aizawa todavía continuaba allí y también se hallaba Hitoshi, al cual le habían dejado participar en el festival únicamente por esa ocasión para que cuidara a Izuku.

—Hueles a leche y miel —dijo el pelimorado—. No sé por qué eso no me sorprende.

Midoriya olfateó el aire por primera vez sintiendo los aromas característicos de las personas y sonrió al reconocer el de su hermano.

—Eres un pino, hueles a pino y te burlas de mí —se burló Izuku tomando asiento en la mesa donde un sonriente Hizashi le regaló un beso en la frente.

Eso era extraño, tanto amor viniendo de un desconocido era extraño, pero al mismo tiempo se sentía completamente bien.

«Familia, son nuestra familia», dijo el omega interno de Izuku.

—Esta voz en mi cabeza —murmuró el pecoso siendo escuchado por todos.

—Ya te volviste loco Izuku —comentó Hitoshi con una sonrisa.

—Es solo tu omega interno, ve acostumbrándote siempre estará allí —indicó la sacerdotisa mientras empezaba a comer.

Una charla amena inició en la mesa mientras todos comían. Muy pronto entre risas y anécdotas la hora del festival llegó, Izuku se encontraba listo para salir, llevaba puesto un abrigo azul oscuro grueso con forro de lana, un fajín rojo en la cintura, guantes tejidos, pantalones negros y botas, además de la máscara de conejo medio acomodada.

Hitoshi iba vestido similar, solo que su abrigo era color gris claro y su máscara era de un lobo.

—Cuídense mucho y diviértanse —dijo Hizashi en la entrada de la casa.

La noche estaba helada, el invierno ya había llegado con todo su esplendor, probablemente faltaba poco para que la primera nevada del año cayese.

—Buenas noches, señor Hizashi —saludo Uraraka vestida igualmente abrigada, junto a ella una joven de cabello púrpura los miraba tímidamente desde atrás—Jirou y yo vinimos a recoger a Izuku.

—Yo también venía a eso —dijo Sero Hanta llegando por el lado contrario con una máscara de lobo en la mano.

Aunque únicamente los alfas y omegas recibían un destinado, muchos betas también participaban, aun si ellos no conseguirían un lazo eterno nacido de la magia, siempre podían divertirse y conocer personas de una forma más normal.

—¡Entonces iremos todos juntos! —exclamó Ochaco empezando a caminar.

Izuku y Hitoshi salieron a la calle para unirse al improvisado grupo, ambos iban completamente emocionados, aunque uno sabía que no podía participar en todo el festival y el otro que seguramente no encontraría un destinado esa noche, aun así, estaban felices de que por lo menos, por primera vez desde que vivían allí, serían parte de todo aquello.

Recuerden votar y comentar, saben que eso me ayuda mucho, y si lo hicieron gracias.

Si ven algún error no duden en decírmelo, se los agradecería enormemente.

No siendo más nos leemos en la próxima actualización o en otra de mis historias.

Los quiero.

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