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13

Cuando los guardias del clan, guerreros que se dedicaban únicamente a mantener la paz en el pueblo, se llevaron al hombre, Izuku se quedó de pie al lado del puesto. Ya había visto adentro, no fue tan grave, por suerte llegaron antes de que el fuego tomara fuerza.

—Lo siento mucho —dijo Katsuki.

—No podemos estar juntos —susurró Midoriya en un lamento—. No nos quieren juntos, porque soy forastero y eso no va a cambiar por nada en este mundo.

—Esto no fue por eso, no puedo afirmarlo aún, pero tengo razones para creer que lo que acaba de suceder es culpa de Neito —dijo el rubio—. La ropa de ese hombre es del clan Monoma.

—Yo ni siquiera valgo la pena —murmuró el pecoso sin poner atención a las palabras de su acompañante.

—Vamos a comer algo, yo te invito —dijo el rubio como si lo ignorara, pero realmente lo único que quería era evitar que pensara así—. Tokoyami se quedara aquí a asegurarse de que no pase nada en tu puesto.

Midoriya no pudo contestar, solo fue tomado de la mano y arrastrado a un restaurante a algunas calles del inicio del pueblo. 

El sitio era bonito y cálido, de estructura de madera como todas las construcciones de la isla, con tapices de lobos y figuras típicas de los clanes que colgaban de las paredes dándole colorido al interior y con varias mesas repartidas por todo el lugar perfectamente alineadas. Había algunas personas dentro conversando y comiendo, el olor de la comida era intenso y delicioso, sin duda alguna era un buen restaurante.

A diferencia de lo que creían fuera de las islas, estas eran muy prósperas y avanzadas. Todo en el archipiélago era bien estructurado y su sociedad, aunque a simple vista no lo pareciera, estaba más avanzada que la de la mayoría de los reinos.

Cuando Bakugo entró en el restaurante, casi arrastrando a Izuku, todos en el lugar voltearon a verlos, el rubio cenizo simplemente los ignoró yendo directamente a una mesa para sentarse. Por otro lado, el pecoso se sentía intimidado, no podía dejar de pensar que todos los presentes querrían sacarlo en cualquier momento.

—Yo no puedo entrar al pueblo sin permiso —recordó Midoriya todavía de pie.

—Esta es una cita, ningún imbécil puede prohibirme nada, mucho menos que trate de conquistar a mi apuesto destinado. —La sonrisa del rubio cenizo era amplia mientras llamaba con la mano a una mesera—. Siéntate, disfruta del momento juntos, yo pienso hacerlo.

Una joven de baja estatura se acercó a la mesa lista para escuchar lo que iban a pedir, sin embargo, al mismo tiempo tenía la mirada fija en Midoriya, quien por fin había decidido sentarse.

—Quiero el plato más malditamente picante que tengan, ¿y tu Deku?

—¿Deku?

—Tu padre omega te llama así.

—Solo quiero algo dulce —pidió Izuku ignorando la mención a Hizashi y su manía de llamarlo por aquel nombre.

La jovencita asintió con las mejillas sonrojadas por haber escuchado la voz del peliverde, a ella le encantaba el forastero, había ido varias veces al puesto de este a comprar tonterías, solo por verlo. Era una lástima para la chica que el pecoso resultó siendo un omega, pues ella creía que tenía más oportunidades de conquistarlo cuando se suponía que era un beta.

Cuando la mesera pudo salir de su burbuja de admiración, corrió a la cocina para pedir los platos, o al menos a ver si tenían algo que se adaptara a los ambiguos pedidos que le dieron.

Una vez estuvieron solos, Katsuki se quedó mirando a su destinado tratando de no reír por los claros intentos de este por ignorarlo. Era adorable el verlo luchar contra sus instintos y deseos de forma tan decidida.

—Por favor, permíteme cortejarte —soltó el rubio cenizo—. ¿Qué dice tu omega? ¿No me quiere?

«Alfa quiere estar con nosotros, ¿por qué no podemos?», dijo el omega interno de Izuku.

—No sé de qué hablas —respondió el pecoso a nadie en particular.

—Mi alfa está feliz de tenerte cerca, me pregunta por ti día y noche —contó Bakugo—. Yo también quiero verte más seguido.

—Yo no tengo un omega interno, soy un simple humano y lo sabes, es más, no debería estar aquí, no debí sentarme, no debí pedir comida, lo mejor es que me vaya.

El pecoso se quedó en silencio cuando la mesera regresó con los platos que ordenaron, una jarra de agua y un par de vasos, todo equilibrado de manera perfecta en una bandeja de madera. La chica había sido realmente rápida, eso sorprendió a Midoriya.

—Que lo disfruten —dijo la joven antes de irse.

La interrupción había causado que el omega desistiera de su intento de huida, ya que se vería muy mal que se fuera sin siquiera probar bocado.

El silencio regresó mientras ambos comían. Izuku no sabía qué hacer, siendo sincero realmente quería dejarlo cortejarle, disfrutar de ese momento, sentirse deseado por alguien y fantasear con algo que hasta hace quince días había estado fuera de su alcance, pero debía ser realista, el ataque a su puesto había sido una amenaza clara, no podía acercarse al rubio.

—Mira yo... —Las palabras del peliverde se cortaron y sus oídos captaron algo que no se esperaba, era una voz dulce y amable, más de lo que la propia normalmente era—. Alfa quiero que nos cortejes, esfuérzate, no seremos fáciles. —Aquello salió de sus labios.

—Estupendo, omega eso haré, puedes confiar en mí, al final de esto estarás perdidamente enamorado —comentó Katsuki sabiendo que era el omega interno de Izuku quien habló.

Debía hablar con los padres del pecoso sobre lo que acababa de ocurrir. Reprimir los deseos de su otra mitad al punto de que esta tomase el control de forma forzada no era bueno.

—Entonces Deku, ¿cuál es tu fruta favorita? —preguntó Bakugo comenzando una conversación casual.

Izuku regresó a su casa cuando el sol estaba recorriendo el último tramo del firmamento, entró a esta intentando detener sus feromonas alegres. ¿Por qué Katsuki era tan perfecto? Claro que su lenguaje en ocasiones daba de que desear, pero de resto era perfecto.

¿Cómo se suponía que lo rechazaría si se comportaba de esa forma tan amable y dulce? Estaba perdido, debía encontrar el modo de alejarse antes de que tuviera que partirse el corazón.

Cuando entró a su hogar lo primero que sintió fue un intenso olor a pino, luego sonidos extraños que provenían de la habitación que compartía con su hermano.

—Hitoshi —llamó Izuku.

—¡Vete Izuku! ¡Estoy en celo!

No hubo necesidad de más advertencia, eso fue suficiente para que Midoriya saliera despavorido de la cabaña cerrando la puerta tras de sí, había logrado evitar un terrible desastre.

Kumo, habiendo escapado del establo, se acercó al peliverde y lo miró fijamente.

—Tenemos que dormir en otra parte —dijo el pecoso considerando dormir con los animales, pero la idea no le agradaba—. ¿Será que el señor Hizashi me acepta en su casa?

Valían la pena intentar, así que regresó por el camino que siempre usaba para ir al puesto, la gran ovejas le seguía de cerca como si de un perro guardián se tratara.

Cuando llegó al límite se detuvo allí sin saber qué hacer. ¿Estaba bien que fuera con quién se suponía era su padre omega adoptivo? ¿Habría algún problema si entraba al pueblo sin pedir permiso?

—Izuku —llamó Tokoyami saliendo del interior de la carpa. Era un muchacho pálido, de ojos rojos y cabello corto y negro—, ¿qué pasa?

—No puedo pasar, pero quiero ir donde el señor Hizashi —contó el peliverde—. Mi hermano entró en celo y pues...

—No puedes estar en tu casa —concluyó el pelinegro—. Espera un momento acá, iré a conseguirte el permiso.

—Gracias —susurró el peliverde mientras veía a Tokoyami alejarse, aunque este no llegó muy lejos.

—¡Tokoyami! —gritó Mitsuki que venía corriendo—. ¡Tú cachorro está a punto de nacer!

La mujer rubia se detuvo un momento para tomar aire mientras el alfa pelinegro salía corriendo en dirección a su casa. Izuku solo lo vio irse deseándole suerte en silencio, entonces fue sujetado del brazo por la omega mayor.

—Ven, necesito un omega soltero que reciba en sus brazos al recién nacido —indicó la rubia mientras llevaba Izuku, comenzando nuevamente a correr.

Kumo, también corrió a toda prisa detrás de su dueño, mientras que Midoriya hacía su mejor esfuerzo por no tropezar con sus propios pies, hasta que por fin, después de algunos minutos, llegaron a su destino.

Tsuyu y Tokoyami vivían cerca de allí, por eso la peliverde acostumbraba a comprar en su puesto. La casita era preciosa y pequeña, con la estructura tradicional del clan. Dentro, en el extremo completamente alejado de la cocina, estaba la única habitación del lugar, de allí se escuchaba salir la voz de Chiyo calmando a la omega que estaba a punto de dar a luz.

—Quítate el abrigo, vamos estar aquí un largo tiempo —informó Mitsuki mientras colgaba el propio cerca a la puerta junto a los demás.

Izuku hizo lo mismo, aunque le incomodaba, pues debía quitarse el cinturón y fajín, además también se quitó los guantes, el gorro y las botas.

Cuando estuvo nada más en sus pantalones oscuros, medias y camisa blanca, se acercó a la habitación donde se encontraban todos.

Por su parte Kumo, que estaba dentro de la casa, caminó hasta la chimenea tirándose al lado de esta viendo a su dueño caminar con paso tímido donde se encontraban los demás.

En el pequeño cuarto se hallaba Tsuyu en la cama intentando regular su respiración, Tokoyami a su lado le tomaba la mano acariciándola con cuidado, mientras que Chiyo revisaba entre las piernas de la chica.

—Aún falta —dijo la sacerdotisa—, pero definitivamente este cachorro está a horas de nacer.

Y así fue, estuvieron allí toda la noche, Izuku ayudó a las omegas mayores entregándoles todo lo que le pidieran mientras Tsuyu se vía sufrir notablemente.

Ya próximo el amanecer en la habitación se escuchó un llanto, un pequeño bebé de cabello tan oscuro como la noche era llevado junto a su madre para que lo mirara de cerca.

Era curioso, a pesar de que todo lo anterior había causado el suficiente terror en el pecoso como para no querer tener hijos nunca, la vista de ambos padres viendo con amor a su cachorro lo enterneció.

—Bien pequeño, sostén al bebé —pidió Chiyo acercándose al peliverde—. Tendrás el honor de cargar por primera vez a este cachorro tan lindo.

Izuku quiso negarse, vio a todos los presentes con la intención de hacerlo, pero sabía que hacer eso sería una terrible grosería, así que solo suspiró y se agachó para recibir con cuidado al bebé, imitando la forma en que lo sostenía la sacerdotisa.

—Entonces, ¿cómo se llamará nuestro hijo, Izuku? —preguntó Tokoyami.

Al escuchar eso el peliverde no sabía que decir, conocía, pues había oído a algunos clientes hablar de eso, que se acostumbraba en la isla que un omega cargara por primera vez a los recién nacidos y la mayoría de las veces era ese mismo omega el que le daba el nombre.

—Este ha sido un lindo amanecer —dijo Izuku mirando al cachorro con una sonrisa—. Que se llame Akemi.

Con cuidado Midoriya le entregó el bebé a Tsuyu, quien lo recibió con una sonrisa dándole un beso en la frente a su cachorro.

—Akemi Tokoyami —dijo la peliverde mirando a su esposo—. Es un nombre curioso.

—Sí, lo es. —Estuvo de acuerdo el alfa.

Datos curiosos, el nombre del bebe significa belleza de madrugada, y realmente no le definí género.

Recuerden votar y comentar, saben que eso me ayuda mucho, y si lo hicieron gracias.

Si ven algún error no duden en decírmelo, se los agradecería enormemente.

No siendo más nos leemos en la próxima actualización o en otra de mis historias.

Los quiero.

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