12
Habían pasado quince días y Bakugo empezaba a desesperar, las cosas no habían mejorado, Midoriya no había dado su cara en todo ese tiempo, permanecido encerrado en su casa desde el día del ataque.
Por suerte los miembros del clan no volvieron a agredir a Aizawa y su familia, aunque eso fue gracias a su padre y su castigo ejemplar a los perpetradores de tan ruin acto.
Estaba en el entrenamiento del ejército en una de las pequeñas islas en medio del archipiélago. Tres veces por semana los guerreros pertenecientes a cada clan iban a ese lugar a entrenar, ellos eran el ejército de Farkas, el orgullo de su raza, como decían los miembros del consejo de líderes cada vez que se aparecían por allí, inclusos sus padres tenían aquel estúpido discurso.
La voz de los omegas y betas a un lado del lugar de entretenimiento sacó a Bakugo de sus pensamientos por quinta vez en el día. Él deseaba poder llevar a Izuku allí, mostrarle lo estupendo que era luchando y lo increíble que era su don, sin embargo, no podía, los estúpidos atacantes le había quitado la oportunidad de cortejar a su destinado.
—Traeré a Ochaco al próximo entrenamiento —comentó Kirishima a su lado.
—Genial —dijo Denki, quien también era un guerrero, aunque fuese un omega el chico tenía un don increíblemente fuerte.
—¿Tu destinada aún no ha intentado cortejarte? —preguntó Kirishima.
—¡Nada! ¡Ni siquiera le ha pedido permiso a mis padres! —exclamó el rubio—. Creo que simplemente me rechazó, pero ni siquiera tuvo el valor de decírmelo.
—Es una hija de puta —intervino Katsuki.
—Lo es. —Estuvo de acuerdo el omega.
Eijiro y Kaminari siguieron conversando, pero Bakugo simplemente se distrajo viendo a una pareja no muy lejos de ellos. Era dos chicas, una alta de cabello negro amarrado en una coleta y la otra más baja de cabello corto y morado, las jóvenes estaba charlando y riendo tomadas de la mano, se veían felices juntas.
«¿Por qué no podemos tener eso?».
El alfa interno de Katsuki llevaba días exigiéndole al rubio cenizo que fuera con su destinado, que le hablara, lo viera, lo sintiera cerca, empero Bakugo se negaba una y otra vez.
"No sé, a estas alturas ya no sé", le respondió el rubio a su alfa.
«Hagamos algo», la sugerencia del alfa se quedó en la mente de Katsuki como si de una orden se tratara.
Sin detenerse, el rubio cenizo volteó a ver a su amigo omega y movió su boca para hablar.
—Hazme algún dulce para llevarle a mí destinado, una canasta como la que le armaste a Kirishima para Ochaco —pidió Bakugo poniendo una mano en el hombro de su amigo—. Ayúdame a conquistar a Deku.
Había decidido por fin salir de casa e ir a trabajar, más bien Aizawa lo obligó, pero lo importante era que estaba allí bajo la carpa empacando algunas frutas en la canasta de una clienta.
—Son diez monedas reales —pidió el peliverde recibiendo el pago—. Ten un buen día y regrese pronto.
—Ves que salir te hacía bien —comentó Aizawa—. Iré a la isla Tetsutetsu a comprar más fruta de los Shiozaki, volveré antes del anochecer, cuiden el puesto.
Sin decir nada más, el pelinegro se puso su gruesa bufanda, tomó el permiso para moverse por las islas selladas por el consejo y salió de la carpa.
Los jóvenes se quedaron allí, sentados en un par de sillas que tenían en el lugar, esperando el ingreso de un cliente nuevo.
Izuku se sentía nervioso, estando allí solo con Hitoshi le fue imposible no pensar en el día del ataque, aquello lo tenía frustrado. Muchas cosas habían quedado con los acontecimientos de aquella tarde, lo que realmente le dolía al peliverde era saber que no pertenecían a esa isla, al único lugar que conocía, a las tierras que consideraba su hogar, para todos allí él era solo un forastero, eso no cambiaría por nada del mundo.
Con ello había llegado a la conclusión de que debía rechazar a Bakugo, por más que aquella voz en su cabeza clamara por él, debía ser realista, no había un felices para siempre con el rubio, no mientras Katsuki fuese el futuro líder del clan e Izuku solo un forastero.
—Hola —dijo un cliente, la carpa se llenó de olor a flores, quizás manzanilla, era Denki—. Por favor díganme que tienen frutas, todo el mundo dice que no han ido por su pedido a la isla Tetsutetsu, me voy a congelar buscando.
—Hola —saludo Hitoshi levantándose de inmediato—. Nuestro padre fue a buscar un cargamento nuevo, llega antes del anochecer.
—¿Es un no? —El desespero en la voz del omega rubio era palpable—. ¡Ahora qué hago, este es el último lugar!
—Quizás tengamos algo —dijo el alfa girando de inmediato a los barriles detrás de él para buscar.
—¡Oh por los dioses! —gritó Kaminari al ver a Midoriya—. Estás aquí, que alegría. No sabes cuánto te envidio, mi alfa no me quiere ni hablar, pero para ti jamás habrá eso, Bakugo de seguro va a ponerte en un pedestal.
—Qué bien —susurró Izuku bajando la cabeza.
Denki lo notó, era más que obvio que el chico no estaba bien con eso, tal vez se debía a lo pasado semanas atrás. Era triste que las personas separaran a dos destinados de esa forma tan egoísta y tonta.
—No te preocupes, no todos los del pueblo somos unos idiotas, y si te hacen algo solo dime y yo los golpeó —declaró el rubio sacando pecho—. Quizás no lo sepas, pero soy un guerrero y uno de los más fuertes.
—También atractivo —dijo Hitoshi sin pensar sonrojándose de inmediato.
—Gracias —agradeció el rubio.
—Bueno, solo queda esto —mencionó el alfa cambiando de tema—, unas bayas y cuatro manzanas, lo siento.
—No, no, es más de lo que había en otros lugares —aseguró Denki—. Con esto puedo hacer algo deliciosos, en casa también tengo algunas bayas. ¿Cuánto es?
—Esta cantidad de bayas cuestan dos monedas y las manzanas una moneda real —respondió Hitoshi recibido la canasta para guardar la compra.
Denki sacó las monedas de la bolsa de cuero colgando en su cinto y las dejó en la mesa, empero antes de poder tomar la canasta abrió grande sus ojos y se sentó en el suelo, en el aire el olor a manzanilla se intensificó y se endulzó.
—Mi celo —dijo Denki mirando a Izuku suplicante, tenían que sacarlo de allí.
—Oh, por los dioses. ¡Hitoshi ve por ayuda rápido!—pidió Izuku levantándose de la silla para ir junto al rubio, pero su hermano le ganó.
El pelivioleta saltó la mesa y agarró al omega cargándolo cuál princesa. Denki gritó, el olor a alfa que venía de Hitoshi lo aterró y atrajo al mismo tiempo, eso era malo, si las cosas seguían así pasaría algo que no deseaba.
—Dime dónde está tu casa, guíame —pidió Hitoshi con los dientes apretados. Estaba resistiendo, evitando que su instinto lo obligara a hacer una bestialidad—. Izuku lleva la canasta.
Obligando a su cuerpo a moverse el pelivioleta salió corriendo siendo seguido por su hermano. Denki se restregaba en su pecho, llenándolo de su olor y emitiendo pequeños gemidos, sin embargo, Hitoshi resistió pidiendo en cada esquina una indicación que por suerte le fue dada.
—¡Nos siguen! —gritó el peliverde con horror, una gran cantidad de personas, en su mayoría alfas, les seguían a toda prisa.
—Esa es mi casa, la de la esquina —dijo Denki antes de empezar a besar la glándula de Hitoshi para luego darle una fuerte mordida como si estubiera marcandolo.
El alfa gruñó de dolor, estaba llegando a su límite, el olor, los besos, los movimientos y para sumarle a su angustia a él le gustaba ese omega desde hacía demasiado tiempo, nada de eso estaba a su favor para mantener el control, sin embargo, debía hacerlo, tenía que ser una persona de la que su familia estuviera orgullosa.
Llegó a la casa con la respiración agitada y el cuerpo doliéndole, tocó la puerta con el pie, dando ruidosas patadas, entonces un hombre, un omega, salió y vio a su hijo en tal estado.
—¡Denki! —gritó el omega mayor.
Hitoshi casi tiró a Denki en los brazos del que supuso era su padre omega, entonces se volteó gruñendo y enseñando sus dientes a todos los alfas que les habían seguido debido al olor del celo del omega.
—¡Largo! —gritó el pelivioleta haciendo que su hermano quedara detrás de él, preferiblemente que entrara en la casa, pero la puerta detrás de ellos fue cerrada.
Estaba en problemas, solo era él contra todos esos excitados alfas, y ya que el omega en celo no estaba atacarían a cualquier otro, en ese caso su hermano.
—¿¡Qué creen que están haciendo hijos de puta!? —exclamó alguien tras ellos—. ¿¡Acaso son animales!? ¡Largo!
Los presentes empezaron a dispersarse, al final solo quedaron algunos alfas obstinados que veían a Izuku como un delicioso bocadillo.
—¿¡No les dije que se largaran putos animales!? —gruñó la misma persona de antes, era Bakugo que se encontró con el alboroto mientras iba a casa de Kaminari a dejar algunas frutas.
Katsuki caminó con paso seguro, tocó la ventana a un lado de la puerta y dejó la bolsa de lona en esta. Luego miró a Deku y a su hermano, el cual también se encontraba afectado y estaba haciendo un esfuerzo terrible por no oler las feromonas del peliverde.
—Ven bonito, te invito a dar un paseo por el pueblo —pidió el rubio—. Dejemos que tu hermano se calme para que pueda regresar.
»Además no se preocupen por haber entrado sin permiso, le diré a mis padres lo que pasó.
Con lentitud, Katsuki extendió su mano hacia Izuku, un gruñido de Hitoshi le hizo fruncir el ceño, pero no apartó la mano hasta que la del pecoso estuvo sobre esta.
—Llévame de regreso al puesto, solo eso —pidió Izuku y Bakugo accedió.
Caminaron en silencio, el camino fue largo, el peliverde no se había dado cuenta de ello debido al apremio que tenían para llevar a Kaminari a su casa, pero ahora que lo recorría con calma pudo darse cuenta de ese detalle.
Varios minutos después llegaron a su destino para encontrarse con el horror de ver humo saliendo del lugar.
Antes de que Izuku pudiera hacer algo Bakugo ya estaba corriendo hacia adentro del quiosco, para luego salir de este con una gran bandeja de barro, llenarla de nieve y volver a dentro.
Mientras eso sucedía una y otra vez, los ojos de Izuku brillaron mientras observaba todo a su alrededor, ya podía manejarlo mejor, su don no le causaba dolor gracias al pequeño entrenamiento que Aizawa le impuso, así que sin dudarlo hizo uso de él.
Huellas en la nieve hechas recientemente que iban hacia el bosque a su izquierda, olor a aceite quemado, la entrada de la carpa mal colocada, el incendio había sido premeditado.
—Alguien le prendió fuego a nuestro puesto —dijo el pecoso a Katsuki quien había salido a tomar aire después de detener el incendio—. No se propagó tanto, fue hace poco, el causante tiene que estar cerca, la cantidad de nieve acumulada no le debe dejar correr bien, quizás unos cuantos metros a la izquierda, es alguien alto y pesado, un alfa, eso me dice el olor de feromonas llenas de nervios que flota en el aire.
Al escuchar esas palabras Bakugo salió corriendo hacia el lugar indicado por el pecoso, listo para detener a quién sea que haya cometido el crimen.
Pocos metros más adelante, entre los árboles, iba un hombre alto y corpulento corriendo lo mejor que podía debido a la nieve, una explosión impulsó a Katsuki y en menos de un parpadeo tenía al otro alfa inmovilizado.
Recuerden votar y comentar, saben que eso me ayuda mucho, y si lo hicieron gracias.
Si ven algún error no duden en decírmelo, se los agradecería enormemente.
No siendo más nos leemos en la próxima actualización o en otra de mis historias.
Los quiero.
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