11
—Levántense —llamó Aizawa entrando a la habitación de sus hijos.
Era pasado el mediodía y ambos jóvenes no habían dado señales de vida, aunque no le extrañaba, después de todo pasaron toda la noche fuera, incluso Hitoshi regresó oliendo a alcohol e Izuku a alfa.
El peliverde estuvo un buen rato explicándole a su padre que ese olor se le había pegado a la ropa porque un alfa le había prestado su chal, aunque no mencionó nada referente a su destinado.
—Me muero —murmuró Hitoshi sintiendo que la cabeza le iba a estallar, Sero no era una buena influencia al parecer.
—Coman y vayan al puesto, por lo menos límpienlo y alístenlo para el invierno —pidió Aizawa, que aunque parecía estar enojado, realmente había dejado dormir a sus retoños hasta tarde para que descansaran.
Con una lentitud increíble ambos jóvenes se alistaron, comieron algo y se colocaron sus gruesos abrigos y botas para el invierno, incluso Midoriya se puso un gracioso gorro azul marino con un adorno de cuero rojo.
Cuando estuvieron listos alistaron la carreta con la carpa hecha de cuero y tela. Kumo fue el encargado de halar de esta mientras los chicos quitaban la nieve del camino, después de un largo recorrido y mucho esfuerzo llegaron a su destino.
—Kumo eres la mejor oveja del mundo —dijo Izuku acariciando la cabeza del animal.
Luego de eso ambos hermanos se dedicaron a preparar el puesto para el invierno. Midoriya empezó a sacar la nieve que se había acumulado debajo del techo de madera y encima de las mesas, mientras Hitoshi se subía sobre el quiosco para acomodar la carpa.
—Izuku voy a dejar caer un extremo, por favor jálalo hacia la izquierda —pidió el pelivioleta sobre el techo.
—Bien, solo ten cuidado, no te vayas a caer como el año pasado.
Los dos estaban concentrados en su labor, dedicándose únicamente a terminar la tarea que Aizawa les había encomendado. Hitoshi dejó caer parte de la carpa e Izuku empezó a jalarla, entonces un fuerte golpe en la cabeza del peliverde lo hizo gritar de dolor, le habían lanzado algo. ¿Una piedra?
—¡Vete forastero! —gritó alguien.
Fue así como los chicos se percataron de la multitud de personas frente a su puesto. ¿Así de concentrados habían estado que no lo notaron?
—¡Lárgate, no te queremos aquí!
—¡Cómo te atreves a profanar una ceremonia sagrada!
Hitoshi vio las intenciones de las personas reunidas allí, estaban enojados, realmente furiosos y creía saber el motivo de ello. Con premura saltó del techo tomando a su hermano y haló a Kumo con ellos escondiéndose detrás de lo que habían colocado de la carpa, el sonido de las piedras chocando contra el cuero no se hizo esperar.
Sintieron miedo, ambos jóvenes sintieron por primera vez miedo de estar allí.
—¡Un forastero jamás podrá estar con el hijo de los líderes!
—¡Regresen de dónde vinieron, no los queremos aquí!
—¡Eres una perra aprovechada!
Las piedras seguían dando contra la carpa mientras Hitoshi abrazaba a su hermano de forma protectora.
—Ni siquiera eres chica como para que te digan perra —dijo el pelivioleta intentando bajar la tensión a la pésima situación, pero era inútil pues todo empeoró cuando escuchó los pasos acercarse al puesto.
¿Los iban a matar? ¿Realmente querían hacer eso? Se encontraban aterrados, lo que estaba sucediendo era estúpido, no entendían el motivo de todo ese odio aunque supieran cuál era. ¿Qué habían hecho de malo? Nada, absolutamente nada.
—¡Yo no voy a estar con él! —gritó Izuku atemorizado—. ¡Lo voy a rechazar así que váyanse!
Después de eso hubo silencio seguido por los pasos apresurados de las personas que antes los atacaban. Ambos hermanos se abrazaron con fuerza, sentían el corazón en la boca y el cuerpo les temblaba, pero no por el frío, ellos realmente creyeron que morirían allí.
—Ya todo paso —dijo Masaru asomándose por encima de una de las mesas viendo a los jóvenes en el suelo—. Ya pueden salir.
El alfa mayor había llegado hacía poco, pero fue lo suficiente para oír las palabras gritadas por el omega y eso era un verdadero problema.
—Gracias —dijeron los chicos mientras se levantaban del suelo.
—Nosotros no hicimos nada malo, esas personas solo llegaron aquí y empezaron a lanzarnos piedras sin motivo —soltó Hitoshi con el ceño fruncido.
—Lo sé, tranquilos —afirmó Masaru—. Venía de paso, iba a su hogar a hablar con su padre sobre el tema de los destinados.
—No se preocupe líder Masaru, yo no aceptaré a su hijo —declaró Izuku al borde de las lágrimas—. Yo no quería ser su destinado, se suponía que no podía ser el destinado de nadie, nada más baile para participar...
—Forastero eso no es lo que...
Al escuchar la palabra forastero salir del padre de Katsuki lo supo con certeza, él jamás sería parte de ese lugar, nunca había sido uno de ellos y nunca lo sería, por lo tanto, lo suyo con el rubio cenizo no podría ser.
Ya lo sabía desde qué vio el rostro de su destinado, sin embargo, admitía que en algún punto de la noche terminó fantaseando con la posibilidad, empero ahora tenía claro que esta no existía, así de simple.
—Lo siento —se disculpó sin dejar terminar de hablar al mayor y simplemente salió corriendo de allí, llorando en silencio.
Eran casi las seis cuando Bakugo llegó a casa de Aizawa, tenía una carreta llena con las partes del animal que había escogido para llevar a Izuku, además de algunas frutas y granos que adicionó.
Era tradición que el alfa llevase al día siguiente de la ceremonia comida sin preparar al omega. Antes solo se acostumbraba a regalar animales recién cazados, como muestra de la capacidad del alfa para proveer, pero en esa época ya no era necesario salir de caza, había quienes simplemente compraban todo, no obstante, a Katsuki no le gustaba tomar el camino fácil.
Acomodando su chal rojo y cabello rubio, Bakugo se mentalizó para poner la expresión más formal que pudiera, antes de tocar un par de veces la puerta de la manera más decente posible.
Al poco tiempo la puerta fue abierta y la cara de fastidio, rayando con enojo, de Shota fue lo primero con lo que se encontró Katsuki.
—Si vienes a insultar a mi hijo mejor lárgate —soltó Aizawa.
—¡¿Qué?! ¡No! —exclamó el rubio cenizo confundido—. Vine a traerle algo.
El alfa mayor miró con detenimiento al chico que estaba frente a él y por fin lo reconoció, era el hijo de los líderes, la causa de que su pequeño hubiera regresado hacía unas horas hecho un mar de lágrimas. Si, definitivamente tenía que echarlo.
—Mira chico nosotros no... —Un inesperado pellizco detuvo a Aizawa, quien al voltear a ver a su lado se encontró con la sonrisa de Yamada. ¿A qué hora había llegado allí?
—Mira Katsuki, debes entender la situación, nosotros no queremos que nuestro pequeño sufra —dijo Hizashi con voz sería.
—¿Cómo que nuestro pequeño? —La confusión era audible en la voz del pelinegro.
—Que ustedes sean destinados no es suficiente para nuestra tranquilidad —prosiguió el omega ignorando a Shota—. Debes entender que Deku se encuentra en una posición difícil en esto, normalmente con ser destinado basta, pero aquí no son tolerantes con los forasteros.
—¿Deku? —Bakugo estaba confundido.
—Izuku —aclaró el omega rubio—. No le pongas cuidado a esos detalles, sino al problema que nos concierne, el cual es que el pueblo no acepta a mi pequeño, incluso lo han agredido porque es tu destinado.
—¡Le hicieron algo! —exclamó Katsuki preocupado.
—Le lanzaron piedras a mis hijos en nuestro puesto —contó Aizawa con ira en la voz.
—¿¡Qué!?
El más joven solo se quedó viendo a los adultos sorprendido y sintiéndose culpable. Mientras él estaba de idiota cazando y siguiendo tradiciones estúpidas, su destinado estuvo en peligro gracias a un grupo de imbéciles.
—¿Puedo verlo? —preguntó Bakugo al final.
—No creo que quiera verte ahora —dijo Hizashi—. Nosotros aceptaremos la comida como dice la tradición, pero debes entender que esto no va a ser fácil. Dale tiempo para pensarlo.
Bakugo bajó la mirada con el ceño fruncido, no quería darle tiempo, quería protegerlo, tenerlo en sus brazos, alejarlo de todo lo que le hiciera daño.
«Entra y ve a por él, nuestro omega nos necesita».
Sería tan fácil hacer lo que su alfa le pedía, pero no era lo correcto, en ese momento Izuku necesitaba a su familia, a las personas cercanas a él, a sus amigos y Bakugo sabía que no clasificaba en nada de eso, a duras penas era un desconocido con el que charlo la noche anterior.
—Entiendo, disculpen señores Midoriya —susurró el rubio con resignación.
—Nosotros no estamos juntos —dijo el pelinegro.
—Ese no es nuestro apellido —aclaró Hizashi.
Lastimosamente, para los adultos el joven no los escuchó, este solo se dirigió a la carreta tomando algunas cosas para llevarlas dentro de la casa, por fortuna los mayores le dejaron pasar. Le costó cinco viajes entrar todo lo que había llevado y dejarlo junto al fogón de leña en la cocina, la cual era una habitación al fondo de la casa.
—Terminé —soltó el rubio cenizo viéndose completamente apagado—. Siento mucho los inconvenientes que les he causado.
—Nada de esto es tu culpa —afirmó el omega mayor.
Katsuki únicamente atinó a asentir y despedirse con la mano saliendo de la casa.
Cuando la puerta estuvo cerrada Izuku asomó la cabeza desde la habitación que compartía con Hitoshi.
—Se escuchaba triste —comentó el peliverde con mirada arrepentida.
—Lo estaba —dijo Aizawa.
—Aizawa, no puedo estar con él, si lo hago de seguro todos en el clan nos echarán de nuestro hogar.
Con esas palabras el pecoso regresó a su habitación dejando a ambos adultos preocupados. Quizás Izuku si había considerado estar con su destinado, eso pensaron Shota y Hizashi.
Recuerden votar y comentar, saben que eso me ayuda mucho, y si lo hicieron gracias.
Si ven algún error no duden en decírmelo, se los agradecería enormemente.
No siendo más nos leemos en la próxima actualización o en otra de mis historias.
Los quiero.
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