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El escapar de aquel caos no había sido fácil, pero Inko corrió con todo lo que su pequeño cuerpo le dio sosteniendo a su cachorro en brazos. Sufrió demasiado mientras se alejaba del que alguna vez fue su hogar, ya nada podía hacer ella por el reino, solo le quedaba huir con su retoño.

Viajó durante meses llevando a su cachorro a cuestas, a duras penas podía conseguir comida y agua para los dos y sus pies le dolían horrores cada noche, sin embargo, la pequeña omega no desfalleció, tenía un hijo que proteger, eso era suficiente para darle fuerza.

El cachorro de tan solamente seis meses era un pequeño tranquilo, rara vez lloraba o se quejaba, siempre se mantenía calmado entre las telas en las que su madre lo envolvía para llevarlo sobre su espalda. En ocasiones Inko creía que su Izuku entendía la situación y hacia todo lo posible para no causar problemas.

—Mi buen y precioso hijo —susurraba la mujer mientras lo arrullaba por las noches.

A mediados de noviembre la omega llegó a la costa sur del reino, justo frente al mar.

Para ese momento su plan era escapar del reino, salir de allí por el mar en una embarcación mercantil a cualquier reino lejano, pero para eso necesitaba dinero.

Estuvo en aquel pueblo pesquero por varios meses trabajando en un viejo hostal que le pertenecía a un tal Shota Aizawa, un hombre un poco gruñón, pero amable, quien la había acogido importándole poco que fuera una omega sola con un hijo.

El alfa era un viudo que tenía un pequeño niño de tres años llamado Hitoshi, un cachorro tan serio como su padre y que además no le agradaba mucho el dormir.

—El bebé es mío. —Solía decir Hitoshi mientras arrullaba en su cuna al cachorro de poco más de un año.

—¿Hitoshi es el hermano mayor de Izuku? —preguntaba Inko cada vez que el niño pronunciaba esa afirmación.

El pequeño de cabello y ojos violeta asentía con vehemencia en respuesta convencido de que así era.

—Entonces cuida mucho a tu hermanito —indicaba Inko con una dulce sonrisa, recibiendo más asentamientos como respuesta.

Así pasaron los días con normalidad, el pueblo era tranquilo, se mantenía ajeno del calvario que se vivía tierra adentro por causa del nuevo rey, sin embargo, la tragedia siempre encontraba la manera de este extender sus garras.

Una noche de esas en las que el cielo pareciera que se quisiera caer de la terrible tormenta que azotaba con fuerza el lugar, llegó un hombre a la posada.

Era alto, de cabello negro, ojos azules y lleno de cicatrices de quemadura.

—Vine por órdenes del rey —vociferó el recién llegado subiéndose a una mesa llamando así la atención de todos los presentes—. Me llamo Dabi y estoy buscando a una maldita mujer y su cría, lo último que queda de la familia del asqueroso antiguo rey.

Inko había sido una consorte del gran rey Toshinori Yagi y le había dado un hijo, Izuku Yagi, el pequeño cachorro que ahora dormía arriba en una de las habitaciones junto al tierno Hitoshi.

—Hemos recibido informes de que la han visto en este sitio. —Continuó hablando Dabi mientras caminaba sobre la mesa—. Si no me dicen dónde está, tendré que arrestar a todos los presentes bajo el cargo de traición y serán ejecutados el día de mañana en la plaza, ustedes deciden.

Las voces se escucharon, todos hablaban llenos de pánico, la idea de morir por culpa de alguien más los aterraba, no querían algo así.

—¿Cómo es la mujer? —preguntó alguien al fondo.

—Es una omega regordeta de baja estatura y largo cabello verde —respondió Dabi.

Con esa descripción todos supieron de inmediato de quién hablaba el pelinegro y en poco tiempo un alfa llegó con la indefensa mujer, quien intentaba zafarse del agarre con desespero. El hombre que la había atrapado era un viajero que llegó allí poco antes que el enviado del rey.

—Señor, se estaba escondiendo en el armario de utensilios —dijo el hombre lanzando a Inko frente al pelinegro.

—¿Y tu cachorro mujer? —exigió Dabi.

La peliverde solo miró al hombre sobre la mesa con la mirada cargada de odio y no pronunció palabra alguna.

—¡Habla! —gritó Dabi.

—Muerto —respondió Aizawa quien se encontraba tras la barra del bar intentando contener su instinto, el cual le gritaba que salvara a la omega con la que había vivido por meses—. Poco después de que ella llegó el cachorro enfermó, no hubo nada que hacer.

—Eso es cierto —dijo un hombre a su lado—. Soy el médico del pueblo, yo mismo lo atendí. El pequeño estaba muy delgado y débil, una fiebre alta mal cuidada hizo que falleciera.

—Su cuerpo fue entregado al mar como dicta la tradición del pueblo —contestó una muchacha quien también trabajaba en la posada.

Todos los que hablaron era personas del pueblo, sabían que la omega ya no tenía salvación, pero por lo menos mantendrían a salvo al pequeño e inocente cachorro, era lo menos que podían hacer por la amable mujer.

Inko se echó a llorar allí mismo, lloró de alivio por su bebé. Dabi creyó que era el llanto de una omega que perdió a su hijo, lo que terminó de convencerlo.

Poco después el pelinegro se fue con la antigua consorte, no se volvió a saber de ella.

La semana siguiente a aquella desafortunada visita, la posada ardió en llamas, según el informe oficial todas las personas dentro lograron escapar a excepción del dueño y su hijo, quienes murieron atrapados.

En el pueblo se celebró un gran funeral y un bote adornado con flores fue lanzado al mar donde ardió. No había cuerpos que quemar, pero igualmente se hizo todo como la tradición dictaba.

—¿Tienes todo lo que necesitas? —preguntó el médico del pueblo a Aizawa quien cargaba con cuidado al cachorro en su brazo derecho y agarraba a su hijo con su mano libre.

—Ya te he dicho que sí, no soy estúpido —repitió el pelinegro por quinta vez antes de caminar por la plataforma hasta el barco.

—No te preocupes, los dejaremos en su destino sin que les pase nada —aseguró Keigo Takami, un mercader muy hablador y risueño proveniente de Sivatag, reino de los Todoroki.

Iban al norte, rara vez Keigo iba hacia aquel hemisferio pues en ese lugar habitaban los clanes de los lobos, gente bendecida por la magia, la cual era muy territorial y desconfiada. "Los lobos solo confían en otros lobos", era lo que le solían decir a los forasteros.

En aquella ocasión iba a hacer un intercambio por pedido de su rey, telas, semillas y armas serian dadas a los lobos a cambio de materiales mágicos necesarios para pociones y prácticas de hechicería. Empero, el rubio había hecho una desviación en su curso para atender el pedido de un viejo amigo, por ello había parado en Yuei con el único propósito de recoger a Aizawa y su a familia.

La enorme embarcación de Keigo partió del puerto del pueblo pesquero sin inconvenientes, justo cuando el sol empezaba a salir en el horizonte. Nadie se dio cuenta de lo que había sucedido en realidad, el pequeño príncipe Izuku se desvaneció como si jamás hubiera existido.

—Midoriya, ese será tu apellido —susurró Shota viendo al cachorro en sus brazos, aquel era el nombre del pueblo que acababan de dejar.

Era algo tonto que hacer, pero de esa forma Shota quería recordarle al niño de donde venía, una forma de preservar aunque fuera solo un vestigio de su lugar de origen.

El viaje fue largo y difícil para un grupo de marineros, todos alfas y betas —incluso Aizawa quien siempre había recibido ayuda con Hitoshi—, que no sabían nada de cómo cuidar a un cachorro, sin embargo, de alguna manera se las apañaron para lograr mantenerlo sano y salvo.

—Adultos tontos. —Solía decir Hitoshi al ver el desespero de los mayores cada vez que Izuku lloraba.

Por suerte para todos el viaje llegó a su fin cuando el pequeño cachorro tenía poco más de un año y medio, habían hecho un buen trabajo hasta ese punto.

Al llegar al norte el frío los golpeó, apenas estaba llegando la primavera en aquel archipiélago que era su destino para el momento en que el barco arribo a la costa. Keigo y algunos de sus hombres bajaron de Hawks, el barco en el que viajaban, e hicieron el intercambio.

—Está todo como acordaron con su majestad —dijo Keigo sacudiéndose las gotas de su cabello rubio, para desgracia de la tripulación había empezado a llover cuando desembarcaron.

—Así es, todo lo que acordamos se encuentra aquí —habló Masaru, el alfa y líder del clan Bakugo, mirando el contenido de las grandes cajas—. Tenemos todo listo para ustedes también, mañana temprano llevaremos lo acordado a su barco, después de eso les pido que se marchen.

Takami se quedó pensativo por un momento, analizando una idea descabellada que había llegado a su mente de improviso, empero eso no impedía que lo considerara seriamente.

—Líderes, tengo un favor que pedirles —soltó el rubio con una sonrisa—. Un amigo mío y sus dos hijos no tienen donde ir...

A la mañana del día siguiente el mercader entró en el camarote donde se hallaba Aizawa con los cachorros.

—Sé que el plan era que te llevaría al reino del norte —dijo Keigo—, sin embargo, considerando que el rey Chisaki tiene conexión con Tomura, pensé que era mejor opción que te quedes aquí.

—Los lobos no nos dejarán quedarnos —afirmó el pelinegro mirando al mercader como si le hubiera salido otra cabeza.

—Normalmente no —concedió el mercader—, pero la esposa del líder, Mitsuki Bakugo, se conmovió con tu historia, dijo que guardará el secreto y que pueden quedarse mientras se mantengan alejados del clan.

A Shota no le agradaba mucho la idea, no obstante, era mejor opción el quedarse en esa isla apartada de todo en lugar de ir a su reino natal cómo había planeado en un principio. Es así como unas horas después se encontraba siguiendo a una rubia mujer rodeada de lobos junto a varios miembros de la tripulación mientras se adentra en el bosque.

—Aquí pueden vivir —indicó Mitsuki—, solo recuerden que no pueden entrar al pueblo del clan sin el permiso de mi esposo o mío.

Con esas palabras la bella omega se alejó de los marineros perdiéndose entre la espesa vegetación del bosque.

—¡Manos a la obra! —exclamó Takami con demasiada emoción.

Tenían permiso de quedarse un mes más en el sitio para ayudar a Aizawa en la difícil labor de construir un lugar donde vivir.

La tarea fue complicada, sobre todo porque ninguno sabía cómo construir una vivienda, sin embargo, con mucho esfuerzo, dedicación, trabajo, y la ayuda de Mitsuki quien arrastró a uno de los constructores del clan para que los ayudara, al final lograron hacer una pequeña cabaña donde podían vivir el alfa y los dos cacharros cómodamente.

Entonces llegó el día de la partida del barco mercante.

—Cada vez que podamos vendremos a verte —dijo Keigo.

—Expondrás nuestra ubicación a todo el mundo —afirmó Aizawa con reprobación.

El mercader solo se rio con ganas mientras se despedía con la mano.

—¡Cuídense! —gritó el rubio cuando el barco zarpó deseando que todo fuera bien para aquella pequeña familia.

Pero Natsuki, ¿qué haces porque una historia nueva? Solo siéntense y disfruten, la estaré subiendo en los próximos días muy de seguido. ¡Es la primera vez que la historia está completa antes de publicar y no es un One-Shot!

Esto fue hecho por el intercambio de San Valentín de un grupo de Facebook, así que espero que a la personita que recibió este regalo le guste. (Si estás leyendo esto por favor no des spoilers).

Recuerden votar y comentar, saben que eso me ayuda mucho, y si lo hicieron gracias.

Si ven algún error no duden en decírmelo, se los agradecería enormemente.

No siendo más nos leemos en la próxima actualización o en otra de mis historias.

Los quiero.

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