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Corea del sur - Busan, marzo de  1954



-Este trabajo ya quedó - suspiró Jungkook.

- Pues afortunadamente si, aunque admito que ha sido uno de los más difíciles que he hecho - mencionó Taehyung, secándose el sudor de la frente con un pañuelo.

Park Jimin los observaba con expresión neutra desde el porche, mientras daba caladas a su cigarrillo.

- Bien, el jefe nos necesita, vamos Kook, Jimin hoy te toca quedarte - este reviró los ojos - ¿Qué?, no pongas esa cara, sabías que esta vez el trabajo sucio venía con un extra, y además si quieres lograr tu objetivo es mejor que todo salga bien.

Jimin se levantó pisando el cigarrillo - Lo sé Taehyung, yo mismo lo acepté, pero no estoy de humor para cuidar y vigilar a un chiquillo.

- Nadie lo está Jimin, pero sabes muy bien que el jefe no confiaba en nadie más que nosotros para esta ocasión.

- Lo sé - suspiró - ya terminen de irse de una vez.

Tae y Jungkook se despidieron con la mano mientras se alejaban de aquella pequeña casa, la cual se encontraba en un punto aislado del norte de Busan, pasa ser más concisos una zona de árboles y lotes vacíos, donde solo podías llegar en carro, u otro medio como caballo o carreta.

Jimin entró a la casa, se dirigió a la cocina y abrió una botella con agua ardiente dándole un gran trago, mientras desde su lugar miraba aquella habitación, donde se encontraba dormido aquel chiquillo que habían secuestrado en la mañana.

Era la primera vez que tenían que cuidar de un rehén, todas las veces que participó en un secuestro, él solo se encargaba de raptar a la víctima y ya. Pero esta vez era diferente.

Un muy famoso empresario llamado Min Kai, había traicionado al cártel, tomando parte del lavado de dinero, exponiendo la fachada que tenían para aquel negocio ilegal, todo lo que había logrado el cártel al que pertenecía casi se viene abajo. Obvio que su jefe jamás se quedaría con los brazos cruzados. Así que se vengó con lo más preciado para Kai, su querido hijo de 19 años, Min Agust.

Lo torturarían durante un tiempo con la incertidumbre de no saber dónde estaba su querido bebé, para después entregárselo por partes en la puerta de su casa.

Park Jimin, mejor conocido en el mundo de la mafia como Kitty Gang, le había pedido a su jefe que por favor lo dejara darse de baja, le había sido leal por mucho tiempo, por eso después de tanto rogar, su jefe aceptó, con la condición que él se hiciera cargo de este último trabajo. Sin duda aceptó.

Después de todo, esto no era nada en comparación con todo lo que había hecho a lo largo de su vida.

Pero, había otra razón por la que se sentía incómodo al tener que quedarse con aquel chiquillo a solas.

***************

- ¡MAMI! ¡VEN! - lloraba el pequeño Jimin, al ver como su mamá era llevada en contra de su voluntad. Unos hombres vestidos de negro, la metieron a un elegante auto, mientras la golpeaban en el proceso.

El pequeño de 6 años, no entendía que se había sacrificado para que no le hicieran nada a él. Su padre había dejado un montón de ajustes de cuentas, que lamentablemente se las cobrarían a ellos.

Jimin se quedó llorando al lado de su cama, hecho bolita. Tenía mucho miedo, extrañaba a su mami, además la casa estaba oscura, y ver a su gatito muerto a unos metros de él, estrujaba más su corazón.

De tanto llorar, se quedó dormido en aquella posición. Al día siguiente los vecinos al enterarse de lo que había pasado, entraron como pudieron a la casa, llamaron a la policía, y estos llevaron a Jimin a un centro de cuidados para huérfanos.

Jimin cada día, se sentía más triste, lo único que lo consolaba era la pequeña foto que había alcanzado a llevarse de su mamá.

La veía todos los días, y la ponía debajo de su almohada.

Su compañero de cama, al ver aquello, le regaló un portarretrato que él mismo había hecho en las clases de manualidades.

Jimin se sintió muy feliz ante eso.

- Me alegro que te gustara, mucho gusto, me llamo Jungkook.

- Yo me llamo Jimin.

Los niños se sonrieron, y se volvieron grandes amigos.

Al pasar el tiempo se habían vuelto tan unidos, que entre los dos se defendían cuando otros niños querían meterse con ellos, muchas veces eran castigados por participar en peleas y discusiones.

Pero no les importaba, pues en el cuarto de castigos estaban los dos, riéndose de las heridas que habían dejado en esos niños idiotas.

- Jimin, así es nuestro mundo, las personas nos tratan mal y esperan que no hagamos nada, pero, tenemos que defendernos de una manera u otra, así que jamás te sientas mal por eso - le dijo un Jungkook de 14 años, mientras estaban sentados en aquel sótano oscuro.

***********

Habían pasado tres semanas desde el secuestro del pequeño Min Agust. Se turnaban entre los tres para vigilarlo.

A pesar de que solo Jimin estaba asignado para este trabajo, sus infaltables amigos, accedieron a ayudarlo. Querían que todo saliera bien, para que Jimin al fin pudiera dejar este mundo y hacer la vida que tanto quería.

Aunque, cuando pasaban reporte a su jefe, no había ningún incidente que contar. Min Agust era un chiquillo muy asustadizo y tímido, por lo cual trataba de seguir al pie de la letra las órdenes de no gritar o tratar de escapar, el primer día quiso intentar algo, pero después de haber sido amenazado con una pistola, no lo hizo más. Así que a parte de que solo pasaba llorando y temblando de miedo, no había molestia alguna.

Esa noche le tocaba otra vez a Jimin, quien ya estaba cada día más harto de escuchar los sollozos de ese niño, y tener que preparar comida. Ni para él cocinaba y tenía que hacerlo para otra persona, "que mierda" pensaba Jimin.

Por otro lado, el pequeño Agust, a pesar de todo el infierno que estaba viviendo, agradecía que sus secuestradores habían accedido a desatarlo, no lo golpeaban, y le daban comida. No se imaginaba como estaría su cuerpo si siguiera amarrado todo el día como hace una semana. Quería volver a intentar algo para escapar, pero su miedo le podía más y al final, solo trataba de obedecer para que no le hicieran nada. Después de todo estaba en un cuarto muy pequeño, donde solo había una cama y una ventana mediana con muchas rejas.

Después de que Agust terminó de comer, Jimin retiró los platos, volvió a cerrar con llave la puerta y se dirigió a la cocina, donde tiró estos sin cuidado. Esta vez aquel chiquillo se había demorado mucho en acabar su comida, lo que casi lo sacó de quicio.

Pero en realidad lo que más estresado lo tenía, era el hecho de que entre más se demorara comiendo, más tiempo tendría que verlo.

Y aquello le estaba afectando de una manera que lo enojaba.

Últimamente la imagen de aquel chiquillo estaba presente casi todo el día en su cabeza.

Cuando lo veía, no podía evitar detallar su blanquecina piel y su cabello negro, que resaltaba en medio de tanto blanco y rosado. Su mente repetía la palabra "hermoso" cuando lo veía, y además había llegado hasta el punto de inquietarse cuando no le tocaba a él cuidarlo.

- Maldita sea... - gritó en un susurro llevando su rubia cabellera hacia atrás.

"Recuerda Jimin, enamorarse es bonito, pero en este mundo es un tormento" - recordó las palabras de Taemin, su mentor.

¡¿Él enamorado de ese niño?!

- No... - quizá le atrae pero... negó mirando aquella puerta de la habitación donde se encontraba esa belleza de persona. Enamorarse. Atracción. Cualquiera de las dos opciones están mal - Mierda...












Y aquí está historia mis hermosxs lectorxs.
Espero que les guste.

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