5:🥂"Drunk in danger"🥂
Narra Aitana.
Estaba tan cansada que dormí hasta las 9:02 p.m., y me desperté únicamente porque Caroline me llamó, su voz resonando a través del teléfono.
Aitana: ¿Qué? —comencé con un tono de cansancio en mi voz, frotando mis ojos adormilados mientras trataba de despejar la niebla del sueño.
Caroline: ¡Mi amoch! ¿Ya estás lista? —exclamó Caroline, llena de energía y entusiasmo, como si la adrenalina de la noche ya estuviera fluyendo por sus venas.
Aitana: ¿Lista para qué? —pregunté, todavía tratando de conectar los puntos.
Caroline: ¿Qué no te acuerdas? Hoy es el cumpleaños de Bryan, e íbamos a ir al bar —dijo, como si estuviese hablando de un evento trascendental.
Aitana: Ay, cierto —murmuré, revolviendo mi cabello en un intento de recordar lo que habíamos planeado días atrás.
Caroline: Bueno, ya que te acuerdas, prepárate rápido que te estamos esperando —dijo Caroline, su tono de voz indicaba que no había tiempo para demorase.
Aitana: No me digas que…
Caroline: ¡Sip! Estamos frente a tu puerta —confirmó, y pude imaginarla moviendo las manos con impaciencia.
Aitana: Mierda, espérenme ahí sin hacer ruido, ¿vale? —les pedí, comenzando a saltar de la cama.
Caroline: Aja, como digas. Ahora me tengo que ir, Jonan está tratando de ligarse a tu vecina en el ascensor, ¡Jonan ven acá hijo de…! —la escuché alejarse, y colgué, sonriendo ante la imagen de mis amigos.
—Uff, esto va a ser intenso —susurré para mí misma. Me levanté y me preparé rápido, decidiendo que un vestido negro de tirantes, algo corto que acentuaba mis curvas, sería la elección perfecta. Dejé mi cabello suelto, dejándolo caer en suaves ondas sobre mis hombros.
Al salir de mi habitación, me di cuenta de que Hugo no estaba en casa, lo que me causó una leve inquietud. Decidí llamarlo para averiguar su paradero, pero no contestó.
—Tss, no sé por qué me preocupo —murmuré mientras salía, encontrándome con ese grupo de locos afuera. Sus risas y comentarios llenaban el aire de una energía contagiosa, y juntos nos dirigimos al bar; ese bar, el "Moonlight", donde lo conocí, un lugar lleno de historias y recuerdos.
”BAR MOONLIGHT”
Cuando llegamos a la entrada del bar, Bryan se puso serio y levantó la mano como si fuera un líder en una reunión de estrategia.
—A ver, a ver, vamos a poner algunas reglas, chicos —comenzó, su expresión era una mezcla de determinación y humor.
—No jodas, Bryan —dijo Jonan con fastidio—. ¿Qué te vas a inventar ahora, eh?
—It's my birthday, bro, y haremos lo que yo quiera, ¿vale? —sentenció, divertido.
—Increíble —dijo Caroline, rodando los ojos, pero no podía ocultar la sonrisa que se dibujaba en su rostro.
—¿Qué quieres hacer entonces? —intervine, sintiendo que la emoción comenzaba a burbujear en mí.
—Simple, beber hasta que amanezca, y quién sabe si tomamos caminos diferentes a la hora de volver —nos guiñó un ojo, y sus palabras encendieron un fuego de emoción en el aire.
—¿Es en serio? —cuestionó Jonan, mientras ponía el brazo sobre sus hombros en un gesto de complicidad—. Ese era el plan de todos, ¡a beber!
Gritó con entusiasmo mientras comenzábamos a adentrarnos en el local. La música, fuerte y vibrante, nos recibió como un viejo amigo. El sonido de las risas, las charlas animadas y el tintinear de los vasos llenaban el ambiente, creando una atmósfera electrizante.
Las luces de neón danzaban al ritmo de la música, iluminando rostros felices y cuerpos en movimiento. El bar estaba lleno de personas, algunas conocidas, otras simplemente disfrutando de la noche. Me dejé llevar por la energía, sintiéndome viva y libre, como si las preocupaciones del día a día se desvanecieran en el aire espumoso de los cócteles.
Bryan nos guió hacia la barra, y antes de que me diera cuenta, ya tenía un trago en la mano. Era un cóctel colorido, lleno de frutas y burbujas, una mezcla perfecta para celebrar.
—¡Por Bryan! —grité, levantando mi vaso y siguiendo el ejemplo de los demás.
—¡Por Bryan! —respondieron al unísono, con risas, bebiendo un sorbo poco después.
—Esto va ser una locura —dije cerca del oído de Carol, quién se encontraba con una sonrisa de oreja a oreja a mi lado.
—Claro que sí, Ait. Y no sé tú, pero yo, me voy a buscar a un apuesto chico para pasar el rato, bye —se fue a la barra al lanzarme un beso.
—Bueno, ya que estoy aquí, voy a divertirme —me dije a mi misma para seguirles el paso.
Empezamos compitiendo para ver quién podía beber más, y, como era de esperarse, Jonan ganó. No por nada se llevaba el título de mejor bebedor de los cuatro. Con una sonrisa desafiante y un brillo travieso en los ojos, se dedicó a vaciar vaso tras vaso, sin apenas inmutarse. Mientras lo observábamos, me llené de admiración y un poco de envidia. La forma en que mantenía la compostura a medida que el alcohol corría por sus venas era digna de aplauso.
Después de esa intensa ronda de tragos, el ambiente se volvió más ligero, y la música nos envolvió como un abrazo cálido. Fue como si invocaramos una energía colectiva que nos impulsó a la pista de baile. A medida que los ritmos contagiosos inundaban el espacio, mis pies comenzaron a moverse casi por sí solos. Nos lanzamos a la pista, riendo y disfrutando del momento, dejando atrás las preocupaciones y la rutina del día a día.
Hacía tiempo que no me divertía tanto en una fiesta. Sentir el alcohol recorrer mis venas era una experiencia casi mágica, un asombroso mareo con aires de borrachera que me llenaba de una libertad indescriptible. Cada movimiento, cada giro, cada risa compartida se sentía como un pequeño acto de rebeldía. Podía actuar, bailar, y hacer lo que quisiera sin tener que estar escondiéndome de nada ni de nadie. Era algo que realmente añoraba, un respiro de la realidad que me rodeaba.
El sudor se mezclaba con las sonrisas, y la euforia era palpable. Era un escape, una celebración de la vida que hacía tiempo que no experimentaba.
Sin embargo, después de un rato, la energía comenzó a menguar. Decidí que era un buen momento para tomar un respiro y sentarme en la barra. Al llegar, me dejé caer en uno de los asientos, sintiendo la suave madera contra mi piel. Los pies me estaban matando; el constante movimiento había comenzado a pasar factura.
Mientras me acomodaba, observé la escena a mi alrededor. Algunos de mis amigos seguían bailando, inmersos en su propio mundo de alegría. Otros se acercaban a la barra, pidiendo más tragos, buscando la manera de alargar la noche. Observé a Jonan, quien aún seguía en la pista, moviéndose con la confianza de un verdadero experto en la fiesta. Caroline y Bryan se unieron a él, sus risas resonando mientras se dejaban llevar por el ritmo.
Mientras los observaba, una sensación de gratitud me invadió. Estar rodeada de amigos, de personas que realmente importaban, era un regalo que atesoraba. Este momento, esta noche, era un recordatorio de que la vida estaba llena de pequeñas joyas como esta, momentos de conexión genuina que nos hacían sentir vivos.
—¿Va a pedir algo? —preguntó el chico frente a mí, elevando el tono para que lo escuchara.
—Mm… dame un.... ¿whisky? —dije sin poder enfocar hacia a dónde apuntaba, debido al mareo que traía.
—¿De qué tipo?
—De cualquiera…. Solo dame uno muy fuerte.
—Bien —empezó a servirme.
Bajé la cabeza para esperar mi trago, cuando escuché una voz muy familiar provenir del escenario. Giré mi cuerpo y la silla lentamente en su dirección, y ahí lo vi. Estaba parado frente al micrófono, preparando una guitarra eléctrica, vistiendo un conjunto negro ajustado.
—¿Hugo? —murmuré entrecerrando los ojos para llegar a divisarlo mejor.
—¡Buenas noches a todos! —se escuchó una multitud aplaudir y gritar el nombre de “Eternal Hope” cuando empezó a hablar—. Hoy les tocaremos una de nuestras canciones predilectas “BE ALWAYS YOU”, 1, 2, 3, va...
La noche en el bar se iluminó cuando la banda comenzó a tocar, ofreciendo una mezcla cautivadora de pop y un sonido único que me atrapó desde el primer acorde. El vocalista —Hugo—, con su energía contagiosa, conectaba profundamente con el público a través de la letra de esta.
A medida que la música llenaba el espacio, la multitud se unió en la pista de baile, queriendo sentir mejor la canción y cantándola a todo pulmón.
“Changing is not an option, you are perfect with your imperfections and I... I don't want you to disappear...”
“I want you to keep your essence,
She is still the girl I always loved,
Do not let them hurt you...”
“Be perfect for yourself, so I can love you...”
—Hey —me llamó el chico de la barra, rompiendo mi concentración.
—¿Mm?
—Aquí está su bebida —puso dos vasos de cristal frente a mi—. Y este se lo mandó aquél chico —señaló hacia una de las mesas más a la derecha.
—¿Cuál de los dos? —pregunté, viendo como ambos hablaban entre sí y me miraban.
—El de negro —dijo, señalando con un ligero movimiento de cabeza hacia un grupo de chicos que estaban a unas mesas de la barra. Uno de ellos, con una sonrisa de costado que revelaba una confianza desmedida, me saludó con un gesto de mano.
—¿Ah, sí? Pues iré a agradecerle —respondí, tomando un trago de mi bebida antes de acercarme a ellos.
No tenía pensado coquetearle, eso era seguro. Pero hacerles pasar un mal rato, eso sí estaba en mis planes. Sabía que, aunque no estaba en mi momento más cuerdo, podía divertirme un poco a su costa. Solo la idea de incomodar a un par de idiotas me sacaba una sonrisa.
—Hola, chicos —dije al llegar, tratando de mantener un tono despreocupado.
—Hola, preciosa —respondió el que me había saludado, su mirada recorriendo mi figura de una manera que me hizo sentir incómoda. Le sonreí forzosamente, intentando ocultar la irritación que crecía dentro de mí.
—Solo vine a agradecerte por la bebida —dije, dando un sorbo a mi trago, observando cómo su mirada se iluminaba con un destello de interés poco sutil. Era obvio que le gustaba lo que veía.
—Es un placer, ¿a cambio puedo saber tu nombre? —preguntó, mientras llevaba la copa a sus labios, sin apartar los ojos de mí.
—Claro —respondí, estirando la mano en su dirección—. Soy Aitana, ¿y tú?
—Pues... —tomó mi mano con firmeza y, en un movimiento inesperado, me jaló hacia él, haciendo que cayera sobre sus piernas. La sorpresa me dejó sin aliento—. Soy Ken.
—Ah, vale. Ken. —El ambiente se tornó incómodo de inmediato. Intenté recomponerme, pero su agarre me hizo sentir vulnerada.
Ok, no tenía planeado esto. La incomodidad se apoderó de mí mientras me miraba con esa mirada de depredador, y mi instinto de defensa comenzó a gritar. Así que, decidida a recuperar el control de la situación, empecé a moverme, intentando zafarme de su agarre.
—Am... ya... ¡ya suéltame! —exclamé, levantándome con un movimiento brusco, pero él no soltó mi muñeca. En un impulso, le di una bofetada. El sonido resonó en el ambiente, y él llevó su mano a la mejilla, frunciendo el ceño en respuesta a mi acto de rebeldía.
—No me vuelvas a tocar, maldito imbécil —dije con firmeza, tratando de alejarme de él. Pero mis piernas comenzaron a flaquear, y antes de que pudiera reaccionar, el mundo a mi alrededor empezó a dar vueltas. La vista se me nubló y, sin poder evitarlo, volví a caer sobre él, sintiendo un dolor punzante en la cabeza.
Pude escuchar una leve risa burlona de su parte. En un instante, su mano se deslizó firmemente por mi cintura, acomodándome en sus piernas como si fuera un objeto en lugar de una persona.
—Eres muy valiente por atreverte a golpearme, preciosa —dijo, con un tono que mezclaba burla y admiración. Su mano libre comenzó a moverse con descaro por mi muslo, y cada roce me hacía sentir más incómoda—. Solo te lo dejaré pasar porque parece que nos divertiremos mucho hoy. ¿Qué te parece si nos vamos de aquí, eh?
—Mmm... no —dije, intentando quitar su mano con torpeza. Mi cuerpo estaba entumecido, y la confusión nublaba mi mente—. No... no me toques.
—Eso no puedo hacerlo —respondió con una sonrisa de satisfacción. Sin previo aviso, se levantó, levantándome en brazos como si fuera una muñeca de trapo, y me sacó del lugar con una facilidad escalofriante.
A pesar de mis protestas, mis sentidos se esfumaron en un instante, y un profundo velo de oscuridad se apoderó de mí, llevándome a la inconsciencia. La última imagen que se dibujó en mi mente fue la de sus ojos burlones, y una sensación de pánico creciente se convirtió en un eco distante mientras caía en un abismo sin fin.
Después de unas dos canciones más, el pelinegro descendió del escenario, con el sudor brillando en su frente y una sonrisa de satisfacción dibujada en su rostro. La energía del público aún vibraba en el aire, pero él solo tenía en mente un lugar: la barra.
—Ponme lo mismo de siempre —dijo al chico detrás del mostrador, que asintió rápidamente, preparando un trago con destreza. Mientras tanto, la música seguía resonando en el fondo, pero él estaba completamente sumido en sus pensamientos.
De repente, una chica, visiblemente alterada, se acercó a ellos. Su rostro reflejaba preocupación, y su voz temblaba cuando habló.
—Disculpa, ¿has visto a una chica de cabello medio oscuro y ojos verdes, que llevaba un vestido negro? —preguntó, su tono de voz casi suplicante.
Hugo, un poco sorprendido, parpadeó y trató de recordar si había visto a alguien que coincidiera con la descripción.
—Ah... sí, se fue con los chicos de allá —dijo el bartender, señalando a una mesa en la esquina del bar, pero al mirar de nuevo, notó que no había nadie allí—. Estaban ahí hace un momento.
La chica palideció, y su rostro se tornó aún más angustiado.
—¿Cómo que estaban? ¿¡Acaso se la llevaron!? —gritó, su voz resonando sobre la música, atrayendo la atención de algunos curiosos.
—Oye, tranquila —intervino Hugo, colocando una mano en su hombro—. ¿Tienes una foto de ella para enseñarla?
—Sí, la tengo —respondió, buscándola en el teléfono con manos temblorosas. Finalmente, encontró la imagen y se la mostró—. Es esta.
Al ver la foto, un nudo se formó en el estómago de Hugo. La imagen de Aitana, sonriendo con su cabello oscuro cayendo en suaves ondas, provocó en él una mezcla de enojo y confusión. Su ceño se frunció, y su rostro se tensó.
—¿Aitana? —musitó, casi como si se tratara de un secreto.
—Sí, ¿la conoces? —preguntó la chica, observándolo detenidamente, como si buscara respuestas en su expresión. Hasta que luego de unos segundos, lo reconoció—. Eres tú, el chico con el que ella estuvo esa noche. Hugo, ¿cierto?
—Lo soy —respondió él, asintiendo lentamente, aún confundido por lo que estaba ocurriendo—. ¿Me dejas tu celular un momento?
—Está bien —le permitió, todavía con un aire de desesperación. Hugo rápidamente se dirigió a la aplicación de mapas en el dispositivo, buscando la ubicación de su teléfono.
Al instante, la pantalla reveló que el último registro de su ubicación estaba justo en el bar. La adrenalina comenzó a correr por sus venas. Sin perder tiempo, se acercó a la mesa en la que se había visto a los chicos que se llevaron a Aitana. Al llegar, su corazón se hundió al notar que allí estaba su bolso, descuidadamente dejado sobre la mesa.
—Mierda —murmuró, tomando el bolso con una mezcla de rabia y preocupación, y regresó rápidamente a la barra.
—¿Sabes quiénes eran los de aquella mesa? —preguntó con urgencia, mientras la chica lo miraba con ojos llenos de ansiedad.
—Eran los amigos del jefe, los nuevos VIP —aclaró el barman, sin entender la gravedad de la situación.
—¿Los hermanos Gross? —preguntó Hugo, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda ante la respuesta que temía escuchar.
—Sí —confirmó el barman, con un tono que sugería que también sabía lo que eso significaba—. Uno de ellos le compró una bebida a la chica, y cuando se les acercó... ya no vi nada más.
Hugo sintió cómo la ira comenzaba a burbujear en su interior. No solo se trataba de Aitana, sino de una situación que podía volverse peligrosa en un abrir y cerrar de ojos.
—¿¡No pudiste detenerla!? —rugió Hugo, agarrando al chico por el cuello de la camisa y levantándolo ligeramente del suelo, presionándolo contra la barra con rabia contenida.
—No pensé que se la llevarían, Hugo —respondió el chico, su voz temblando de angustia mientras trataba de soltarse.
—Solo ruega que no le pase nada —dijo, soltándolo de golpe y dando un paso atrás, sintiendo cómo la frustración y el miedo se entrelazaban en su pecho—. Tú llama a la policía. Te enviaré la dirección después.
Sin esperar respuesta de la chica, salió del bar con rapidez, su mente zumbando con pensamientos oscuros. Una vez dentro de su auto, pisó el acelerador a fondo, el motor rugiendo como si estuviera tan ansioso como él por llegar a su destino. Tenía que apresurarse, no podía perder ni un segundo. La idea de que Aitana estuviera en peligro lo empujaba a ir más rápido, a ignorar cualquier límite.
Finalmente, se estacionó en un local apartado, oscuro y discreto, donde se organizaban "reuniones" clandestinas. Era un lugar infame en la ciudad, conocido por ofrecer espectáculos grotescos; allí se llevaban a cabo las fantasías más retorcidas de aquellos hombres, donde prostitutas y chicas drogadas eran sometidas a sus deseos más oscuros. Hugo conocía ese lugar más de lo que le gustaría admitir; había caído en sus garras una vez, atraído por la curiosidad y la promesa de lo prohibido. Pero lo que había visto lo había marcado para siempre, y en su interior sabía que no podía dejar que Aitana se convirtiera en otra víctima.
Mientras enviaba la ubicación a Carol, su mente se llenaba de imágenes de horror. Tenía que actuar rápido. Con el corazón latiendo desbocado, se adentró en el local, la atmósfera opresiva y cargada de una tensión palpable.
Lo que encontró en el interior lo paralizó. Aitana estaba inconsciente, atada a una silla, con los ojos vendados y vistiendo solo su ropa interior. La sala estaba llena de hombres, riendo y chiflando, disfrutando del espectáculo grotesco que se desarrollaba ante ellos. Entre ellos, Ken Gross, uno de los hermanos que tanto temía, se acercaba a Aitana con una pequeña navaja en la mano, listo para hacer algo terrible.
La rabia se apoderó de él, empujándolo a actuar. Sin pensar, se acercó sigilosamente por detrás de Ken, apretando los dientes para controlar su furia. Con un movimiento rápido, dobló el brazo del hombre, tomando la navaja y presionándola contra su cuello.
—¡WoW... calma... amigo! —Ken balbuceó, su voz temblando bajo la presión de Hugo.
Los hombres presentes se quedaron boquiabiertos, algunos confundidos, otros intrigados, pero Hugo sabía que tenía que hacer que todo pareciera parte de la "función".
—¿Qué crees que estás haciendo, Roberts? —dijo Ken entre dientes, intentando mantener la compostura a pesar de la tensión.
—Algo que terminará pronto si cooperas. Ordena que la desaten, ahora —demandó Hugo, su voz firme, aunque la adrenalina corría como un torrente a través de su cuerpo.
Ken logró soltar una risa burlona, aunque sus ojos mostraban una chispa de temor.
—¿Qué te pasa, eh? ¿Tienes alguna relación con ella?
—Eso a ti no te interesa —respondió Hugo, acercando aún más la navaja a la piel de Ken, provocando una herida superficial que hizo brotar una pequeña gota de sangre—. Déjala ir y terminaremos en paz.
Ken suspiró.
—Nada es tan fácil, niño. Ella se quedará aquí hasta que todos estén satisfechos, no te la puedes llevar —dijo, mientras varios hombres de traje negro comenzaron a acercarse, formando un círculo amenazante a su alrededor.
Hugo sintió que la desesperación comenzaba a apoderarse de él, pero se obligó a mantener la calma. No iba a dejar que el temor lo intimidara, no mientras su objetivo estaba tan claro: sacar a Aitana de ese lugar, sin importar el costo.
¡gracias por leer!
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