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1:🥂"Night in the bar"🥂

   “BAR MOONLIGHT

Narra Aitana.

Música alta que resuena en el aire, bebidas frías que se deslizan por las manos, personas bailando con una energía contagiosa y chicos guapos que iluminan la pista con su presencia. Todo crea un ambiente vibrante y emocionante, ideal para sumergirse en la diversión y olvidar, aunque sea por un momento, el dolor de un abandono.

Flashback.

Estábamos en nuestro nuevo departamento, sentados en el sofá-cama, un mueble que habíamos elegido con la esperanza de que se convirtiera en el símbolo de un nuevo comienzo. Todo estaba en silencio de nuestra parte, mientras en la habitación resonaban las voces de los actores. Las luces tenues del lugar creaban un ambiente acogedor, pero la atmósfera estaba cargada de una tensión palpable.

No estábamos muy bien, a decir verdad. La calma aparente solo era un reflejo del agotamiento que sentíamos por las circunstancias que nos rodeaban. La tensión entre nosotros se había ido acumulando, como un hilo cada vez más tenso que amenazaba con romperse en cualquier momento.

Las discusiones y los conflictos familiares nos habían desgastado; cada llamada y cada mensaje se sentían como una carga adicional, un peso que llevábamos sobre los hombros. Aunque, a medida que pasaban los días, parecían ir disminuyendo un poco, todavía había ecos de esas peleas resonando en nuestras mentes.

Miré a mi alrededor y vi las cajas sin desempacar, los objetos todavía sin un lugar definido, y me pregunté si, al igual que nuestro nuevo hogar, nuestra relación también necesitaba tiempo para encontrar su lugar.

Tomé un profundo aliento y me volví hacia él cuando finalizó la película, buscando sus ojos. A pesar de la distancia emocional que nos separaba, había un anhelo de conexión, de volver a esos momentos en los que todo parecía más sencillo.

Quería hablar, pero las palabras se quedaban atascadas en mi garganta. Así que, en lugar de eso, extendí mi mano hacia la de él, esperando que ese gesto pudiera romper el hielo que nos envolvía. Pero su mirada se mostró seria y apagada.

—Me tengo que mudar a Italia con mi padre —dijo con tristeza el castaño, confundiéndome.

—¿Cómo? —mi voz salió en un susurro dolido por sus recientes palabras, y mi ceño fruncido demostró que esa corta frase no me gustaba—. ¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, sintiendo cómo el enojo y la confusión se mezclaban en mi interior.

—Créeme, yo tampoco quiero irme —tomó mis manos entre las suyas, acariciándolas, intentando que con su toque mantuviera la calma—, pero tengo que hacerlo. Necesitamos resolver unos problemas con la empresa y...

—¿Por cuánto tiempo te vas? —lo interrumpí; mi pecho estaba doliendo demasiado en ese momento y mis ojos comenzaron a arder. Era claro que estaba a punto de llorar.

—Solo son unos meses, Ait. No me tardaré demasiado —respondió, como si de días hablase.

—¿Solo unos meses? ¿¡Y qué pretendes que haga en todo ese tiempo!?

Ya no lo estaba aguantando, después de tantas peleas y conflictos familiares que parecían no tener fin. Luego de todo lo que soporté de mis padres por aferrarme a mis sentimientos, ¿de verdad se iría sin mí?

Esa pregunta me atravesó como un puñal, llenándome de un profundo vacío. Era como si todo lo que dejé atrás por él —mi hogar, mis sueños, y hasta mis amistades— no importara en absoluto. La idea de perderlo me llenaba de angustia, pero al mismo tiempo, me preguntaba si realmente valía la pena seguir aferrándome a alguien que había traído tanto caos a mi vida.

—Sé que esto es muy repentino y puedes pensar que soy egoísta pero, ¿podrías esperarme? —habló como si suplicara, pero en estos momentos, las súplicas solo aumentaban la lucha interna que tenía.

—¿De verdad estás diciendo eso? —reí, pero no había más que tristeza y dolor en ella—. ¿Acaso no recuerdas todo lo que pasamos?

—Por favor, Ait, entiéndeme —llevó su mano a mi mejilla, rozándola con suavidad—; no puedo evitar esto.

—¿¡Y qué pasa conmigo, eh!? —la separé con cierta brusquedad, realmente sentía que no me estaba considerando—. ¿¡Qué voy a hacer si te enamoras de otra persona mientras yo estoy aquí!? —me señalé con frustración, sintiendo el nudo en mi garganta.

—Eso no va a pasar —esta vez, llevó ambas manos a mis mejillas, tratando de calmarme con una mirada compasiva—. No pienses en eso, Ait.

—Sabes que es imposible —las volví a separar—. Tus padres te comprometerán con alguien y lo sabes, no dudarán ni un segundo en hacerlo—él desvió la mirada, sabía que tenía razón—. Pero todo es decisión tuya, puedes hacer lo que quieras —me levanté del sofá, dispuesta a irme.

—¡Sabes que solo te quiero a ti! —me detuve ante su grito, oyendo poco después sus pasos resonar en el suelo, tras de mi—. Pero no puedo controlarlo todo, Aitana, esto va más allá de mi.

—El caso es que nadie nos apoya —me giré hacia él; mis lágrimas ya no se contenían—. Todos están en contra de lo nuestro y nunca lo aceptarán; hemos intentado por años tener una relación normal, sin escondernos y sin peleas, pero todo ha sido en vano. Y cuando estés lejos de mi, te presentarán a una chica "adecuada" para ti, logrando que me dejes en el pasado.

—Ait yo..

—Hemos pasado por mucho, Ron —lo interrumpí—. Renunciamos a tanto por poder lograr que nuestra historia no termine, pero si te vas ahora no me quedarán esperanzas. Solo afrontemos la realidad, nunca podremos estar juntos —me alejé de él, completamente.

—Aitana, espera —se oyó el portazo que di—. ¡Maldición! —gritó, revolviendo su cabello con frustración.

Esa noche corrí prácticamente a casa de mi amiga, echa un mar de lágrimas. Dolía demasiado que todo por lo que luché se desmoronara en minutos. Y sí lo esperaría, pero tengo la certeza de que nada más que ponga un pie fuera de este país, nunca más lo volveré a ver.

Fin del flashback.

—¡Que te jodan, imbécil! —grité, claramente borracha—.Todo es culpa de tus padres, ellos... ellos y los míos planearon todo juntos. ¡Pirañas!

Golpeé la mesa con la mano al volver a gritar; entiendan la frustración de una borracha.

—Si tan solo... te hubieses negado —arrimé la cabeza sobre mi brazo en la mesa—, podríamos haber escapado de  la maldad del destino —cerré los ojos unos segundos, y volví a levantarme de repe—. ¿¡Cómo te atreves a dejarme carajo!?

Grité. Pero gracias a la música solo unos pocos lo oyeron.

—Toma —el chico que se sentaba a mi lado me alcanzó un pequeño pañuelo azul cielo—. Y haz silencio.

Ordenó. Con una voz neutra, molesta. Yo chasqueé la lengua levemente al apartar su mano.

—No necesito un pañuelo, no estoy llorando —afirmé, a pesar de la inestabilidad de mi voz y mis sentimientos.

Y es que técnicamente no lo estaba, solo sufría en voz alta.

—Entonces deja de lamentarte —habló con firmeza—; el solo escucharte me provoca dolor de cabeza —llevó el vaso de cristal que sostenía con su derecha hasta sus labios, dejando que el líquido oscuro humedeciera sus labios.

Solté una leve risa antes de hablar.

—Cómprate unos tapones entonces, idiota —apoyé la cabeza sobre mi brazo arqueado en la mesa, sin dejar pasar la indignación de segundos que se plantó en su rostro; verlo solo ensanchó mi sonrisa de satisfacción.

Luego de unos minutos, sin darme cuenta, mi mirada se desvió hacia el chico —el cual aún bebía su trago—, y a decir verdad, me llamó la atención todo de él. Su cabello negruzco, luciendo sedoso y brillante, que se encontraba atado en la parte superior con una pequeña banda. Sus aretes y piercings en la oreja que le daban un toque de rebeldía, aumentando su atractivo y aura misteriosa. Sus ojos verdes y profundos, centrados en el movimiento suave del líquido que bebía por las paredes del recipiente de cristal. Y sus labios, quienes adoptaron un tono ligeramente rosado y eran humectados sutilmente por la punta de su lengua, provocaron en mí un deseo intenso de poseerlos, de probar su posible sabor a alcohol.

—Hey —me llamó, sacándome de mis pensamientos.

—¿Eh? —musité.

—¿Podrías dejar de mirarme? —me dijo en un tono neutro, enarcando una ceja.

—Yo no te estaba mirando —mentí, desviando la mirada de él.

—¿Segura? Pude sentir como analizabas cada parte de mi rostro con la mirada —dijo, acercándose un poco a mi—. Era tan intensa que no pude evitar sentirme acosado, ¿acaso pensabas en cosas raras al mirarme?

Sus palabras fueron susurros graves que me llevaron a un pequeño trance, y no pude evitar reír nerviosamente. Tomé un valor desconocido y, lo miré a los ojos por una par de segundos, esbozando una pequeña sonrisa ladina. Luego me moví un poco, quedando aún más cerca del puente entre el cuello y su oído, dejando que mi respiración golpeara contra el piel de su mandíbula.

—Ya quisieras estar en mis pensamientos de esa manera. Recuerda que estoy borracha, ¿si? No confíes en mi forma de mirarte —susurré, para después alejarme y beber un sorbo de mi bebida.

Realmente se nota que estoy pasada de tragos. Mentir tan descaradamente no era propio de mí, pero su expresión era tan divertida que no tenía intenciones de detenerme; de alguna manera me recordaba a las expresiones traviesas de Ron cuando nos veíamos a escondidas.

Mierda...

—Mmm —él se enderezó, asintiendo lentamente—, tú te lo pierdes entonces —tomó un trago.

—¿Perdón? —pregunté, entre una leve sonrisa incrédula.

—Pensé que querías besarme. Esa fue la impresión que me llevé cuando no parabas de mirar mis labios. Pero si dices que solo es mi imaginación, muy bien, miéntete a ti misma —dijo confiado, empezando a jugar con su bebida, moviendo el líquido por las paredes del vaso; yo me quedé en silencio por un segundo.

«¿Acaso intenta jugar con el poco sentido que me queda?»

Conozco el rumbo de sus palabras, o eso creo. Aarón siempre me ponía a prueba de esa forma, queriendo provocarme.

«¡Maldita sea, ya deja de pensar en él, Aitana!»

«¿¡Realmente no puedo entender que me dejó, que se olvidó de mi y ni siquiera ha tenido el valor de enviarme un mísero mensaje!?»

«¡A la mierda todo! De que hoy lo olvido, lo olvido.»

—Tienes razón —confesé, levantándome con lentitud.

—Lo sé —me siguió con la mirada, curioso por lo que haría.

Me acerqué a su asiento, tratando de disimular la torpeza de mis piernas mientras caminaba, y giré su silla hacia mí con un movimiento decidido. Me senté a horcajadas sobre su regazo, sintiendo el calor de su cuerpo bajo el mío. Él me miró sorprendido, sus ojos brillando con una mezcla de asombro y anticipación, una pequeña sonrisa ladina asomándose en sus labios al mirar fugazmente los míos. La tensión en el aire era palpable, así que, queriendo tomar la iniciativa, tomé sus manos y las llevé a enrollar mi cintura, sintiendo su firmeza. Me incliné hacia su oído, mi aliento cálido rozando su piel.

—Sí quiero besarte —susurré, mordiendo luego su lóbulo con suavidad, disfrutando de tono rojizo que comenzó a adoptar su oreja y del leve sobresalto de su cuerpo.

Volví a mirarlo mientras cruzaba los brazos alrededor de su cuello, y delineaba el contorno de su oreja con delicadeza. Él me acercó en un movimiento brusco a su cuerpo, deslizando su mano fría por la piel de uno de mis muslos, hasta volver a posicionarla en mi cintura, haciendo una leve presión.

—Entonces deja de hablar y bésame —susurró sobre mis labios.

Llevó su mano libre a mi mejilla, su toque suave y firme al mismo tiempo, y acortó la distancia entre nosotros, conectando nuestros labios en un beso que ardía con una intensidad eléctrica. El sabor de esa mezcla de alcohol en nuestros labios era embriagador, un cóctel de deseo y locura que avivaba cada fibra de mi ser. Disfrutaba de esa sensación intensa, mientras un fuego se encendía con cada roce. Él, juguetón y seductor, deslizó su lengua entre nuestros labios antes de morder suavemente mi labio inferior, despertando un escalofrío que recorrió mi cuerpo. Su sonrisa maliciosa, mostrando un fuerte deseo de más. Luego, se acercó a mi oído al relamer sus labios.

—Ya que estás tan dispuesta, ¿no quieres ir a otro lugar? —me susurró, acariciando mi cintura por encima de la blusa, yo hice lo mismo que él al acercarme; pero acariciando los cabellos que sobresalían de su pequeña coleta.

—¿Tienes coche? —recibí una leve risa al preguntar.

—Claro que sí —tomó mi mentón, rozándolo con su pulgar—. ¿Acaso quieres que lo hagamos en mi coche?  —mostró una sonrisa de lado.

—Me gusta tener espacio —aparté su mano al mover un poco la cabeza—. En un auto es demasiado incómodo, ¿no crees? —le devolví la sonrisa.

—No me quejo, pero si quieres tener comodidad, lo respeto. Eso tiene sus ventajas —dejó otro beso sobre mis labios, uno más breve.

—Entonces, vámonos ya.

Me levanté de su regazo, tomando su mano para dirigirnos a las afueras del lugar, yendo en busca de su auto. En el cuál, el tiempo era eterno para ambos; el aire estaba cargado de una tensión que en cierto modo disfrutaba. Se notaban las ansias que tenía por llegar a nuestro destino, ya que su mano curiosa no detenía su toque en mi muslo de arriba hacia abajo, apretándolo en ciertos momentos, hasta que al fin llegamos a un hotel cercano.

Al entrar a la habitación y cerrar la puerta, la atmósfera se tornó densa con una mezcla de deseo y anticipación. Me acercó a la pared cuando poseyó mi cintura con firmeza, atrayéndome hacia él. Sus labios atraparon los míos en un beso mucho más salvaje y excitante, un roce ardiente que trajo nuevamente esa sensación que había provocado en mi cuerpo al besarnos en el bar. Sentí su lengua explorar cada rincón de mi boca, un baile provocativo que me dejó sin aliento, como si el mundo exterior se desvaneciera y el deseo que nos envolviera.

Nos separamos por breves segundos, pero su mirada intensa me hizo estremecer. Sin previo aviso, me levantó con fuerza y me cargó hasta la mesa, el roce de su cuerpo contra el mío enviando descargas eléctricas por mi piel. Comenzó a besar mi cuello de una manera tan placentera que perdí la noción del tiempo; cada beso era un fuego que me consumía, y no pude evitar cerrar los ojos, dejándome llevar por la oleada de sensaciones. Mis dedos se deslizaron involuntariamente hacia su nuca, sintiendo su cabello entre mis manos mientras profundizaba el contacto, buscando acercarlo aún más.

Su boca descendió lentamente, dejando un rastro de besos a lo largo de mi piel. Se detuvo brevemente ante mi escote, mirándome con un deseo voraz que me hizo sentir vulnerable y poderosa al mismo tiempo. Se separó un poco, y, con un gesto decidido, comenzó a quitarme la blusa, pero antes de que pudiera acercarse nuevamente, lo detuve, comenzando a desabotonar lentamente su camisa. Cada botón que liberaba era un acto de desafío, una invitación a la intimidad que ambos deseábamos explorar; una tortura para las ganas que tenía de continuar.

—¿De verdad vas a hacerme esto? —preguntó divertido y algo sofocado, a lo que le sonreí.

—¿Cuál es la prisa? —llegué al último botón y lo despojé de esta completamente—. Aún tenemos toda la noche.

Él rió, negando levemente con la cabeza para terminar acortando nuestra distancia con un beso lento y breve, dirigiéndose después a mi pecho, volviendo a dejar sus húmedos besos en la zona.

Otra vez me cargó, y nos dirigió a la habitación blanca con detalles dorados. Fue soltando con lentitud mis piernas para dejarme sobre la cama, enderezándose mientras humedecía sus labios y empezaba a desabrochar su pantalón, cuando lo volví a detener.

Él me miraba con confusión, frunciendo levemente su ceño, hasta que se dio cuenta de lo que pretendía hacer y me dejó continuar. Terminé de desabrocharlo para bajarlo completamente, mostrando su bóxer negro abultado. Él se deshizo completamente de su pantalón y, cuando volvió a acercarse, comencé a masajear la zona, provocando que él soltara un gemido ronco al momento en que dejé al descubierto su erección, empezando a mover mis manos de adelante hacia atrás, dándole placer a su miembro.

Sus suspiros y gemidos de placer, al igual que su expresión de satisfacción, comenzaban a aumentar la temperatura de mi cuerpo, y en el suyo provocaba un mayor endurecimiento en su erección.

Después de un rato aumentando la intensidad de los movimientos de mi mano, él me separó, volviendo a recostarme para bajar mi falda y dejarla en algún lugar del suelo. Al subirse en la cama, empezó a besar mi muslo con cierta desesperación, mordiendo algunas zonas y trazando  una húmedo camino con su lengua mientras iba subiendo poco a poco, hasta llegar a mi sujetador. Se deshizo de él y, poniendo uno de mis pechos en su boca, empezó a mover su lengua en círculos sobre el pezón, transmitiéndole a mi cuerpo una intensa sensación de placer y excitación, provocando que de mis labios se escapara un fuerte gemido.

Cuando el pelinegro me oyó, se acercó a mi rostro y empezó un beso desesperado y húmedo, mientras su mano se dirigía a mi intimidad, rozándola con sus dedos para comenzar a introducir uno a uno, llevando mis sentidos a su punto más agudo, volviendo mi cuerpo totalmente vulnerable ante su toque.

Mis manos se aferraron a sus brazos, a la vez que mi espalda se arqueaba levemente y mis caderas se movían sobre sus dedos, generando una mayor intensidad en sus movimientos y descontrolando mis suspiros y gemidos. En un momento se alejó, quitando la fina tela de mi ropa interior, la cuál se encontraba extremadamente húmeda, mientras mi pecho subía y bajaba, acelerado.

En el instante en que dirigí mi mirada hacia él, una sonrisa ladina estaba dibujada en sus labios mientras agarraba un preservativo de la mesita. Se acomodó para colocárselo mientras me miraba con aquella sonrisa lasciva.

—Tu cuerpo está tan sensible, que me preocupa que no estés lista para seguir, cariño —su voz se mostraba agitada, pero esta resonaba en mi cabeza con ese tono tan provocativo que generaba en mí intensas ganas de demostrarle de lo que era capaz.

Me levanté un poco, apoyándome sobre mis codos, observando como las gotas de sudor corrían por su cuerpo.

—Compruébalo tu mismo —lo reté, con una pequeña sonrisa.

—Adoro que me retes.

Él abrió mis piernas lentamente, deslizando sus manos por el interior de mis muslos, tomando ambos para que rodearan su cintura. Alineó su erección y, comenzó a adentrarla poco a poco, aunque para ser sinceros, sentí un ligero dolor al principio, el cuál no tardó en convertirse en necesidad de más contacto, de más profundidad. Este se acercó a mi para empezar a moverse cuando entró la mayor parte.

El placer y la excitación inundaban en mi cuerpo con mayor intensidad; cada movimiento suyo era una ola de emociones inexplicables que hacían que cada uno de mis gemidos fuesen más fuertes conforme aumentaba la velocidad, y que los suyos se volvieran más roncos y pesados.

—Me encanta esta expresión en tu rostro —dijo con una sonrisa y algo de dificultad, sin dejar de lado las embestidas pausadas y profundas.

—Calla… cállate y... deja de mirarme —hablé entre jadeos, intentando evitar su mirada, pero este tomó mi mentón para que lo volviera a mirar.

—No quiero hacerlo. Quiero capturar cada detalle de tu rostro en este preciso momento, y estoy seguro de que no quieres impedírmelo —me besó.

«Si realmente me conocieras, no sé si quisieras admirarme tanto.»

—Solo… solo deja de hablar y... sigue...

—Como desees, cariño.

Continuó con sus movimientos profundos, yendo más rápido mientras pasaban los segundos. Mis brazos abrazaron su cuello con fuerza en el instante en que ahogué mis gemidos en el nuevo beso que comencé, hasta que ambos llegamos al orgasmo a la vez.

Nuestros cuerpos se tensaron al liberarnos, mientras que en ellos permanecía un leve enrojecimiento y el sudor de ambos se fusionaba. Pero se sentía tan bien que no pensábamos en nada más.

Él se salió de encima de mi. Se limpió con unas servilletas que habían en la mesita de noche, para después anudar y alejar el preservativo de su cuerpo,  acomodándose a mi lado.

—Oye —me llamó, pero tardé unos minutos en mirarlo—. ¿Cómo te llamas, eh? —su voz resonó en mi cabeza, tan firme a pesar de su acelerada respiración.

—Aitana, ¿y tú? —dije con cierta agitación en mi voz.

—Hugo.

—Mm, creo que un "mucho gusto" sería extraño a estas alturas, ¿no? —dije entre una leve risa al posar la mirada en el techo, en cambio él, se acostó de lado, con la mirada fija en mi—. Deja de mirarme, ¿quieres? —lo miré, casi con fastidio.

—No quiero —respondió—. Pretendo decirte que es un gusto conocerte y, que si se da la oportunidad, me encantaría repetir nuestro maravilloso encuentro.

—En-tus-sueños —dije haciendo pequeñas pausas entre cada palabra, rodando los ojos al darle la espalda.

Pude sentir una leve risa de su parte, mientras se acercaba e iba deslizando sus dedos por el contorno de mi brazo, acercándose a mi oído.

—Serán sueños maravillosos entonces. Tu cuerpo es tan hermoso que no molestaría ocupar mis pensamientos recordando cada detalle de esta noche —dirigió su mano ahora a mi cintura, acariciándola—. Solo déjame mirarte un poco más, ¿si?

Dejó un corto beso en mi hombro.

Siendo sincera, no me importaba lo que hiciera, solo quería descansar, que mi mente se desconectara por un momento de todo; de mi vida entera. Nunca había tenido relaciones con alguien al azar, admito que fue algo nuevo y emocionante, pero no estaba acostumbrada a recibir esas palabras y gestos cariñosos de un extraño.

—Haz lo que quieras, yo tengo sueño —me cubrí con la sábana blanca de la cama, como si ella lograra esconderme o protegerme de todo a mi alrededor.

—Dulces sueños —depositó un breve beso en mi cuello, acomodándose detrás de mi sin liberar mi cintura.

—Umhu —mis ojos se cerraron y, por el cansancio acumulado, me quedé dormida en segundos.

¡¡¡Holaaaaa mi gente!!!

¿Cómo están luego de leer, eh? ¿Siguen vivos o ya decidieron abandonarme? *llora desconsoladamente* ToT

Tengo una mente cochina, lo sé, pero ustedes son mis cómplices por leerme, de aquí no se salva nadie Jajajakjkd *se ahoga*

Am... pero bueno, como pueden ver, de esta manera empieza la historia de mis niños. Son unas cositas atrevidas y calenturientas pero no los culpen, ambos tienen sus versiones y sus razones 🤧

Así que, sigan la historia si les gusta, compartanla con personas que puedan disfrutarla y, pasemos a los personajes 😏

¡gracias por leer!

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