#1001 Estupidez
Yuuri siempre había sido el cable a tierra de Victor, incluso cuando existía la sensación de que ninguno de los dos tenía remedio.
Por ello, cuando llegaron a la fiesta, Yuuri se negó a un tentador vaso de whisky con menta. Dejaría que Victor se emborrachara primero para evitar tempranos desastres entre ambos.
El lugar tenía un ambiente agradable. Al fin y al cabo, estábamos hablando del cumpleaños de Otabek, un tipo calmado, con sus propios y silenciosos vicios. Alguien que preferiría calarte el cerebro con rock antes que música chillona.
Otabek definitivamente era el tipo de Yuuri.
Y particularmente, Yuuri, llevaba algo de tiempo sin algo de acción que le encendiera alguna neurona hasta hacerle temblar.
Llevaba tiempo que no corría de la policía por ser visto orinando junto a Victor en alguna esquina a las cuatro de la mañana.
Había pasado algo de tiempo desde la última vez que trató de drogarse hasta perder la consciencia y que Victor le grabara para burlarse de él, a la vez que le cuidaba y preparaba abundante comida para cuando el efecto desapareciera.
Realmente le hacía falta algo adrenalínico.
Sintió a Victor apartarse para ir a tirar suflés dentro de vasos de plástico, tal cual como el pendejo que era.
Entonces notó como Otabek le miraba desde la entrada hacia la cocina, donde el mismo le hizo un gesto como saludo y Yuuri sólo sonrió coqueto.
Esta vez no rechazó el whisky con menta que le volvieron a ofrecer y se acercó a Otabek entre pequeñas danzas para pasar entre la multitud que les separaba.
—Hey... —Otabek tomó un extremo de su cadera cuando Yuuri se acercó a saludarle con un beso en la mejilla.
No es como que ambos tuvieran mucho que decirse, pero había una tensión sexual tan evidente en cada instante en los que habían podido tenerse cerca, que les hacía crear cierta curiosidad por el otro.
—Feliz cumpleaños —susurró Yuuri contra el oído de Otabek. La excusa perfecta era la música tan alta—. Veinte, ¿no?
—Diecinueve.
—Oh.
No es que tuvieran una extensa diferencia de edad, pero aquella transición de diecinueve a veinte era todo un paso en la vida. O al menos así lo veía Yuuri.
Pensar que había mirado a Otabek con expresiones coquetas en ocasiones anteriores, cuando el chico sólo llevaba diecisiete o dieciocho años encima, de alguna forma, le hacía cosquillas en la piel.
Se quedó observando como Otabek encendía un nuevo cigarrillo y no pudo evitar tener una tonta idea.
Sacó de su chaqueta una cajetilla y colocó un cigarrillo propio entre sus labios, y se acercó a Otabek, uniendo la punta de ambos para que el propio se encendiera. Otabek le miró quieto, algo desconcentrado por la repentina cercanía del mayor.
Yuuri sonrió satisfecho al ver el ligero rubor de aquel chico de ojos rasgados y presencia varonil.
No había nada que decir y aquello comenzaba a pasarle la cuenta a ambos, porque la incomodidad estaba tomando asiento con confianza entre ambos.
Fue entonces que Otabek hizo un gesto con su barbilla, señalando el patio trasero.
Yuuri comenzó a seguir a Otabek, tirando una mentita dentro de su boca sin que el contrario pudiera notarlo.
Si había algo que odiaba Yuuri, era tener contacto demasiado cercano con gente maloliente o él mismo mostrarse de aquella forma ante otro.
Yuuri se apoyó contra la puerta cerrada que daba hacia el interior de la casa.
—¿No deberías estar cuidando de tus invitados y evitando que revienten tu hogar? —habla Yuuri en un tono juguetón, sacándole una sonrisa a Otabek.
—Quizá —ríe suave—, pero...
—¿Pero? —Yuuri lamió disimuladamente su labio inferior, preparándose.
—Había estado esperando esta oportunidad demasiado como para ir a preocuparme por una manga de idiotas.
Otabek lo suficientemente cerca para que Yuuri decida rodear su cuello con sus brazos.
Una sonrisa en ambos rostros es lo único con algo de luz en el lugar. No hay latidos desesperados que pudieran interrumpir la situación.
Entonces, sin mucho más que agregar, Otabek decide estampar sus labios contra los de Yuuri.
Mierda, esto no está funcionando... qué puto asco, piensa Yuuri ya sin poder ocultar el ceño fruncido en su rostro.
La boca de Otabek estaba tan impregnada con el olor a cigarrillo barato, y Yuuri ya comienza a crearse una lista de infecciones y enfermedades bucales que le hacen querer vomitar allí mismo.
Repentinamente su cuerpo es fuertemente empujado, y Otabek, por consecuencia, es alejado unos cuantos y considerables pasos de Yuuri.
—¡Yuuuuri, me gané una botella de vodka negro! —canturrea Victor con una sonrisa dulce.
—¿En serio? —pregunta Yuuri, enternecido por la actitud infantil que adquiría Victor cuando estaba drogado.
—¡Sí, sí! ¿Crees que podamos volver a casa? Está comenzando a darme hambrecita —murmura Victor con una mano en su abdomen medio descubierto por los botones mal abrochados.
Yuuri prefiere hacer caso omiso y seguir la conversación con Victor para escurrirse y dejar a Otabek con una queja en la boca.
—¿Estás seguro de querer volver? —pregunta Yuuri pasando el dorso de su mano por sobre sus labios, aún sintiendo algo de asco que le hace estremecerse.
Ve a Victor asentir y restregar su mejilla contra el vidrio que contenía el vodka.
—¿No lo intentarás con alguna de las chicas? No quiero que después estés deambulando con su malhumor por falta de sexo en mi casa.
—No hay nadie que llame mi atención—murmura con los ojos entrecerrados. Realmente le había pegado algo fuerte para dejarle la mirada tan llorosa.
—Dios, ¿cuánto fumaste? Apenas me fui unos veinte minutos. —le reprocha retirando unos mechones que entraban en los ojos del contrario y este parecía ni siquiera encontrar su propio rostro.
—Perdón —susurra Victor.
—¿Por qué?
—Otra vez no comí nada... —su tono de voz es bajo, casi como si deseara que Yuuri no le escuchase.
Yuuri encerró la muñeca del más alto con fuerza y lo jaló en dirección a la puerta principal. Estaba decidido a llegar a casa y cocinar el mejor plato de fideos de su jodida vida.
Pero cuando intentó pasar cerca de un grupo de personas que jugaba quizá qué cosa, todos voltearon a verlos y Victor aceleró el paso al punto de llegar trotando fuerte a la puerta.
Yuuri entró en pánico cuando comenzaron a seguirlos y de pronto se vio corriendo.
—¡¿Por qué mierda estamos corriendo?! —gritó Yuuri mirando hacia atrás, agitándose aún más.
—Creo que ansiaban un vaso de vodka...
Yuuri abrió los ojos tanto como pudo y bufó con molestia, que rápidamente después de un par de vueltas, comenzó a volverse diversión.
—Mierda, Victor... desde que teníamos dieciséis que no robabas en una fiesta. No estaba preparado para correr. —habló con la voz sintiéndola pesada, pero con una sonrisa en su rostro. El sudor en su espalda era divertido.
Victor se encogió de hombros con una sonrisa ladina mientras apoyaba la espalda contra la pared que también sostenía a ambos.
—Esperaba algo de acción esta noche, pero no así... —Yuuri recuperaba el aliento para reír con las ganas que quería.
—No hay ninguna divertida acción que puedas hacer sin mí. —ríe Victor de vuelta, ya más calmado.
—No hablo de este tipo de acción, Victor. —el tono de voz cada vez más calmado.
—Oh, vamos. Tengo alcohol gratis para que te embriagues junto a mí y un pene que te haría feliz.
—Lamento no ser una chica que moriría por tenerte entre sus piernas, bebé —sonríe—, pero el alcohol te lo concedo.
Victor le miró divertido antes de abrir la botella en plena calle y beber un largo trago para luego entregárselo a Yuuri.
La última vez que hicieron eso terminaron en la cárcel por toda una noche.
Pero qué más da.
Al fin y al cabo...
Una noche en la nada siempre sería más entretenida si estaban juntos.
🖤🖤🖤
Me reí mucho imaginando a Victor todo drogado, perdón PKDFLG.
¡Gracias por leer!
Perdonen alguna falta ortográfica, estoy media dormida lkdfhh
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