Capítulo Final - Parte 2
Pasó casi un mes antes de que la noticia de lo sucedido con Taehyung llegase a los oídos de Jungkook mientras corría con una caja de municiones para otros soldados encallados cerca del hoyo que conformaba su trinchera individual.
Esos impopulares agujeros se convirtieron en sus casas, unas no demasiado acogedoras, todo sea dicho. Hoyos hediondos que les cubrían de los disparos enemigos y les permitían resistir el asalto a bayoneta que solían venir en oleadas de los contrarios.
Eran lugares infectos en los que abundaban las ratas, proliferaban las enfermedades y la higiene era tan escasa como la comida y el agua. Un nido de agua anegada, barros y también tumbas. No del todo diferente a estar en un cuartel militar donde a veces al menos ofrecían una cama o baño.
Condiciones precarias sin lugar a dudas pero a Jungkook poco le importaba si podía mantenerse vivo. Su único objetivo en la lucha más allá de defender a un imperio que lo marginaba y nada le ofrecía, era el hecho de poder salir de ahí para volver a ver esa hermosa sonrisa cuadrada grabada en cada fragmento de su ser. Taehyung era toda su esperanza, su foco de vida, aquello que lo protegía contra todo.
Solo con eso pudo resistir, solo pensando en él podía sobrevivir cada día de batalla en los campamentos, trincheras o en el campo abierto que le tocara estar. ¿Cómo podría él respirar un segundo más si su hombre amado perecía en algún momento sin que pudiese al menos contemplarlo por última vez?
— Dicen que fue una bomba de cloro y que fue enviado de regreso a su ciudad para ser tratado. — Comentó uno de los uniformados.
Como si lo escuchado hubiese sido solo un error, el castaño permaneció en su lugar sosteniendo la pesada caja de madera.
— Soldado Jeon...
— ¿Q-Quién fue herido por esa bomba de cloro? — Cuestionó como si solo quisiera estar al tanto de la situación.
— Ah, el hijo menor del Teniente Kim, Kim Taehyung. — Respondió como si de cualquier persona se tratara porque después de todo, no conocía a ese teniente y mucho menos a sus hijos. — ¡Oye! — Exclamó cuando Jungkook dejó caer la caja de municiones y echó a correr.
Corrió, lo hizo con todas sus fuerzas pero no pudo salir de la trinchera y entre varios soldados que ignoraban su lucha, fue arrastrado de regreso al hoyo desde el cual defendía. Durante mucho rato, no pudo reaccionar nuevamente, no lloraba, no hablaba, solo sostenía su fusil como el soldado que era. Sin embargo, como si de un interruptor interior se tratase, la calma se apagó y se encendieron todas sus emociones haciéndolo gritar como si hubiese perdido la cordura. Su casco, el gorro que llevaba bajo este, su rifle, todo lo soltó desesperado tirando de sus cabellos mientras gritaba y lloraba apoyado en el pared de tierra hasta caer sentado en el lodo.
— ¡No! ¡NOOOO! — Gritaba continuamente. — ¡No tienes permitido darte por vencido antes de que nos volvamos a ver, no puedes! Aguanta, amado mío, solo te pido eso, aguanta un poco más por mí.
Fugas, juicios, apelaciones, pedidos de clemencia, solicitudes militares, Jungkook realmente hizo de todo para poder volver a Sighisoara pero fue inútil. Si bien casi perdió la razón debido a su frustración y dolor, con el pensamiento de Taehyung lograba aguantar cada día. Hasta mediados del año siguiente, no fue revelado. No tardó un día para ir de regreso a su ciudad y, una vez allí, lo primero que hizo incluso antes de pasar a ver a sus propios padres, fue correr hacia la mansión Kim.
Tocó ese portón como si de este dependiera su vida y la primera persona que apareció, fue la señora Kim. Al primer instante no lo reconoció pero no demoró en darse cuenta quién era ese militar que tocaba su puerta.
— ¡Largo de aquí! — Espetó con furia intentando cerrar la puerta, entrando en un forcejeó con Jungkook puesto que este no le permitía volver a cerrar la puerta. — ¡No eres bienvenido en este lugar! Ni siquiera eres bienvenido a la ciudad.
— S-Sólo necesito verlo, un minuto es todo lo que le pido, señora.
— ¿Ver a quién? En este lugar solo vivimos mi esposo y yo pero aunque hubiera alguien más, no tienes permitido acercarte siquiera a esta casa.
— Le prometo que no intentaré nada, se lo ruego. — Suplicó en un ahogado llanto que la frustración creaba.
— Los ruegos y las promesas de plebeyos depravados y pecadores como tú, no tienen valía alguna ante la sociedad, mucho menos ante nuestra familia. — Espetó en tono déspota cerrando la puerta pero el castaño no podía simplemente quedarse así y, contra todo aquello que le fue enseñado y siempre respetó, empujó con fuerza tumbando a la mujer.
— L-Lo siento, s-solo necesito un... — No llegó a poner un pie dentro del lugar, el cañón del revolver frío que se pegó en su frente, obligándole a dar un paso atrás.
— Mugroso sin costumbres, modales o educación que se atrevió no solo a tocar a mi señora sino también a enmasillar el buen nombre de mi familia. — Escupió con veneno en su lengua. — Puedo tirar de este gatillo y nadie reclamaría por un ladrón que intentó colarse en mi casa. Así que te aconsejo, por tu propio bien, que te marches y jamás regreses. Olvida la ubicación de este lugar, olvida a nuestra familia antes que yo haga al mundo olvidarse de ti.
El señor Kim lo empujó nuevamente al exterior, irritado por la forma en el que ese mal engendro le sostenía la mirada con arrogancia. Jungkook, simplemente no estaba dispuesto a irse cuando bien sabía que su amado estaba ahí, en cama casi moribundo aún, aguardando por él.
— ¡Taehyung! — Gritó el castaño ignorando al hombre, mirando únicamente hacia la ventana de la recámara, rezando internamente para que lo escuchara. — ¡Kim Taehyung! — Por favor, amado mía, solo necesito verte, déjame saber que estás algo más que vivo. — ¡Taehyung, estoy aquí, soy yo! ¡Soy Jungkook, Tae!
Antes de que pudiera gritar una vez más, su rostro fue golpeado y su cuerpo arrastrado por tres hombres más vistiendo el uniforme de la policía regional hasta que lo dejaron tirado en un sendero, regresando para custodiar la casa. No podía acercarse, sabía que de hacerlo, no dudarían en disparar esta vez y se iría de ese mundo sin poder ver a Taehyung una vez más.
Ese no fue el único día que no pudo acercarse a él o verlo al menos, esa no fue la única noche donde lloró en el regazo de su madre por el hombre que amaba, mucho menos la última noche en donde lloró hasta que sus fuerzas cedían y terminaba dormido. Tampoco fue la última noche que cauteloso se acercaba hasta la mansión Kim esperando una brecha que le permitiera acceder o al menos ver a Taehyung pero simplemente nada ocurrió.
Lo único que aumentaba era el número de guardias y rumores diferentes que poco tenían de verdad. Bueno, eso y su nostalgia, su dolor y a la vez esperanza porque él sabía, sentía que el rubio estaba ahí para él. Ese hermoso hombre que ni siquiera pudo plasmar en sus dibujos porque aquel retrato que deseó hacer con los materiales regalados por su amado, jamás se pintó.
No podía verlo ni siquiera en líneas trazadas sobre su lienzo o papel, todo lo que tenía, era esa ventana que en esos momentos observaba, esa que vigilaba con su corazón desesperado y anhelante cada día, cada noche. Esa ventana que se dedicó a pintar cada día, pintaba el mismo cuadro una y otra vez a la distancia, con la esperanza de verlo aparecer en esta en algún momento.
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10 de diciembre de 1916
Amado Taehyung:
Ahora sí puedo llamarte de esa forma y de alguna manera, este hecho me hace sonreír entre tantas lágrimas derramada por tu ausencia. Porque al menos sé que eres mi amado y que pese a todas nuestras lamentables adversidades, hemos vivido nuestro amor, nos hemos amado, nos amamos.
He escrito un sin número de cartas similares a esta mientras me encontraba sirviendo con el ejército del imperio, hojas que perdían la tinta, se marchitaban o simplemente se perdían entre lodo y olvido. Fueron letras plasmadas que jamás perdieron su esencia, que nunca llegaron a ti físicamente porque no podía enviarlas pero en algún lugar de mi corazón, sentía que mientras mi caligrafía se formaba y palabras eran plasmadas, estas volaban hacia ti para llegar en forma de pensamientos, sueños, deseos.
Llegaban a ti en forma de lluvia cuando lloraba, como sol cuando lograba sonreír, quizás también como el viento mientras desesperado gritaba tu nombre. No lo sé con certeza pero me gustaría pensar que sí llegaron a ti aún en tu estado más inconsciente. Porque nuestro amor no necesita palabras, nuestro sentir no se limita a nuestra cercanía física, sé que podremos siempre percibirnos aunque estemos en diferentes mundos o países.
Te he dicho esto en tantas cartas que hacen que todas sean similares pero simplemente no puedo dejar de escribir estas líneas, es una lucha por ambos, porque incluso si llegaras a rendirte, yo jamás lo haré.
Lo que diferencia esta carta de las antes escritas es que ahora, estoy a escasos metros de ti sin poderte ver, mucho más doloroso que cuando nos encontrábamos luchando en los frentes de batalla o cuando fuiste alejado de mí para ir a estudiar al extranjero en contra de tu voluntad.
Odio tanto toda esta lacrimosa situación como te amo. Sí, creo que te lo he dicho antes pero lo repetiré infinitamente... Te amo, Taehyung.
Tus padres no permiten que nos veamos, todo y todos están en nuestra contra, por eso recurro una vez más a mi lápiz y papel. Nos habían enseñado y aún recalcan que lo nuestro no puede ser, que esto rebosante en nuestros corazones no es amor pero vuelvo a confirmar que sí lo es. Eso que ambos hemos experimentado, mi amado hombre de cabellos dorados y resplandeciente sonrisa, es el amor más puro y verdadero que hemos sentido, que cualquiera pudiera existir.
No podría darme por vencido sin decirte esto una vez más, sin que me leas, sin que sepas que a quien le entregaste tu corazón y vida te atesora a cada instante. Que te amo...
Eres consciente que mi querer por ti surgió desde el primer día que nos vimos en el instituto, desde nuestra primera escapada al cementerio, desde nuestro primer cigarrillo compartido. Te quiero desde el primer día que calentaste mis manos con tu aliento porque yo había perdido mis guantes, desde la primera manzana regalada cuando todos tenían sus almuerzos pero yo no tenía nada, desde que te pareció que esa fruta era insuficiente y terminaste compartiendo aquello preparado en tu hogar a partes iguales.
Te amo desde el beso compartido en el bosque, te amo desde que nos volvimos uno. Te amo tanto, mi amado Taehyung que, solo la idea de poder volver a verte me mantuvo con vida en esas remotas trincheras. Bastaría con mirarme a los ojos para que supieras lo orgulloso que estoy de ti, cuánto te añoro. Ojalá lograras sostener mi rostro una vez más con tus cálidas manos y se perdieran en ese mirar transparente para ti.
No harían falta palabras, nos miraríamos y volveríamos a ser esos niños que desconocían su futuro caminando por los pasillos del instituto antes de las intrigas, antes del dolor, de las muertes, de las bombas y esta guerra que solo retrasó más nuestro encuentro, antes de estos adultos que nos hemos convertido rodeados de odios y reproches.
Por eso hace meses estoy bajo tu ventana, para verte otra vez, aunque sea solo un instante. Para que tu sonrisa vuelva hacerme creer que nuestro amor lo significó todo y arrojó algo de luz a este siglo que ha nacido muerto, empeñándose a llevarse consigo todo el cariño que se debería sentir.
Te amo y siempre estaré contigo sin importar lo que pueda pasar. Porque somos nuestros, porque nos amamos.
Tuyo eternamente, en esta vida y todas las siguientes...
Jungkook
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Con manos trémulas, un llanto desolado que se robaba hasta su última gota de energía, Taehyung lloraba tomando entre sus manos el papel leído por Yoongi. Este último interceptó esa carta que quien fuera su mejor amigo en el pasado le envió al hombre que amor y él con su ignorancia destruyó. Sabía que de él enviarla normalmente, jamás llegaría a manos de Taehyung y al menos, eso les debía.
Esa acción no lo eximía de sus faltas, del dolor que experimentaba cada vez que pensaba en ellos dos, en sí mismo, cada vez que veía a sus familiar actuar como si no hubiesen acabado con la vida de dos personas.
Él sabía que su aflicción, pesadumbre y desconsuelo poco podría compararse con el suplicio, angustia y tortura que sus viejos amigos enfrentaban diariamente. Fue por eso que se propuso enmendar su error intercediendo por ellos frente a los Kim, pidiéndoles un último encuentro entre ambos pero el resultado era obvio, se negaron rotundamente.
No solo esto ocurrió, ellos incluso le mostraron la última carta recibida que quemaron ante sus ojos como una advertencia, pidiéndole que le avisara a ese sujeto para que no intentara escribir o enviar alguna otra. Por eso interceptó esa carta que acababa de leer para Taehyung.
Taehyung lloraba porque podía sentir a través de cada palabra el dolor de su amado como si fuera una extensión del suyo propio, incluso invalidándolo porque casi sentía que su sufrimiento fue poco.
No se equivocaba, vino a él siempre en sueños, pensamientos, deseos silenciados. Llegó a él como la lluvia porque cuando la veía caer, lloraba pensando en él, imaginándoselo en el mismo estado y eso solo empeoraba su angustia. Llegó como el sol lleno de recuerdos felices que le arencaron sonrisas envueltas en esperanzas y llegó como el viento, ese que deseó callado arrasara con todo lo malo, con todo el mundo dejándolos solo a ellos dos.
— A-Ayú-da-me... — Logró musitar con poca fuerza estirando su mano para que Yoongi lo sostuviera para levantarse.
Nunca supo lo que dar dos pasos significaban, su debilidad era tal que creía que jamás lograría llegar hacia esa ventana que su amado siempre observaba. Su cuerpo deseaba rendirse pero no se lo permitió, consiguiendo llegar prácticamente cargado por su amigo.
Con suavidad, descorrió las cortinas buscando con su cansada vista, esa silueta que jamás olvidó. Pensó que quizás una vez más la suerte y el destino no estarían de su lado pero al menos en esa ocasión, se equivocó. Por primera vez luego de muchos años de horror, distancia, guerra, lágrimas y dolores, sus comisuras se elevaron haciendo estallar en su rostro una sonrisa.
Ahí abajo, en esa calle poco transitada y casi olvidaba estaba el castaño sosteniendo su lienzo, mirando en su dirección, encontrándose en una mirada que solo ellos compartían. Ahí estaba el hombre que amaba, cumpliendo sus promesas sin olvidarse de él, aguardándolo.
Ese era el hombre a quien sus labios le dedicaron un extremadamente bajo "te amo" que su fuerza física y aliento permitieron. Como si fuera la primera vez, respondía a sus sentimientos de forma verbalizada, empañando el cristal de su ventana.
Jungkook se levantó con lágrimas en los ojos en cuanto lo divisó. Nunca pudo escuchar ese "te amo" pero lo sintió en lo más profundo de su ser, de su alma. Dejó caer todo lo que sostenía llevándose una mano a su boca para que no notase su mueca de dolor al verlo elevar su mano a modo de saludo. Esa fue la última vez que se vieron en 1916, la última imagen grabada en la mente de Jungkook, misma que se sentó a plasmar cuando desapareció de su vista.
Acostado en su cama, Taehyung observó a Yoongi, agradeciendo en silencio por haberle permitido despedirse porque eso, era todo lo que necesitaba para irse de ese mundo. Solo por eso luchó de manera agonizante por casi un año para poder ver una última vez al chico que todas las mañanas lo esperaba con una sonrisa en su rostro para tomar su maletín y acompañarlo al instituto. Esa noche, cuando sus ojos se cerraron por última vez, lo hicieron con la sonrisa del hombre que amó.
Esa fue la última noche que Jungkook pintó, la última que se sentó a esperar por una oportunidad de verlo, en el fondo, los dos sabían que esa era su despedida. Al menos habían logrado eso, decirse adiós, decirse te amo.
Al día siguiente, varias familias y personas del pueblo se aglomeraron para rendir tributo en el entierro del hijo menor de la familia Kim. Donde incluso Seokjin, ese hombre que ya no sonreía, su esposa e hijo estuvieron presentes. Una vez más, el mayor sufría no haber estado con su hermano en su último momento, iba diariamente y cada día, cuando besaba su frente para decirle adiós, creía que sería el último en que lo vería respirar pero, siempre volvía a ver al siguiente, este, no tuvo esa suerte.
En la iglesia de la Colina, se le enterraba con honores tras morir como un héroe por sus hazañas de guerra, por salir herido en esa batalla cuando su muerte, había comenzado aquella noche en la que regresó a su casa y su padre casi lo mató. Ahí, cuando le prohibieron e hicieron todo para que no viera a la única persona capaz de lograr dibujar en su rostro una sonrisa, él comenzó a marchitarse internamente.
—Hijo, no puedo permitir que vayas. No serás bien recibido, podrían incluso matarte. — Hablaba su madre sosteniendo su barriga. Sus padres, estaban esperando un nuevo hijo pero, no deseaban perder a ese que tenían ya junto a ellos, a ese hombre que no entendían pero que a pesar de todo, era su hijo, el mejor de todos. — Si te hacen algo, yo... Nosotros...
Vistiendo el único traje negro de su padre, Jungkook asintió acercándose para besar la sobresaliente barriga de su madre y las manos de esta bajo la atenta mirada de su padre que no podía detenerlo pero tampoco dejarlo ir, por lo que se mantenía neutro de forma presente.
— Ninguna de esas personas merecen estar ahí más que yo. Yo debo despedirlo, debo darle mi último adiós, mi hasta pronto. — Con esas últimas palabras, su madre estalló en llanto siendo consolada por su esposo e hijo. — Volveré.
Esas calles por las que caminaron y corrieron, ahora estaban desoladas, sin color, tristes. Si bien muchas cosas eran parecidas, para él todo era diferente, ya no estaba el arcoíris que cambiaba su gris color. Mientras caminaba hacia la iglesia en donde se llevaría a cabo el oficio, le lloró y sonrió una vez más como si estuviera a su lado sosteniendo uno de sus tirante o simplemente, caminando en silencio a su lado con sus mejillas sonrojadas.
El cura interrumpió su homilía cuando lo vio aparecer, todos los que asistieron se voltearon a verlo con asombro mientras que él, sin pedir permiso o mirar a alguien más, se dirigía al ataúd que guardaba el cuerpo de su amado. Sin embargo, fue interrumpido, detenido cuando estaba a escasos centímetros de llegar cuando el señor Kim tiró de sus solapas y lo arrastró al exterior custodiado por algunos oficiales que se mantenían cuidando el lugar.
Esta vez, no luchó en un comienzo con violencia, simplemente se resistía con lágrimas en sus ojos intentando retomar su camino pero fuer cercado y lanzado al exterior como si de la mayor de las escorias se tratara.
Jimin Park y Min Yoongi, dos hombres ya casados que jamás se volvieron a dirigir la palabra, intercambiaron mirada por primera vez en años como si se pusieran de acuerdo. Debían hacer algo y por eso hicieron el ademán de levantarse pero ambos fueron frenados no solamente por sus familiares, sino también por otros oficiales armados dentro de la casa del señor.
— S-Solo necesito despedirme, él ya no me verá yo solo... Necesito verlo, por favor, una última vez. — Suplicaba Jungkook arrastrándose por el sucio pavimento hacia la pierna del señor Kim, esa que lo pateó y lo hizo caer de espaldas.
Mirando al cielo sus lágrimas continuaron cayendo, así como una suave llovizna triste que llegaba a atestiguar ese instante. Cubriendo sus ojos con su antebrazo, Jungkook lloraba desconsolado pidiendo una oportunidad para decirle adiós por última vez.
— ¡Por favor! — Su cuerpo era pateado pero lo único que él pedía, era poder despedir a Taehyung. Si ese era su castigo, lo aceptaba gustoso, él solamente necesitaba pronunciar un "hasta pronto."
Park, Min e incluso Seokjin contemplaron todo desde sus bancos, llenos de rabia, dolor e incluso culpa pero nadie volvió atreverse a mover un solo dedo. Nadie hizo nada mientras el traje negro se desgarraba y en la calle, lágrimas, sangre y desesperación se fundían sobre el frío pavimento.
Si no podía entrar, él permanecería lo más cerca que pudiera, fue por eso que golpeado, permaneció en su sitio hasta que todos comenzaron a salir y los guardias lo arrastraron. Como pudo, se levantó, viendo a sus padres acercarse corriendo porque presentían que eso no terminaría bien.
— ¡En esta vida o en la otra! — Gritó viendo como el ataúd era rodeado de personas, esperando que su grito llegase a quien yacía ahí sin vida.
En su interior, se juró marchar y jamás regresar a esa ciudad que los destruyó a pesar de haber vivido ahí sus momentos más felices. No podría estar ahí sin llorar o maldecir a cada segundo. Estaba demasiado llena de recuerdos que no dejarían de acecharle o de personas que siempre lo mirarían a él y a su familia con desprecio. Con su amado tal muerto, ese ya no era su lugar, ni ese ni ninguno en realidad porque toda su vida carecía de sentido.
— Nace bien, fuerte y saludable... — Musitó Jungkook en la barriga de su madre antes de sostenerse sobre sus propios pies y abrazarla. — Manténganse saludables y traten de vivir feliz.
De la iglesia, Jungkook se fue nuevamente a la guerra porque lo único que guiaba su vida ahora, era la muerte, el anhelo de volver a encontrarse con su amado así fuera en el cielo o al lugar a donde enviaran sus pecadoras almas.
Tiempo después, en esas trincheras donde volvió a luchar durante meses, ocurrió lo inevitable... Eso por lo que tanto pidió en silencio. Jungkook fue abaleado pero no por un arma enemiga, sino por la suya propia. Se había cansado de esperar por aquello que parecía dilatarse sin suceder, extendiendo solo su agonía y miserable tristeza. Su alma ya estaba rota, su futuro era un vació incierto que solo se prolongaba impidiéndole como todo, la oportunidad de un reencuentro.
Su cuerpo cayó casi sin vida en aquel terreno donde ya tanta sangre se había derramado. Ahí, donde sentía como la vela de su tiempo se iba apagando, donde sentía la tibia sangre de su cuerpo abandonarlo ya inmune al dolor, miró al turbio cielo opacado por el humo de las bombas y la guerra sonriendo con felicidad.
— Ahí voy, mi amado Taehyung.
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Jeon JungKook fue enterrado en un cementerio militar a las afueras de Oradea, hoy provincia rumana de Crisana, con una sencilla cruz blanca de madera que le ponían a todos los caídos sin un nombre, claro estaba.
Un año y medio después, cuando la Primera Guerra Mundial llegó a su fin con todos los muertos, restos, desgracias y penumbras que dejó atrás. Entre esos millones de muerto, estuvieron Kim Taehyung y Jeon JungKook, descansando a más de trescientos kilómetros de distancia el uno del otro. Demasiada distancia entre dos hombres que lo único que deseaban, era estar juntos.
Por eso, aún cargando con la culpa por la despiadada muerte de sus amigos, sin poderse perdonar por el dolor desencadenado con su indiscreción, esa que lo cazó toda la vida, Min Yoongi hizo uso de su nueva posición y poder para redimirse de alguna manera aunque esto, tardó toda una década en suceder.
En 1928, se celebró el décimo aniversario del armisticio y de la fundación del estado rumano con la anexión, entre otros territorios, de Transilvania, incluyendo la ciudad de Sighisoara.Por este motivo, muchas ciudades decidieron construir memoriales para conmemorar la fecha y honrar a los soldados que perecieron en la contienda, siendo el ayuntamiento de Sighisoara donde Yoongi ejercía como alto funcionario, uno de estos.
Ese fue uno de los primeros trabajos del Min Yoongi en el ayuntamiento. No era una tarea fácil pero en la vida nada lo era y fue testigo de ello por eso, no podría jamás, darse por vencido en su misión de unir a sus amigos aunque fuera después de muertos.
Su primera misión fue conseguir el permiso de las familias de los fallecidos para trasladar los cuerpos al nuevo emplazamiento. No le costó mucho obtener el permiso de exhumación del padre de Jungkook, el único que seguía vivo de su familia a parte d eso hermana menor, esa que jamás conoció.
Creyó que sería difícil lidiar con el señor Kim y por esto, endulzó sus palabras, haciendo que el oficial aceptara su propuesta. Para él, resultaba un gran honor que su hijo descansara en un monumento nacional para soldados caídos. Yoongi lo supuso y por ello se valió de esto aunque no fue del todo una mentira. Taehyung sí estaría en ese monumento pero, no solo con los otros soldados caídos, sino también con el hombre que amó.
Yoongi movió cielo mar y tierra para localizar el cuerpo de Jungkook pero lo consiguió.
El 1 de diciembre, Día Nacional de Rumanía fue el día en que se inauguró el memorial con una ceremonia civil a la que más de media ciudad asistió para honrar a esos caídos en batalla con el oficial Kim liderando la ocasión.
No fue inesperado que el padre del difunto Kim Taehyung entrara en cólera al ver después de todo sus sacrificios, a su hijo enterrado junto a ese... Ese otro sujeto.
— ¡Malnacido! ¡Siempre fuiste su cómplice! — Exclamó caminando hacia Yoongi para golpearlo pero el menor no hizo movimiento alguno. — ¿Cómo has sido capaz de esta atrocidad? ¿Cómo te atreves a mancillar el honor de mi familia de este modo?
El señor Kim estaba fuera de sí, todos los presentes lo miraban sorprendidos, algunos curiosos y otros incrédulos.
— ¡Desentiérrenlos!— Ordenó en un grito pero nadie parecía moverse.
Caminó hacia donde estaba la pala de honor junto a uno de los árboles del cementerio y la tomó para dirigirse hacia la tumba des hijo pero cuando intentó hacer un movimiento, el puño de Min colisionó contra su rostro derribándolo aún cuando sabía que era incorrecto hacerlo. Casi igual que el señor había hecho con Jungkook diez años atrás.
— Hace quince años cometí un error imperdonable. — Espetó sosteniendo su uniforme con Kim aún en el suelo. — Como un idiota, hablé sin saber que me estaría llenando las manos de sangre porque mis palabras, le quitaron la vida a mis dos mejores amigos. Yo los maté mucho antes de que lo hiciera la guerra. Yo lo hice y usted, fue tan cómplice de ello como medio pueblo que ahora se hace el desentendido. ¡Todos lo fueron! ¡Todos lo fuimos!
Sus palabras resonaron como implacables bofetadas que hicieron a los presentes bajar la cabeza avergonzados. Todos vieron la injusticia cometida, todos estuvieron en ese cementerio y ni siquiera ahí, alguien hizo algo.
— Ha llegado el momento de permitirles descansar de una vez en paz, juntos, como tendrían que haber vivido y como héroes de algo mucho más valioso que una guerra. Porque es difícil enfrentarse a los enemigos pero mucho más a nuestros miedos, la sociedad, nuestra familia, nuestros seres queridos e incluso nosotros mismos como lo hicieron ellos.
Yoongi liberó de su agarre al señor Kim y este, junto con su familia, marchó del cementerio sin mirara atrás. Seokjin, permaneció en su sitio acariciando la tumba varios minutos más, colocando una flor para cada uno, para su hermano y el hombre que le trajo la felicidad. De rodillas les pidió perdón por no hacer más y en silencio, caminó hasta Yoongi para darle un abrazo en agradecimiento sin usar palabras. Para él, ese hombre que sin querer les trajo desgracia, ese que los separó, los volvía a unir.
En la mansión Kim, quedó prohibido hablar de Taehyung, todas sus pertenencias, esas que aún quedaban, fueron metidas en una maleta junto a las fotos que Seokjin aún guardaba, esas que Namjoon le entregó antes de morir. Las guardó con lágrimas en los ojos porque incluso el Príncipe de Baviera hizo más por mantenerlos unidos pese a la distancia de lo que él logró hacerlo. Porque ese hombre que amaba aún en secreto, tuvo la valentía que a él le faltó.
Guardó el maletín con todas las cosas de Taehyung y él tampoco volvió a mencionar el nombre de su hermano. No por las mismas razones de su padre intentando sepultar su recuerdo ante el mundo, sino, porque no se sentía digno de pronunciarlo, no tenía el derecho de hacerlo cuando no hizo en vida todo lo que debería. Tal vez, si lo hubiese ayudado más, su final habría sido diferente y jamás se perdonó por ello.
Antes de volver a marcharse de la ciudad, arregló un almuerzo en el jardín de la mansión Park que ya no era tan hermosa ni con tantos empleados como en su momento pero que seguía atesorando momentos inolvidables. Prácticamente no hablaron mucho, solo comieron y se despidieron en silencio. Él fue el primero el marchar tras despedirse, Yoongi, permaneció unos minutos más sin saber cómo actuar frente a Park hasta que finalmente creyó conveniente que debía marchar.
— Espero que sea cierto lo que ambos solían decir.— Musitó Jimin extendiendo su mano.
— ¿A qué te refieres? — Preguntó algo desconcertado el pelinegro.
— Que si no fue en esta vida, se encontrarían en otra. — El mayor asintió estrechando su mano mirándolo fijamente. — Espero que para nosotros sea igual, lo que no puedo ser en esta vida, que sea en la siguiente.
Como si aquel fuera el último recuerdo e imagen que necesitaban ver, las cuatro manos que tocaban esa última pintura de Jeon Jungkook en casa de Min Yoongi y su pareja esa tarde del 2019, se separaron precipitadamente.
Todos se miraban, todos lloraban porque de alguna extraña forma, todos pudieron conectarse con los recuerdos de esas personas que no pudieron tener un final feliz en su historia de amor. Eran tan claros y reales como si aquellos que vivieron un siglo atrás se hubiesen ido a dormir, despertando esa mañana vivos y con todas esas dolorosas memorias intactas.
Era demasiado confuso, sentían sus vidas entrelazadas, mezcladas... El pasado estaba en el presente, este último se mostraba distorsionada como si solo fuese un hermoso sueño entre tantas pesadillas.
Jungkook miró a Yoongi como si en él todavía estuviera la rabia de su difunto antepasado y este agachó su cabeza cargando con una culpa que no era suya pero sentía como tal. Taehyung observó a Jimin, luego al pelinegro y por último al castaño que estaba a su lado.
¿Cómo era posible que pudieran recordar todo lo pasado más de cien años atrás cuando quienes vivieron en esa época ya habían muerto y permanecían enterrados juntos? ¿Cómo es que sus pechos dolían tanto? Y... ¿Cómo era posible que tuviera tantas ganas de abrazar y besar a ese hombre que por un lado seguía siendo un desconocido que llegó a su hotel buscando información sobre sus bisabuelos pero por otro, sentía amarlo sin precedentes tal cual lo hizo el hombre por el que fue nombrado.
El castaño estiró sus manos al verlo hiperventilar en su sitio pero como si su tacto quemara, se alejó de él, marchándose sin despedirse. Ninguno lo culpaba, todos lo entendían, es decir, todos tenían deseos de hacer lo mismo en esos momentos. Jungkook se disculpó rápidamente, echando a correr tras ese rubio que conoció no solo un día atrás.
¿Realmente habían reencarnado?
En una vida u otra...
Ambos corrían por esas calles que tan familiares y diferentes se le hacían, Taehyung sentía ahogarse, Jungkook morirse. Ya no estaba perdido, reconocía cada recoveco, cada rincón. Corría cayéndole atrás a Taehyung y sentía todo a su alrededor volverse intermitente. Su visión se tornaba gris y luego recuperaba los colores pero una esperanza instalada en él, le hizo correr a mayor velocidad secando sus ojos.
Divisó la silueta de Taehyung, no era ese delgado chico de su memoria, no era ese Kim Taehyung pero a la vez lo era. Estaba muy confundido pero lo único que quería, era alcanzarlo, no podía volver a irse sin él, no en esa vida. Ni en esa ni en ninguna otra, merecían reencontrarse cada vez, tenían una deuda con ellos que su amor debería saldar.
¿Amor?
¿Amaba a ese desconocido tan conocido?
Frente a él apareció la imagen más desgarradora, ese estrecho camino y esa ventana donde tantas veces su antepasado se sentó a pintar y contemplarlo en espera de una oportunidad. Taehyung estaba a punto de entrar al hotel y todo lo que sentía, era miedo, pánico de que si lo dejaba entrar, jamás lo volvería a ver. Por eso aceleró más su paso sin saber que podía y, cuando la mano del rubio se posó en el portón, tiró de él con fuerza hasta abrazarlo.
— Aquí estoy... Ya llegué, tarde, lo sé pero, he llegado amado mío. — Musitó como si alguien más tuviese control de su hablar y Taehyung lo separó de golpe.
— N-No me digas amado, no digas que me amas. Ellos se amaron nosotros, nosotros solamente nos besamos, nos conocimos ayer, no sabemos prácticamente nada de la vida del otro. No... Este dolor que tengo aquí, no me pertenece, no es mío es del hermano menor de mi bisabuelo, yo...
Jungkook volvió a abrazarlo con fuerza y él se aferró a su cuerpo como si no hubiese mañana, como si su vida dependiese de ello. Lloraron juntos, era extraño pero sentía que lloraban cuatro personas y a la vez solo dos, lloraban los ellos del pasado pero también los del presente. Ese era ese otro reencuentro, esa otra vida y muy en el fondo, lo sabían.
Sin embargo, se consolaron en silencio pero no hablaron demasiado, Taehyung se encargó de que tuviera su comida y todo preparado pero se encerró en su habitación para no salir, aún cuando el castaño tocó su puerta la mañana siguiente para despedirse. Ambos estuvieron abrumados, ninguno pudo dormir, ninguno pudo decir adiós.
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— ¡Felicitaciones por tu nueva exposición! — Exclamó alguien a espaldas de Jungkook, esa era una voz que él reconocía, la voz de Namjoon.
Se volteó emocionado de poder ver a su amigo después de tanto tiempo, este había viajado a Rumania por su exposición, para estar con él y apoyarlo, para verlo y eso se lo agradecía. Sin embargo, cuando sus ojos finalmente se posaron en él, este venía de manos de un chico que no conocía pero lucía exactamente al hombre de los retratos que vio, ese con el que interactuó en sus sueños, Kim Seokjin.
El príncipe de Baviera y Kim Seokjin.
Ese rubio que sonreía ampliamente de mano de su mejor amigo, para él era el hombre que vio en aquel museo, el hermano mayor de Kim Taehyung. Le era muy difícil separar el presente del pasado, sentía que vivía ambas vidas aunque esa exposición, era una manera de plasmar todo aquello que experimentó a través de las imágenes y los recuerdos. Algo que lo ayudaba a tratar de sanar cuando a veces despertaba en las noches llorando por dos Taehyung diferentes, preguntándose qué sería de la vida del chico que jamás quiso volver a verlo.
Porque sí, regresó a Sighisoara más de una vez pero, no tuvo suerte en encontrarse con él. Cada vez que iba se sentía como si se estuviera volviendo loco y aquello solo hubiera sido un sueño pero, ahí estaba el hotel, el cementerio y esa tumba con sus nombres que tenían siempre flores frescas y ya no estaba tan olvidada como antes.
Namjoon frunció el ceño al verlo perderse en sus pensamientos y el castaño reaccionó, abrazándolo y también abrazando al rubio que lo miraba confundido. Según le que le explicaron en ese momento era de que, seis meses atrás, justo el día en que él descubrió toda aquella historia y recuperó esas memorias, ellos habían tenido un sueño muy extraño con él y otro chico que no conocían pero que por las descripciones, dedujo rápidamente que se trataba de Taehyung.
¿Cómo es que estaban entrelazadas sus vidas? No lo sabía a ciencia cierta y la verdad, es que había dejado de intentar buscarle la lógica a eso. Pero si una cosa tenía claro era que, en esa vida, todos llegaron para reencontrarse y darle un final diferente a lo ocurrido un siglo atrás. Eso que nuevamente se empeñaba en juntarlos.
La hermana de Jungkook también apareció en la exposición. Cuando Jungkook la vio, la abrazó con el deseo que los meses sin verla personalmente le brindaba pero también, rememoraba en su cabeza ese momento en el que besó la barriga de la señora que en el pasado fue su madre. No pudo conocer a su hermana, no supo cómo lucía pero estaba seguro, que era igual de hermosa a Jeon Soyeon, su hermanita.
Esta no entendía muy bien esa muestra de afecto tan profunda pero se sintió feliz e incluso lloró abrazándolo.
— Bueno, ya basta. — Se quejó sonriendo, separándose de su hermano. — Te presento a tu cuñado oficialmente, ha venido conmigo desde Seúl así que más te vale que lo trates bien. Jungkookie, te presento a Jung Hoseok, amor, te presento a mi hermano, Jeon Jungkook.
Jungkook tuvo que agitar su cabeza para alejar la imagen del oficial Park Hoseok de su cabeza, pudiendo entonces saludar a su cuñado como era debido.
Entendía muy bien la confusión de Kim Taehyung, a él aún le costaba descifrar si eso que sentía era única y exclusivamente por todos los recuerdos o si verdaderamente había llegado a sentir algo por ese rubio que conoció meses atrás. Sin embargo, lo único que quería realmente, era verlo.
Ese era el motivo por el cual el dibujo principal de su exposición, ese que abarcaba toda una pared, era un retrato de Kim Taehyung. No uno triste, sino aquel rostro que él deseaba ver, alegre, sonriendo, irradiando brillo a cada segundo, como merecía ser siempre recordado, como siempre debería lucir. No más tristezas para su vida.
— Tardaste más de un siglo. — Musitó una voz a su espalda que lo hizo girar rápidamente sobre sus eje, encontrándose con un rubio de cuadrada sonrisa y traje sosteniendo la guía de su exposición. — Pero ha valido la pena. — Se contemplaba en silencio, contemplaba también a lo que sentía casi como otra personalidad que ahora vivía en él. — Creo que este es el retrato que debió existir y llegó en el momento exacto. Este es el que se debe recordar, así quiero que recuerden a ambos Kim Taehyung.
Se acercó con seguridad a Jungkook y lo abrazó, lo hizo perdiendo el rostro en su cuello, bajo la atenta miradas de aquellos que contemplaban la obra pero también a él atando puntos que tal vez nunca entenderían en lo absoluto. Porque esa exposición, esa obra, unían a dos tiempos y más de dos personas.
— Gracias por venir siempre a mi encuentro, yo soy quien ahora ha venido al tuyo. — Musitó separándose. Sus ojos estudiaron el rostro contrario, sonriendo, viendo como este lo imitaba y sonreía del mismo modo. Llevó las manos a sus mejillas, sintió las ajenas posarse en su cuello y la distancia mermar hasta que en sus labios depositaron un suave beso. — Creo que puedo decirlo... Te amo, Jeon Jungkook. En esta y todas las vidas pero, ¿qué te parece si vamos a paso lento conociéndonos nuevamente?
— ¡Me parece una genial idea! — Ambos miraron a quienes lo acompañaban, tomados de las manos y sonrientes.
Taehyung no pudo evitar llorar cuando vio a Seokjin y Namjoon, menos cuando Jimin y Yoongi llegaron a la exposición, de hecho, ninguno pudo contener las lágrimas, ni siquiera Soyeon y Hoseok que fueron como extras en la anterior historia. Todos se abrazaron en complicidad, brindando incluso para celebrar el éxito de la exposición.
En medio de copas, luces y cuadros, Jungkook entrelazó sus dedos con los de Taehyung y tiró de él con suavidad para llevarlo a la solitaria terraza desde donde se podía ver todo Bucarest y el estrellado cielo. Sus miradas se encontraron y les resultó imposible a sus comisuras no elevarse mientras el castaño lo atraía para dejarlo muy pegado a él.
— Te amo, Kim Taehyung.
¡Hemos llegado a la última parte del capítulo final! Con esto, le ponemos fin a esta historia especial.
Como especifiqué al comienzo, no es una historia que vino enteramente de mi imaginación sino que fue basada en hechos reales, algo que descubrí a través de un hilo.
He leído en los comentarios que ya existe otra chica que hizo una versión de la historia original creo que también con el Taekook y casi me arrepentí de publicarla.😂 Sin embargo, de alguna forma esa historia me tocó mucho y quise hacerla a mi manera, dándoles una nueva oportunidad, un hasta pronto y un final más animado porque creo que se lo merecían al menos de forma ficticia. Nunca se sabe.
Espero que les haya gustado esta cortita historia y, si deciden leer alguna otra pues que igual les guste.
Me ha tocado subirlo dos veces porque por alguna razón Wattpad no quiso publicarlo bien la vez anterior. 🤦🏾♀️ Ahora sí espero que todos puedan leerla.
Una vez más, perdón por la demora.
https://youtu.be/kxJmocogA3Y
++++ FIN +++
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