Capítulo 5
— ¿Has venido solo? — Preguntó Jungkook al ver como Taehyung llegaba agitado a su punto de encuentro, saliendo de su escondite y riendo cuando lo vio sobresaltarse.
— ¡Tonto! No me asustes así, pensé que no había nadie. — Acomodándose su holgado gorro, Jungkook se acercó para depositar un casto y fugaz beso en su mejilla, alejándose acto y seguido para abrazar el tronco del árbol. — S-Seokjin no pudo venir porque tiene lecciones de piano. — Respondió rozando levemente con la yema de sus dedos el lugar besado, permitiendo que la calidez se extendiera por todo su cuerpo.
Sin avisar, el castaño tomó sus manos, cambiando su semblante a uno un poco más serio al notar que estaban rojas y desnudas. Al reparar en el motivo de su preocupación, Taehyung intentó retirar sus manos pero no pudo hacerlo puesto que el contrario las mantuvo entre las suyas firmemente en su lugar, acercando su boca para permitir que su aliento las calentara momentáneamente.
— Salí corriendo antes de que mi madre me mandase a hacer algo y por eso olvidé los guantes, le dije que me vería con Yoongi así que debemos apresurarnos para buscarlo. — Mencionó retirando suavemente sus manos cuando el contrario se entretuvo mirándolo. — ¿Qué miras?
— La gran obra de arte que eres. Algún día pintaré un gran retrato con tu rostro como protagonista.
— Me gustaría admirar cualquier pintura que hagas, no sé por qué has dejado de pintar. Solo lo haces en clases cuando es obligatorio. — Espetó con tranquilidad, metiendo la mano en su abrigo para acomodar los tirantes.
Jungkook no respondió a ello, no podía decirle que se había quedado sin materiales y que todo el dinero que lograba reunir trabajando aquí y allá, debía entregarlo en su casa por las pocas ventas que tenían en el restaurante. Algún día reuniría suficiente dinero para no escatimar a la hora de comprar materiales de pintura, y así, cada día sin falta, pintar algo para él.
— Toma, mi piel es más gruesa que la tuya, así que soporto mejor el frío. — Se quitó sus guantes, entregándoselos al rubio pero al este rehusarse, se vio obligado a tirar de su mano para colocárselos.
— ¿Qué hay de ti?
— Yo estoy bien, vamos. — Las bajas temperaturas no podían contra las tersas y tibias mejillas sonrojadas de Taehyung, quien, elevando la vista para constatar la hora en la gran Torre de Reloj que se alzaba a su espalda, echó a correr para aprovechar el tiempo.
Fue seguido por Jungkook, este incluso lo rebasó pero nunca corría lo suficientemente rápido como para dejarlo del todo atrás y el rubio lo sabía. Esquivando los puestos de los vendedores ambulantes, los escasos coches que transitaban y todos los transeúntes que se cruzaban en su camino, llegaron a la mansión Min en cinco minutos.
Esperaron algunos segundos antes de escuchar un chiflido proveniente de la parte trasera de un camión. Divisaron al pelinegro que agitaba su manos para que fueran a su encuentro y corrieron hasta llegar, subiéndose a escondidas junto a Yoongi, riéndose de sus aniñadas acciones una vez que el vehículo echó a andar.
Ya algo distantes de sus casas, decidieron que era momento de descender aún cuando el camión se encontraba en movimiento, pues tenían que aprovechar la lenta velocidad que llevaba entre calles antes de que pudiera desplazarse libremente. Yoongi fue el primero en saltar aprovechando la hierba del camino por el que transitaban. Jungkook lo siguió y por último el rubio los alcanzó aunque en el trayecto una de sus rodillas se raspó bastante.
Como potros salvajes que abrazaban por primera vez su libertad, tres amigos corrían a orillas del río por la zona de menos civilización en Sighisoara. La nieve comenzaba a derretirse pero el frio seguía azotando sin dar tregua. De su boca salía ese humillo que atestiguaba lo frío que estaba el día.
— ¿Qué traes en la bolsa? — Indagó Taehyung notando que el pelinegro llevaba una consigo.
— Papel, cordel y... — Sacó todo el contenido para mostrárselos. — Palillos de madera.
— ¿Qué tienes pensado hacer ahora? — Preguntó Jungkook buscando un poco de agua del río que comenzaba a descongelarse para limpiar la herida en la rodilla del rubio, quien algo nervioso por la mirada de Yoongi intentó correrse. — Quédate quieto.
— No es un niño, puede hacerlo solo. — Musitó el pelinegro con una sonrisa ya que siempre le causó cierta gracia la forma en la que ellos interactuaban. — Vamos hacer tres cometas que vuelen tan alto como no lo podemos hacer nosotros.
Para Taehyung la amistad con sus dos mejores amigos fue algo que siempre atesoró, los quería a ambos aunque por alguna razón, ambas eran muy diferentes. A primera vista eran iguales, hacían juntos casi las mismas cosas pero había una gran diferencia entre cómo interactuaba con Yoongi y cómo lo hacía con el castaño.
Con el mayor de los tres, él jamás se sentía cohibido o nervioso. Ellos no entrelazaban sus manos y el roce físico era bastante limitado. Ninguno buscaba ir más allá porque no había necesidad, no se pasaba día y noche pensando en él y aunque anhelaba el momento de poder verlo, no era porque lo extrañase como tal, sino porque sus encuentros eran sinónimos de Jungkook con ellos.
No lo mal entiendan, extrañaba también a Yoongi pero la ansiedad constante de estar junto al castaño iba más allá. A él hasta en sus sueños lo encontraba, cada cosa que hacía o momento que vivía deseaba compartirlo con quien también estaba al pendiente suyo a cada instante. Todavía podía recordar la primera vez que llegó al instituto acompañado por su madre, Yoongi y el padre de este último, que fue quien movió los hilos para ayudarlo a entrar.
Por aquel entonces, celaba y temía que su único amigo fuera arrebatado. No le agradaba su espíritu liberal, tan rebelde como el pelinegro e incluso más porque su familia le daba libertades que la de ellos ni en sueño llegarían siquiera a pensar otorgarles y eso era algo que envidiaba en silencio. Sin embargo, en algún punto su acercamiento comenzó a darse con naturalidad y aunque en pequeñas muestras o cantidades, comenzó a probar una libertad hasta entonces nunca antes experimentada.
— Atiende lo que haces sino tu cometa no se elevará. — Le llamó la atención Yoongi al ver el tamaño de los agujeros que había hecho para pasar el cordel. — Dame acá.
— Estamos algo grande ya para estar jugando con cometas. — Protestó Taehyung inclinándose para recuperar su intento de cometa sin éxito.
— Siguiendo río abajo hay una nueva casa de entretenimiento para hombres. Yoongi me llevó hace unos días y... — El mayor le lanzó una pequeña piedra para que se callara al notar como el rubio se molestaba, negando frente a la boca tan floja que Jungkook tenía.
— ¿Fueron a un burdel?
— Solo miramos por los alrededores, él quería ver si habían mujeres desnudas por allí que se pudieran observar libremente. — Contestó risueño desenrollando un poco la cuerda. — No te dejaron salir ese día, por eso no fuiste con nosotros.
— ¿Tú también deseabas ver mujeres desnudas? — Volvió a preguntar el rubio, con la constante imagen de Jungkook viendo a esas mujeres de la mala vida, deseando verlas y estar con ellas. Era sencillamente tan desagradable.
— Claro, nunca he visto a una antes, ¿no tienes curiosidad? — Indagó Jungkook, quedándose algo confundido cuando el contrario simplemente se levantó sacudiendo su abrigo y echó andar. — Oye, ¿a dónde vas? — Se apresuró a correr y preguntar, intentando detenerlo pero Taehyung simplemente se soltó molesto.
— Me voy a casa, debo llegar antes de que empiece a oscurecer y estamos demasiado lejos.
— Todavía falta mucho para que oscurezca. — Habló el pelinegro tratando de recoger todas las cosas para alcanzarlo. — Vamos, Tae, no siempre podemos venir hasta aquí, aprovechemos el día.
— No, ya me quiero ir.
Jungkook observó a su amigo para que lo ayudara a convencerlo pero el mayor solamente se encogió de hombros mientras que el rubio chasqueaba su lengua y volvía alejarse a pasos apresurados. De soslayo, Taehyung observaba como Jungkook se aproximaba y antes de que pudiese alcanzarlo, echó a correr pero como era de esperarse, el castaño lo alcanzó.
— Ya detente, no hagas esto. Dime por qué estás molesto.— Esa era una buena pregunta para la que ni siquiera él tenía respuesta. No sabía a ciencia cierta por qué la idea de Jungkook viendo a otras mujeres lo molestaba tanto. No tenía razón pero aún así no podía evitarlo. — ¿Es porque no te llevamos o dijimos algo antes? Prometo que cuando volvamos a ir, te llevaremos.
— ¿Piensan volver a ir?
— Quedamos en escaparnos de las prácticas de música el lunes. Si quieres puedes venir con nosotros, es solo para ver, por curiosidad.
Aunque no tenía motivos para enojarse, Taehyung simplemente se enfurecía más. No quería estar molesto con Jungkook, quería disfrutar los momentos que tenían libres pero esa tarde estaba demasiado molesto como para ignorarlo todo y quedarse con ellos.
— ¿Vienes? — Habló Yoongi ya con todo recogido conociendo su respuesta.
— No, me voy a casa. Quiero irme a mi casa ya, lo siento.
— Bueno, ya qué. Vámonos. — Contestó Yoongi pasando por su lado con la bolsa de tela sobre su hombro. — Ya lo haremos otro día.
— Puedo irme solo.
— De poder puedes pero supuestamente estamos juntos, así que si regresamos separados y somos visto, los dos estaremos en problema, cosa que yo no quiero. Camina, el recorrido será largo.
El regreso fue en silencio, intentaban sacarle tema de conversación o molestar a Taehyung pero él estaba demasiado ofuscado con sus pensamientos y sentimientos como para poder reírse de cualquiera de sus burradas. Tras varios intentos, Jungkook únicamente se dedicó a observarlo caminar, calentando cada tanto sus manos con su aliento para volverlas a guardar en sus bolsillos.
Mientras andaban, para el castaño le era posible notar algunas cosas que de niño no le dio importancia pero ahora notaba y comprendía. Casi veinticinco años después de la consolidación de ese país y un extraño período de calma bajo la dominación austrohúngara que acarreaba serios problemas políticos y étnicos por el predominio de los húngaros en la economía de tipo terrateniente y la consecuente discriminación de los rumanos en la región y, por ende, a aquellos que nada pintaban allí, él podía ver a través de todo como si admirarse la más cristalina de las aguas.
Personas sin bandos o etnias definidas como lo era su familia que, en un principio solo fue aceptada por la gran fortuna amasada y traída por su padre desde Corea donde, por un tratado, se le permitió unirse en matrimonio a su rumana madre. Patrimonio que fue perdiendo por el cierre de posibilidades y malos acuerdos en un país del cual no dominaba las lenguas allí habladas, terminó firmando documentos que lentamente lo llevaron a la quiebra.
Comparado con otras personas completamente en la pobreza que debían compartir un pan para cuatro personas o más, hombres y mujeres sin techo que morían en las frías calles sin un abrigo, plato de comida o techo, él no estaba nada mal.
Sin embargo, si observaba a un lado de la calle por la que andaban las diferencias de etnias y clases eran tan notables que daban miedo. La burguesía y aristocracia seguían teniendo una proximidad de intereses tan evidenciada principalmente para personas como él que ni siquiera podía darle un regalo apropiado a un chico que lo tenía todo.
En un sendero se veía el burguesismo en su máxima expresión. Aquellas personas con cualidades y costumbres propias de los burgueses, substanciados en el terreno de la moral, ética, estética, el gusto, el arte, la música, literatura y moda. Hombres en sus tuxedos, con altos sombreros elegantes como las señoras que iban a sus lados llevando exuberantes vestidos de las más finas telas, coquetos sombreros y maquillaje formal. Estaban los niños que reían felices con sus ropas de seda sin preocuparse por el alimento cuando tuvieran hambre.
En el otro, estaban esos niños sin expresiones en sus rostros que quizás no recordaban la última vez que se llevaron un bocado a la boca. Mujeres que se cubrían con lo que podían para mitigar el frío, ayudando a sus maridos a trabajar a pesar de que esto aún fuese mal visto pero sin remedio o posibilidad de optar por algo diferente.
Padres que dejaban de llevarse un bocado a la boca para dárselo a sus hijos o quienes por necesidad terminaban cometiendo delitos, robando, matando para luego ser señalados. Porque claro estaba, el pobre siempre tenía la culpa de todo cuando eran los hombres sedientos de dinero y poder que mientras más tenían más querían pisoteando a todos a su paso, lucrando con sus muertes y su situación.
Entonces, en medio de esas dos bandas, estaba él, no pertenecía a ningún lado y eso le hacía más difícil su pensar. No obstante, no era esa ignominiosa diferencia de clase lo único que le impedía agarrar esa mano que se oscilaba mientras su dueño caminaba aún molesto con él.
Era la cerrada sociedad con todos sus integrantes que no verían con buenos ojos sus sentimientos. Porque no era respetable, digno o correcto que un hombre, tuviera sentimientos innobles hacia otro. Porque así era considerado su amor no profesado y verbalizado, algo impuro y enfermizo, un pecado. Eran sus familias y sobre todo Taehyung, aquello que le impedían desanudar aquello enredado en su pecho.
Le dolió sobremanera despedirlo y verlo marchar sin recibir una sonrisa de su parte. Lo vio llegar a la mansión Min y ser llevado a su casa. Él quizás no debía estar haciendo lo que hacía en esos momentos pero, le era imposible no perseguirlos, queriéndolo ver un poco más, solo unos minutos más.
El rubio por su parte, lo conocía tan bien, que contuvo su sonrisa aliviada cuando se volteó a buscarlo disimuladamente y confirmó que efectivamente estaba siendo seguido. Se disculpó cortésmente de los mayores una vez en su casa y se dispensó, yendo hacia su habitación para poder correr a su ventana y ver a una distancia prudente a Jungkook sonriendo en su dirección.
Era un idiota, estaba molesto con él pero aún así no pudo evitar sonreír y eso, fue suficiente para que el castaño sintiera que podía respirar una vez más. Con solo esa sonrisa, podía decir que sin importar lo que ocurriese, tendría una buena noche. Miró cuidadosamente hacia todos lados antes de atreverse a llevar cuatro de sus dedos a la boca e impulsarlos hacia adelante pretendiendo lanzar un beso que el contrario sin duda pudo sentir, sonrojándose.
Hubiera podido permanecer allí por horas pero lamentablemente la presencia de su hermano en el cuarto le recordó que debía bañarse y bajar a cenar dentro de un rato. Pretendió estar buscando algo entre los libros en la mesa cerca de la ventana para que Seokjin no se diera cuenta que hablaba o más bien miraba a alguien, a Jungkook. Su hermano se fue a los pocos minutos dejándolo algo decaído por no poder decirle adiós al castaño, mas grata fue su sorpresa al asomarse y aún verlo ahí.
Esta vez sonrió ampliamente y, mirando con cuidado, afilando sus oídos para ubicar a todos en la casa, agitó su mano a modo de despedida para luego indicarle con sus dedos que se marchara de una vez, riendo tontamente por las estupideces que el castaño hacía para sacarle una sonrisa, siempre logrando su cometido.
Como cada fin de semana en el que no podía escaparse para verlo, Taehyung contó las horas que lo separaban de su compañía. Luego, como cada lunes, toda su vida recobró sentido cuando lo vio esperando por ellos. Seokjin lo saludó de forma simple y se alejó del grupo, esta vez llevándose a Yoongi con él pues este era su compañero de aula y curso aunque estuviera siempre con los menores.
— ¿Cómo fue tu fin de semana? — Preguntó Jungkook tomando el maletín de cuero del rubio tras meter sus libros.
— Igual que siempre, supongo. Tuve que acompañar a mi padre a varias reuniones, pues aparentemente está buscando alianzas que le permitan acercarse a Su Majestad Imperial, el emperador austrohúngaro Francisco José I. Ya sabes que no me fascinan los temas de política pero es mi obligación estar empapado en ella.
— Ya veo, supongo que debido a tu familia es una de las cosas con las que tendrás que lidiar pero... Ya cambia esa cara, no estás en una de esas reuniones aburridas e insípidas, estás en la escuela. — Comentó sonriente, haciendo algunas monerías mientras caminaba de espalda al instituto pero deferente a él.
— ¡Vaya, supongo que venir a la escuela debe alegrarme mucho! — Exclamó con ironía negando mientras veía a los demás mirarlo o burlarse. — Camina bien.
— ¡Por supuesto que debes alegrarte! — Afirmó haciéndole caso, caminando nuevamente a su lado.
— ¿Y por qué debería de hacerlo? Si se puede saber, claro está.
— Porque estoy yo aquí y estamos juntos. — Declaró con seguridad logrando que la sonrisa de Taehyung flaqueara y su rostro se enrojeciera. — ¿Piensas decirme la razón por la que te molestaste conmigo en nuestro último encuentro?
El rubio negó reanudando su paso hacia el interior del instituto pero fue tomado de la mano y llevado corriendo a un cubícalo donde guardaban viejos pupitres. Jungkook cerró la puerta, bloqueándola con uno de esos pupitres polvorientos mientras se acercaba a un asustado y ruborizado Taehyung.
— Las clases están por empezar, si no entramos antes que la profesora estaremos en serios problemas. — Avisó procurando ir hacia la puerta, siendo no solo detenido, sino también atraído a una distancia un poco peligrosa. — Jungkook...
— ¿No me dirás?
— No tengo nada que decirte, ni siquiera recuerdo ya el motivo. Fue una tonta molestia pasajera que ya desapareció. Sinceramente no tiene caso hablar de ello. — Se apresuró a responder, frunciendo el ceño cuando Jungkook rió.
— Te conozco, yo sé que no fue una molestia pasajera, te molestaste de verdad conmigo, Tae. — El aludido desvió la mirada, sintiendo su mano ser acariciada sobre los guantes que llevaba pertenecientes a Jungkook, quien sonrió alegre al verlos.— Cuando tu molestia es tonta o leve, sueles sonreír a los pocos minutos pero parecías una bomba a punto de explotar.
— Siempre tan exagerado. — Se rió moderadamente pero todo ápice de gracia desapareció cuando un papel doblado en muchas partes fue colocado en el bolsillo de su camisa. Jungkook volvió a colocarle el abrigo correctamente tras palmear su pecho provocando que dejara de respirar durante los segundos que esta acción duró e impidió que lo leyera. — ¿Por qué no puedo verlo?
— Puedes verlo pero, no ahora, ya tenemos que volver a clases. Tampoco lo leas en el aula. Esta noche, cuando estés en la tranquilidad de tu habitación viendo como la claridad de la luna entra por tu ventana, entonces ábrela y léela. — Apretó su mano y le sonrió. — Regresemos a clases.
Antes de que pudiera salir, fue Taehyung quien esta vez se interpuso entre la salida y ellos, confundiendo un poco a Jungkook.
— ¿Qué sucede?
— ¿Irán hoy a ese burdel? — Ahí estaba la pregunta que llevaba todo el fin de semana repitiéndose tontamente en su cabeza. No sabía por qué le afectaba tanto este hecho pero definitivamente no le agradaba y no quería al castaño frecuentando esos lugares.
— ¿No quieres que vaya? — Preguntó Jungkook volviendo a entrelazar sus manos, procurando que lo mirase directamente a los ojos, disfrutando como sus mejillas adquirían un leve color carmín.
— No.
— Entonces no, al menos yo no iré hoy a ese burdel. No te preocupes. —Afirmó acariciando por última vez sus manos, sintiendo el alivio que emanaba de Taehyung y lo contagiaba porque, que el rubio estuviese tan preocupado por eso, elevaba sus esperanzas.
Aquí llegó su capítulo diario. Espero que haya sido de su agrado, nos vemos mañana.
LORED
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