Capítulo 24
Marinette estaba apoyada en el barandal de su balcón, sujetaba un paraguas sobre su cabeza, miraba la ciudad intentando encontrar por casualidad a su novio enmascarado a la distancia.
Hace más de dos horas que lo esperaba y él no aparecía. Había decidido esa noche hablarle sobre su ida de París, aunque él fue el primero en enterarse, habían pasado demasiadas cosas desde aquella noche que sus vidas se cruzaron nuevamente en ese mismo balcón.
Comenzaba a sentir el frío caer sobre ella, sus manos estaban rojizas y temblaba ligeramente. El golpeteo de las gotas que caían en el paraguas se volvía tortuoso, y la preocupación aumentaba con el pasar de cada segundo sin que el felino llegase.
Chat Noir no había faltado ninguna noche para visitarla, ¿dónde estaba? ¿le surgió algo? ¿le pasó algo malo?
—¿Por qué no llegas? —susurró frotando una mano sobre la otra a la vez que soltaba un largo suspiro.
Una presión en el pecho la tenía inquieta, no lograba encontrar una explicación a lo que sentía, pero sabía que era importante.
—Marinette. —oyó la voz de su madre venir de su habitación. —Hija, ¿dónde estás?
—Aquí arriba. —habló volteando su cabeza un momento y se dirigió a la puertilla, no sin antes echar un último vistazo a los techos de las casas por si acaso él aparecía. —¿qué pasa? —preguntó entrando a su habitación, cerrando el paraguas para dejarlo afuera.
—Por Dios Marinette, ¿qué haces afuera con esta lluvia? Te vas a enfermar. —cuestionó Sabine con preocupación.
—Sólo tomaba un poco de aire. —respondió con una leve sonrisa cumplidora. —bueno, pero... ¿qué sucede?
—Te buscan abajo. —respondió la mayor y Marinette la miró extrañada. ¿Quién la iría a ver con esa lluvia a esa hora?
—¿Quién? —alzó una ceja en su dirección y bajó hasta la primera planta de su habitación.
—Dijo que era tu profesor, Alex si no me equivoco. —Sabine meditó un momento. —nos dijo que te traía un recado importante.
─── ∙ ~🐾~ ∙ ───
Un golpe en sus costillas, otro golpe en su abdomen y una patada en su pierna. Todo se había vuelto una rutina esa última hora y no había descanso.
—Así estaba ella, con la diferencia de que... —se acercó a su rostro, levantandolo bruscamente de su cabello. —mi lengua recorrió cada parte de su cuerpo. —sonrió. Chat Noir lo miró a los ojos, destilando veneno por cada una de sus palabras. —y ahora volverá toda para mi. —soltó una carcajada más audible, dándose la vuelta para acabar de un trago otra copa de whisky. —ya que has roto la pantalla, ordené que trajeran otra sólo para ti y para mí. —agregó lo último con un tono perverso.
El ojiverde se mantenía en silencio y suplicaba internamente que ella no pusiera un pie ahí por ningún motivo.
La puerta se abrió. Entraron dos sujetos con una pantalla, la dejaron a espaldas del héroe y delante de la que estaba rota.
—Retirense. —ordenó el anfitrión al más odiado y sus empleados asintieron saliendo nuevamente para dejarlos a solas. —intentemos esto otra vez.
El hombre giró la silla donde estaba prisionero el enmascarado y lo dejó mirando la gran pantalla. Encendió el televisor con el control y posó ambas manos sobre los hombros del rubio.
—Mira... incluso puedes imaginar como te llama en cada lágrima que derrama. —rió por lo bajo. — "Chat Noir, ayúdame".—repitió cerca de su oído.
Chat cerró sus ojos con fuerza, evitando ver aquel vídeo que no hacía más que reproducirse una y otra vez torturando su cordura.
El de ojos negros giró su rostro con fuerza, obligándolo a observar todo, si tuviera que abrirle el mismo los ojos lo haría.
—Dije que miraras. —habló con la voz oscurecida, sin despegar los ojos de la pantalla.
El llanto desesperado de Marinette envolvía toda la sala y sus gritos mudos, suplicantes de que se detuviera, no hacían más que resonar en los oídos de Chat Noir.
No quería mirar, no quería oír, no quería existir para ver todo lo que ella sufrió. No era tan fuerte... no era tan fuerte como para contener todo el odio que sentía hacia aquel sujeto despreciable.
<<Lo pagarás caro. Lo juro por mi vida que lo pagarás.>>
—Mi parte favorita es cuando le quito la venda para que pueda verme. —susurró con una risa en su garganta. —mira ese miedo... — apuntó la pantalla. —adelantemos un poco esto.
<<Ya basta... ya no puedo más.>>
—Aquí... mira esos pechos... tu noviecita si que está en forma. —aduló relamiendose. —de sólo imaginar tenerla así otra vez me pone de una manera... —suspiró.— que no te imaginas.
La respiración del rubio era errática, sus puños cerrados con fuerza y su mandíbula tensa a más no poder.
La mano del hombre lo sujetaba firme para evitar que dejara de observar. Podía sentir todas las emociones de su víctima en ese momento y le gustaba. Le fascinaba sembrar el odio e impotencia en las personas, sobretodo la desesperación.
Lo que él le hizo a Marinette fue mucho peor de lo que había imaginado y mucho peor de lo que ella le había contado. Ahora podía recién acercarse a lo que era comprender las reacciones que tenía Marinette con todos, ahora entendía porque no quería salir de su casa, ahora entendía porque ya no tenía el mismo brillo en sus ojos. Aquel despreciable se lo había arrebatado.
—Esto lo provocaste tú. Tú iniciaste esto, héroe. —una carcajada se mezcló con el llanto desesperado del audio. —esto sólo es única y completamente tu culpa, pero debo agradecerte... ha sido muy entretenido.
De pronto comenzaron a escucharse disparos afuera y gritos.
Chat no se dio cuenta en que momento lo había girado otra vez en la silla, apuntando con un arma su sien.
—¡¿Qué mierda pasa allá afuera?! —exigió a sus empleados una respuesta que jamás llegó.
Luego de unos segundos más, reinó el silencio y la puerta frente a ellos se abrió de una patada, dejando a la vista a la heroína de París en posición de ataque con sus facciones endurecidas y su respiración agitada.
Ladybug observó todo el lugar y lo conocía perfectamente. Sus ojos viajaron a la pantalla con esas imágenes, su cuerpo se tensó de la cabeza a los pies, mas no permitió que eso se interpusiera en su cometido y se enfocó en aquel hombre que sostenía a su compañero amenazante.
—Vaya, pero que sorpresa. —expresó el hombre con una sonrisa. —Mira quien vino, querido Chat Noir. Tu compañera de batallas se unió a la fiesta, la gran y aclaramada Ladybug.
Chat la miró a los ojos directamente, añorando que no fuera real que ella haya ido por él. ¡No debía estar ahí!
—Tienes algo que me pertenece. —habló con seriedad, apretando el yo-yo en su mano, dándose el valor. — he venido por mi compañero.
—Lo siento, pero estamos esperando a alguien... no puedo darte a tu compañero. No creo que lo sepas, pero nosotros tenemos una cuenta pendiente y esto no te concierne, Ladybug—ella dió un paso adelante y este reafirmó el arma en la cabeza del felino. —No, no, no... —canturreó burlón.—da un paso más y los sesos de él adornaran toda la habitación. —sonrió hacia ella, estremeciéndola por completo.
Marinette, sinceramente tenía miedo. Miedo de aquel hombre, miedo de que pudiese tocarla otra vez, miedo de no poder salvar a quien amaba, miedo de fracasar y caer en ese abismo otra vez. Pero... el sonido de las patrullas se oyó afuera y volvió a darle valor.
—¿Crees que vine sola? —cuestionó con una sonrisa en sus labios antes de distraerlo con el sonido y acabar por lanzar su arma al rostro de ese despreciable, logrando noquearlo al instante. Cayó al suelo y ella se acercó con rapidez a su compañero, arrodillandose frente a él para desatarlo lo más rápido posible.
Chat Noir observaba cada movimiento que hacía en cámara lenta, la veía borrosa y con su corazón latiendo a mil por minuto cuando acarició su rostro, enfocando sus azules llenos de lágrimas en sus ojos.
—¿Por qué hiciste esto? —murmuró ella en tono lastimero. —Vas a estar bien... —leyó sus labios antes de ver todo negro.
<<No... nunca voy a estar bien. ¿Cómo podría estarlo? Permití que la mujer que amaba sufriera como lo hizo a manos de ese desalmado... nunca podré perdonarmelo, nunca podré verte a la cara luego de fracasar como lo hice.>>
Él abrió sus ojos, sólo habían pasado unos segundos en los cuales se había desmayado.
Buscó a Ladybug con la mirada y se puso de pie con dificultad dándose la vuelta, para así encontrar a su compañera amarrando al sujeto inconsciente en una silla. La segunda pantalla también estaba rota, pero estaba seguro que había sido por su yo-yo.
—Ladybug. —musitó con dificultad y se sostuvo de su barra para acercarse a ella lentamente.
La heroína estaba parada frente a quien fue su abusador, su postura era rígida y su mirar sombrío. Su respiración no hacía más que volverse pesada en cada inhalación y su mente era un completo caos. Levantó su mano con las lágrimas desbordando de sus ojos, dispuesta a darle un golpe, pero su puño se detuvo en la altura... temblaba y se contenía.
Ella temblaba de rabia e impotencia. Temblaba de miedo y dolor.
Cayó de rodillas al piso y no contuvo el llanto. Un grito desgarrador salió de su garganta y las lágrimas empaparon sus mejillas sin piedad.
Quería odiarlo, quería hacerle pagar todo el sufrimiento que le hizo pasar, quería desquitarse, quería marcarlo como él hizo con ella, quería hundirlo en lo más profundo de la desesperación. Pero... no podía.
<<¿Por qué?... ¿por qué no puedo odiarlo? ¿por qué? ¿por qué? ¡¿por qué?!>>
El felino acabó por acercarse lo suficiente para pronunciar las palabras que contuvo toda esa noche.
—Cataclismo.
Pero cuando estaba a punto de cumplir con su propia justicia, la mano de ella sostuvo su muñeca acabando por desactivar su poder, lo entendió... Logró entender lo que ella quería y con todo el dolor del mundo lo aceptó.
La levantó en sus brazos, sabía que estaba rota, pero se llevaría cada pedazo para cuidarlo y protegerlo.
Ladybug con la mirada perdida apoyó su mejilla en el pecho del héroe, sintiendo el latir de su corazón como una canción de cuna que la arrullaba en cada paso que daban, saliendo de aquel infierno.
—Todo video que encuentren lo destruirán sin siquiera verlo. —oyó a lo lejos la voz de su compañero, el tiempo pasaba tan lento. —o yo mismo me encargaré de que no vuelvan a ser policías en su vida. —amenazó.
La lluvia no dejaba de caer y se mezclaba a la perfección con las lágrimas de ella aún en sus brazos. Aterrizó en su balcón y abrió la puertilla cayendo directo en la cama, todo estaba a oscuras.
Ninguno hablaba. Se acostaron uno frente al otro, viéndose a los ojos, entrelazando sus dedos para darse algo de confort y calor.
—Ya acabó. —susurró conteniendo el llanto en su garganta, pero no duró mucho puesto que las lágrimas lo traicionaron. Ladybug quitó sus aretes, dejandolos bajo la almohada y Chat se aferró a su cuerpo con fuerza, ahogando sus gritos desesperados en su pecho. —lo siento... lo siento tanto. —repetía una y otra vez mientras ella acariciaba su cabeza con sus manos para contenerlo. —perdóname... te lo suplico. —su voz quebrada desgarraría el alma de cualquiera que lo oyera. —por favor, perdóname.
¿Cuánto dolor puede soportar una persona?
—No tengo derecho a amarte... no tengo derecho a tu perdón, no tengo derecho a ser feliz contigo.
—¿Puedes oír mi corazón? —preguntó con suavidad, ignorando por completo sus disculpas. Él asintió aún oculto en su pecho. —Late así por ti... porque te amo, Chat... y eso no cambiará jamás. Nada ni nadie puede cambiarlo.
La habitación se quedó en completo silencio, Marinette se levantó de la cama a la primera planta, después de estar casi una hora ahí siguiendo la respiración de su compañero, hasta sentir que se hubiera perdido un poco en el sueño.
—Marinette... —susurró él al sentir el frío y abrió sus ojos con dificultad de tanto llorar. Ella se asomó por las escaleras y subió llevando consigo el botiquín con un antifaz negro que le había pasado una vez al héroe.
—Siéntate, por favor. —habló por lo bajo, poniéndose de rodillas en la cama. Chat hizo caso y la observó a detalle. —ten... —le pasó el antifaz, Chat lo puso sobre el auténtico quitando su anillo para dejar ir su transformación.
¿Lo bueno? Él estaba en pijama, así que ella no lo reconocería.
¿Lo malo? Él quería revelarse, pero sabía a la perfección que ella no querría para protegerlo y no la obligaría jamás, era un tema ya conversado entre ambos.
—Voy a curarte. —habló mientras abría el botiquín sacando algodón y agua oxigenada. Se acercaron quedando frente a frente y Adrien levantó su camiseta dejándola a un lado sobre la cama.
Marinette tragó con dificultad al ver las heridas de su gatito y alzó la vista a sus ojos verdes que la observaban en silencio. Un tortuoso silencio que parecía no tener fin.
Tocó con sus dedos sus costillas y este hizo una mueca de dolor, asustandola al instante.
—Lo siento.
—Está bien. —respondió por lo bajo, aguantando el dolor.
—No debiste... no debiste ir solo. —agregó pasando ahora el algodón humedecido. —caíste en su trampa y resultaste lastimado. ¿En qué pensabas? ¿Qué querías lograr?
—Tenía que hacerlo. —respondió viendo hacia abajo.
—No. —se detuvo de golpe, haciendo que la viera a los ojos. —¿y si te hubiera matado? ¿qué hubiera hecho yo? —habló con sus ojos cristalizados. —¿qué haría yo si hubieras muerto? ¿Pensaste siquiera en lo que pasaría conmigo si te perdía?
—Quizás estarías mejor sin un compañero como yo. —acabó esa oración y Marinette no aguantó, abofeteó su mejilla con enojo.
—No vuelvas a repetir eso en tu vida. Nunca más.
Adrien se quedó viendo donde su rostro quedó con el impacto, pero luego de unos segundos volvió a enderezarse. Subió su mano acariciando la mejilla de Marinette y apoyó su frente contra la de ella lastimosamente.
—Me lo merecía, lo siento. —susurró sintiendo su aliento chocar con el propio.
—Claro que lo merecías, gato tonto. —habló de la misma manera rozando sus labios. —no repitas eso otra vez o me enojaré en serio.
Él asintió y extinguió la distancia entre sus labios atrayendo su rostro con su mano. Era un beso lento y pausado... lleno de amor y dolor, lleno de perdón y esperanza.
Era un beso nacido desde el corazón.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro