Capítulo 23
Su corazón latía con fuerza, sus mejillas enrojecidas a más no poder por aquel beso que se había vuelto desesperado en cada segundo que pasaba. ¿Sus ojos? Cerrados.
—Chat... —tomó aire sobre sus labios. —no me hagas esto, por favor. —su voz era triste y a la vez tan dulce para sus oídos, que no hacía más que torturarlo.
—¿Por qué? —preguntó él, volviendo a besar sus labios, acariciando su mejilla con suavidad. —¿por qué no quieres verme? ¿por qué no quieres que te ame libremente?
Las lágrimas se habían deslizado por sus mejillas al oír aquellas palabras, no hacían más que lastimar su corazón cruelmente. Ella sí quería saber quién era, sí quería poder amarlo sin que se ocultaran, pero sentía que si lo descubría, sería aún peor tener que dejarlo como ya sabía que pasaría.
—Estoy frente a ti ahora mismo, estoy sin la máscara enamorándome aún más de ti, Marinette. —susurró con un nudo en la garganta. —me tienes a un abrir de ojos de distancia y no quieres alcanzarme, y no logro entender porqué. Yo ya sé quién eres, ¿por qué tu no puedes saber quién soy yo?
—Porque eso te pondría en peligro. —respondió juntando su frente con la de él, sintiendo como su agitada respiración chocaba con la suya. —mírame a mi... mira lo que me pasó. Si estamos juntos en nuestra identidad civil, ellos sabrán quién eres tú... ellos irán por ti y jamás podría perdonarme que algo malo te pasara. Jamás.
El silencio reinó entre los dos y la impotencia creció en el pecho de Adrien, quien dejó caer una lágrima de frustración por su mejilla.
—No es justo. —soltó entre dientes, rozando sus labios en cada palabra. —no es justo. —repitió nuevamente con enojo.
—Lo sé, pero creo que ya sabemos de sobra que la vida no es justa. —tragó con dificultad y se acercó a él depositando un pequeño beso sobre sus labios. —piensa en lo peligroso que sería, si ya es peligroso que sepas quien soy yo. Ellos no son nuestros únicos enemigos, Hawk Moth también sigue haciendo de las suyas, y yo no puedo afirmar que cada vez podré resolver las cosas como hasta ahora.
Adrien se dejó querer por ese suave toque, comparando como si una gota de miel surcando sus labios. Se fundió con ella y acarició su cabello deshaciendo una de sus coletas, intentando olvidarse por un momento de todas las cosas que le decía, aunque sabía que tenía razón, pero eran tantas cosas en las que pensar, que sólo quería estar con ella en ese momento para olvidarse.
—También te ves hermosa así. —susurró observándola a centímetros de distancia. —¿Te importa que quiera cambiar de tema? —Marinette pensó unos segundos y simplemente acató a su petición.
—Si quieres puedo llevar así el cabello por ahora. —respondió quitando su otra coleta, dejando su cabello completamente libre sobre su almohada.
—Sólo si te sientes cómoda, de cualquier manera me gustas.
Marinette acarició su mejilla y luego su cuello con sus dedos. Adrien observaba todo lo que ella hacía, guiándose nada más que con su tacto, porque nunca abriría sus ojos.
—¿Cómo es... ? —se detuvo en la pregunta y formó una fina línea en sus labios antes de proseguir. —¿cómo es tu rostro?
—Pues... no sabría cómo describirlo realmente. —tomó su mano, y besó la punta de sus dedos. —pero puedes sentirlo tú e imaginarlo. —llevó sus dedos a su nariz y ella lo acarició lentamente hasta la punta, delineando con sutileza sus pómulos.
—Tu rostro es bastante suave, para ser sincera. —ambos rieron un poco y ella tocó su frente con toda su mano, deslizandola pausada para luego proseguir con el contorno de sus cejas con las yemas de sus dedos. —pero creo que es tan hermosa como todo tú... de eso no me cabe la menor duda.
Adrien contuvo el aire, acercó su nariz a la de ella acariciandola repetidas veces con cariño, como si de un gato se tratase.
—Te amo. —confesó sintiendo su pecho subir y bajar más acelerado. —te amo con todo mi corazón, princesa. Te amo más de lo que creí que amaría algún día.
—Y yo a ti, gatito. Te amo.
─── ∙ ~🐾~ ∙ ───
Había pasado aproximadamente una semana y media desde esa casi revelación por parte del rubio.
Marinette había vuelto a la escuela, aún con aquel temor presente, pero pudo actuar más normal luego de tres días y obviamente Chat Noir había sido de mucha ayuda, dándole apoyo cada noche y también siendo Adrien durante el día.
La relación entre Gabriel y Adrien había mejorado un poco, no es que fuese un cambio muy enorme, pero al menos el joven contaba con la presencia de su padre en el desayuno antes de ir al instituto y este había reducido dos de sus clases en la semana. Aunque, muy a pesar, aún habían heridas en ambos que sólo el tiempo diría si podrían sanar.
Adrien se volvió más cercano a Marinette esos días, tanto que incluso los molestaban sus compañeros de clase, pero al instante ella negaba algún tipo de relación entre ellos más que una linda amistad, cosa que era una daga de doble filo para el Agreste, pero comprendía la situación, así que no podía hacer más que conformarse con eso, después de todo por la noche podía robar sus besos todo lo que quisiera.
Fueron días "tranquilos", ni siquiera hubieron akumatizados esa semana y eso les había sentado de maravilla a los héroes.
Los padres de Marinette estaban empacando las cosas de a poco, ya tenían casi todo listo para su viaje, así que Marinette al final se armó de valor y les explicó a sus amigos la situación.
Alya estaba bastante deprimida porque su mejor amiga se iría, pero no había realmente mucho que hacer. Alya, Nino y Adrien, fueron a hablar con los señores Dupain, logrando nada en su cometido, era una decisión tomada.
Marinette aún no sabía como decirle a su novio su partida de París, aunque realmente él ya lo supiera en su identidad civil. La verdad era que el rubio intentaba no pensar estar lejos de ella, así que disfrutaba cada momento a su lado como si fuese el último.
─── ∙ ~🐾~ ∙ ───
Era de noche, caía una lluvia torrencial en la ciudad, y a pesar de eso, no era impedimento para el héroe en ir a visitar a su amada.
Desplazándose con rapidez sobre los techos, se detuvo a unas cuantas casas de distancia y ya vislumbrando la luz encendida de la habitación de la azabache, sonrió. Pero esa sonrisa se desvaneció al ver un sujeto observando desde el mismo callejón donde había pillado al otro.
Chat Noir se acercó con el ceño fruncido y el hombre sonrió al verlo, el héroe se detuvo un momento para evitar que lo viera, pero lo que Chat no sabía es que lo estaba esperando desde hace mucho.
El sujeto se dio media vuelta, completamente empapado por las lluvia. Se vio un destello en el cielo y en ese fragmento de ceguera, el felino había perdido de vista al hombre.
El chirrido de un auto fue lo único que oyó luego de eso, así que con rapidez lo divisó y comenzó a seguirlo.
<<No escaparás de mi. >>
Su cabello goteaba en cada paso, en cada salto que daba, y en cada desesperado respiro su corazón latía con fuerza. Un sentimiento crecía cada vez más en su interior, un sentimiento que no hacía más que darle la fuerza de seguir avanzando en la tempestad.
Era una zona alejada de París, oscura y sin casas alrededor. Todo lleno de árboles y un camino sin pavimentar que llevaba directo a un galpón aparentemente abandonado con una gran reja enfrente.
Chat Noir entró con ayuda de su barra, la puerta estaba abierta. Sus pies se movían por si solos, sus puños apretados y sus ojos sin perder de vista el oscuro pasillo que gracias a su visión nocturna podía ver con claridad.
La puerta se cerró detrás de él y se giró un momento, aquello ni lo inmutó, puesto que lo veía venir. Siguió hasta el final del pasillo y entró a una sala. En el centro había una mesa metálica con correas alrededor y varias sillas de madera en cada pared. Las paredes viejas y gastadas daban muy mala impresión.
—Que gusto tenerte aquí, héroe. —una voz resonó en la habitación y el felino buscó con la mirada donde se originaba, no encontrando más que un parlante en un rincón de la habitación.— no gastes energías en encontrarme porque no lo harás... al menos no aún. —una risa fue lo último de esa frase.
—Ven a dar la cara, cobarde. —habló con la rabia escapando de sus labios, sujetando su barra con ambas manos, dispuesto a atacar a quien sea que se le cruce enfrente. —déjate de juegos.
—Lo siento, pero los juegos son mi pasatiempo favorito.
—No te librarás de mi. Te encontraré y pagarás todo lo que hiciste.
—¿Y quién dijo que quiero escapar de ti? —un prolongado silencio se formó entre ambos y luego la voz volvió a resonar.— ¿quieres que comencemos? Antes de juzgarme quisiera demostrar la inocencia. —soltó con falsedad. Las luces se apagaron, dejando la habitación en penumbras.
El rubio miró por todos lados en busca de alguna salida, divisando una pequeña ventana rota en la parte superior de la pared frente a él, se veía un rastro seco de sangre en los cristales.
—Tenemos evidencia sobre la inocencia. —una fuerte carcajada llenó el lugar y una pantalla se iluminó delante del héroe, mostrando a Marinette atada en la misma mesa que había ahí.
—¡Mmp! —los gritos de ella, enmudecidos por la mordaza, llegaban a las orejas del héroe como miles de agujas.
—No te escucho, preciosa... —habló la misma voz del parlante en el video. —¿quieres más? —una de sus manos se inmiscuyó bajó su camiseta y ella negaba con la cabeza repetidas veces.
—¡Maldito enfermo! ¡Quita eso! —gritó Chat Noir con fuerza, corriendo hacia la pantalla rompiendola con su puño en seco. —hijo de perra... ¡vas a pagarlo muy caro! —exclamó dando vuelta la mesa con sus brazos. —¡juro que te daré tu merecido con mis propias manos!
Otra carcajada se oyó, pero ahora dentro de la habitación. Cuatro hombres emboscaron al héroe, amarrándolo a una de las sillas sin darle oportunidad de resistirse, aunque los intentase patear. Los pasos hicieron eco en el piso húmedo.
—¡Sueltenme! —exclamó Chat Noir.
—No te resistas. —un hombre alto apareció frente a él, alguien que reconocía muy bien.
—Tú. —escupió con rabia desde lo más profundo de sus entrañas.
—Si. —sonrió. —yo. —se acercó tomando el mentón del joven con fuerza, quitó sus gafas oscuras, dejando a la vista aquellos ojos negros. —te dije que el conocimiento es poder, héroe. Todo en esta vida se devuelve, y te arrepentirás de haberte cruzado en mi camino ese día.
—Sueltame y conocerás lo que es mi puño en tu rostro. —quitó su rostro con brusquedad, viéndolo fijamente. Por un momento el hombre se estremeció ante esas afiladas pupilas, pero verlo amarrado le dio seguridad, sabía que muestras estuviera retenido no podría hacerle nada.
—No me hagas reír. —se giró tomando asiento en una de las tantas sillas que había ahí. —ya que estamos aquí frente a frente... deberíamos conocernos un poco más, ¿no crees? —chasqueó los dedos y apareció un hombre con una copa de whisky, entregándosela al instante a su jefe. —¿quieres un trago? —preguntó con cordialidad viéndolo prisionero con las cuerdas. —¿tienes edad para beber siquiera? —se burló. —bueno, será en otra ocasión. —se mofó con una mirada autoritaria. —mejor dime que te apreció mi regalo, que con tanto cariño hice para ti. —lo miró de reojo, bebiendo un sorbo del licor pausadamente. —hermoso, ¿no crees?
Chat Noir no dijo nada, se limitó a verlo fijamente, intentando pensar como desatarse y saltar sobre él.
Si las miradas mataran... aquel hombre ni siquiera existiría.
—Bueno, mejor te cuento porque te traje hasta aquí. —dejó el vaso a su costado y cruzó una pierna sobre la otra en una postura relajada.
—Tú no me trajiste aquí, yo te seguí.
—Claro, claro... lo que tu digas, querido Chat Noir. —sonrío de manera frívola. —pero fuera de eso, mejor nos divertimos un poco. —se puso de pie nuevamente y ante la mirada expectante del enmascarado, encestó un certero puñetazo en su rostro haciendo que escupiera sangre. —creo que eso no te hizo ni cosquillas... probemos otra vez. —el hombre subió sus mangas y golpeó su estómago quitándole el aire por varios segundos. —esto no es nada, pero tal parece que los gatos si sangran. —rió con gracia. —Esto es para ella. — susurró en su oído jalandolo del pelo hacia atrás. —¿sabes por qué?
—Púdrete. —respondió viéndolo fijamente.
—No, respuesta errónea. —rió por lo bajo. —Te ayudaré un poco, es porque ella vendrá a salvarte. —soltó su cabeza con brusquedad. —y cuando la hermosa Marinette llegué al rescate de su amado... —apoyó sus brazos en los de la silla haciendo que lo viera a los ojos. —voy a hacerla mía delante de tus ojos y no podrás hacer nada para evitarlo. Oirás cada súplica salir de su boca cuando acabe lo que empecé ese día. —metió la mano a su bolsillo y sacó la prenda íntima que aún conservaba de la azabache, poniéndola frente a sus ojos. —Marinette será mía, y lo único que quedará de ella será su cuerpo ultrajado y sin vida sobre esa mesa que tiraste. La marcaré tanto, que ni en tu muerte olvidarás lo que le hice a tu noviecita. Como soy piadoso me aseguraré de que te esté mirando a los ojos cada vez que entre en ella... suplicará que la ayudes y no podrás hacer nada.
—Engendro, Marinette no vendrá.
—Claro que sí, porque yo le diré dónde estás. ¿Crees que dejará a su amado novio solo cuando se entere que yo lo tengo? Ella sabe de lo que soy capaz.
El dolor es inminente, pero todos debemos enfrentar nuestro pasado tarde o temprano.
¿Cómo evitar que ella fuera por él?
Esa pregunta no tiene respuesta... no existe.
Cuando amas a alguien, todos se vuelven segundo plano e incluso a veces uno mismo.
<<Por favor no vengas por mi. Te lo suplico... no vengas por mi.>>
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