Capítulo 21
Marinette bostezó ampliamente para luego estirar sus brazos hacia el cielo. Había sido una noche muy especial para ella, llena de emociones y nuevas experiencias. Abrió sus ojos y buscó enseguida a su compañero, pero este no estaba ahí, lo cual causó una gran tristeza en su corazón, pero sabía que Chat Noir debía irse, después de todo, era una persona común y corriente bajo aquel traje.
—Marinette. —Tikki apreció frente a ella cuando se sentó en la cama. —Él dejó esta nota para ti. —le extendió un trozo de papel, el cual sabía que tomó de su escritorio, leyó con calma, imaginando su voz en cada palabra.
"Buenos días princesa, lamento no haber estado a tu lado cuando despertaste, pero como bien sabes soy un simple mortal bajo este disfraz.
Me hubiera gustado quedarme junto a ti todo el día, pero debes ir a la escuela también.
Quiero que sepas que esta noche fue sin duda una de las mejores que he tenido, no sólo por el hecho de que pude ser correspondido por su amor my Lady, sino porque cada caricia que tuvimos los dos... las guardaré en mi memoria hasta el último de mis días.
Y no te avergüences, porque cada toque de mis dedos y mis labios en tu piel son para que tu te sientas bien y borres todo lo que te hirió.
Piensa en esta noche cada vez que sientas que estás perdida, sola y lastimada.
Piensa en el primer beso que le diste a este gato.
Piensa en cada palabra que te dije y en cada te amo que se escapó de mis labios mientras dormías.
Piensa en mi y sólo en mi para cuidarte, porque estaré en las sombras a cada momento de tu día por si me necesitas.
Pd: Tikki se hace la dormida, pero sé que me está viéndo mientras escribo esto.
Siempre tu fiel servidor, Chat Noir."
Una lágrima se escapó traicionera de sus azules, al mismo tiempo que una enorme sonrisa aparecía en sus labios al terminar de leer esa carta.
—Gato tonto. —musitó para luego besar la hoja con suavidad. —eres un gato tonto.
—Parece que ese gato tonto se ganó tu corazón. —comentó Tikki y su portadora alzó la vista en su dirección.
—Cada parte de él. —respondió limpiando su mejilla y su kwami se acercó.
—Marinette. —llamó por lo bajo luego de unos segundos. —no es que quiera arruinar tu felicidad, pero, hoy debes ir a la escuela. —la azabache quedó muda por unos minutos y dobló la carta dejándola bajo su almohada.
—Yo... lo sé.
El miedo se apoderó de ella al instante. El terror de que alguien la mirara de una forma extraña, incluso, sin saber lo que le había ocurrido, el que alguien la tocase aunque sea con un roce era sumamente abrumador y la llenaba de pánico.
Si incluso con Chat Noir aún no se podía sentir del todo bien con su cercanía, no podía imaginar que Adrien, Nino, o cualquiera de su salón se acercara demasiado.
—No te preocupes. Yo estaré siempre contigo, aunque ya no puedes quedarte aquí sin que tus papás se preocupen. —corrió su flequillo con una de sus pequeñas manos y luego besó su frente.
—Gracias... De verdad, muchas gracias por siempre estar conmigo, Tikki.
─── ∙ ~🐾~ ∙ ───
Adrien estaba sentado en su escritorio, leía un libro que tenía a medias. Había llegado de madrugada a la mansión, Plagg dormía bajo la almohada de su cama y no encontraba nada mejor que hacer para matar las últimas horas antes de que llegara Nathalie con su agenda.
Suspiró lentamente al recordar la cita que tuvo junto a Marinette y sobretodo que por fin le dijera que lo amaba, eso lo tenía en las nubes, y aunque realmente le hubiera encantado estar junto a ella cuando despertara, no podía hacerlo.
—¿Habrá sido muy cursi mi carta? —se cuestionó a sí mismo un momento.
El toque de la puerta resonó en su silenciosa habitación, mas no se inmutó de su lectura. De seguro era Nathalie con su horario de actividades como cada día.
—Adrien. —esa voz... no era de Nathalie. Gabriel entró con su característica postura rígida y sería, con sus manos detrás de su espalda se acercó a un costado de Adrien intentando captar su atención.
—Si tienes alguna queja sobre mis sesiones de fotos, se breve. —habló el menor sin quitar su vista del libro.
—No vine por eso.
—Entonces si quieres que vuelva a tomar las clases de...
—Adrien. —interrumpió. —no vengo a hablar sobre tus clases, ni sobre las sesiones de fotos, ni la empresa... —guardó silencio unos segundos para hablar nuevamente. —¿podrías verme a la cara aunque sea? —cuestionó acomodando sus gafas sobre el puente de su nariz.
El ojiverde tomó aire profundamente para darse valor de ver a su progenitor a los ojos, y así hizo, por un momento tembló, pero se puso firme.
—¿Qué quiere señor Agreste? —cerró el libro volteando por completo en su silla giratoria.
—¿Dónde pasaste la noche? —la voz de Gabriel se oía con evidente preocupación.
—Aquí en la casa. —mintió lo mejor que pudo, desviando un momento la mirada. Obviamente no podía decirle que estuvo con Marinette, eso la metería en problemas, sin mencionar que fue siendo Chat Noir.
—Adrien, no me mientas. Te estuve esperando toda la noche y no apareciste hasta hace poco.
Era cierto, Gabriel estuvo toda la noche esperando a que su hijo volviera a la mansión. La preocupación de que pudiese pasarle algo era mucho más grande que su orgullo.
—¿A que viene este interrogatorio? —frunció el ceño. —te dije que saldría y así hice. No tengo que darte explicaciones, ya soy casi un adulto. Además, yo no soy tu hi...
Antes de que pudiera terminar de hablar, el diseñador se había acercado para abrazarlo con fuerza. Adrien abrió sus ojos ampliamente por tan repentino actuar de él y no supo como reaccionar.
—Estaba... estaba preocupado por ti. —habló con la voz quebrada. —pensé que te había pasado algo. —acarició su cabeza suavemente sin perder el contacto. —perdóname. Yo... dije esas cosas por el enojo, pero nunca dejarás de ser mi hijo, Adrien.
Adrien tragó con dificultad, sintiendo un gran nudo en su garganta al oírlo. Su padre nunca antes le había pedido disculpas y hace tanto que no le daba un abrazo, tanto que incluso había olvidado la sensación de calidez y protección, una protección que sólo un padre puede otorgar, y vaya que Gabriel Agreste si que daba protección.
Dejó su mente a un lado y siguió los latidos de su corazón, subió lentamente sus brazos para corresponder aquel abrazo. Le dolía el pecho, le costaba respirar y lo único que quería hacer era llorar como si fuera un niño indefenso. Todo se acumulaba en él, y ahora mismo Gabriel había abierto una herida sin saberlo.
Las lágrimas se desbordaron por los ojos del menor, quien sin pensarlo dejó escapar un quejido desde lo más profundo de su garganta, aferrándose con más fuerza a su padre.
Él era la única familia que tenía y era su padre a pesar de todo, eso jamás cambiaría. Sin importar las palabras hirientes y las heridas sin sanar aún, podía hacer el esfuerzo de perdonarlo o al menos de querer perdonarlo.
Adrien no dijo nada, no podía decir nada de lo que realmente lo atormentaba, pero al menos sentir que su padre estaba ahí con él, era sumamente más tranquilizador para la culpa que cargaba.
Gabriel al percatarse de lo quebrado que estaba su hijo, se sintió aún más culpable de haberlo lastimado como hizo. Si su esposa lo viera de seguro estaría decepcionado de él y eso era otro golpe para el pesar de su conciencia.
Cuando los sollozos de Adrien se hicieron aún más audibles, el diseñador intentó apartarse para verlo más claramente. Su pequeño estaba mal por otra cosa y debía saber qué era.
—Adrien... ¿por qué estás así? —preguntó tomando su rostro y este negó con la cabeza intentando calmar su respiración. —¿qué sucede?
—La-lamento... lamento haberte tratado mal. Sólo eso. —volvió a abrazarlo y así estuvieron por más de veinte minutos.
El perdón es algo que no todos pueden hacer y requiere tiempo... mucho tiempo.
Gabriel sintió miedo de perder a su hijo y eso lo hizo reaccionar, aunque Nathalie también lo hizo entrar en razón de un manera sutil.
—Puedes volver a la escuela. —habló por fin, aclarando su garganta. —pero si bajas tus calificaciones tendré que tomar medidas. —sentenció. Adrien abrió un poco sus verdes, limpiando con ambas manos sus mejillas.
—¿Lo dices en serio? —preguntó sin creerlo aún.
—Deberías apresurarte o llegarás tarde. —miró el reloj en su muñeca y rápidamente el menor se puso de pie más feliz.
Adrien comenzó a alistar sus cosas eufórico y con una gran sonrisa en el rostro.
—Tengo que decirle a Nino. —tomó su celular y marcó a su mejor amigo. —¡hermano!, ¡vuelvo al instituto! —guardó silencio un momento.—sí , así que quita tu bolso de mi asiento. —expresó soltando una carcajada. —te cuento allá... Ya sé que voy medio tarde.
El diseñador lo observó detenidamente para después dar unos pasos en silencio hacia la salida. Ver a Adrien feliz bastó para calmar la soledad que sentía al no tener a su esposa con ellos. Salió de la habitación del chico guardando en su memoria la imagen de él sonriendo por algo que hizo.
El rubio terminó de arreglar todo, tomó a Plagg, el cual protestó en cada momento por ser despertado, y bajó a la primera planta donde Nathalie lo esperaba junto al guardaespaldas.
Ya en la entrada del instituto pidió que lo dejaran ahí y se fueran, ya era bastante grande como para que lo estuvieran cuidando. Bajó del auto y se dispuso a subir las escaleras, pero la voz de alguien conocida llamó su atención.
—No puedo... No puedo, no puedo entrar. —escuchó en un susurro.
—Marinette, sé que es difícil pero no puedes faltar a clases otra vez. —esa voz aguda...
—¿Y si alguien se da cuenta? ¿Si me empiezan a preguntar porqué he faltado? ¿Y si alguien me toca y me da otro ataque de llanto?
—Pero...
Si miedo lo dejó helado, no podía dejar a Marinette sola y mucho menos cuando se sentía responsable por lo que le pasó, más aún cuando era su novia... siendo Chat Noir, pero lo era.
Buscó con la mirada y se acercó cuando dió con ella detrás de las escaleras. Vió a Tikki ocultarse y agradeció internamente ser él quien las oyó y no otra persona.
—Marinette. —llamó suavemente y ella dio un salto en su lugar, volteando rápidamente.
—Adrien. —formuló viéndolo directamente. Justo la persona que menos quería que la viera estaba ahí.
–¿No piensas entrar a clases? —preguntó observandola detenidamente y sintiéndose feliz al recordar la noche anterior que pasaron juntos.
Adrien iba a acariciar su rostro, pero se golpeó mentalmente. Ella es la novia de Chat Noir, no de Adrien.
Marinette por otro lado, no reaccionaba, estaba pálida y su corazón latía fuertemente.
—¿Qué haces aquí? Pensé que...
—Mi padre me dejó venir. —respondió en seguida extrañandose un momento al no oír aquel tartamudeo característico en ella.
—Oh... eso es bueno.
<<Actúa normal... nadie sabe nada. Sólo tu y Chat.>>
—¿Vamos? —le extendió la mano.
—Yo... en realidad... —Tragó saliva y bajó la cabeza abrazándose a sí misma. Se veía triste y con miedo, un miedo que antes no estaba presente en ella. —no...
—Si no entras a clases me quedaré aquí contigo. —respondió Adrien y ella lo quedó mirando extrañada.
¿Adrien faltaría a clases por ella? No podía dejar que él tuviera problemas por su culpa.
—Podemos quedarnos aquí hasta que sientas que puedes entrar o hasta que te sientas mejor. No sé que haya pasado, pero al menos puedo acompañarte para que no estés sola. —arregló su bolso y le quitó la mochila para que no cargara con ese peso.
Marinette sonrió casi imperceptible y con culpa por aceptar aquel gesto de parte de su amigo. Extrañamente no se sentía incómoda con su presencia, no sentía un rechazo hacia él.
—Mejor aún, vamos por un helado. Yo invito. —animó el rubio, tomando la mano de ella sin darse cuenta y arrastrandola con él. —te harán sentir mucho mejor los helados de André. Son los mejores de París.
—Los mejores de París. —repitió aún sin comprender del todo que Adrien la estaba invitando a salir y aún sin asimilar que la llavara de la mano.
Una sensación familiar la invadió, miró sus manos unidas todo el trayecto. Esa mano suave y firme que sostenía la suya, ya la conocía, al igual que esos ojos verdes que la veían con ternura y comprensión... ya lo había visto antes.
<<¡Te estás volviendo loca! ¡Él no es Chat Noir!>>
—Espera. —Marinette se detuvo a los pocos pasos de llegar al puesto del heladero, tomó el rostro de Adrien con ambas manos sin miedo alguno.
Adrien abrió sus ojos con sorpresa al notar lo que ella hacía y más cuando su cercanía hacía que su cuerpo reaccionara sin el mayor esfuerzo. Le costaba demasiado poder resistirse a querer besarla, no podía resistirse a querer envolverla en un abrazo fuerte y apretado.
—¿Qué sucede? ¿tengo pasta de dientes en el rostro? —intentó bromear para no caer ante su aroma y la cercanía de sus labios.
—No... es que... sólo me recordaste a alguien. —negó con la cabeza y lo soltó tomando distancia, reprimiendo el sentimiento de desolación que se instalaba en su pecho.
—¿A quién? —quiso preguntar, atreviendose a dar un paso hacia adelante. Marinette miró fijamente las cálidas esmeraldas que no le perdían detalle, esas esmeraldas que cada vez la confundían más.
—A...
—¡La preciosa de coletas, Marinette! ¡Y mi muchacho rubio! ¡Acérquense por un delicioso helado de André! —exclamó el señor con bata blanca.
Ilusión: Esperanza, con o sin fundamento real, de lograr o de que suceda algo que se anhela o se persigue y cuya consecución parece especialmente atractiva.
Marinette tuvo la ilusión de ver los ojos de Chat Noir en los de Adrien, tuvo la fugaz fantasía de que ambos fueran los mismos, pero el destino no podía ser tan cruel con ella, ¿verdad?
Adrien tuvo la ilusión de que Marinette lo descubriera, muy dentro de él quería que ella se diera cuenta que era él realmente, muy a pesar de que no pueda revelar su identidad por su bien. Quería que lo descubriera por muy malo que fuera el desenlace, y es que cada vez se le hacía más difícil mantener sus sentimientos a raya cuando la tenía cerca.
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