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Capítulo 2

» Jaden «


Siento mis ojos arder por las partículas de polvo que frotan en el aire mientras observo anonadado a la chica frente a mí. Maya está muy seria, ni siquiera sonríe o tiene sus mejillas arreboladas, lo que quiere decir que está malditamente hablando en serio y mentiría si digo que lo que dijo no puso mi polla tan dura como granito en estos momentos.

La conozco de hace años ya que fuimos vecinos, hemos sido el apoyo incondicional del otro desde siempre. Ella es frágil y a lo largo de su vida le han hecho mucho daño, cosas que ni mis padres ni yo sospechábamos que sucedían en la casa de al lado, pero que, al saberlas, en mí un sentimiento de protección y deber para con esta chica despertó. No soporto sus lágrimas, aunque casi nunca llora, pero la conozco tan bien que sé cuándo algo la lastima o le duele, y yo malditamente odio cuando eso pasa. Por esa razón, hace dos años, Mathew perdió la capacidad de procrear cuando se aprovechó de ella de aquella forma y yo me quedé sin novia por cuidarla y consolarla.

De todos modos, no es como si verdaderamente hubiera estado enamorado de Ginger, digo, no creo que esté bien gemir el nombre de tu mejor amiga mientras se la clavas a tu novia en el asiento trasero de tu auto.

Sí, no está bien, y el golpe que recibí en el cráneo más la patada en los huevos me lo dejaron bien claro.

Okey sí, lo acepto.

Me gusta Maya, siempre me ha gustado sin importar la apariencia que refleja a la gente porque sé que ese es su mecanismo de protección. Nunca la he visto desnuda, ni siquiera en ropa interior o así, pero sé que bajo todas esas ropas hay un cuerpo femenino y exuberante que moriría por lamer y follar. No obstante, por esa misma razón he tratado de superar lo que siento por ella, de enterrar estos sentimientos porque sé muy bien que ella no confía en los hombres.

Después de lo que le hicieron ¿quién la culparía? Sentir esta atracción es como traicionar nuestra amistad pues se supone que estaríamos siempre en las buenas, las malas y las peores. No es justo que el único hombre en quien confía esté soñando con hundirle la polla hasta las pelotas cada vez que la ve.

Malditamente no, y creo que por eso estoy tan sorprendido por su sugerencia.

― ¿Qué? ―Ella asiente, sin apartar esos estanques de color miel que siempre me hipnotizan, reflejando la seguridad de lo que acaba de decir. Ella realmente quiere esto, joder.

―Sí, eso ―susurra sonrojándose y chupando ese labio rosa que toda mi vida he querido probar. No es que anduviera como colibrí pasando de flor en flor, pero siempre he comparado los labios de las otras chicas con los suyos. De hecho, siempre las he comparado con ella. Ese largo pelo negro, esos enormes ojos con pestañas de muñeca que sus lentes ocultan, las tenues pecas sobre el puente de su nariz que le dan ese aspecto tan suave e inocente que inconscientemente atrae a los hombres sin que ella se dé cuenta. Sí, nadie se acerca a su belleza, por muy desapercibida que sea para los demás.

―Pero ¿por qué? ―cuestiono removiéndome en la silla. El latido entre mis piernas se ha vuelto tan escandaloso que lo siento rugiendo entre mis piernas. Tengo la polla tan dura que podría clavar clavos en el asfalto con ella.

―Porque... ―Aparta la mirada―. Joder, estoy harta de escuchar a Kelsey follar con su novio, de estar caliente y frustrada todas las noches. Quiero tener sexo, Jaden. Mucho sexo, pero no confío en nadie para hacerlo. Solo en ti.

Gimo para mis adentros cuando cientos de imágenes pornográficas y totalmente ilegales cruzan mi mente en este momento.

―Mira ―dice llamando mi atención cuando me he perdido en mis pervertidos pensamientos―. Nada tiene porque cambiar entre nosotros, somos amigos ¿no? Lo hacemos las veces que queramos hasta que alguno de los dos ya no quiera seguir y ya. Sin dramas ni rencores, y podremos continuar nuestra amistad como si nada. De todas formas, tú no sientes nada por mí ni yo por ti, tener sexo no significa que eso vaya a cambiar si solo somos nosotros mismos y nos conocemos tan bien como lo hacemos.

Mi lengua trabada me impide contestar. Sí, me estoy comportando como un completo idiota y cuando veo sus hombros caer, sé que ha malinterpretado mi silencio, pero es que ese «tú no sientes nada por mí ni yo por ti» me dolió, no lo voy a negar. Aunque, pensándolo bien, nunca me pasó por la mente decirle que me gusta y a veces pensé que tal vez lo que siento es mera atracción, la incertidumbre y el misterio de descubrir lo que solo el bastardo de Mathew probó. Puede que teniéndola hasta satisfacerme sirva para que supere estos estúpidos sentimientos no correspondidos, y sinceramente viéndolo de esa forma, no suena tan mal.

―Yo... olvídalo, Jaden. Lo siento, no quise...

―Está bien ―digo en voz baja.

― ¿Ah? ―Levanta su vista y esta vez es ella la sorprendida.

―Está bien, seremos follamigos.

― ¿En serio?

Me río un poco ¿quién es la desconcertada ahora?

―Ajá ―Asiento sin borrar la sonrisa.

―Okey ―dice como quién no se cree la cosa―. Podemos poner unas cuantas reglas para evitar mal entendidos.

―Suena perfecto, sí.

―Bien ―dice y traga saliva, sus piernas se remueven sobre su silla y sueño porque se sienta tan excitada como yo―. Uno; seremos exclusivos. No estaré cómoda sabiendo que me la metes a mí y a otras más.

Asiento. Completamente razonable, yo tampoco quiero otra polla enterrada en su coño.

―Dos; nos diremos siempre la verdad. Si llega otra chica u otro chico que nos interese se lo diremos al otro inmediatamente

―Perfecto.

―Tres; nos quitaremos los sentimientos junto con la ropa.

Trago saliva, pero no digo nada.

―Cuatro; será nuestro secreto, no quiero que nuestros amigos sepan que estamos follando.

―Malditamente de acuerdo, sí ―Tomo la lata de soda y bebo. ¿Está haciendo demasiado calor o es que soy yo el que está cachondo hasta decir basta?

―Y cinco; no dormiremos juntos. Es algo muy íntimo que los follamigos no hacen ―Dubita un momento―. Creo...

― ¿En mi casa o en la tuya? ―Froto mis manos húmedas sobre mis muslos. Joder, estoy ansioso por follarla sobre esta maldita mesa. Mi polla duele, mierda.

―Aquí solo cuando Kelsey no esté...

―Bien ―Estiro el brazo y tomo su muñeca, Maya respinga cuando tiro de ella hasta tenerla frente a mí, pero es que simplemente ya no puedo más, no quiero ser el primer hombre que muera por una grave crisis de pelotas azules―. Empecemos de una vez.

― ¿Eh?

Lo que sea que iba a decir, acaba de morir en mis labios cuando la beso, fuerte y joder... su sabor es exquisito, como miel recién extraída de un panal; dulce y delicada, y gimo cuando ella pega todo su cuerpo tibio al mío. Lamo sus labios, ella los abre. Chupo su lengua húmeda, la entrelazo con la mía y Maya gime cuando la succiono dentro de mi boca. Las movemos sin dejar de restregarlas una con otra, gimiendo de satisfacción y sintiendo la saliva rodar por las comisuras de nuestros labios pues su gusto es tan delicioso que mis papilas gustativas redoblaron sus esfuerzos. No me equivoqué al pensar que toda su boca es suave, porque lo es. Exquisitamente suave y deliciosa.

Aprieto sus pechos, fascinado por la voluptuosidad que siento a través de las capas de tela. Mi polla respinga dentro de mi bóxer y sé muy bien que los estoy mojando. Estoy tan dolorido y duro que probablemente no aguante mucho esta primera vez, pero malditamente no me importa si puedo probar lo que hay entre sus piernas. Ese coño dulce que lleva años escondido sin darle a nadie ninguna probada, hasta hoy, conmigo.

Arranco su chaqueta, ella la mía, tiro de la camiseta que la cubre, separando nuestras bocas solo un nanosegundo antes de volver a juntarlas, atacando con todo, en una lucha desenfrenada de lenguas salvajes que parecen saber exactamente lo que necesitan. La levanto y la siento sobre la mesa, sacando mi propia camisa y tirando de sus pezones duros por encima del sostén. Sus piernas me rodean y yo restriego mi polla en la uve de sus muslos, gimiendo cuando bajo las manos y aprieto su culo.

―A la cama o al sofá, elige ―musito contra sus labios y luego los muerdo. Ella se sacude sin dejar de pasar sus manos delicadas y calientes por toda la piel erizada de mi espalda. Esto es demasiado intenso, jamás lo he sentido, con nadie, nunca.

―Lo que quede más cerca ―gime cuando muerdo y chupo su cuello limpio, probablemente dejando una marca que poco me importa en estos momentos.

―Al sofá.

La aferro, ella se sostiene abrazada a mí y doy los pasos que nos separa del sofá. La tiró allí, cubriéndola con mi cuerpo y vuelvo a hundir la lengua en en su boca. Arrastro los labios por toda su mandíbula, cuello, clavículas, hombro hasta llegar a los tirantes del sostén. No me he permitido verla todavía, pero lo haré cuando la desnude. Esas tetas llenas y firmes están esperando el calor de mi boca, que ansiosa tira con los dientes del otro tirante hasta que la parte superior de sus pechos queda desnuda.

La chupo, la muerdo y sabe jodidamente a gloria. Su perfume de sandía inunda todos mis sentidos así como ese sabor que impregna su piel.

Deliciosa.

Busco con los dedos el botón de sus vaqueros y lo saco cuando lo encuentro. Alejo mi boca de la suya para sacarlos fuera de sus piernas y cuando lo hago por fin, mi boca se seca y mis pupilas se dilatan por lo que tengo frente a mí.

Piel trigueña, nívea y perlada por el sudor. Sus grandes tetas, firmes y llenas adornan lo alto de su pecho y aunque estén cubiertos por un sencillo sostén blanco de algodón, es la jodida cosa más sexy que he visto. Bajo la mirada hacia su vientre plano y terso, a esa divina curva cóncava de su cintura y chupo mis labios cuando veo tres lunares alineados de forma vertical hasta su delicioso ombligo con forma de gota. Las caderas redondas, exquisitas, contrastan perfectamente bien con ese pequeño espacio que hay entre sus piernas, donde claramente puedo ver qué está mojada.

Muy mojada.

Desde aquí puedo ver ese pequeño parchón húmedo en sus bragas blancas y cuando el olor femenino de su excitación llega a mi nariz; un escalofrío me recorre la espalda hasta la cintura, apretándome las bolas de excitación.

― ¿Jaden? ―susurra su vocecita y entonces me doy cuenta de que llevo mucho tiempo admirándola.

― ¿Tienes un condón? ―No puedo esperar más, simplemente no puedo, no tengo fuerza. Tengo que follarla, ya, duro, salvajemente, AHORA.

―Yo... ―Hace una pausa y mi polla respinga, se ve tan rica mordiendo su labio con esas mejillas rojas que no puedo esperar más, y mi mente trata de hacerme entender que sin un condón no puedo follarla por más que lo pida―. Kelsey tiene en su habitación...

No la dejo terminar cuándo salto del sofá pateando mis chucks fuera junto a mi cinturón y pantalones, importándome muy poco ir dejando mis prendas botadas por todo su piso. Entro en el cuarto de la rubia buenorra novia de Kyle y registro el cajón de su mesa de noche, encontrando varios condones allí.

Gloria al señor.

Regreso abriendo una caja y vuelvo a meterme entre las piernas de Maya. Saco sus sostén, desesperado por verla por completo y gruño cuando sus tetas, las más grandes y hermosas que he visto, rebotan fuera. Tiene pezones pequeños, de color rosa y apretados como una pequeña frambuesa, y mi boca se prende de uno mientras tiro de sus bragas por todas sus piernas firmes y torneadas; lo que ocultaba Maya debajo de toda esa ropa fea y sin forma. Sus dedos se aferran a mi pelo, gimiendo y arrullando en voz baja cuando chupo su pezón y lo muerdo, antes de pasar mis dedos por todo su coño desnudo, sin rastro de vello, y arrastrar toda esa humedad caliente y suave hasta su clítoris escondido. Lo pellizco, sintiendo los temblores y gemidos que le provoco, y hundo dos dedos en su coño mojado y apretado cuando sus piernas se tensan, abrazan mis caderas y pronuncia mi nombre de la forma más erótica que he escuchado en mi vida.

La masturbo, sintiendo como su deseo me moja cada vez más, y mis bolas se tensan, pesadas y deseosas de vaciarse. Saco mis dedos, los chupo frente a ella y gimo por su rico sabor.

Estoy perdido, totalmente perdido porque sé que a partir de ahora mi visión del sexo va a cambiar para siempre.

―Jaden, por favor...

―Por favor qué ―pregunto sin dejar de chupar sus pezones hasta dejarlos totalmente babeados e inflamados.

―Fóllame, por favor, ya no puedo más, fóllame...

Joder sí, eso lo hace.

Tomo el condón, lo deslizo hasta que el látex me protege por completo y me acomodo mejor entre sus piernas. Ella mira mi polla tan fijamente que siento mis mejillas arder por un instante. Recojo los fluidos de su coño dulce y apretado con mi mano y cubro mi polla hasta dejarla brillante de humedad. Sus manos en mis pectorales, abdomen y caderas elevan mi temperatura dos centígrados más.

Estoy listo.

―Te voy a follar, Maya.

-―Por favor, hazlo ya. No me tortures ―suplica elevando sus caderas, restregando su coño en mi polla.

―Nunca lo haría.

Entonces la penetro, lenta y suavemente pues su coño apretado se resiste un poco al sentir mi gruesa polla. Al pasar esa pequeña resistencia, los músculos mojados de su coño aprietan la corona de mi polla y me hace gemir, estremecerme y detenerme solo un momento. Es demasiado estrecho, deliciosamente estrecho.

―Estás tan apretada, joder qué rico.

Cierro mis párpados, empujo otro poco y su coño se aferra más fuerte todavía. Qué delicia por amor a Dios.

―Jaden, más ―suplica abriendo más sus piernas y eso es música para mis malditos oídos.

―La próxima vez voy a chuparte toda Maya, lo juro ―Digo a modo de disculpa porque las preliminares no fueron las adecuadas y porque voy a follármela como un maldito animal.

Continúo empujando, conduciendo mi polla cada vez más profundo en su coño, sintiendo los movimientos y espasmos de succión que su carne caliente dedica a mi polla dura y necesitada, hasta que estoy completamente dentro, palpitando y desesperado por cogérmela como tanto deseo, aún así no es justo porque quiero hacerla venir, quiero que el orgasmo que alcance con mi polla sea malditamente inolvidable y compare todos los que le siguen con este.

Respiro entrecortadamente y miro su cara, está roja, llena de sudor y sus labios están hinchados por mis besos y mordidas. Tan rica...

―Aquí voy.

Entonces la embisto, y su gemido atraviesa la sala de estar, alentándome a seguir. Vuelvo a embestir gimiendo cuando su coño me succiona, tratando de retenerme dentro y sí; ya no hay nada que me haga parar. Empiezo a follarla con fuerza, conduciéndome cada vez más rápido, cada vez más duro mientras el sonido húmedo de mis caderas chocando en su coño incrementa y me excita todavía más. Maya clava sus uñas en mis brazos y empieza a cantar esa canción de pasión que jamás pensé que escucharía de ella, y conmigo provocándola mucho menos. Su voz en medio del sexo es exquisita y eriza mis poros, los gemidos de una mujer nunca me han excitado tanto como los suyos. Balanceo mis caderas, follándola como deseé siempre, sintiendo como sus fluidos se desbordan hasta mojar mis muslos y gruño de satisfacción porque le gusta tanto como a mí.

― ¿Te gusta, Maya? ―pregunto moviendo las caderas en círculos, viéndola balancear las caderas, intensificando su placer―. ¿Eh? ¿Te gusta mi polla?

―Oh Dios sí ¡Me encanta! ¡Es tan grande! ―gime estirando su cuello hacia atrás, haciéndome gruñir por el chupón en su cuello, sus tetas bamboleándose y su coño exprimiéndome la polla hasta el punto del dolor.

―A mi tu coño Maya, no lo dudes.

Me llevo una pierna al hombro y con mi otra mano estiro más la otra, jodiéndola en un nuevo ángulo que alcanza nuevas terminaciones nerviosas que la vuelven loca.

Ella balancea sus caderas, chillando más alto cuando miro su coño perfecto, pequeño, mojado y rosa, y froto su clítoris con mi pulgar pues mis bolas apretadas avisan que el orgasmo se acerca, y no cualquier orgasmo, este será arrollador, lo sé, lo presiento. Muerdo mis labios cuando ella se arquea y sus tetas rebotan de arriba a abajo conforme el ritmo de mis penetraciones. Sus pezones rosas, su coño pálido y rosa en el interior y mi polla trigueña entrando y saliendo cada vez más mojada me llevan al borde y mierda...

Qué rico... Joder...

El orgasmo me azota, inminente como un tsunami y poderoso como un huracán, y rujo estrellando mis labios en los suyos, acelerando mis acometidas cuando ya no lo puedo contener. El condón se llena con mi semen, ráfaga tras ráfaga de tanto semen que temo que se salga o se desborde. Continúo embistiendo, alargando las oleadas calientes de placer, pero me detengo en seco cuando su alarido de placer retumba en las paredes.

La miro, retorciéndose y arqueándose, chillando y gimiendo cuando el orgasmo la recorre por completo. Su piel está erizada, su cuerpo empapado de sudor y su cara roja como un tomate.

Deliciosa.

Los temblores se detienen y yo salgo de su cuerpo, sacando y tirando el condón por allí. Caigo sobre sus pechos mientras respiramos agitados y escucho su corazón.

Sonrío para mí mismo.

Tenía razón cuando pensé que el sexo después de esto jamás sería igual porque no hay nada que se compare con esto si miro hacia atrás.

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¡Se quemó esta mierda! *corre a prender el abánico*

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