Pateando culos de sectarios
Capítulo 6: Pateando culos de sectarios
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El crepitar de la hoguera se hacía escuchar sobre el lastimoso aullido del viento del bosque. A lo lejos el soplo hacía gemir gruesa vegetación hueca y que le daba al lugar un tinte más siniestro si eso era posible, claro que los hombres en el campamento no se inmutaban, sabían que aparte de los árboles antropófagos, eran ellos, los sirvientes de las valquirias, quienes representaban más peligro de todo el lugar.
―Espero que los Claw aparezcan pronto, ya me estoy cansando de tener que esperarlos en este sitio tan aburrido.
―Yo igual, pero qué se le va a hacer. Las señoras quieren atraerlos a este sitio, quieren verlos acabados y a sus pies, quieren darse el gusto.
―¿Y qué me dices de los Fang? Escuché que se salvaron dos de ellos. Me pregunto si estarán cerca.
―Debieron esconderse bajo una roca, no hay que temer por ellos, tampoco por los Claw, si salvaron el paso de los árboles malditos, nosotros nos encargaremos de ellos.
No bien dijo esas palabras, gruesos y musculosos brazos estrangulaban su garganta lo mismo que a su compañero. Las familias de cazadores de monstruos habían llegado.
Volken colocó en la tienda de municiones y armas, una granada antigua de esas anteriores a la Segunda Guerra Mundial, luego se alejó y con su excelente puntería de cazador la hizo estallar de un solo disparo.
El caos resultante fue mayúsculo y los sectarios iban y venían por todo el lugar gritando y dando órdenes, sin embargo, lejos de tranquilizarse, chillaron como los cerdos que eran al producirse más explosiones. No hubo manera de saber de dónde venía el ataque.
Joseph era muy rápido, tanto que sorprendió a Liz; jamás vio a su padre moverse con esa soltura y agilidad. El hombre convertía a los sectarios en carcasas momificadas, estos no estaban muertos, pero no había que preocuparse de ellos, lo único que hacían era gemir desde el suelo sin poder moverse siquiera un centímetro.
Nadia no era tan compasiva como su esposo, con su poder hacía que los sectarios explotasen de adentro hacia afuera en un espectáculo muy espeluznante. Su mirada era dura y su expresión lo era aún más, Liz jamás vio a su madre con una furia fría como aquella.
Así, los Claw derrotaban a sus contrincantes, no era muy difícil aquello, al igual que los árboles, los seres humanos están formados en su mayoría por agua.
Volken, al igual que Nadia, hacia relucir su furia, mas esta no era fría, sino que parecía surgir de un volcán antes dormido. El padre de Tito, aullaba, rugía y vociferaba palabras muy malsonantes a cada dos por tres. Ningún sectario quedó vivo ante el embate de su furia y el plomo de sus balas.
―¡Liz, cuidado! ―le advirtió Tito, y la joven se dio vuelta justo a tiempo para contratacar a uno de los sectarios.
―¡Toma esto! ―gritó la joven y de su palma extendida, surgió vapor expulsado a mucha presión, el cual estaba a una temperatura muy caliente.
Los ojos del sectario se licuaron y luego la piel de su rostro se desprendió casi de inmediato, muriendo de esa forma horrible.
Liz abrió mucho los ojos y tuvo que ser sacudida un poco por Tito para que reaccionase.
―Oye, ¿estás bien?
―Eh, sí... Son esos bastardos o nosotros.
―Que bien que pienses así. ¡Vamos!
Tito y Liz decidieron permanecer juntos y espalda con espalda, hombro con hombro, acababan con cualquier loco que se les cruzaba en su camino. En menos tiempo del que habían calculado, ya habían acabado con el último de ellos.
―Liz, hija, ¿estás bien, mi princesa?
―Sí, papá, lo estoy, no te preocupes.
―¿Segura, calabacita?
―Sí, estoy..., perfecta. Qué raro.
―Es por tu sangre, hija. A diferencia de personas comunes y corrientes, tu subconsciente te permite afrontar cosas que a otros les horrorizaría enfrentar; tampoco sufrirás cosas como síndrome post traumático o cosas similares como pesadillas.
―Entonces dices que no soy una chica normal, bueno, eso ya lo sabía desde hace mucho, pero esto... ¿No sentiré remordimiento alguno por matar seres humanos?
―Si te hace sentir mejor, estos hijos de puta se lo merecían ―dijo su madre y le dio una patada a una de las momias que gemía en el piso.
―Ya deja eso, mi amor.
―Díselo a Volken ―dijo y tenía razón, el Fang estaba pateando de lo lindo a cuanta momia encontrase. Tito tuvo que ir donde su padre y detenerlo.
―Ya basta, papá, no tenemos tiempo para esto.
―Bueno, está bien. Viene lo difícil, entrar al fuerte; escuché que dentro hay un pasaje a unas grutas subterráneas, allí deben estar las valquirias y su hija, Joseph, Nadia.
Los cinco cruzaron miradas y asintieron, penetraron el fuerte o lo poco que quedaba de él y entraron por una puerta enrejada al subsuelo, el cual, a diferencia de las estructuras halladas en la superficie, preservó de la destrucción muchos de los pasajes y corredores subterráneos.
―Todo está muy bien iluminado ―dijo Tito y junto a los demás cazadores de abominaciones, se internaron en ese laberinto maldito.
Todos los sectarios se hallaban en el campamento y por ello no vieron a ninguno, las vampiresas de seguro les prohibieron la entrada.
No eran hombres los encargados de vigilar el subsuelo sino otras criaturas y así se los hicieron saber Diamond y Brutus.
―Son perros, muchos de ellos.
―Odio a los caninos ―dijo el gato sin tacto alguno, pero el lobo no tenía tiempo para enojarse.
Surgidos de una lejana esquina, aparecía una jauría de perros, pero estos no eran canes cualquiera, estaban como momificados, pero a diferencia de los sectarios de arriba, los pavorosos cánidos podían moverse con mucha soltura y velocidad. La batalla sería difícil.
CONTINUARÁ...
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