Prólogo
-No me lo puedo creer. ¿El centro comercial entero?
-Como lo oyes. Quería ir a comprar algo de ropa ahí, pero he visto todas las entradas acordonadas y habían muchos coches de policía alrededor.
-Qué miedo...
-El otro día entré a mi cuenta bancaria y vi que me faltaba dinero. ¿Creéis que han sido ellos también?
-Si son capaces de robar bancos con un abrir y cerrar de ojos, ¿por qué querrían robarte a ti?
-Fobos da miedo...
La chica caminaba entre las concurridas calles de Barcelona escuchando las conversaciones de la gente. Recientemente, un grupo de misteriosos ladrones había robado todas las despensas de todas las tiendas del centro comercial más famoso de la ciudad. Aún así, esa era una de las obras más sencillas del grupo. Una vez se infiltraron en las oficinas de una empresa internacional y copiaron todos sus archivos, aunque no se supo si hicieron algo con ellos. ¿Y su identidad? Nadie la sabe.
La chica giró por un callejón, cubriendo aún más su cabeza con la capucha de su chaqueta. Vestía una camisa blanca con unos tejanos azules largos, a pesar de estar entrando ya el verano.
Caminó unos metros hasta llegar a una puerta disimulada con el color de la pared. El callejón era oscuro y la superficie estaba pintada de color negro, por lo que había que fijarse mucho para encontrarla. Se acercó a esta y picó cinco veces, alternando de mano con cada toque. Después, entró y se quedó quieta frente a un muro de acero. Un agujero se abrió en medio de este y una voz robótica dijo:
-Ponga sus ojos frente al escáner.
La chica destapó su cabeza, dejando al descubierto su largo, lacio y negro pelo. Se acercó más a la puerta y miró al agujero. Unas luces azules analizaron de arriba a abajo sus ojos verdes y el escáner se cerró.
-Bienvenida, Hera.
La puerta de acero se abrió y la chica se adentró en lo que ella llamaba guarida, que era en realidad un almacén que ya nadie usaba y su antiguo dueño le alquilaba por unos pocos cientos de euros. Por fuera estaba lleno de grafitis y parecía dejado, por lo que mucha gente intentaba entrar por la persiana de metal que lo protegía. Pero todos ellos huían rápidamente al ver la cantidad de trampas que habían.
El almacén era muy grande, ya que anteriormente guardaba la despensa de un supermercado situado al final de la calle. Ahora estaba lleno de aparatos electrónicos, armas y ropa que la chica usaba en su trabajo. Las paredes eran grises, al igual que el suelo, y tenían pegadas estanterías de metal en las que guardaba todas sus pertenencias. Otra estantería, esta de madera y más nueva, disponía de diversas bebidas alcohólicas y aperitivos que acompañaban o complementaban la bebida. Finalmente, cada chica tenía su propia zona en su guarida. Porque, sí, la chica era la líder de Fobos, el grupo de misteriosos ladrones que había realizado el robo en el centro comercial.
-¡Gabi!
Una pequeña chica de tez blanca como la leche y pelo castaño y corto saltó a los brazos de Gabriela, cuyo apodo era Gabi. Al mismo tiempo, su nombre en clave era Hera.
-Mitzi, ya te he dicho muchas veces que no asustes a la líder así-la regañó su hermana mayor, Maia. Su nombre en clave era Némesis y el de su hermana, Temis.
Las hermanas solo se llevaban dos años, pero eran muy diferentes. Mitzi era blanca como la nieve y tenía el pelo sobre los hombros, del color de una almendra. Maia, en cambio, tenía la tez más morena, del color de la arena, y el pelo extremadamente corto y rubio. A causa de eso, su poco pecho, su altura, la anchura de sus hombros y la poca cintura que tenía; la gente solía confundirla con un hombre. Mitzi era mucho más baja, con suerte llegaba al metro sesenta, y su busto también era más grande. Su cintura era pequeña, al igual que sus hombros. Lo único que las hermanas tenían en común era el color azul de sus ojos y la pasión por infiltrarse en lugares ajenos. Así es, su trabajo en el grupo era colarse a los edificios y abrir al resto desde dentro.
-No pasa nada, la pequeña Mitzi solo estaba contenta de verme. ¿No es así, Mitzi?-preguntó Gabriela poniendo un dedo bajo la barbilla de la chica, alzando su cabeza para que sus ojos hicieran contacto directo.
Mitzi se sonrojó, pero asintió energéticamente.
Entonces, una chica asiática sentada en un sofá rojo rio escandalosamente.
-¡Esto es graciosísimo!-exclamó mirando al resto. Seguidamente, empezó a dictar.-"La policía asegura que el sistema de seguridad del centro comercial era igual de fuerte que el del Palacio de la Zarzuela, el hogar del presidente. Lo comparan incluso con el de la casa real. Aún así, el hacker del grupo Fobos logró desactivarlo por diez minutos. 'Después recibimos el aviso por la central. Cuando el grupo llegó encontró a los dos guardias de seguridad que patrullaban por la zona muertos. Pero cuando mi equipo y yo llegamos, dos miembros del cuerpo habían fallecido a causa de un disparo y un tercer policía se encontraba en estado crítico. Tenemos la posibilidad de encontrar al asesino dentro de ese grupo', dice el inspector Aslan, el encargado del caso."-la chica siguió riendo.-¡Se piensan que solo pude detenerlo por diez minutos cuando en realidad lo dejé así a propósito! Ay, me parto con ellos.
El nombre de la asiática era Li, Deméter en el trabajo. Su cabeza siempre estaba cubierta por una gorra roja que contrastaba su pelo negro y corto. De hecho, Maia y Li tenían el mismo corte de pelo. A pesar de eso, Li era de estatura media, por lo que Maia la superaba en altura. Li tenía la piel igual de blanca que la de Mitzi, pero menos busto. Sus ojos rasgados eran de color marrón y, aunque era delgada, sus piernas y trasero acumulaban toda la grasa de lo que comía. Su labor era hackear los sistemas de seguridad de los lugares en los que robaban.
Una chica alta y rubia se acercó a Li y se asomó sobre su hombro para releer la noticia. Sonrió y miró a Gabriela con sus ojos afectados por la heterocromía, uno de color azul y otro verde.
-También creen que podrán descubrirme. Lo que no saben es que dejé a ese policía vivo. Morirá en el hospital, no hay nada que puedan hacer. La bala rozó varios órganos vitales, estoy segura.
-¿Entonces por qué dejarlo vivir?-preguntó Maia sentándose en una butaca.
La rubia pareció pensarlo, pero sonrió aún más lamiendo sus labios.
-¿Diversión?
El nombre de la chica era Edith, pero su nombre en clave era Artemisa. Debido a su experiencia previa con las armas, se encargaba de asesinar a todo aquel que se metiese en su trabajo. Todas las chicas habían usado un arma anteriormente, pero Edith controlaba cualquier arma o era capaz de adivinar su funcionamiento en apenas tres minutos. No solo eso, sino que disponía de un físico perfecto que causaba la envidia de sus compañeras, incluso de Kathleen, la chica encargada de infiltrarse o hacer de cebo en sus misiones.
Durante el trabajo se llamaba Afrodita y decidieron su puesto por la sensualidad con la que manejaba su cuerpo. La chica jugaba con su largo, rizado y negro pelo o parpadeaba sus ojos azules como el mar con largas pestañas para llamar la atención de su enemigo. También llevaba vestidos escotados que no dejaban mucho de sus enormes pechos a la imaginación. Esos mismos vestidos se encargaban de realzar su trasero y piernas, además de marcar su delgado abdomen.
Otra chica con el pelo teñido de color rosa se separó de la mesa de billar en la que estaba jugando y apuntó a Edith con el taco.
-Sigo pensando que eso arruinó el plan. ¿Y si logra recuperarse?
-¡Oh, vamos, confía en mí de una puta vez! Tus estúpidos planes siempre funcionan, así que déjame divertirme de vez en cuando, ¿quieres?-saltó Edith.
La chica del pelo rosa, llamada Jade o Atenea, dependiendo de la hora, endureció su mirada. Sus ojos marrones miraban fijamente la cabeza de su compañera, como si quisiese aplastarla con sus finos brazos. Jade era probablemente la más débil del grupo debido a su pereza a la hora de ejercitarse, pero era genial ideando los planes que ejecutarían, ya que ese era su trabajo.
-No importa, el plan salió bien gracias Olivia. Deberías darle las gracias-se rindió Jade volviendo a su juego.
Edith se giró hacia una chica pelirroja cuyas orejas estaban cubiertas por unos enormes auriculares con orejas de gato, uno de los objetos robados.
-Gracias, Oli.
Olivia alzó el pulgar y volvió a centrarse en su anime. Su nombre en clave era Perséfone y su especialidad era robar grandes cantidades en poco tiempo y con el mayor porcentaje de éxito posibles. Su cuerpo no cumplía con los estándares de belleza: piel pecosa, pelo rojo como la sangre, ojos marrones como las castañas, barriga con michelines y pies grandes. Pero Olivia no era de las chicas que se preocupase por ese tipo de cosas.
-Ahora que lo pienso, ¿alguien ha visto a Cristal y Kathleen?-preguntó Li dejando a un lado su tableta para coger su ordenador portátil.
Cristal era la última miembro del grupo y su nombre en clave era Hestia. Si en algún momento la policía las pillaba en acción ella era la encargada de negociar con ellos una buena huida. Además, traficaba las armas y la información necesaria para Fobos. También era la prima de Gabriela y, extrañamente, eran muy parecidas. Pelo largo y negro, ojos verdes, piel morena, abdomen y piernas fuertes, buen trasero pero poco pecho y las orejas tan pequeñas como su dedo meñique.
Gabriela recorrió todos los rincones de las chicas con la mirada, en busca de las recién nombradas.
El rincón de Li estaba lleno de aparatos electrónicos que solo ella sabía usar. También disponía de un sofá rojo vino y una mesa en la que depositar esos mismos aparatos, aunque siempre tenía su parte desordenada, por desgracia de Edith y Kathleen, las encargadas de limpiar. Un enorme panel con diferentes pantallas era el juguete favorito de la asiática y era por donde controlaba las cámaras de seguridad que hackeaba.
Mitzi había vuelto con su hermana, ya que ellas compartían su trozo de almacén. No solo eran diferentes físicamente, sino que sus personalidades tampoco eran similares. Mitzi era una adorable chica amante de los peluches y todo lo que tuviera algo brillante, mientras que Maia adoraba todo lo que era peligroso y oscuro, por lo que su rincón era algo confuso. Habían dos sofás, uno rosa y otro negro, con una mesa entre los dos. Los estantes y armarios de Mitzi estaban llenos de peluches y muñecas que mimaba con esmero. Los de Maia, en cambio, estaban llenos de arneses y armas. También tenía algunos álbumes de fotos que revisaba cuando se encontraba nostálgica.
El de Jade parecía más bien una librería. Sus estanterías estaban llenas de libros que la chica había leído y releído y de los cuales sacaba sus ideas. Además, tenía su tesoro más preciado, su mesa de billar. Nadie podía tocarla sin su permiso.
El rincón de Edith era posiblemente el más normal. Parecía un salón de cualquier piso, si no fuese por las armas que colgaban de las paredes y los cartuchos de balas tirados por el suelo. Además, en la otra parte del almacén y del techo de este colgaban varios puntos a los que Edith disparaba cuando se aburría.
Olivia tenía el rincón más colorido. Sus paredes estaban repletas de pósters de sus animes favoritos y de sus estanterías colgaban los juegos y consolas robadas que usaba a diario. Además, Li había hackeado su televisión para que solo se reprodujese anime y nada más que anime. También guardaba diversos cosplays en un armario, así que las chicas no se sorprendían al verla disfrazada por su guarida.
Kathleen tenía el rincón más organizado. Todos sus vestidos estaban guardados por colores, al igual que su maquillaje. Las armas, en cambio, se guardaban por el tipo que eran. Su tocador era muy grande, lleno de espejos de diferentes tamaños. Las chicas muchas veces la escuchaban tararear algo mientras se maquillaba frente a ellos.
Finalmente, la mirada de Gabriela llegó al rincón de Cristal. Este era muy sencillo. Solo tenía una cómoda en la que guardaba toda la información y el dinero necesario para comprar armas y comida para el grupo. Gabriela se encargó de ponerle un sofá y una televisión para que al menos pudiese entretenerse.
-No, no las veo.
-Bienvenida, Afrodita. Bienvenida, Hestia.
Las dos chicas entraron una al lado de la otra. Kathleen se quitó sus gafas de sol y sus tacones mientras saludaba a sus compañeras y Cristal se acercó a la mesa principal. La morena se sentó en su silla y anunció:
-Tengo noticias.
Las otras chicas se sentaron en sus respectivos lugares y esperaron a que su líder llegase. Gabriela se acercó a su rincón. Este era el más completo del grupo. Tenía alguna que otra máquina con la que ejercitarse, una cómoda silla y un amplio escritorio donde leía y vigilaba las noticias y un tablón de corcho en los que colgaba recortes de sus éxitos. Sus estanterías tenían tanto armas como recuerdos de sus misiones.
La líder se quitó la chaqueta y la colgó en su perchero. Se alisó la camisa y se sentó en la silla situada en la punta de la mesa. Todas las sillas eran de madera, menos la suya. La suya era lo más parecido a un trono que pudieron encontrar en el centro comercial.
-Hestia, cuéntanos esas noticias tan importantes que traes.
Daisy 2.0, Ashniko y Hatsune Mikue
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